“La falta de unidad fue el error central. Subestimamos la fuerza de nuestro adversario”
Manuela D’Ávila no viene sola. Baja del coche y amaga con encaminarse hacia la puerta lateral del hotel, abierta por un portero que la espera. Se detiene. Da media vuelta y acaba siguiendo a la pequeña Laura, de tres años, que prefiere la entrada principal, de pesada y bonita puerta giratoria.
D’Ávila es de esos personajes en que vida y obra se confunden. Sus pantalones negros de lino y sus zapatos de tacón le dan un cierto aire solemne. En las camisetas de algodón –la de ella y la de su pequeña– una frase que la presenta mejor: “Luche como una chica”. Sí, porque, con apenas 37 años, es mucho más que una candidata derrotada en las elecciones a la presidencia de Brasil. Es una de las figuras jóvenes que deben liderar una reconstrucción de las izquierdas en Latinoamérica. No será una tarea fácil.
Hace menos de un mes, el mundo se sorprendió con la victoria electoral del exmilitar Jair Messias Bolsonaro. El futuro presidente triunfó con un discurso que combina la defensa de la dictadura civil-militar (1964-1985), apología de la tortura, criminalización de los movimientos sociales, restricción de los derechos laborales y ultraliberalismo económico –entre otros elementos, digamos, polémicos–.
D’Ávila abraza de manera integral la misión que la coyuntura le impone. Lo hace con su bebé en brazos, desde los lugares que la identifican como persona: mujer, feminista, madre. “No logro no estar entera en lo que hago”, dice.
Hija de una familia de clase media –madre jueza, padre ingeniero y profesor universitario–, empezó adolescente en el movimiento estudiantil y en el Partido Comunista de Brasil (PCdoB). Tuvo rápida ascensión: en 2004, a los veintitrés años se convirtió en la concejala más joven de la Historia de Porto Alegre, importante metrópolis de más de cuatro millones de habitantes en el sur de Brasil. Desde entonces, fue la diputada más votada de su estado por tres veces consecutivas. Es, definitivamente, un fenómeno electoral.
Este año, llegó a ser presentada como candidata a presidencia por el PCdoB, pero con la prisión de Lula da Silva, D’Ávila renunció de su candidatura propia y asumió la vicepresidencia en la fórmula encabezada por el exministro de Educación Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT). Recorrió todo el país en campaña, siempre junto a la pequeña Laura, razón por la cual fueron al mismo tiempo odiadas y admiradas.
El odio venció. Aunque avalados por el líder popular y expresidente encarcelado, Haddad y Manu sufrieron una dolorosa derrota. Representando el legado de trece años de gobierno de centroizquierda –con reconocidos avances sociales–, perdieron ante un fascismo que salió del armario.
La joven política es una de las presencias destacadas del Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico, que se organiza en Buenos Aires por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Este espacio se propone ser la contracumbre del G20, que se reúne dentro de pocos días en la capital argentina.
¿Cómo explicar el fenómeno Bolsonaro a los lectores españoles?
Son muchos los elementos que posibilitaron su ascensión. Primero, hay un proceso muy largo de deconstrucción de la política, de desacreditar las instituciones en Brasil. Segundo, hay también una ausencia de respuestas concretas a un tema muy importante para el pueblo brasileño: la seguridad pública. En nuestro país tenemos 72.000 muertos por año en situaciones de violencia. Es un índice de guerra. Por último, tenemos una nueva crisis del capitalismo, con catorce millones de desempleados, una caída importante del consumo, pérdida de trabajos en el sector servicios y un país que hoy está desindustrializado.
Nosotros perdimos la discusión y la disputa sobre quién es el responsable de la crisis. Entonces, una parte grande del pueblo brasileño –bueno, la mayoría, como esta elección mostró– cree que la crisis es responsabilidad de los gobiernos de izquierda, que es culpa del PT. O es culpa de un concepto del neofascismo que conjuga el descrédito en la política con el miedo de la violencia: el “bandidaje”. Bolsonaro supo trabajar esto muy bien, el fascismo siempre construye una idea general de enemigo. Entonces, los bandidos en el Brasil de hoy son desde los narcotraficantes armados, que hacen que la vida se perciba con mucho miedo en los centros urbanos, hasta los políticos, que en última instancia hacen que uno no tenga empleo, acceso a la salud y a la educación. Y algo más: ideológicamente, los bandidos son también los “comunistas” –que ni necesitan serlo realmente para ser tachados de comunistas, basta que seas contrario. Bolsonaro dio respuestas muy sencillas a problemas muy complejos.
