“Construir, planificar, pensar y proyectar futuro.”
Las encuestas conocidas en el pasado mes de noviembre indicaron la favorabilidad cosechada en casi cuatro meses por Iván Duque entre la ciudadanía de Colombia. La cifra es el 27,2 por ciento, indiciaria que en materia de opinión pública, el vástago de la casa Uribe pierde de manera pasmosa el capital político que hizo posible su elección en la segunda vuelta del 2018.
Para empezar, en materia de estrategias de mercadeo político, así nos queda claro, que el joven hijo de un gobernador de estirpe turbayista fue una fabricación de Uribe, los medios, y los analistas; eso sí, con una previa prueba de confianza como funcionario del establecimiento bipartidista en el BID. Claro, bajo el cobijo de Luis Alberto Moreno, un consentido de la casa conservadora Pastrana, quien ahora se perfila, igualmente, como candidato presidencial, para el año 2022. Así se mostró en el rifirrafe en el fiscal Néstor Humberto Martínez, y quien presidía la Ani, el doctor Andrade, quien comparece a raíz del mayúsculo escándalo de Odebrecht por estos días.
Sigamos con el perfil del presidente en ascuas, un elegido con el triple concurso de votantes movilizados por la reacción, la derecha y el centro extremo, contra la figura de la oposición, Gustavo Petro Urrego, un exguerrillero, tildado de “castro-chavista”, que rompió todos los registros cosechados por otras figuras. Abanderado sí de una propuesta “progre”, no partidista bajo la divisa de la Colombia Humana, la que en materia de Congreso con la Lista de la Decencia, en las elecciones de marzo fue mucho menos exitosa, al enfrentar una “enmermelada” maquinaria bipartidista, el llamado nuevo Frente Nacional por algunos analistas.
Al continuar la semblanza del presidente en apuro, acudo a lo escrito por un amigo circunstancial de Iván Duque, el periodista Brian Winter, al servicio del establecimiento republicano estadounidense, para Americas Quarterly. Traducido en El Tiempo de 15 de agosto de 2018, a días de su posesión.
Con él se conocieron por el expresidente Uribe, a quien le ayudó en la escritura de sus Memorias. Los tres se encontraron, en efecto, en la suite del Four Seasons en Washington, antes de una conferencia en la jesuita Universidad de Georgetown.
“Sí, se trataba de Iván Duque. Durante los próximos dos años, Iván estaría presente en casi todas las entrevistas y copiado en cada correo. Al principio parecía un clásico estudioso de Washington, con gafas y un poco nerd, pues había pasado toda su vida adulta trabajando en el D.C., para el BID.
Después, pasaron seis años, dice Winter, y lo ve en un acto de campaña en Barranquilla: …Iván tenía una ventaja de dos dígitos sobre el candidato de izquierda, Gustavo Petro. Ahora de 42 años, el pelo de Iván se había encanecido abruptamente,
y ya no utilizaba gafas. Fuera de eso, parecía el mismo de cuando trabajamos el libro. Incluso, Iván parecía un poco incrédulo cuando esa mañana abordamos un jet privado con asientos de cuero.” (ET, 14/11/18, 1.14)
El periodista sigue su relato: Pensé haber visto formársele una sombra de decepción en la cara cuando empecé con la misma pregunta: “Si resultara elegido, ¿sería el títere de Uribe?”.
Con independencia de cuál fuera la respuesta aquella vez, esta pregunta es más que pertinente cuatro meses después, cuando llueven los análisis acerca de la gestión de Iván Duque, su descrédito público, por lo que conviene, en rigor, revisar sus aciertos y yerros; y pensar en lo que vendrá para Colombia durante el año 2019.
Duque y los discursos
“Estamos en este momento en medio de lo que algunos llaman la cuarta revolución industrial.” Iván Duque, presidente.
En la evaluación de la gestión presidencial es, igualmente, útil un estudio de estadística textual de los discursos de Duque al cabo de sus 100 días. Es un procedimiento construido y aplicado en la experiencia universitaria francesa. Es una tarea investigativa cumplida por María Fernanda González, a quien conocí años atrás, cuando era estudiante de Ciencia Política en los Andes, que hizo pública el pasado 14 de noviembre, de la cual voy a valerme enseguida.
