Para el caso de Colombia, el Instituto Nacional de Salud ha proyectado que el número de contagiados en Colombia pueden llegar a los 3.989.853, en cuanto a casos severos, se proyectan 550.600, y críticos 187.523 (Decreto 417 del 17 de Marzo, Presidencia de la República). Esto se presentaría en caso de que no se implementen medidas preventivas, por lo que estas resultan vitales para proteger a la población. Lo que se ha documentado en el mundo es que de cada 100 casos, 80 corresponderían a sintomatología leve, 20 van a requerir atención hospitalaria, de estos 5 requerirían Unidad de Cuidados Intensivos y de 2 a 3 morirían. En Colombia, de acuerdo al Ministerio de Salud, para el 2018 el país tenía 84.556 camas de hospitalización, de las cuales 5.684 serían para cuidados intensivos (1). Lo que supone que la capacidad hospitalaria sería ampliamente superada en el escenario de que se presente el masivo contagio.
El COVID-19, es el resultado del desmonte de la salud pública en el mundo, que por la privatización de los sistemas de salud, abandonó el interés por el estudio y el seguimiento de las epidemias. La industria farmacéutica, una de las industrias de mayor acumulación de capital en el planeta, ha privilegiado la investigación en medicamentos de alto costo que le resulten rentables, por encima de la investigación de las enfermedades que comprometen los altos conglomerados poblacionales y no generan ganancias. Como una respuesta, a la exorbitante acumulación de capital, nunca antes vivido por la humanidad, en donde 62 personas, acumulan la riqueza de 3600 millones de seres humanos, de acuerdo a información de Oxfam, con efectos sobre el medio ambiente, como lo ha señalado el panel de expertos que cita el papa Francisco en la encíclica sobre el clima y el medio ambiente, se han generado las condiciones para que se incuben estas zoonosis, y se rompa el equilibrio entre la madre tierra y los seres humanos. El coronavirus fue evolucionando al interior de los murciélagos y las serpientes, hasta mutar en una forma altamente contagiosa en humanos, sin que hubiera sido detectado por el acucioso lente de la ciencia médica y la salud pública, que ha sido menguada por los intereses corporativos que privilegian la atención individual del alto costo y sus negocios.
En el momento, existen 153 países del mundo con casos confirmados. El coronavirus ha llegado para señalarnos la fragilidad de la vida de los seres humanos, de los inequitativos sistemas de salud que hemos construido en la era del neoliberalismo, y cuestionar el individualismo voraz que ha impuesto la dinámica de exorbitante acumulación del capital. Como una enseñanza, las respuestas para su contención no pueden ser individuales, y requieren considerar la mayor vulnerabilidad de los excluidos.
En ese sentido, los países asiáticos, entre ellos, Taiwan, Hong Kong y Japón, que han mantenido unas bajas tasas de contagio y mortalidad del virus, lo han logrado con cinco medidas a saber: realización de pruebas en el mayor número de sospechosos, Corea del Sur ha realizado 10 mil pruebas por día; aislamiento en casas o en hoteles de cuarentena con imposición de multas a quienes vulneren las medidas, mapeo de casos, toma de temperatura a ciudadanos; la preparación y reacción rápida, mediante la creación de comandos centrales de coordinación como en el caso de Taiwan; distanciamiento social y promoción de medidas de higiene.
Estas medidas han posibilitado el control de coronavirus en el continente asiático, trasladando el epicentro a Europa, en donde se subestimó la experiencia asiática, específicamente en España e Italia, cometiendo errores como no haber confinado la población a tiempo, la desprotección de bioseguridad en médicos y enfermeras, situación que debilitó la fuerza sanitaria, quienes terminaron contagiados y generando focos de infección. El gobierno Italiano, en los inicios de la pandemia, intentó hacer un confinamiento gradual, protegiendo algunas industrias, como la automotriz por ejemplo, del paro de la producción. Esto suscitó protestas de los trabajadores contra la industria para obligar al confinamiento, no obstante, el virus desplomó el sistema de salud que transitó hacia los hospitales de guerra, en donde los médicos tienen que decidir a qué ciudadanos mantener conectados o no de los respiradores y ventiladores, por la insuficiencia de los mismos.
