Un criterio diferencial de los partidos se dio desde el alineamiento internacional, donde la godarria, conservadores, siempre se ha plegado al águila imperial. La peor expresión fue del ultramontano presidente Marroquín que, ante el reclamo por el despojo que los EEUU hicieron de Panamá, responde ufano que él recibió un país y entregó dos. Los despistados liberales salieron en armas a cobrar la afrenta y se perdieron en el camino. Los liberales de hoy se pierden antes de salir.
En la hegemonía conservadora el gobierno colombiano recibe algunos milloncejos de indemnización por el despojo; en esa “danza de los millones” se propone adormecer la conciencia de los ciudadanos, el paisa Marco Fidel Suarez formula que los Estados Unidos son el “réspice polum”, el polo de orientación para Colombia, y comete la primera masacre de trabajadores, en 1919, para favorecer intereses imperiales. Otro gobierno godo hará la masacre de las bananeras, 1928. Desde entonces el embajador norteamericano tiene funciones de virrey, y los gobernantes locales de lacayos que adjudican a empresas norteamericanas la riqueza patria. Como hoy le arrebatan al minero tradicional su sustento para entregarlo a compañías foráneas. Decía en 1929 Jorge Eliecer Gaitán: “El gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.
En la guerra de Corea los soldados colombianos terminaron de sicarios, cuando ningún otro país del continente acompañó esa matanza. Luego Colombia compró el inventario de venenos que le sobraron al imperio tras la segunda guerra mundial y, aunque eran prohibidos por la Organización Mundial de la Salud y por organismos del mismo gobierno norteamericano, contaminó selvas, ríos, fauna, y humanos, dejando malformaciones genéticas por toda la geografía, más algún metálico a dirigentes venales. Los mismos que hoy, como la vicepresidenta Marta L Ramírez y el fiscal Néstor H Martínez, pujan por la comisión de Monsanto para matar con glifosato nuestras selvas y contaminar nuestra genética.
Mucho tienen que ver los yankees con la violencia en Colombia: los exterminios por encargo de multinacionales que realizan mandatarios locales, desde la United Fruit Company hoy Chiquita Brands; su papel poco claro en el magnicidio de Gaitán, cuyos archivos aún no desclasifican; también por el lucro generado en la venta de armas, más el reciclaje de chatarra de otras guerras; usar territorios y poblaciones colombianos para experimentos con sustancias letales; el reclutamiento del ejército en la Doctrina de la Seguridad Nacional, donde deviene enemigo un colombiano que reclama tierra, mientras el gringo que se la roba es socio; o la institución del paramilitarismo en los años 1960, consagrando el asesinato de civiles como valor de las Fuerzas Militares Colombianas; o el atropello a la soberanía nacional con la instalación de bases norteamericanas; o el Plan Colombia, que a cambio de préstamos para matar colombianos, entrega las riquezas nacionales a compañías norteamericanas, y a sus mercenarios patente para delinquir.
La oligarquía colombiana se ha destacado por ser las más rastacueros de todas: llegó a ser el único país que no apoyó a Argentina en su reclamo por las Islas Malvinas, suscribió un tratado de extradición dictado por EEUU que generó un conflicto donde cayeron más de diez mil colombianos. Cuando un presidente propuso modificar el recetario neoliberal, es saboteado por el embajador de entonces, en alianza con raleas que llegaron a aplaudir que a Samper se le retirara la visa norteamericana.
Sólo superado por Marroquín, la diplomacia de Álvaro Uribe fue deplorable para la soberanía colombiana. Este personaje, del listado de los buscados por la agencia antidrogas norteamericana, DEA, al lado de su padre, de Pablo de Antioquia, Carlos Vives y otros notables, figuraba con membresía del Cartel de Medellín, al parecer no le ha sido retirada, hizo de la Presidencia notariado del Departamento de Estado de EEUU. De entrada tuvo que extraditar a su primo Fabito Ochoa, luego a mil doscientos solicitados, del Cartel de Cali mayoritariamente, archienemigos del de Medellín. Firmó un tratado de libre comercio que los gringos le dictaron, y ofreció el territorio patrio para que los yankees montaran cuantas bases quisieran, incluso para agredir a naciones vecinas. La diplomacia del innombrable tramitó ante la potencia solicitudes respetuosas de invasión a Colombia. Como garantía, Uribe Vélez despenalizó la violación de niñas colombianas por soldados norteamericanos.
La situación de obsecuencia y postración del casi presidente Iván Duque es tanto peor. Se presta para agredir a la República Bolivariana de Venezuela, y llega a hacer el ridículo pretendiendo dar un golpe de estado a Nicolás Maduro a punta de regeeton, mientras calla sobre los abusos que colombianos migrantes sufren en la USA por cuenta de las políticas xenófobas de Donald Trump. Como buen zalamero ha sido burlado y descalificado por el amo que pretende agradar.
Los vendepatrias de siempre han dado un giro adicional al tornillo de la sumisión. Ante el desprestigio que su ineptitud les ha granjeado, y el ridículo general que viene haciendo Duque, ahora pretenden avasallar la Constitución, arrasar cortes y magistrados (Belisario 1985), a la vez que intentan que el legislativo promulgue dictados babosos del ejecutivo. La novedad consiste en que para doblegar a magistrados y congresistas el gobierno se compincha, “mutua complicidad” denuncia Cesar Gaviria, con el gobierno norteamericano para presionar a estas investiduras con el retiro de visas, si no se pliegan al dictado presidencial.
¡El ejecutivo colombiano aliado con una potencia extranjera contra las altas cortes y el Congreso de la República: El Presidente de la República en guerra contra la institucionalidad colombiana! Colombia no tiene dignidad, su historia… solo es una historieta.
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José Darío Castrillón Orozco
Foto obtenida de: www.semana.com
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