Como suele pasar, Colombia funciona diferente. Mi tesis doctoral, hace ya 11 años, demostró la desindustrialización de Colombia y en particular de Bogotá. También los efectos poco virtuosos de los cambios estructurales o de la llamada apertura económica, de lo nefasto que para el país han sido las políticas de competitividad y de prevalencia comercial (TLC) que condujeron al abandonando de las políticas productivas. Todo esto igualmente, llevó a la desidia frente al sector agropecuario.
Estas tesis, de la desindustrialización y la desruralización, que también han sido sustentadas por otros economistas, obviamente no ha sido bien recibidas por los hacedores del actual modelo económico. Durante mucho tiempo desde distintos organismos como el Banco de La República o la ANDI, las negaron, por fortuna ante los cambios de dirección estas tesis se han reconocido y hoy nadie, mínimamente sensato, se atreve a negarlas.
De esta manera, mientras nuestra capacidad productiva se ha ido reduciendo, hemos firmado acuerdos de libre comercio, hemos facilitado la operación de las grandes empresas nacionales y transnacionales, además de garantizarles condiciones tributarias privilegiadas a través de los acuerdos de estabilidad tributaria (valga decir que solo podían acceder a ellos quienes demostraran inversiones superiores a un millón de dólares) y otras prebendas más. Es decir, hemos cimentado un modelo económico en los últimos 25 años que ha minado la capacidad productiva en el país, ha privilegiado el comercio internacional (léase importaciones) y al sistema financiero, a las actividades extractivas y a las telecomunicaciones.
Se ha olvidado de la gente, esa que está en la informalidad (48.4% según del Dane, porque otras agencias plantean que es mucho más alta), que día tras día debe salir al rebusque y que está desprovista de seguridad social, de un trabajo decente y digno. Pero también es un modelo económico que se ha olvidado del 99% de las empresas en Colombia; si, de la micro, pequeñas y medianas empresas, que han quedado rezagadas ante los privilegios que se les han dado a los grandes capitales. Y el problema no es que se apoye al gran capital, lo grave es que se deje al 99% de la economía por fuera de las medidas ciertas de protección Estatal.
Ahora, lo paradójico es que todo esto ha salido en el debate en la actual campaña presidencial. Hace mucho tiempo el debate político no era el protagonista de una campaña (que alegría por la democracia, vamos a ir aprendiendo, y se lo debemos a los acuerdos de paz). Pero debo de aclarar que no hay dos modelos de desarrollo o si se quiere particularizar, dos modelos económicos diferentes en debate. Así que yo no creo en las ultras, ni de derechas ni de izquierdas, sólo hay enfoques, énfasis de política diferentes, y lo paradójico, retomo, es que empresarios, pequeños y medianos, como trabajadores, que han padecido 25 años de políticas comerciales y de apoyo al gran capital, hoy se sientan amenazados por unos discursos que tratan de reivindicar a los olvidados en estos años de apego a las doctrinas más conservadoras en la economía.
Si ya se reconoce la desindustrialización y el olvido del campo es una declaración de las misiones oficiales de expertos, ¿por qué cuando se plantea tener políticas públicas para el rescate productivo, que es el centro de la propuesta económica de la Colombia Humana, los gremios y medio país votante salen a defender lo que ha sido inaudito para tener un país digno? ¿Por qué se defiende lo que nos ha llevado a situaciones de escaso crecimiento y desarrollo?
La gran habilidad del Centro Democrático, no es su plan económico, que no es otra cosa que la profundización de lo que hemos tenido en materia económica desde hace varias décadas, y que ha seguido las directrices de los organismos multilaterales, ejerciendo un alto apoyo al gran capital, a las empresas trasnacionales, con políticas económicas conservadoras, eso que mal llaman el neoliberalismo. No, el gran acierto ha consistido en generar miedo, en distorsionar los mensajes de las otras campañas, en hacer aparecer algo inexistente que es el Castro – Chavismo, en revivir el fantasma del comunismo o de la extrema izquierda. Esa es su virtud, y da grima escuchar al presidente de la SAC diciendo que no le gusta el programa rural de Petro porque no apoya a los grandes capitales (como si éstos necesitaran del apoyo estatal), y siguen así con los otros gremios, al punto que en el sistema financiero dejaron correr el rumor que si Petro llega a la presidencia acaba con los bancos ¡Que irresponsabilidad con la economía, con el país, el sentido de patria del Centro Democrático es incomprensible, son capaces de permitir rumores de crisis, de caída productiva, que producen incertidumbre inversionista, con tal de llegar al poder. La SAC proclama la propuesta Rural de Duque como la mejor, mientras las evaluaciones desde la academia muestran la poca profundidad y los pocos temas que abarca. (http://observatorioruralunisalle.com/index.php/editoriales-y-articulos-de-opinion/editoriales/item/69-expertos-califican-las-propuestas-agrarias-y-rurales-de-los-candidatos). El fortalecimiento de la producción, del mercado interno redundará en el beneficio de todos, no es la economía para el 1%, es pensar en el país como un escenario viable para la vida humana.
