Venezuela fue el consuelo de los malos gobiernos colombianos: Víctima de 246 bloqueos económicos, por parte de los Estados Unidos, su economía se desplomó y, por hambre se vio emigrar a algunos venezolanos por américa, otros fueron seducidos por falsas promesas, como las que les hicieron desde Colombia, país que llenó bolsillos pidiendo dólares para atender la migración, para luego poner a los inmigrantes en manos de paramilitares: A diario se mata un venezolano. El peor presidente que ha tenido este país se atrevió a afirmar, para que lo oyeran los gringos, que Nicolás Maduro tenía las horas contadas. Hoy, cuando Iván Duque tiene las horas contadas, y varios crímenes de lesa humanidad encima, Venezuela está abastecida, su economía crece muchas veces más que sus vecinos, mientras que la mitad de la población colombiana se acuesta con hambre.
Todavía deambulan venezolanos por nuestra América, pero, entre los hambreados que tratan de cruzar el muro de los Estados Unidos la mayor delegación es colombiana, presos colombianos atiborran las cárceles del mundo, colombianas pueblan los burdeles del planeta; de mercenarios colombianos se nutren conflictos remotos, y sicarios connacionales están prestos a matar en cualquier parte, como en Haití; hay exiliados colombianos por doquier; profesionales que Colombia despreció están ejerciendo oficios viles en las capitales del mundo, hay colombianos con sueños rotos mendigando un plato de sopa lejos de casa.
Colombia es una tragedia para los colombianos y un peligro para sus vecinos. Este país no garantiza condiciones de vida a sus ciudadanos, porque no resuelve sus crisis: Extermina a los asociados, o exporta problemas. Por eso colombiano dejó de ser un gentilicio para convertirse en estigma: Siempre sospechoso.
No por criminal este país deja de habitar las lindes de lo real maravilloso. Juan Manuel Santos, que desde niño pasa su vida entre clubes aristocráticos, como presidente no solucionó ningún problema nacional, pero recurrió al realismo mágico y afilió a Colombia a la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que es un club de países ricos. El soborno para adquirir la membresía fue el compromiso de aportar carne de cañón colombiana en los conflictos de la OTAN, aparato militar de EEUU. Compró así un boleto para participar en la tercera guerra mundial, y se introdujo un factor de perturbación a la región que ha sido ajena a conflictos globales, América.
Se presentó el hecho como el ingreso a un club de “buenas prácticas”, pretendiendo consagrar el empobrecedor recetario neoliberal, como dogma de fe inamovible. Porque, en cuanto a ser una nación desarrollada, a tener pleno empleo, o no ser dependiente, Colombia no tiene las condiciones materiales ni políticas para ello.
El reciente informe de la OCDE le recuerda a Colombia que no tiene ropa para estar en ese club: La pobreza, la desigualdad, y la informalidad son de las peores del continente. Que no es productiva, aunque no menciona la economía de la cocaína que es la única que crece; que no recauda impuestos, y que es muy corrupta. Por lo cual carece de credibilidad entre sus ciudadanos, además de tener unos partidos políticos hipotecados a intereses privados. Carece de protección y de movilidad social, y en este punto la OCDE aporta un dato que define el fracaso de la sociedad colombiana: Para que una familia supere la pobreza, y adquiera un nivel de ingreso medio, se requieren once generaciones. Quienes hoy son pobres en Colombia podrán esperar que entre 220 y 330 años (2,2 y 3,3 siglos) pasen de la pobreza a la clase media.
Ya un informe del CICR, Comité Internacional de la Cruz Roja, narraba de los conflictos que atraviesan el país, de la incapacidad estatal de proteger a los ciudadanos, y de la crisis humanitaria que arroja. Hasta una entidad de carácter anticomunista como Human Rights Watch, ha señalado la violación sistemática de derechos Humanos en Colombia.
