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Zombies en Caracas, vampiros en Washington, traidores por doquier

1 septiembre, 2025 By Juan Carlos Monedero Leave a Comment

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A la gente con dos dedos de frente, la amenaza a Venezuela por parte de Donald Trump y EEUU es uno de los gestos más intolerables de la reciente política latinoamericana. Es verdad que viene precedida de “prólogos” no menos ajenos a la diplomacia internacional, como el intento de invasión de Venezuela desde Cúcuta, apoyado por el fenecido Grupo de Lima que no era sino una “Santa Alianza” reaccionaria contra un país soberano.

Pero en esta ocasión, tanto el prólogo como la actuación rompen todos los principios sobre los que se basaba el llamado “mundo basado en reglas”, que era la justificación occidental en la geopolítica mundial para defender la mayor legitimidad de EEUU y Europa sobre el resto del mundo. Lo resumió Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, cuando afirmó que Europa era “un jardín” y lo demás “selva”.

Donald Trump primero autorizó, o al menos eso dijo la prensa norteamericana, a que las tropas norteamericanas pudieran operar fuera de las fronteras de su país en la lucha contra el narcotráfico. Esa supuesta autorización cobra realidad cuando en las mismas fechas desplegó al ejército para sacar a los sintecho de Washington, como si fueran invasores extranjeros o zombies peligrosos. Hace unos años las películas de Hollywood eran de vampiros, lo que no dejaba de ser una metáfora del capitalismo que chupaba la sangre a los pobres ciudadanos. Ahora, con las películas de zombies, el enemigo es el vecino pobre, al que estás autorizado a destripar para que no te muerda y te haga uno de los suyos.

Después de esa autorización, el siguiente paso era aumentar la recompensa contra Nicolás Maduro, hecha en paralelo con la resurrección del inexistente Cártel de los Soles, que quiere sustituir el fracaso del Tren de Aragua, que parece que ha durado menos que un chocolate a la puerta de un colegio. No hay evidencia alguna de que exista el Cártel de los Soles y, menos aún, que el gobierno de Venezuela pudiera estar detrás. Como ya hemos contado, los documentos norteamericanos de las agencias contra la droga, así como los informes de Naciones Unidas, van en la dirección contraria. Venezuela y Cuba tienen un comportamiento intachable con el tema de las drogas, y así lo ha reconocido recientemente Pino Arlacchi, vicesecretario de Naciones Unidas y director Ejecutivo de la Dirección de la ONU para el control de Drogas y Crímenes entre 1992 a 2002. Arlacchi es, además, un experto mundial sobre la mafia y sabe que la mafia, además de en Italia, donde tiene enormes conexiones políticas es en los EEUU.

Una vez creado un teatro de terror sobre la falsa vinculación de Venezuela y la droga, viene el gran despliegue, con submarino nuclear incluido, incumpliendo el Tratado de Tlatelolco, que no busca realmente invadir el país caribeño, con un ejército de 400.000 efectivos y un pueblo armado de cuatro millones y medio de venezolanos y venezolanas, que ha llegado a 8 millones con el alistamiento voluntario de estos días. Es decir, un pueblo en armas, como en la revolución francesa, verdadero poder constituyente, profundamente motivado en la defensa de su país, que no iban a ponérselo fácil a los asalariados del ejército norteamericano que estarían matando solo por dinero. Además de que la bravuconería de Trump ha movilizado a las cancillerías del continente que saben que si cayera Venezuela -algo, repito, muy improbable- luego vendría el Amazonas, y luego Panamá, y luego el norte de México. Ya lo dijo Donald Trump: ¿por qué vamos a pagar por cosas que podrían ser nuestras?

Por cierto, una nota para los avispados de la derecha: teniendo un pueblo de más de 4 millones de personas armadas ¿de verdad se creen que si Maduro fuera un dictador no le habría tumbado ese pueblo armado?