El trabajo inventaría las alocuciones presidenciales entre el 7 de agosto y el 12 de noviembre, con un promedio de tres discursos diarios. La mitad de las intervenciones de Duque fueron desde la ciudad capital, y el resto en diferentes zonas, con preponderancia de las ciudades capitales, y en municipios específicos como Soledad, Filandia y Tibú.
Incluye también las participaciones del presidente en foros internacionales, y sus visitas a Ciudad de Panamá, y París, en el centenario del armisticio, donde se encontró con su par, Emmanuel Macron, semanas antes de las manifestaciones del área metropolitana que le inflingieron la primera derrota política de consideración.
Los discursos están clasificados en cuatro áreas de interés: economía, seguridad, aspectos sociales, y política cultural.
En lo económico su bandera es la ley de financiamiento, para cubrir el déficit de 14 billones heredado de la administración Santos, requerida para enjugar los faltantes presupuestales de su antecesor. Él ha insistido mientras tanto en el “desarrollo empresarial, el empleo formal y de calidad, el matrimonio entre inversión privada y sector público y el impulso al emprendimiento.
En cuanto a seguridad, dos son los ejes, el plan Diamante y la fórmula “El que la hace la paga”, para desarticular y vencer las organizaciones criminales, combatir la extorsión, el secuestro y reducir la criminalidad. Claro con el apoyo de las FF.AA y de la Policía.
En materia social, el verbo conjuga los temas de la desigualdad, en particular, en la Otra Colombia, Guajira, Cauca y Chocó en la mira discursiva. Se refirió, por ejemplo, a “La Guajira profunda, donde solamente el 4 por ciento del área rural tiene acceso al acueducto. O es la Colombia del Casanare profundo, que no tiene ni siquiera las mejores vías terciarias para sacar un potencial agrícola.”
De otra parte aparece la política cultural, en función económica, esto es, la publicitada economía naranja que interpela a los jóvenes emprendedores. Porque, dice la investigación de González, “Duque le apuesta a las industrias creativas, los nuevos emprendimientos digitales, el turismo y la gastronomía.” (En ET,14/11/18, 1.14)
¿Crisis de hegemonía glocalizada?
El presente siglo XXI es un espacio tiempo global, uno que la internacionalista belga, Chantal Mouffe califica como definido por una crisis de la hegemonía neoliberal. Bajo este contexto se abrió, según ella, un interregno que denomina “momento populista.” El cual lleva varios años, en primer lugar, obrando de manera abierta en Europa Occidental, y los Estados Unidos, y que per se no se inclina ni a la derecha o a la izquierda del espectro político. Lo anterior quiere decir que el sentido común dominante en los grupos y clases subalternas es sacudido por la destorcida neoliberal con los desastres sociales, económicos y de expectativas producidos.
Así las cosas, bajo esta ola de larga duración y de alcance global y local, en este marco caben también, para referirnos a la América Latina, para su estudio tanto los triunfos de la reacción/derecha con Emmanuel Macron en Francia, y el ascenso de Podemos y Ciudadanos en España, como los triunfos de la reacción latinoamericana con Macri, Duque y, por supuesto, Bolsonaro, de un lado. Tenemos, de otra parte, la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, en México, quien luego de tres intentos triunfó y propone de sol a sol una cruzada nacionalista, que amplía la educación pública superior, con desarrollo y aprovechamiento sustentable de las riquezas naturales y respeto al ambiente, lucha anticorrupción y participación popular, un precipitado de cursos de acción que algunos encasillan con dudas como neo progresismo hoy.
Para nuestro caso, y coyuntura específicas, que refiero en los términos gramscianos de una coyuntura estratégica, prosigamos con el análisis de la retórica presidencial de Iván Duque, porque del estudio citado se derivan y verifica la presencia de notables y significativos vacíos en el periodo bajo examen.
