Los hechos están mostrando que el diagnóstico ha sido equivocado. Y todo indica que las causas del desempleo son de una naturaleza diferente a la imaginada por el gobierno y los empresarios. Para mejorar el diagnóstico es necesario ir más allá de lo coyuntural. Hay causas estructurales que deben ser consideradas. Este cambio de óptica tiene dos consecuencias.
La primera afecta el horizonte del análisis. Si la mirada se centra en las dinámicas estructurales, el vínculo entre producción y empleo no es inmediato. El cambio en la matriz productiva toma tiempo. Y, además, entre el crecimiento de la producción y la generación de empleo también hay un lapso de tiempo. La visión miope que ha predominado en el examen del empleo no ha permitido captar estas brechas temporales. Colombia necesita cambios en la estructura productiva que se reflejen en aumentos del empleo. Este ejercicio de análisis requiere concebir las relaciones de causalidad, sin la angustia inmediatista del ministro de Hacienda y del gobierno.
Y la segunda consecuencia abarca los aspectos relacionados con la multicausalidad. El empleo no depende de una sola variable. Las interacciones que impacta el empleo son de muy diverso tipo. La causa no es una sola. Desde una perspectiva integral, se debe examinar la conjunción de variables como la tasa de cambio, la inversión pública, la tasa de interés, la inflación, los aranceles, las expectativas, las decisiones de otros países (guerra comercial Estados Unidos-China), etc. Estas variables inciden en el nivel de empleo de manera heterogénea. Unas mejoran el empleo, pero otras lo empeoran. Es imposible conocer la forma precisa, como interactúan a lo largo del tiempo. No se puede afirmar que el desempleo dependa de una sola variable porque siempre es el resultado de la conjunción de diversos factores.
La bonanza y el menor desempleo
En la gráfica se compara la evolución de la tasa de desempleo Se incluyen los datos de julio de los años 2001-2019. En el caso del desempleo se observan dos procesos claramente diferenciados. El descendente, entre 2002 y 2015. El desempleo pasó de 15,4% a 8,8%. Este cambio fue significativo. Y el proceso ascendente, que va desde el 2015 hasta ahora, cuando el desempleo llegó a 10,7%.
Una forma de interpretar estas tendencias es asociándolas a las bonanza del petróleo y la minería. Esta mirada ayuda a repensar el desempleo desde una perspectiva estructural. Ni el gobierno, ni los gremios se han tomado el trabajo de examinar las relaciones de causalidad entre el empleo y las bonanzas. En ausencia de una visión estructural, al ministro de Hacienda no le queda otra alternativa que expresar su desconcierto.
Es conveniente comparar las dinámicas de las bonanzas con las del desempleo. El comportamiento entre el 2001 y 2015 tiene varias explicaciones. Habría que comenzar recordando la situación de la economía colombiana a finales de los años noventa. En 1999 el PIB cayó -4,5%, una situación completamente excepcional. Esta crisis dejó la economía en una posición muy frágil. Por esta razón, la década del 2000 comienza con un desempleo relativamente alto. En el 2002 la tasa de desempleo alcanzó su punto más alto de 15,4%. A comienzos de la década era clara la crisis por la que atravesaba la economía. La apertura de los años noventa dejó en muy mal estado la industria y la agricultura nacionales. La apertura de los años noventa creó condiciones propicias para el deterioro del empleo.
La situación comenzó a cambiar a partir del 2002 porque se redujo la tasa de participación (las personas que se vinculan al mercado laboral) y, sobre todo, porque se empiezan a vislumbrar los efectos positivos de las bonanzas del petróleo y los minerales. El precio del petróleo inició su ritmo ascendente en el 2003-2004. Los efectos de las bonanzas siempre son contradictorios. Entre otras razones, porque las ventajas de las bonanzas no son inmediatas ni evidentes. Se requiere que haya un liderazgo de lo público para que los excedentes se puedan sembrar y se conviertan en dinámicas endógenas positivas. A partir del 2003, el impacto de las bonanzas fueron de tal magnitud que se redujo el desempleo de manera consistente.
Los sectores que más empleo generaron durante la bonanza fueron el comercio, los servicios, las finanzas y la construcción. La industria y la agricultura se deterioraron porque la bonanza estimuló la revaluación, que incentivó las importaciones, y terminó debilitando las estructuras productivas de la industria y de la agricultura. Este proceso ha sido lento, y llegó a una situación crítica. En 10 años de bonanza y revaluación, las importaciones de alimentos pasaron de 1 millón a 15 millones de toneladas año.
El fin de la bonanza y el aumento del desempleo
El comportamiento del desempleo a partir del 2015 se explica, fundamentalmente, por un agotamiento de los efectos positivos de la bonanza. El mal manejo de los excedentes generados por el petróleo y la minería, ya se está reflejando en un agotamiento de la actividad económica y en un crecimiento continuo del desempleo. La tasa de ocupación – que es la relación entre la población ocupada y la población en edad de trabajar – se redujo de 58,4% en el 2015 a 56,2% en el 2019.
La bonanza minero-energética no se aprovechó para consolidar el mercado interno, y mejorar la productividad. Estas circunstancias negativas se están reflejando en una agudización del desempleo. Además, en estos últimos 5 años la tasa de participación ha aumentado. En otras palabras, más personas intentan trabajar, pero no lo logran.
Conclusión
El primer paso para aumentar el empleo es reconocer que son equivocadas las explicaciones simplistas que asocian el desempleo a los costos salariales o a los impuestos. Por tanto, las causas del desempleo habría que buscarlas en factores estructurales, relacionados con la insuficiencia del mercado interno, el aumento de las importaciones, la falta de vías de comunicación, la ausencia de crédito, la ausencia de estímulos que lleven a mejorar la productividad.
El cambio en el discurso es fundamental para que se pueda modificar el diagnóstico, y se logren rediseñar instrumentos de política pública que contribuyan al fortalecimiento del mercado interno y al mejoramiento de la productividad.
Jorge Iván González
Foto tomada de: Agencia Pública de Empleo
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