Lo que está pasando en el país sigue siendo de cuidado. La Constitución de 1991 tuvo la sensatez para garantizar los equilibrios, pero también las instituciones que sirvieran de diferencia a otras. Desde los grandes ajustes institucionales de 1991 se han realizado algunos otros que han puesto en peligro tales contrapesos, como el hecho de haber pretendido la reelección presidencial no por una sino por más veces, lo que no es malo por sí solo, pero si cuando las selecciones de miembros de las distintas instituciones dependen de un solo presidente.
Como esto ya se sabe, como la Corte Constitucional no lo permitió y en años anteriores se borró cualquier posibilidad de reelección, el actual gobierno, donde el único de poca experiencia es el presidente, se viene rediseñando el panorama institucional, en particular, y es lo más grave, para las entidades económicas.
A parecer el primer escollo, y así el Gobierno Nacional lo ha venido demostrando, es tener un Departamento Nacional de Planeación (DNP), que se encargue de planificar (como si para eso no existen los mercados, en lo más fino del neoliberalismo), además, y es lo que más incomoda, que se ocupe de las inversiones territoriales, sin duda una aspiración desde el Ministerio de Hacienda desde hace algún tiempo y que no ha podido hacerse realidad. Hoy tiende a cumplirse no solo por las disposiciones desde el Plan Nacional de Desarrollo, sino que probablemente sea el propósito al poner a un alfil del Ministro Carrasquilla en su Dirección. Recuérdese que el DNP ha sido gestionado por economistas de un alto prestigio y ahora llega alguien que dista bastante de tener la trayectoria suficiente a la que ha sido la costumbre en esa entidad técnica del Estado.
De esta manera el Ministerio de Hacienda y Crédito Público quedaría con el control absoluto del presupuesto. Teniendo como excusa perfecta la aparente duplicidad de funciones. Pero lo cierto es que el Ministerio no cuenta con la capacidad de planeación territorial que dispone el DNP. Se trata, claro está, de una clara idea financiera y/o fiscal de los temas públicos y territoriales, relegando las políticas sectoriales a las disponibilidades y equilibrios financieros del fisco nacional. En últimas, el Estado no se piensa, simplemente se ejecutan algunas partidas presupuestales. Perversa la idea.
Pero si en el DNP y Hacienda llueve por el Banco de la República (BR) aparecen unos nubarrones de esos que preocupan. El Gobierno con la movida del Viceministro de Hacienda al DNP pasó a un miembro de la Junta Directiva del BR al Viceministerio, nombrando además a un economista de bastante prestigio en el BR, pero totalmente cercano al Ministro. Ya se ha comenzado a especular que estas “jugaditas” de Carrasquilla conducirán a que el año próximo, cuando se vaya a elegir gerente del BR, él sea el más opcionado para el puesto.
Si esto es así, por primera vez en prácticamente tres décadas de autonomía e independencia del BR, será posible que el BR quede a expensas del Gobierno Nacional, es decir de las decisiones que quiera tomar el presidente de la República al lograr, en esa posibilidad, tener el control de la Junta Directiva del BR.
Es cierto que esto ya son especulaciones que se mueven, pero con el cuidado que se debe tener al hacer este tipo de análisis, hay que decir que el Centro Democrático estaría en un mundo donde siempre ha querido llegar, no sólo a través del control de las instituciones del Estado por la Presidencia, un anhelo del expresidente Uribe, sino de las ansias de poder demostradas por Carrasquilla, quien ad portas de su retiro por pensión, estaría llegando a un cargo al que ha aspirado pero que no lo ha logrado; triunfo que será más satisfactorio si es ante economistas como el actual director del BR, con quien perdió la elección e incluso se han enfrentado públicamente por los resultados económicos, o con otros miembros de Junta, como José Antonio Ocampo, sin duda contradictores en las posiciones ortodoxas del Ministro Carrasquilla.
Tal vez el activo más valioso que ha tenido el país en todos los años de guerras e incertidumbres, ha sido la credibilidad del público, de los agentes del mercado, en las instituciones económicas del país. Estas, independientemente de las críticas que se puedan tener, han dado muestras de una adecuada gestión, una prevalencia por lo público y una trasparencia, autonomía y criterio técnico que generan las confianzas requeridas para que los distintos agentes económicos en el mercado puedan proyectar las decisiones presentes y futuras, para creer en los mensajes que desde ellas se emanan y posibilitar unas gestiones macroeconómicas y territoriales adecuadas.
Lamentable entonces, las vanidades políticas, esas que eran previsibles, se superponen a años de seriedad y credibilidad institucional. Se continúan con los mensajes erróneos a los inversionistas, pero no solo es la economía, es también la democracia y el desarrollo lo que hoy, como nunca, aun en los años de mayor conflicto, se pone en entredicho, argumentos para que nos sigan considerando en el exterior como una frágil sociedad, como un país no viable.
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Jaime Alberto Rendón Acevedo
Foto obtenida de: https://diariolaeconomia.com/
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