En particular, es casi excepcional encontrar la referencia explícita del presidente al pasado conflicto armado interno. Más significativo aún, que no aparezca mentado el mundo rural de los tenedores y pequeños propietarios, cuando el 85 por ciento de lo establecido en los Acuerdos de La Habana y el Colón exige programas orientados a la ruralidad de Colombia.
Estas son acciones que permitirán afianzar el tránsito a la paz del posconflicto, cuando estamos a dos años de la firma de la paz neoliberal entre el gobierno de Santos y la insurgencia subalterna de las Farc-ep, una paz que el Centro Democrático anunciaba haría trizas, por boca de uno de sus más caracterizados voceros. Disposición que fue reforzada con la intempestiva derrota del plebiscito gubernamental con el concurso de las fuerzas de la reacción y la derecha coaligadas, del instrumento de participación condicionada que puso los acuerdos de paz a consideración del común ciudadano.
Pues bien, durante los pasados 100 días, hubo mutis por el foro del presidente y sus ministros acerca de la reforma agraria integral, en cuanto a restitución de tierras, baldíos y reforma agraria. Mucho menos se atrevió él mismo a decir ni muu con respecto a la inequidad en el régimen de la propiedad y la tenencia de tierras que proviene de las antípodas colonialistas impuestas por la España imperial.
El nuevo gobierno no atiende, en mínimo grado, a la defensa del cambio de rumbo en la consolidación de la fórmula de la gran propiedad, alimentada por poderosos empresarios legales e ilegales. Entre ellos se cuentan, cómo ignorarlo, al senador Álvaro Uribe Vélez, y la cabeza del grupo Aval, Luis Carlos Sarmiento Angulo, gran banquero, contratista de obras civiles, y los que fueran beneficiarios de AIS, que terminó con la condena a 17 años del exministro Andrés Felipe Arias, hasta hoy fugitivo. Él era el anterior favorito del gran elector colombiano para ungirlo como su presidente de bolsillo. Lugar que pareciera haber ocupado el actual presidente. De ahí el porqué de la pregunta hecha a boca de jarro por el periodista estadounidense citado con anterioridad.
En materia de vacíos, a propósito del mundo rural, del que se alimentó en modo preferente la lucha de la insurgencia subalterna de las Farc-ep durante 53 años, conviene subrayar que, en cambio, el presidente católico insiste sin reatos de conciencia, de modo elocuente en el cultivo de palma, y ampliarlo en 1 millón de hectáreas durante el cuatrenio de su gobierno. De ahí deriva su publicidad de la progresividad de la llamada “agricultura por contrato” y, de modo general, el cuidado sanitario de los emprendedores pequeños y menores en el campo, y el tener precios fijos que hagan competitivos y confiables, para propios y extraños provenientes de economías neoliberalizadas como Chile, Perú y la Argentina de estos años.
Al no hacer alusión a la economía campesina y la propia de las comunidades étnicas afro e india, está claro qué intereses defiende el programa de gobierno de Iván Duque. A capa y espada el modelo gran agrario es la medida de su éxito económico, mientras que el proyecto minero energético de su antecesor se mantiene y se amplía, aunque le de pintadas color naranja a la nueva apuesta económica.
Este colorido aparte del programa económico ganador de las elecciones de 2018, en particular, tiene como requisito, cuyas cartas se destapan las últimas dos semanas, el plan de rifar y entregar con descaro y a mansalva, como regalo de navidad el espectro electromagnético para su explotación por 30 años. Tal es el supuesto de la escandalosa modernización de las Tics, que defiende la ministra Silvia Constain. Con él se busca el control monopólico del gobierno, no del estado, de la comunicación por la desaparición de la Antv. Todo se hace con el cuento de ampliar la conectividad con el acceso a más de 20 millones de colombianos unplugged.
