Entrevista a Uri Weltmann
El dirigente de Standing Together cuenta cómo la izquierda pacifista, compuesta por judíos y árabes, se organiza contra la guerra, el racismo y la ocupación.
Standing Together [Juntos de pie] es un movimiento social judío-árabe israelí en contra del racismo y la ocupación y en favor de la igualdad y la justicia social. En esta entrevista, Uri Weltmann, organizador nacional de Standing Together, habla sobre el creciente movimiento pacifista en Israel, sobre cómo los activistas están enfrentando a extremistas de la ultraderecha que intentan bloquear la llegada de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y sobre los recientes avances electorales de la izquierda.
¿Cómo ha evolucionado el movimiento pacifista dentro Israel desde el 7 de octubre? ¿Está consiguiendo cambios en la opinión pública y minar los esfuerzos bélicos del primer ministro Benjamin Netanyahu? ¿Qué papel desempeña Standing Together dentro del movimiento?
Después del 7 de octubre, la policía israelí limitó el derecho de la gente a protestar y a ejercer sus libertades civiles. Era casi imposible conseguir un permiso para manifestarse. Por eso, a lo largo de octubre y noviembre, la mayoría de las acciones emprendidas por el movimiento pacifista -incluido Standing Together- no fueron necesariamente marchas, piquetes o concentraciones. En su lugar, colgamos carteles en las calles que decían «Solo la paz traerá seguridad» y organizamos conferencias judío-árabes de emergencia en dos docenas de pueblos y ciudades en todo Israel, donde planteamos la exigencia de un camino alternativo al del gobierno.
Recién en diciembre surgió la posibilidad de organizar protestas de mayor envergadura. En ese entonces, Standing Together reunió a centenares de personas en una concentración en Haifa el 16 de diciembre y a otras 1.000 personas en una concentración en Tel Aviv el 28 de diciembre. En enero, celebramos nuestra primera marcha contra la guerra, en la que una coalición de más de 30 movimientos y organizaciones pacifistas movilizó a miles de personas.
Las últimas y mayores manifestaciones hasta la fecha se produjeron a principios de mayo, con la participación de oradores palestinos y judíos y con miles de personas marchando en Tel Aviv bajo el lema «Alto a la guerra, traer de vuelta los rehenes». Uno de los oradores fue Shachar Mor (Zahiru), cuyo sobrino está en manos de Hamás en Gaza. Criticó duramente el cinismo de Netanyahu y sus aliados, y pidió el fin de la guerra para traer de vuelta a los rehenes. Avivit John, superviviente de la masacre del kibutz Beeri, donde fueron asesinados muchos civiles el 7 de octubre, dijo a la multitud que, aunque había perdido amigos y familiares en el ataque de Hamás, no quería que nosotros, como sociedad, perdiéramos también nuestra humanidad. Pidió el fin de la guerra, reconocimiento de la humanidad compartida de israelíes y palestinos y la devolución de los rehenes.
Junto con las protestas organizadas por el movimiento pacifista, también ha habido un movimiento de protesta más amplio que reclama el regreso de los rehenes y que, con el tiempo, ha tomado una línea explícitamente antibelicista. En los primeros meses posteriores al 7 de octubre, familiares y amigos de los rehenes organizaron manifestaciones de concientización sobre su difícil situación, con el objetivo de presionar al gobierno. Sin embargo, hace dos meses, este movimiento dio un giro a la izquierda al vincularse con organizaciones contrarias a Netanyahu y anunciar públicamente que habían llegado a la conclusión de que Netanyahu y su gobierno eran un obstáculo para un acuerdo de alto el fuego que pudiera facilitar la liberación de los rehenes. En su lugar, dijeron, lo que se necesita es un movimiento masivo para forzar la salida del gobierno y la celebración de elecciones anticipadas.
Hace unas semanas, cuando las negociaciones entre Israel y Hamás parecían a punto de llegar a un acuerdo, este movimiento de protesta se declaró abiertamente partidario de poner fin a la guerra a cambio de la devolución de los rehenes. Celebraron una de sus protestas masivas de cada sábado en Tel Aviv -a la que asistieron decenas de miles de personas- bajo el lema «Rehenes, no Rafah», y popularizaron el cántico «Kulam Tmurat Kulam» (en hebreo, «[Liberación] de todos ellos, a cambio de todos ellos»), un llamamiento a la liberación de los miles de presos palestinos detenidos en cárceles israelíes a cambio de la de los rehenes israelíes en manos de Hamás.