Por la fuerza de la realidad, Europa ha entendido la necesidad del confinamiento generalizado (cuarentena y cierre de fronteras), en consecuencia, los gobiernos de España y Francia, han destinado cuantiosos recursos de protección social para que los ciudadanos puedan asumir la cuarentena. Como contraste a esta postura, se encuentra la del Reino Unido, en donde propusieron la “inmunidad del rebaño”, proteger solo a la población vulnerable mayor de 65 años, dejar que el virus actúe para que la población adquiera una inmunidad que contenga el Covid19, lo que evitaría un paro de la producción por los confinamientos. Esta estrategia recientemente fue replanteada ante las críticas de la comunidad científica y de la ciudadanía, quienes señalaron que para el logro de esta inmunidad se requeriría un contagio del 60% de la población, lo que significaría un costo enorme en vidas antes de llegar a la misma.
El caso de los Estados Unidos, es el de mayor preocupación, dada la postura negacionista y anticientífica que asumió el Gobierno de Trump, frente al virus. Hasta el día de ayer se han confirmado 106 fallecidos y 6.233 contagios, se considera por parte de varios analistas, que este país puede tener un subregistro de casos, en tanto es un sistema de salud privado, con coberturas para los ciudadanos para patologías que superen los 5000 dólares, una consulta médica a un ciudadano de los EEUU por síntomas respiratorios, le puede costar hasta mil dólares, esto tiene como consecuencia que no consulten a los servicios de salud y se pueda presentar un subregistro. En medio de un intenso debate electoral, en el que se encuentra el país, Trump ha tenido que inyectar recursos de protección social y cerrar los vuelos del país desde Europa. El mal manejo de esta pandemia podría costarle la reelección presidencial.
Colombia se encuentra entrando a la fase dos del contagio del virus, en donde este no corresponde a casos externos, sino que se presentan entre los mismos habitantes del país. La vulnerabilidad del sistema de salud en Colombia y la inequidad social de su población, exigen medidas audaces y oportunas. En ese sentido, la delantera la tienen los mandatarios locales, quienes han adelantado medidas de toque de queda, estos podrían ser útiles para evitar aglomeraciones nocturnas, pero debe cuidarse que esto no se convierta en confinamientos temporales nocturnos, seguidos de salidas masivas a adquirir bienes o servicios, o salidas para tener contacto con la calle. Este fin de semana se llevará a cabo en Bogotá, Cundinamarca y el Meta, el simulacro vital, que busca realizar un confinamiento general durante cuatro días, en donde se estipulan unas excepciones a la movilidad, esto permitirá evaluar cómo se comportará esta medida, que más temprano que tarde se tendrá que implementar de manera forzosa.
Los riesgos de un confinamiento general en Colombia hay que preverlos e intervenirlos para que no fracase, en un país en donde el 60% de la población trabaja en la informalidad y con ingresos del día a día, se debe garantizar un suministro de alimentos diarios mediante bonos, con una entrega coordinada y autoprotegida por personal entrenado, tomar medidas de subsidios económicos para solventar la crisis de las familias, esto es importante, porque de no hacerse, la gente va a salir a las calles para garantizar su sobrevivencia, lo que se podría traducir en un estallido social. La dispensación de alimentos y servicios públicos es fundamental. Se equivocó enormemente, el Presidente Duque al emitir el decreto 418 del Ministerio del Interior, en donde limita mediante disposiciones burocráticas las medidas adoptadas por alcaldes y gobernadores, incluso, ofreciendo sanciones a las autoridades locales por ejercer el sensato trabajo que adelantan, de proteger a la población, desde la invocación de medidas inéditas, porque en la Colombia reciente nadie ha tenido que enfrentar una amenaza sanitaria de esta magnitud. Emitir ese decreto, es una exabrupto, cuando el Gobierno Nacional, después de la presión social, solo hasta el día de hoy, tomó la decisión de cerrar los vuelos internacionales en el Aeropuerto el Dorado, medida que era fundamental haberse tomado desde antes.
De otro lado, existe un tema en el que no se ha observado ningún avance ni por parte de las autoridades locales, ni nacionales, se trata de la dotación de suministros de bioseguridad para trabajadores de la salud, lo que implica control de especulación de precios de esta industria. Así mismo, la dotación de hospitales con camas de aislamiento, ventiladores, equipos para manejo de vía aérea, disposición de espacios, como por ejemplo el Hospital San Juan de Dios de Bogotá o la Clínica de Saludcoop de la 80 en Medellín, para aislamiento y atención de la población. Al día de hoy, nos siguen llegando reportes de cientos de instituciones prestadoras de servicios de salud, en donde no hay insumos básicos, mucho menos camas nuevas, entre ellas los propios hospitales en Bogotá, que es la ciudad que podría tener mejor avance y recursos hospitalarios para afrontar el control del virus.