Pero, en verdad, los casi seguros inmediatos beneficiados, si el proyecto de ley con mensaje de urgencia se aprueba en el último periodo de sesiones de diciembre, serán el gran contratista internacional, Carlos Slim, y los pulpos nacionales RCN y Caracol, controlados por Ardila Lulle y Sarmiento Angulo. Política privatizadora rampante que va en detrimento de la televisión y la radio pública, cada vez más olvidadas y desaprovechadas, y las empresas menores de comunicación audivisual del tipo CM& o Noticias Uno.
Todo bajo un control efectivo en cabeza del poder ejecutivo con dos representaciones, más la que resulta de los canales públicos regionales de tv. Es la propuesta que apadrina el Centro Democrático, y su aliado, el partido Conservador, contra la que se levanta el programador y periodista Santiago Rivas, contratista de la televisión pública, y a él se unen las voces interesadas de Yamid Amat y Daniel Coronell, socio menor en el uso privado del Canal 1.
El fallido modo de gobernar seduciendo sin más
“La ciudadanía se movilizó sola, sin plata, sin clientelismo, sin partidos, sin apoyo institucional. Con el único incentivo de su convicción”. Claudia López
La politóloga María Fernanda González, a quien vengo citando registra que el modo de gobernar del presidente Duque, le recuerda a Baruch Spinoza, porque no cultiva las pasiones tristes en sus electores como sí lo hacen especímenes políticos como Donald Trump, Mateo Salvini, o Marine Le Pen.
Duque, antes que en hechos, afinca su gobernabilidad, ante todo, en comunicar, a la manera como lo hizo su maestro, cuando lanzaba los globos de la seguridad “democrática”, valiéndose del mejor equipo a su alcance. Operando a costillas del erario desde la oficina de comunicaciones del Palacio de Nariño, y a través de sus salidas de campo que emulan con los consejos comunales del expresidente.
La estrategia comunicativa está anudada al servicio de tres asuntos: legalidad, emprendimiento y equidad, <<significantes flotantes>> que emulan con los “huevitos” de su mentor que terminaron descompuestos con la tragedia humana de los falsos positivos que ya contabilizan alrededor de 7.000 víctimas en instancias nacionales e internacionales.
De vez en cuando, como toque de estilo desvaído, Iván Duque, o quien elabora sus discursos, intercala referencias a ciertos escritores, y a algunas figuras de la política colombiana. Ellos, la verdad, le sirven de relleno a sus peroratas con poco de sustancia.
La estrategia, cómo no, es seducir, tocando sensibilidades comunes con el recurso de sus habilidades juveniles de cantante rockero y futbolista, porque, entre otras razones, sabe que no tiene las mayorías necesarias abajo, en la calle, y tampoco en el poder legislativo, donde con sus aliados puede completar la mayoría simple de 54 senadores.
Por el contrario, en cambio, Duque sí tiene ahora una oposición diferente, variopinta, variada en sus recursos tácticos, que le sigue los pasos con atención, porque está dispuesta a marcar las diferencias y a capitalizar las fallas y los incumplimientos, de cara a ganar las siguientes elecciones regionales de 2019, que son la plataforma, la cuota inicial para empezar con paso firme en la próxima carrera presidencial.
El primer asunto litigioso de prueba ha sido la cruzada anticorrupción, caballo de batalla de la oposición frente a los partidos que se declararon de gobierno. Más aún después de haberla perdido, con el despliegue, a todas luces, de una convocatoria ciudadana que llegó a 11.674.951 sufragantes, rompiendo con estos guarismos lo obtenido, individualmente, tanto por el primero como el segundo competidores de la presidencia de la nación colombiana. Es una fecha parteaguas la del 26 de agosto pasado, cuando se interpelaba al común de la gente para que votara 7 veces sí.
En los tozudos hechos electorales para que la consulta tuviese fuerza vinculante requería del 33 por ciento del censo electoral, es decir, 12.140.342 votos válidos. De haber sido tal el resultado se convertía en obligatorio para el Congreso recién elegido. Más aún, revisados a posteriori, los números absolutos de la población colombiana, que resultó según el último censo apenas superior a los 45 millones, la consulta anticorrupción hubiera triunfado.