El programa económico de Gustavo Petro, de la Colombia Humana, no va más allá de lo que se promulga en materia económica en la Constitución de 1991, incluso se queda corto si se exigiera que le debe de dar cumplimiento estricto a los mandatos constitucionales. Debería ser un propósito nacional preocuparnos por la salud, por las pensiones, por la recreación y el deporte, porque la seguridad social no quede a expensas del libre mercado, que sean, como lo manda la Constitución, bienes meritorios, donde la gente pueda gozar de ellos como un derecho y no como una dádiva de un gobierno. Las estrategias de pilares son sin duda las que posibilitan una convivencia entre lo público y lo privado, pero parece que a los dueños de la seguridad social en Colombia esto nos les interesa, quieren el negocio completo para ellos, por eso persisten en la idea de mantener las EPS y de marchitar a Colpensiones (https://www.sur.org.co/pensiones-y-cinismo-el-problema-es-la-prima-media/)
En materia de empleo, el análisis conduce a otra vez la misma señal, al empobrecimiento del trabajo, a pensar que el empleo se genera reduciendo los salarios. Si algo tienen de valiosos los TLC, fundamentalmente con EEUU y ahora los acuerdos que nos llevaron a ser miembros de la OCDE, es el alto compromiso que asumimos en materia de garantías y derechos laborales, los mismos que hemos podido cumplir a medias con la Casa Blanca. Así que plantear compromisos por la gente desde el trabajo decente, no es ninguna política radical, es, por lo menos, ponernos al nivel de los países desarrollados en donde decimos que ya pertenecemos, al club de las buenas prácticas donde debemos hacer la tarea para que no nos terminen expulsando. (http://ail.ens.org.co/elecciones-2018/programas-presidenciales-y-el-mundo-del-trabajo-planteamientos-liquidos-ante-problemas-serios/)
Entiendo que parte del debate político se ha estado colocando en las personalidades de los candidatos. Saltan incluso diagnósticos sicológicos, debates sobre experiencia o terquedades administrativas, en fin, una cantidad de elementos que, si bien pueden ser relevantes a la hora de elegir, logran desviar la atención sobre lo fundamental. El país deberá entender que se votan programas, formas de entender la economía, la política, el medio ambiente, en fin, como concebir la vida de cada uno, pero también de la sociedad.
Tampoco creo que el Voto en Blanco contribuya en algo al debate, por lo menos en esta elección tiene un mensaje de no satisfacción, incluso de protesta, pero al igual que la abstención podrá leerse de cualquier forma, porque el Voto en Blanco no contará, terminará beneficiando a quien ya tiene las mayorías. Así que el Voto en Blanco también podrá leerse como algo que es muy colombiano “ya dejemos las cosas así”. El Voto en Blanco o la abstención son dos formas de expresión política, respetables, por cierto, pero no es dado a los dirigentes y líderes políticos rezagarse de las decisiones en momentos donde es país más espera de ellos.
Así entonces, que por coherencia con lo que han sido mis planteamientos y mis análisis económicos, por considerar que el programa económico de la Colombia Humana da cuenta, de unos compromisos que como Estado nos trazamos con la Constitución de 1991, por la obligatoriedad que tenemos de reindustrializar el país, de hacer del sector rural un potencial productivo, incluidos los grandes capitales y los pequeños productores; por la responsabilidad que debemos tener con nuestro futuro, con el cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales; por la necesidad de tener un pilar de seguridad social sólido, que le garantice los derechos en salud y en pensiones a la población; por el logro de empleo decente, con derechos de asociación y participación democrática; porque ha sabido dejarse permear por otras sectores agrupados en la Coalición Colombia o del partido Liberal.
Por estas razones y otras más, por creer que desde la economía se deben de buscar las alternativas a un mayor crecimiento y desarrollo del país, que sea sustentable, que le permita a las poblaciones un Buen Vivir, es que votaré con certeza y decisión por el programa de Gobierno de la Colombia Humana.
Junio 6 de 2018
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