Se requerirá la disposición de redes de voluntarios de la sociedad civil, defensa civil y Cruz Roja, para hacer apoyo en todas las medidas que se adopten, en cuanto este recurso humano, Colombia es muy fuerte, su sociedad ha resistido el conflicto armado más prolongado de occidente, y ha acumulado bastante experiencia en reaccionar solidariamente a las tragedias humanitarias, superando incluso a los gobiernos colombianos.
Debo insistir que el coronavirus, evidencia lo que hemos señalado hasta la saciedad, el desmonte de la salud pública en Colombia dado por la ley 100 de 1993, nos coloca a comenzar de cero. El desacreditado sistema nacional de salud, que con desprecio citan los ideólogos de la ley 100, tenía en cada rincón de Colombia equipos básicos entrenados para orientar a la población en la prevención de las epidemias. Ese trabajo no lo han hecho ni lo harán las EPS, no pequemos de ingenuos en medio de esta contingencia, en donde lo más torpe sería esperar que unas entidades que no se han ocupado de la prevención de la salud en casi 30 años, lo hagan ahora.
Por eso los entes territoriales y el Ministerio deben suplir a la mayor brevedad este vacío apoyándose en la sociedad civil y en redes de solidaridad ciudadanas, de personal de la salud en reserva y estudiantes del área, con debida protección, entrenamiento y medidas de bioseguridad estoy segura que esas redes funcionaran de manera magnífica y se podrá recuperar el ADN histórico de la salud pública en Colombia. De la misma manera se deben trasladar recursos de inmediato, mediante medidas de emergencia económica para dotación de hospitales, sería aún más ingenuo creer que con los giros que acelerará el gobierno de los pagos del acuerdo de punto final, las EPS correrán a inyectar recursos a los hospitales para que estos contraten la infraestructura. Entiendan señores, que este sistema de salud podrá responder a la pandemia del coronavirus, solo si lo ponemos a funcionar de manera excepcional, no insistiendo en su disfunción regular y ordinaria.
El Coronavirus nos dejará enormes enseñanzas, la humanidad no será la misma después de esta pandemia. El neoliberalismo como modelo económico, político y social, han quedado en jaque, las medidas para resolver esta crisis no pasan por sus dogmas ni valores, de hecho, pasan por contradecir los modelos y valores que se han pregonado desde esta ideología dominante en el mundo, que privilegia el individualismo, las ganancias del capital por encima de la vida, el empobrecimiento del sentido de la vida millones de seres humanos en el mundo, dedicados solo a la producción para la extracción de renta de delirantes acumuladores de riqueza, a quienes no les alcanzará la existencia para gastar ese dinero.
La reforma estructural al sistema privatizado de salud en Colombia deberá ser un imperativo, así como las garantías de las condiciones dignas de trabajo de sus médicos, enfermeras y trabajadores, como fuerza sanitaria fundamental de una nación para el resguardo de la dignidad y de la vida. Tengo esperanza en que vamos a poder superar este momento oscuro, en donde deben primar los valores de la solidaridad, la acción colectiva, y la empatía. Por lo pronto, los ciudadanos debemos encaminar todos los esfuerzos en disminuir la movilidad y quedarnos en casa. Es preciso continuar ejerciendo el derecho y el deber de exigir a los tomadores de decisiones públicas y estatales que adopten las medidas adecuadas para la protección de la vida. Esto es una lucha entre la ciudadanía que defiende la vida, en contra de los intereses de sectores económicos y oligárquicos que han cooptado los Estados, que no tienen disposición para sacrificar sus ganancias parando la producción, para evitar la pérdida de vidas humanas. Son momentos en que la protesta social debe ser inteligente y creativa, estar al unísono con la necesidad del aislamiento para la protección de la población y del personal de salud.
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Carolina Corcho Mejía, Médica psiquiatra, presidenta de la Corporación Latinoamericana Sur y Vicepresidenta de la Federación Médica Colombiana.
Foto tomada de: https://www.eluniversal.com.mx/
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