Duque y los hechos
En los hechos, aunque el presidente se hubiera declarado promotor de la lucha anticorrupción, y cómo no, la bancada gubernamental, en cambio, ha torpeado lo votado y no aprobado en la consulta popular. Esto se ha hecho con la diligente presencia de la ministra de gobierno, Nancy Patricia Gutiérrez.
Para hacer viable el hundimiento de la consulta más votada por la ciudadanía, se presentaron proyectos de ley con origen en el gobierno, de los cuales dos caminan relativamente, con modificaciones. Los demás proyectos fueron engavetados, sin darle trámite de urgencia, como sí por ejemplo lo tuvo el proyecto de las Tics. Para nada ha servido la denuncia insistente de Angélica Lozano y la bancada de la oposición.
En el trayecto de estos meses también naufragó el proyecto de reforma de la justicia, por décima vez. De nada valió el entusiasmo de su palafrenera, de la ministra Gloria María Borrero, quien hasta amenazó con renunciar. Las cortes no quieren ser responsables ante nadie, y el ciudadano de a pie, poco y casi nada se beneficiará del articulado conocido. Tampoco parece que la burocracia existente tampoco se disminuirá al desmontar el Consejo Superior de la Judicatura.
La economía naranja está plagada de promesas, pero no está claro cómo se sostendrá con un presupuesto deficitario, con un hueco de 14 billones, y con la inclinación perversa a seguir consumiendo billones en una guerra que no solo bajo su intensidad interna al mínimo, sino que probó su ineficacia para derrotar a la insurgencia; y nada tendrá que hacer pensando en una confrontación armada con los vecinos, cuando estamos perdiendo en lo civil, con el bloqueo y descrédito a la vecina Venezuela, porque millones de nacionales de ambos países se vienen trasladando en grandes números para su “patria alternativa”.
Es elocuente, desafiante la desigualdad social de Colombia, que alcanza a los dos tercios según las estadísticas conocidas, en términos de pobreza y desigualdad siempre crecientes, en términos relativos.
El último episodio indicativo es la causa de la universidad pública colombiana, desfinanciada año tras año y al borde del abismo. Ya se cumple casi tres meses, un mes menos del gobierno que aquí se evalúa, reclamando una redistribución del presupuesto, siendo contestadas sus demandas con evasivas, y con la ausencia física del principal interlocutor, el presidente Duque. Precisamente este 13 de diciembre habrá la última movilización del mes de diciembre, donde confluyen trabajadores, maestros, por supuesto la comunidad universitaria, y los padres de familia, en el día. En la noche empezará la campaña de cacerolas y sartenes, para despertar al bello durmiente.
Entre tanto, la crisis de hegemonía sigue, pero ahora tiene un interlocutor más audaz y decidido, la multitud cualificada, con una intelectualidad afectada por el abandono de la educación pública superior por el gobierno. Puede hacer las veces de los chalecos amarillos. Será entonces la vuelta de tuerca de la economía naranja, poniendo patas arriba, el pretendido programa neoliberal que sigue insistiendo en una ley de financiamiento, y un presupuesto orquestado para beneficiar como siempre a los pocos, en detrimento de los muchos.
Estos están aprendiendo en las calles su fuerza, y reclaman un viraje definitivo al presidente Duque, que tiene que pasar de gestos a hechos, y le urge distanciarse de su mentor, lo cual nadie ha visto hasta la fecha como lo vienen probando sus ordinarias maniobras con la escogencia de la terna para el fiscal ad hoc, que reemplaza las trapisondas del fiscal titular, y en el nombramiento de un docente como guardián de la memoria histórica, cuando había mentido en los títulos académicos cosechados.
La tensión entre democracia y un régimen autoritario es, con todo, la constante a vencer. La multitud ciudadana tiene la palabra para sacar provecho del momento populista, con madurez en sus acciones y firmeza en sus propósitos.
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Miguel Ángel Herrera Zgaib: Profesor asociado, Ciencia Política, Universidad Nacional. Catedrático, Maestría Estudios Políticos, U. Javeriana. Exrector Universidad Libre de Colombia.
Foto tomada de: El Nuevo Siglo
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