“Cayó el Imperio romano, que tenía el mundo. Cayo el imperio español, que tenía el mundo. Todo cayó. Y la Iglesia sigue ahí. En el hecho de mantenerse ha influido que los cambios implementados han sido siempre muy lentos.” Javier Cercas, autor de Soldados de Salamina. Entrevista en ET, 5/4/2025, 2.5.
A finales de mayo, estaremos como parte de una delegación del grupo Presidencialismo y participación que es cofundador con algunos de sus miembros de la IGS-Colombia, y, en particular de la Red Latinoamericana y caribeña de Estudios Gramscianos. Estaremos en La Habana, como participantes en las deliberaciones del IV Taller Escuela, y el III Coloquio Internacional, donde en clave local daremos cuenta de las novedades notables de la coyuntura GlocAL, esto es, cómo observamos el mundo bajo la lente latinoamericana de la hegemonía, teórica y práxica.
Allí ventilaremos, con la correspondiente pertinencia y rigor, asuntos que tienen que ver con la coyuntura nacional, y con la de América Latina. En nuestras intervenciones sobre diversos tópicos tendremos un marco referencial, la onda progresista que ya alcanzó una tercera “ondata” que se desprende con el triunfo de Amlo y Morena en México.
De ella hace parte el triunfo sin precedentes del Pacto Histórico y sus aliados que eligieron a Gustavo Petro, con más de 11 millones de votos, que ya está en su tercer año de gobierno cuando enfrenta los bloqueos de una oposición intransigente, refractaria al paquete de las reformas sociales.
Esta situación, aprehendida en términos de teoría política, ofrece una oportunidad singular para el estudio en “vivo y directo” de una etapa más del desenlace de una crisis de hegemonía que se desenvuelve cada vez, con más brío y empuje desde el año 2010.
Aquel año es clave porque el bloque de poder retoma la negociación de la paz con la más poderosa fuerza político militar subalterna. Esta, la Farc Ep, antagonista del gobierno, terminó fracturada entre firmantes y disidentes con la negociación de paz de 2016. Afectada negativamente, la nueva agrupación civil, Comunes, es azotada por el incumplimiento y asesinatos sin pausa que definen al partido de la guerra en Colombia durante los siguientes años.
DE LA PAZ TRAICIONADA A LA CONSULTA POPULAR
“No tenemos que quedarnos callados -exclama Laura Restrepo-. Hoy en día hay un genocidio en Gaza que sigue además llevándose a cabo, aunque los medios lo silencian cada vez más. Y con la supresión que ha hecho Trump de todas las ayudas humanitarias se está echando a la muerte a miles…Mejor dicho, está condenando a muerte a tres cuartas partes de la humanidad, que es la humanidad pobre.” Laura Restrepo. Entrevista ET, 574/25, p. 2.4.
“(hay un presidente) … que está decidido a que haya democracia en Colombia o aquí cambiamos las instituciones…no será entrando al Capitolio en masa, sino en las elecciones de marzo.” Gustavo Petro, discurso del 1o. de mayo.
El Gustavo Petro de los últimos días está en abierta confrontación con la oposición que agrupa a la reacción y a la derecha juntas. Estos, desde la trinchera del Senado intentan bloquear, y por todos los medios a su alcance, desde la casamata de la comisión séptima, a la reforma laboral, luego la de salud, y la educación que están a la espera, así como la reforma pensional que luego de aprobada fue demandada ante la Corte Constitucional, y espera de la sentencia definitiva.
Pero Colombia no vive una revolución sino el desmonte de la legislación que contra el mundo del trabajo impuso el capital bajo la conducción de Álvaro Uribe Vélez, portaestandarte de la de-democratización[1] de Colombia post constituyente de 1991.
Ahora Uribe Vélez, el sepulturero de la negociación de paz que ensayó su coequipero Andrés Pastrana con fines electorales y de rearme para enfrentar la iniciativa militar de las Farc Ep,[2] enfrenta la fase definitiva de su juicio criminal por su afrenta a la justicia ordinaria, y con desenfadado cinismo rinde testimonio en los presentes días. Rodeado de una pléyade de delincuentes confesos, niega, una y otra vez, toda responsabilidad en los hechos que le endilgan la Fiscalía y sus presuntas víctimas.
Ahora bien, la presente coyuntura corresponde a un típico episodio de lucha por la hegemonía, cuando el país vive el precipitado desenlace de una crisis que arrancó en 1999. Aparece como el colofón de un nuevo ciclo de negociaciones de paz. Aquella vez, lo inició Andrés Pastrana presidente. La paz volvía a intentarse con las Farc Ep, y bien valía una elección.
El interlocutor era un joven conservador ortodoxo, disfrazado de “pacificador” para la ocasión.[3] Antes lo fue Belisario Betancur, un conservador heterodoxo con aires de intelectual y literato.[4] El segundo presidente de los Pastrana, receptivo y ladino, en la conversación preliminar con Manuel Marulanda, vendió la paz como promesa para afianzar su triunfo en la segunda vuelta contra Horacio Serpa Uribe,[5] el ex ministro de gobierno de Ernesto Samper Pizano.[6]
Después sobrevino la ruptura de la negociación de paz, ya fortalecidas las FF AA con los aportes del Plan Colombia, y la guerra abierta para liquidar a la insurgencia subalterna. Ahora con el significante vacío, la premisa práctica de la “seguridad democrática” se combatía cualquiera rebeldía armada o desarmada. Pero, en 2008, la llamada operación “consolidación” se ahogó en la tragedia de las muertes extrajudiciales, con 6402 víctimas, a la cuenta del ejército, deshonrado por su acción genocida y criminal, y denunciado ante el Congreso del principal aliado en esta guerra interna, el gobierno de los EUA.