Este amplio movimiento de protesta ha cambiado el clima político dentro de Israel: los partidos de derecha y extrema derecha que integran la coalición de Netanyahu están perdiendo terreno entre la población. Si bien obtuvieron 64 de los 120 escaños de la Knesset (Parlamento israelí) en las elecciones de noviembre de 2022, según los últimos sondeos hoy solo ganarían entre 45 y 52 escaños. Esto supone un problema para Netanyahu, ya que no solo significa que sería destituido de su cargo, sino que se reanudaría su juicio por corrupción y posiblemente acabaría en la cárcel. Así que tiene un interés tanto político como personal en una guerra prolongada y extendida contra Gaza, como exigen sus socios de coalición de extrema derecha. Sabe que lo más probable es que un acuerdo sobre los rehenes signifique el fin de la guerra. Y que el fin de la guerra signifique el desmantelamiento de su gobierno de coalición y la convocatoria de elecciones anticipadas, con una consiguiente derrota política y la posible pérdida de su libertad personal. Esta valoración es la que ha llevado al amplio movimiento de protesta que pide la devolución de los rehenes a darse cuenta de que Netanyahu es un obstáculo que hay que sacar del medio y no una mera parte interesada a la que hay que convencer.
Los miembros de Standing Together han intervenido en estas protestas masivas -en Tel Aviv, Haifa, Jerusalén, Beer Sheva, Kfar Sava, Karmiel y otros lugares- insistiendo en que el retorno seguro de los rehenes debe ir acompañado del fin de la guerra y de las matanzas de civiles inocentes en Gaza. Además, nuestro mensaje es que la seguridad a largo plazo de ambos pueblos no se conseguirá mediante la guerra, la ocupación y el asedio. Por el contrario, exigimos poner fin a la ocupación y lograr una paz entre Israel y Palestina que reconozca el derecho de todos a vivir en libertad, seguridad e independencia. Hay millones de judíos israelíes en nuestro país y ninguno de ellos va a irse. También hay millones de palestinos en nuestro país y ninguno de ellos va a irse. Este debe ser el punto de partida de nuestra política si queremos imaginar un futuro de justicia, liberación y seguridad.
Standing Together conformó la Guardia Humanitaria para contrarrestar los intentos de la extrema derecha de bloquear los convoyes de ayuda que se dirigen a Gaza. ¿Qué puede decirnos de esta iniciativa?
A mediados de mayo, llamaron la atención imágenes y vídeos de colonos violentos y extremistas, conocidos como Los Jóvenes de la Colina, atacando camiones en el puesto de control de Tarqumia -principal paso fronterizo que conecta territorio palestino ocupado de Cisjordania con Israel- que transportaban alimentos y otro tipo de ayuda humanitaria a la asediada Franja de Gaza. Los camioneros palestinos fueron golpeados y hospitalizados, las bolsas de harina y trigo, destrozadas, y los camiones, incendiados. Estos violentos ataques recibieron la atención de los medios de comunicación locales e internacionales, sobre todo porque se produjeron frente a soldados y policías israelíes que no hicieron nada para impedirlos.
En respuesta, Standing Together anunció la formación de la Guardia Humanitaria, una iniciativa para juntar a activistas por la paz de todo Israel para actuar como una barrera física entre los colonos extremistas y los camiones, documentar lo que ocurría y obligar a la policía a intervenir. Hasta la fecha, más de 900 personas se han anotado como voluntarios para esta iniciativa. Todos los días, decenas de personas acuden desde Jerusalén y Tel Aviv al puesto de control. Nuestra presencia protectora en el puesto de control de Tarqumia ha permitido el paso seguro de cientos de camiones durante las dos primeras semanas, entregando toneladas de alimentos a la población civil de la Franja de Gaza, donde se está produciendo una creciente hambruna y una catástrofe humanitaria.
El primer día que estuve allí, la policía se vio obligada a apartar a los colonos y permitir el paso de los camiones, cuyos conductores tocaron su bocina en señal de apoyo. Los colonos parecían visiblemente molestos por nuestra presencia y por el hecho de que los superamos en número. Abandonaron el puesto de control, pero nos enteramos por su grupo de WhatsApp de que se estaban reagrupando en la carretera para atacar a los camiones antes de que llegaran al puesto de control. Cuando llegamos a la intersección donde estaban, los encontramos saqueando un camión, destruyendo paquetes de comida y arrojándola a un lado de la carretera. Solo cuando llegamos nosotros, la policía los apartó a regañadientes, permitiendo que el camión destrozado se alejara. Recogimos los alimentos para subirlos a los siguientes camiones. También documentamos los ataques de los colonos y presentamos denuncias, que dieron lugar a que la policía detuviera a algunos de ellos.
Consideramos que la Guardia Humanitaria es tanto una forma de expresar solidaridad con la población de la Franja de Gaza como de librar una lucha por el carácter de nuestra sociedad: nos negamos a permitir que la sociedad israelí se modele según los marcos morales de los fanáticos de extrema derecha que deshumanizan a los palestinos y promueven una política de muerte. Standing Together, como movimiento, está arraigado dentro de la sociedad israelí, con todas sus complejidades, y trabaja para generar cambios en la opinión pública y organizar a los ciudadanos judíos y palestinos de Israel para construir una nueva mayoría dentro de nuestra sociedad, una que nos permita avanzar hacia la paz, la igualdad y la justicia social y climática.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) votó recientemente a favor de elevar el estatus de Palestina en esa organización, mientras que algunos gobiernos europeos han reconocido oficialmente al Estado Palestino. Incluso, Estados Unidos se ha negado a suministrar bombas a Israel para atacar Rafah. Dentro de Israel, ¿hay la sensación de que se está perdiendo apoyo internacional? ¿Qué impacto tiene esto en la opinión pública sobre el gobierno?