No por ello cesan los atropellos. Este gobierno no sólo es abiertamente permisivo con los grupos criminales del paramilitarismo, sino que mueve a las propias Fuerzas Armadas al ataque a civiles. Varias masacres se han cometido desde el gobierno contra presos, contra manifestantes, contra comunidades campesinas; cada día se asesina un defensor de Derechos Humanos, o alguno de los firmantes del acuerdo de paz. Hay en marcha un proceso de exterminio contra los pueblos indígenas, hace apenas una semana el presidente de la República, con su ministro de defensa, presentaron como resultado de un combate once abatidos. Pronto se supo que fue un ataque del Ejército Nacional contra una comunidad indígena que realizaba un bazar, asesinados fuera de combate.
El proceso electoral transcurre en Colombia con un recrudecimiento de todas las formas de violencia, como estrategia gubernamental para dejar instaurado un sucesor, sacado del lumpen antioqueño, que asegure impunidad a los crímenes cometidos, y continuidad en el saqueo.
La comunidad internacional, tan presta a condenar cualquier violación a los derechos de los ucranianos, mira para otro lado ante el régimen de terror instaurado en Colombia. Duque, un presidente de comedia bufa, se pasea por los ámbitos internacionales donde es el hazmerreír con embustes y torpezas, pero no es condenado por sus crímenes de guerra. El genocidio de indígenas colombianos no tiene dolientes en el mundo, ni el exterminio de defensores de DDHH, ni que los soldados vuelvan sus armas contra connacionales indefensos parece ser grave. La desaparición forzada de ciudadanos ha llegado a los cien mil casos, superando muchas veces a las dictaduras de Pinochet, a las de los militares argentinos, y las de cualquier tiranuelo tropical. La dictadura colombiana es peor que todas.
La crisis humanitaria colombiana es superior a la de Ucrania. La diferencia es que Ucrania importa al mundo y Colombia no. En la clasificación que se dio durante la guerra fría entre un primer mundo capitalista, un segundo mundo socialista, y un tercer mundo pobre y dependiente, donde estuvo esta nación durante el siglo pasado, ahora se abre un cuarto mundo: El mundo del descarte, el desechable, el que no importa.
El uribismo ha llevado a Colombia al cuarto mundo, y convertido sus habitantes en parias despojados de patria. Elegir a Gustavo Petro presidente de Colombia no es una opción, es la única oportunidad de sacar el país del Estado desechable en que se ha convertido.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: Revista Semana
Dario Muñeton says
Gobierno cainita que luego de derramar la sangre de sus hermanos, hunde por siglos a los restantes en siglos de miseria.
Héctor Hernán López López says
Un diagnóstico político descarnado, muy crítico de las políticas de lo que han llamado un gran gran colombiano, presidente eterno, que ha gobernado conservando su propia impunidad durante 20 años en cuerpo propio y ajeno. Esperemos que las urnas den el veredicto y que no sigamos sometidos a las mismas constumbres políticas de almorzar tamal un día del año por cuatro años seguros de saqueos y negocios que benefician a unos pocos. Hasta pronto hermanos del país del sagrado corazòn.
Camilo Ruiz A. says
La fotografía del país es tétrica y de película de terror que está en su máximo ranking del fracaso de la republiqueta creada por las elites hegemonicas. El terrorismo de Estado y de los gobiernos de los partidos hegemónicos en doscientos años de supuesta independencia nacional, son la política de contención a la resistencias populares y de oposición política. Es un país inviable y sin soluciónes a las mayorías sociales, con una democracia de papel y violada por el poder central y hegemónico.
Hoy estamos a las puertas de un giro histórico con las propuestas y liderazgos del Pacto Histórico en cabeza de Petro y Francia, con organización y apoyo ciudadano, popular.
Hernan Pizarro says
Una descripción de la realidad colombiana, con el narcotraFico al frente del gobierno imponiendo su estilo mafioso de hacer política.
Carlos Mario Ramírez says
Es un excelente articulo que muestra los resultados de un régimen político de 20 años, que tratan de presentar como democrático cuando ha sido un desastre en todos los indicadores de gobernabilidad.
Marleny Vásquez Fernández says
Lo urgente es necesario y elegir el 29 de mayo y en primera vuelta es el Cambio y Ya. No podemos dejar pasar este momento histórico. Sacar a los lumpen del gobierno es nuestro deber. ¡No más uribato, no más la crueldad del narcoEstado. No más mísera,no más racismo, no más clasismo!