Vino el paréntesis de la nueva paz, la que negoció, firmó y le valió el Nobel a Juan Manuel Santos y cuya implementación escatimó Iván Duque lo que más pudo[7]. Bajo estas premisas contradictorias, de retraso manifiesto, notorio incumplimiento de la paz acordada, y asesinato casi diario de firmantes de ella en las regiones, se consiguió el triunfo del Pacto Histórico, con el respaldo de las poblaciones de las zonas más pobres y deprimidas de Colombia, y el colofón del levantamiento multitudinario de la pobrería de las ciudades.
La bandera del electo presidente fue cumplir con lo acordado, un poco a regañadientes con la insurgencia en 2016. Después de quemar los cartuchos con la tripleta de ministros liberales de todos los matices, más el conservador Álvaro Leyva.[8] En adición a ello, Petro propuso, aunque no la hubiera llamado así, la Paz total. Consumió dos años de su mandato en procura de este propósito, sin lograr tampoco detener la sangría de líderes sociales y excombatientes de las Farc.
Estas iniciativas, en todo caso, son amenazas en su devenir presente que agrietan las bases de la alianza del bloque histórico reaccionario dominante, heredero reencauchado del modelo del Frente nacional bipartidista. Este ejerce una dominación hegemónica en Colombia, cuya nueva etapa comienza, de modo paradojal, con una particular revolución pasiva, que arrancó con una asamblea constituyente.[9]
El gobierno Petro y sus aliados del Frente Amplio, para avanzar con la paz propuesta y las reformas que le dan basamento como propósito nacional, ante el voto negativo de la mayoría de la comisión séptima del Senado, propone la realización de una Consulta popular, una suerte de referendo con iniciativa en el Ejecutivo. Ya fue presentado, con un contenido de 12 preguntas asertivas, que desglosan los puntos centrales de la reforma laboral, el día de la celebración del 1o. de mayo al Senado.
El pleno del Congreso tiene un plazo perentorio de treinta días para deliberar y votar sin modificar el texto original. El presidente conservador del senado, anunció que la semana entrante empieza la deliberación. Antes, en su discurso del día de los trabajadores, Petro conminó a los congresistas a votar la Consulta. Esto supone 54 votos favorables, número que no está garantizado. Advirtió que quienes traicionen al pueblo, no los reelegirán en marzo del año 2026.
(Continúa)
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[1] Esa es la expresión que acuñó el sociólogo de la política, Charles Tilly en su obra Democracia de comienzos de este milenio, donde examinaba de modo principal la “destorcida” de los regímenes políticos del ex bloque soviético.
[2] De ese modo se descubrió la verdadera naturaleza del Plan Colombia, aprobado por la administración del demócrata Bill Clinton, ferviente admirador de la obra literaria de Gabo, pero, no del contenido sintomático de su obra maestra, Cien Años de Soledad.
[3] Era una reedición desmejorada del “pacificador” Pablo Morillo en la antesala de la independencia de Colombia,
[4] La paz de Betancur se hundió con los fuegos asesinos del Palacio de Justicia, después que, con su Ministro de gobierno, Jaime Castro, torpedearon el diálogo nacional propuesto por el M19, y sitiaron la Conferencia de Los Robles, a la cual pocos invitados del país nacional pudieron llegar en medio de retenes y fuego cruzado. Episodios relatados y denunciados por la escritora y periodista Laura Restrepo.
[5] Entusiasmado con la gesticulación vacía de la retórica de Jorge Eliécer Gaitán.
[6]La pareja liberal fracasó en las negociaciones de paz, en particular, la negociación intentada con el Eln que exigía una Convención con la sociedad civil colombiana. Hubo la mediación de la iglesia católica alemana, y la ONU, con centro de deliberación en Maguncia, Alemania. Pero entonces nada pasó. Todo se aplazó.
[7]Socarrón continuador de la política pública de guerra; saboteador de la reforma agraria integral, sustituida por el placebo de los PDTEs, para los municipios más vulnerables del país, instrumentalizada por el Consejero presidencial Emilio Archila.
[8] Dedicado después de su remoción a escribirle cartas al presidente, donde desnuda su retórica oligárquica. Hecha de conjeturas, pero vacía de pruebas. Lo conmina a que renuncie, y se trate su drogadicción. En esta “loable” empresa tiene la ayuda del representante Díaz Balart, elegido por el estado de La Florida, quien, además, le recomienda ciertos lugares para su cura. No sobra recordar que este representante cubano americano es cuñado del difunto Fidel Castro Rus.
[9]El único posible antecedente retrotrae hasta la fundación de la primera República. Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander ensayaron el proyecto de la Gran Colombia, que cerró la conspiración septembrina, el atentado contra la vida del Libertador en Bogotá.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD, Presidente IGS-Colombia.
Foto tomada de: Zona Cero
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