Piensen, carajo, piensen

Se ha hecho viral esta semana el gesto de un empresario polaco de origen judío, Piotr Szczerek, un millonario director ejecutivo de la empresa de pavimentación Drogburk, que le robó la gorra que el tenista también polaco Kamil Majchrzak le había regalado a un niño seguidor suyo. Cuando se conoció el feo gesto del empresario, quiso justificarlo diciendo que el mundo es así y que el mundo le pertenece a los que llegan primero. Habría que corregirle y decirle que también pertenece, en esa lógica, no al que llegue primero, sino al que llegue después y pueda desplazar a los que estaban allí, sean sioux, apaches, mayas, quechuas, aymaras, zulúes, masai, pigmeos, nama, herero, argelinos, marroquíes y también hoy palestinos o, según el deseo imperial de Trump, venezolanos.

Lo que pasa es que los indios ahora no tienen solamente arcos y flechas.

Quizá lo que más me ha estremecido de esta amenaza de la potencia militar más poderosa del mundo a un país pequeño como Venezuela, ha sido el apoyo de las derechas latinoamericanas en donde gobierna la izquierda, apoyando la invasión norteamericana no solamente a Venezuela, sino a sus propios países.

Así nos encontramos con que la ultraderechista María Corina Machado, pero no el conservador Henrique Capriles, han pedido la intervención militar en Venezuela del ejército norteamericano. El diario El país informó que fue Machado la que habría convencido a Marco Rubio para escenificar la agresión militar. Una vez más, Machado le habrá prometido que si rodeaban con una flota Venezuela, habría un levantamiento popular apoyado por el ejército que, por fin, tumbaría a Nicolás Maduro. A lo que Marco Rubio, en la carrera presidencial, no hizo ascos.

Pero lo mismo ocurrió con México, cuya presidenta ha apoyado a Maduro, y donde la congresista Lilly Téllez ha apoyado la intervención en México y en Venezuela del ejército. Eso se llama traición en cualquier sitio. Y el ex presidente Álvaro Uribe, y algunos senadores y congresistas que creen que chillando van a ganar votos, también han pedido la invasión de Venezuela por los marines y un levantamiento militar, al tiempo que también reclaman sanciones contra Colombia por haber condenado al matarife Álvaro Uribe. En Brasil, la misma derecha bolsonarista que ha alentado a Trump a poner aranceles al país por el juicio al presunto golpista Bolsonaro, ya intentaron la toma de Brasilia y anhelan esos tiempos donde los oficiales brasileños se formaban en la Escuela de las Américas para perseguir a la izquierda.

La derecha latinoamericana, igual que la derecha española, cuando pierden el poder empiezan a excitarse con la idea de un golpe de Estado, soñando con una catástrofe que tumbe al gobierno o, incluso, con una invasión extranjera que reponga a los “legítimos” gobernantes.

En España, esa intervención extranjera es una constante de las élites, desde que el visigodo Conde Don Julián llamó a los bereberes en el 711, luego los borbones llamaron a mercenarios para sofocar a los soberanistas catalanes en la guerra de sucesión, Fernando VII llamó a los franceses que integraban los 100.000 hijos de San Luis para asesinar a los liberales, o Franco llamó a las tropas moras para aniquilar a republicanos y republicanas, a los fascistas italianos a degollar milicianos y bombardear andaluces en la desbandá entre Málag y Almería, y a legión cóndor de Hitler para barrer del mapa a Gernika.
En América Latina, las decenas de intervenciones estadounidenses en la región siempre han contado con colaboracionistas, que en Brasil, Guatemala, Chile, Nicaragua, Argentina, Perú han estado dispuestos a sacrificar la paz y el bienestar de sus pueblos con tal de regresar a los palacios de gobierno. La derecha siempre se pretendía llamar patriota. Hoy, el adjetivo que más les conviene, es el de traidores a sus propias patrias.

 

Juan Carlos Monedero

Foto tomada de: CNN

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