¿Qué se puede esperar del gobierno de Bolsonaro?
Si encuentras a alguien que lo sepa, me lo dices. (risas)
Claro, bueno, dejando a un lado el hecho de que las consecuencias son incalculables.
Creo que es un Gobierno absolutamente imprevisible. Porque es un Gobierno fuera del conjunto de los espacios e instituciones que nosotros construimos desde la democratización del país. Y que tiene contradicciones en sí mismo. Por ejemplo, su súper ministro, Paulo Guedes, es un economista ultraliberal de la Escuela de Chicago, que quieren presentar como una opción moderna. Pero, que al mismo tiempo, daba clase en Chile durante la dictadura de Pinochet. Es un hombre que parece no ver mal cualquier tipo de autoritarismo, como si pensara: “Esto no es relevante para mí, yo no actúo sobre esas cosas, actúo sobre las cosas de economía”.
Estas contradicciones quedan aún más claras en otro pilar del futuro Gobierno de Bolsonaro: las fuerzas armadas. Históricamente vienen de toda una trayectoria vinculada al nacionalismo, a una especie de defensa nacional, que es absolutamente contraria al neoliberalismo. Es una contradicción eminente. De hecho, este es el gran elemento nuevo del neoliberalismo moderno, que puede ser antidemocrático en su apariencia, no solo en su esencia. Más que esto: Bolsonaro habla abiertamente de eliminar derechos laborales. Es la primera vez que en nuestro país –como en España también, ¿no?– que trabajo y dignidad ya no se vinculan.
¿Y cómo cree que Bolsonaro conseguirá apoyo para implementar su agenda?
Va a buscar pactar con un sector del centro derecha democrático entorno al modelo económico, o sea: privatizaciones y reforma neoliberal en el sistema de pensiones y jubilaciones. Al mismo tiempo, intentará construir una agenda que dialogue con esa radicalización conservadora de parte de la sociedad. Como, por ejemplo, alrededor de un proyecto peligrosísimo que llaman “escuela sin partido”, que no es nada más que el acoso hacia los maestros y la censura al libre debate de ideas en las escuelas públicas. Con acciones de este tipo, Bolsonaro contentará a un sector evangelista fundamentalista que lo apoyó, y que siempre disputó la idea de educación en casa, porque la verdad es que lo que quieren es que la educación sea en las iglesias.
No veo este debate como central. Nuestro problema real es la unidad. La tradición partidaria hace que estemos tratando al Gobierno de Bolsonaro como apenas un episodio de la política brasileña y no es eso. Hay una fisura en la sociedad brasileña. Frente a eso, ¿qué hacemos? ¿Vamos a esperar a que lleguen las elecciones de 2022 y vemos quién es más de izquierda? ¿O vamos a prepararnos juntos para 2019? A mí me interesa esto último. Yo lo que noto es que a veces las personas parecen estar más preocupadas sobre quién conduce que sobre el proceso. Esto forma parte de la vieja política. Hay una disputa de egos también, esto de “yo estoy más en las calles que tú, yo soy más de izquierda que tú”. No hay contradicción entre estar en las calles y estar en el Parlamento. Cuando uno está en las instituciones también está en la lucha. Lo importante es que haya unidad frente a un Gobierno que nos amenaza y avanza contra los derechos de la población.
¿Y cómo encaja la lucha feminista en este contexto?