La votación de la ONU para dar más derechos a los palestinos en esa instancia, así como la decisión de España, Noruega e Irlanda de reconocer formalmente al Estado palestino, son pasos diplomáticos importantes para reforzar la legitimidad internacional de la lucha por la liberación y el derecho a un Estado palestino. Estoy convencido -y existe un amplio consenso internacional al respecto- de que las resoluciones de la ONU constituyen la mejor base para permitir a los palestinos conquistar su derecho a la autodeterminación nacional, mediante el establecimiento de un Estado independiente con Jerusalén Este como capital y la Línea Verde (la frontera anterior al 4 de junio de 1967) como frontera entre los Estados de Palestina e Israel. Dicho acuerdo de paz tendría que incluir el desmantelamiento de todos los asentamientos israelíes en Cisjordania ocupada, que son ilegales según el derecho internacional; una solución justa y consensuada para los refugiados palestinos basada en las resoluciones de la ONU; la demolición del llamado Muro de Separación construido a principios de la década de 2000; y la liberación de los presos palestinos recluidos en cárceles israelíes, incluidos los más de 3.600 «detenidos administrativos» que siguen en el cárcel sin cargos, juicio ni condena, en algunos casos desde hace muchos años.
Dentro de Israel, los principales medios de comunicación presentan este cambio en la opinión pública extranjera y los acontecimientos diplomáticos como supuestamente dirigidos contra todos los israelíes. La clase política israelí trata de mezclar al gobierno y al Estado con la gente común y presenta las críticas internacionales dirigidas contra la actuación del gobierno de Netanyahu en Rafah como críticas dirigidas contra todos los ciudadanos israelíes, mientras que las acusaciones de crímenes de guerra contra Netanyahu y otros en altos cargos se presentan como acusaciones dirigidas contra todos los israelíes. Esto tiene el efecto de consolidar a la gente en torno del gobierno de Netanyahu, de modo que incluso las personas que critican sus acciones o que buscan una alternativa política se ponen de su lado contra el tribunal de La Haya.
Esto demuestra la importancia de crear un espacio dentro de la sociedad israelí para criticar las políticas del establishment político. Si toda la crítica es externa, o si las críticas confunden al pueblo con el gobierno, el efecto será cerrar, en lugar de ampliar, la brecha entre la mayoría del pueblo y los dirigentes actuales.
En medio de la guerra, se celebraron elecciones locales en las que, por primera vez, Standing Together obtuvo representación en los consejos municipales de Tel Aviv y Haifa. ¿Qué puede decirnos de estos resultados y de su importancia para la construcción de una nueva izquierda en Israel?
El 27 de febrero se celebraron elecciones locales en Israel. Inicialmente previstas para octubre, se pospusieron debido a la guerra. Estas elecciones, que se celebran cada cinco años, determinan la composición de los consejos municipales. En los meses previos a las elecciones, dos nuevos movimientos urbanos, ambos afines ideológicamente a Standing Together, surgieron en Tel Aviv y Haifa para concurrir a esos comicios.
En Tel Aviv, el movimiento local Purple City (Ciudad Morada), encabezado por Itamar Avneri, miembro de la dirección nacional de Standing Together, reúne a una coalición de mayoría de jóvenes urbanos en torno de cuestiones de vivienda y justicia climática. En septiembre, se juntó con otros sectores de izquierda, como el Partido Comunista, un movimiento ecologista local y algunos activistas comunitarios para formar una coalición electoral llamada La Ciudad Somos Todos. Esta coalición obtuvo 14.882 votos (7,6%) en las elecciones y ganó 3 de los 31 escaños del concejo municipal. Avneri, que era el tercer candidato en la lista de la coalición, fue elegido concejal.
En Haifa, el movimiento local La Mayoría de la Ciudad, encabezado por Sally Abed, de la dirección nacional de Standing Together, concurrió a las elecciones y obtuvo 3.451 votos (3%), lo que permitió elegir a Abed como única concejala. Era la primera vez que una mujer palestina encabezaba una lista para el concejo municipal de Haifa. La lista también incluyó como candidato a Orwa Adam, un activista palestino abiertamente gay, algo inédito en la historia electoral israelí.
Ambas listas eran movimientos conjuntos judío-árabes y, aunque organizativa, legal y financieramente independientes de Standing Together -como exigen las leyes electorales-, ambas fueron reconocidas públicamente como acordes con nuestra «marca» política. Estas experiencias exitosas de movimientos electorales organizados desde abajo son importantes para la construcción de una nueva izquierda popular y viable en Israel con raíces en nuestras comunidades, una orientación internacionalista y cimentada en valores socialistas. En los próximos años, este es el principal reto que enfrentamos todos quienes esperamos ver una izquierda combativa en Israel capaz de enfrentarse a la hegemonía institucional dominante y de construir poder alrededor de un proyecto político alternativo.
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