Bueno, otra falsa contradicción que percibo es la que opone las luchas específicas –que algunos llaman identitarias– con un proyecto nacional de izquierda, porque no hay como tener un proyecto nacional de desarrollo en mi país sin tener en cuenta el combate contra las desigualdades, no hay como combatir las desigualdades sin hablar de género y de raza. Porque la desigualdad en Brasil es así. Puede no ser así en España, pero la brasileña es así. Sólo sirve a la derecha esto de crear una división y una contradicción donde no la hay. ¿Por qué las mujeres son las que más se movilizan en tiempos de crisis? Porque la disminución del Estado significa la disminución de las estructuras de cuidado. Y en una sociedad machista, el machismo no se manifiesta solamente con el dedo en la cara de una mujer, se manifiesta todos los días cuando la mujer no consigue trabajo por la falta de guardería. Cuando la mujer falta más al trabajo porque es ella la que va al hospital a buscar atención cuando no hay camas para todos. La bandera feminista es fundamental. Lo importante es que estemos muy movilizados en torno a nuestras agendas comunes, unidos en la defensa de la democracia y de los trabajadores, no buscando nuestro protagonismo individual.
¿Cómo se da esta búsqueda de protagonismo?
No creo en gente imprescindible, yo tengo muy claro que nuestros errores pasaron por un concepto mesiánico de líderes y por personas que se juzgaron imprescindibles y no fueron capaces de tener fuerza para enfrentar las cosas. Me refiero a cosas que vienen de lejos en las izquierda, no es dirigido a nada actual.
En estas elecciones hubo una palabra clave: autocrítica. Autocrítica al PT y al PCdoB por el papel que tuvieron en el Gobierno de coalición que formaron, donde, por ejemplo hubo casos relevantes de corrupción. ¿Te propones hacer una autocrítica más profunda?
Antes que nada, es importante decir que yo soy comunista, ¿sí?, y que este término es generado dentro de mi ideología. Solo hace autocrítica el que hace crítica, el que no tiene pensamiento crítico no tiene condiciones de hacerlo. No hay nada más central en la reflexión sobre el proceso de autocrítica que la frase de Lenin que dice: la práctica es el criterio de verdad. O sea, para mí la autocrítica es algo que se hace en la lucha social. Parar para hacerla, como determinadas personas de la derecha nos exigían, no es nada más que dejar de ordenar los rumbos mientras se camina. Como se dice en Brasil: es necesario cambiar las llantas con el auto en marcha. Y no necesito comunicar a nadie que las estoy cambiando. Lo que necesito es ir enderezando el camino. La sociedad ya nos dio la respuesta. Cuando gran parte de la población estuvo en la calle en la recta final de la segunda vuelta de las elecciones. Cuando enfrentamos divergencias y críticas puntuales los unos a los otros, ignorando posicionamientos equivocados de nuestros líderes y construyendo unidad. Fuimos todos y todas a la calle, humildemente, a escuchar críticas, dialogando y admitiendo: “No, el proyecto no es perfecto y tiene límites. ¿Vamos a construirlo juntos?”. Para mí este pueblo es el que sobrepasa consciente e ideológicamente lo que los partidos consiguieron producir en el Brasil que nosotros vivimos hoy. Ellos son los que nos dan una línea política.
¿Pero entonces hubo errores?
Para mí la falta de unidad fue el error central. Teníamos cuatro candidaturas del mismo campo. Y creo que sí, subestimamos la fuerza de nuestro adversario, la fuerza del neoliberalismo, la fuerza del capitalismo. Pero no dejamos de enfrentar grandes temas relacionados a la autocrítica exigida por la sociedad, y no por estos sectores organizados que nos querían retrasar.
¿A qué temas se refiere?
El tema de la corrupción en las empresas estatales. Por ejemplo: la única persona que presentó un debate sobre esto fue Haddad en cuanto coordinador del programa de Lula para la presidencia, cuando afirmaba que existía un espacio vacío en la legislación con relación al patrón de fiscalización, que en las estatales no es tan rígido como lo es en los ministerios. ¿Ves? O sea, ¿qué quería que dijéramos esta derecha organizada? Esta insistencia en que hiciéramos autocrítica, en última instancia, era una manera de decir que el conjunto de denuncias que nosotros hicimos sobre el Estado brasileño y sus estructuras estaba errado. Y que asumiéramos una culpa como responsables por la histórica corrupción brasileña, algo que a fin de cuentas, serviría para justificar la prisión arbitraria e injusta de Lula.
Además, ¿cuál fue la candidatura que representó más transformación y enfrentamiento al viejo sistema político brasileño que la de Haddad y la mía? ¿Cuál? Haddad es un profesor universitario, formado por fuera de la estructura partidaria, un hombre joven en la política brasileña, nunca fue parlamentario, esta fue apenas la tercera elección de su vida. ¿Y yo? ¿cuántas mujeres de mi edad, sin ser hijas o apadrinadas por políticos, llegaron donde yo llegué, desde el movimiento social? ¿Entiendes? ¿Esto no es una autocrítica? Sobre una manera de hacer política, sobre un tipo de organización partidaria, sobre quien deseamos tener como interlocutores en este proceso para que avancen determinadas agendas.
Esta campaña electoral estuvo marcada también por llamadas fake news producidas por la ultraderecha. ¿Cómo crees que la izquierda debe encarar este fenómeno?
El campo democrático, entre izquierdas y derechas, tiene que entender a fondo qué significa esta red de fake news y de odio. O más bien, ¿qué significa internet para la sociedad moderna? Nosotros lo tratamos mayoritariamente como un espacio de comunicación. Como si simplemente la plataforma de la televisión hubiera migrado para la red. Es mucho más que eso, es una especie de asamblea popular permanente, el pueblo está reunido todo el tiempo. Es un espacio de la sociedad y no es irreal. Este espacio se materializa en el voto, en la formación de pensamiento, en la organización, en la forma en la que nuestra gente acepta participar en política y para mí no es casual que nuestras mujeres jóvenes sean las que más se movilizan porque ellas están ahí también.
Gran parte de los ataques difamatorios con noticias falsas fueron dirigidos personalmente hacia ti, con un grado muy alto de odio que muchas veces tocó a su familia e incluso a su hija. ¿Qué cree que representaba para ser el blanco de tanto odio?
Yo creo que la misoginia y la homofobia son los temas que despiertan más miedo en aquellos quieren conservar el poder. Quizás por eso fui tan castigada. Fue duro, pero también fue la primera vez que fui acogida por un movimiento de mujeres que jamás permitirá que las otras mujeres jóvenes que llegan a la política pasen por lo que yo pasé. Para mí también fue un proceso de mucha esperanza. Porque ví que cosas que yo vivo hace mucho, fueron comprendidas en la dimensión política y no en la dimensión personal. Nunca ví los desafíos y las experiencias que viví como individuales.
Generó mucho odio, pero generó mucha admiración también.
Fue un largo camino. Sufrí machismo desde la izquierda y desde la derecha. Hace quince años que son machistas conmigo, hace quince años que soy interrumpida al hablar, hace quince años que la gente dice: “¡Guau, me sorprendiste!”. Con esa sorpresa se revela una determinada visión: algunos hasta hoy piensan que soy una guapita, una niñita… “Ay mira, ella habla sobre economía!”. Yo soy diputada hace quince años, ¿cómo no voy a saber hablar de economía?
Hay gente que se convierte en presidente sin saber hablar de economía, ¿no?
Mujer no. Nunca. Jamás.
Ya venía construyendo su carrera política con mucha visibilidad, pero en esta elección se presentó con mayor liderazgo. Fue una tremenda responsabilidad.
Sin dudas, pero, como dije, no creo en personas imprescindibles. Aunque sepa muy bien el papel que cumplo, creo que apenas somos uno más en el proceso colectivo. Lo importante es que jamás dejé de ser yo. Siempre me reía de esto cuando el PCdoB me escogió para ser candidata a presidente. Yo decía: ¿os acordáis de quién soy? Soy esa persona que tiene tatuajes que decidió criar a su hija de una determinada manera… Yo expreso cosas todo el tiempo. No hay forma de sacar de mí lo que soy. Tengo un pasado y no empieza hoy.
Andrea Ana Gálvez / Gustavo Mehl Figueiredo
Fuente: https://ctxt.es/es/20181129/Politica/23053/Manuela-D
Foto tomada de: CNN Chile
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