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¿En qué son expertos los jefes liberales?

5 noviembre, 2018 By Ángela Fernanda Bedoya Horta Leave a Comment

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En qué son expertos los jefes liberales no es una pregunta fácil de responder, especialmente cuando se es liberal de partido y de convicción, sin embargo, siempre he hecho férrea defensa de la crítica al considerarla representativa de las sociedades decentes y un marco esencial para el desarrollo recto del Estado Social de Derecho. Con ella, se traspasa cualquier partido o ideología, se esté adentro o afuera y así como el crítico de arte no es alguien a quien no le gusta el arte sino quien le busca su perfección, así escribo esta columna, convencida de que el Partido Liberal ha tenido potencialidades para ser mejor y que, sin duda, ha habido aciertos y errores desde sus jefes más simbólicos.

Para empezar, no ha habido peor error en el Partido Liberal Colombiano que no tener unidad en los momentos más cruciales de su historia y la del país. Sus jefes han sido expertos en separarse cuando se esperaba que afrontaran juntos las adversidades y fueran ejemplo de resistencia Numantina. Así, la fragmentación que el partido sufrió en las pasadas elecciones presidenciales con la candidatura de Humberto de la Calle se vio reflejada en la desobediencia de las bases sociales frente a las directrices de un jefe tan distante como lo puede ser Cesar Gaviria. Esto solo fue resultado de una tradición más larga que demuestra la experticia histórica de fragmentación del partido, lo que merece un análisis retrospectivo a profundidad.

Así como las sociedades son resultado de las anteriores guerras, así el Partido Liberal Colombiano de hoy refleja sus disoluciones del pasado y así como nació en Europa el liberalismo que se oponía a aceptar que el poder venía de Dios, así se han opuesto sus jefes colombianos unos a otros en la lucha por el poder interno y externo del partido. En palabras del historiador y Veedor liberal Rodrigo Llano “los momentos de mayor gloria de Colombia se le deben al Partido Liberal y sus malos momentos a los tiempos de decadencia de nuestra colectividad”. Es así como, desde este enfoque, he recogido cuatro momentos en los que el partido se ha fracturado dejando huellas imborrables: 1. Gólgotas y draconianos, 2. Crisis del radicalismo, 3. Los años 40 del siglo XX y la Violencia que se aproximaba y; 4. Nuevo Liberalismo.

Gólgotas y draconianos

La primera fractura que sufrió el partido fue entre gólgotas y draconianos. Estos últimos, inspirados en los franceses, buscaban el proteccionismo, el voto restringido, la designación a dedo de gobernadores, la iglesia en el poder y la pena de muerte y su apoyo principal provenía de los artesanos asociados. Es importante recordar cómo, luego de la dictadura de José María Melo y de su expulsión a México, expulsaron a 300 draconianos al río Chagres a morir de fiebre amarilla por haber apoyado el golpe (Llano, 2009). Por su parte, los gólgotas – más radicales- eran promotores del libre cambio, comerciantes e importadores, cuya base no era popular y quienes unidos a los conservadores decidieron quitarle el poder de las manos a Melo.

Crisis del radicalismo

Entre 1876 y 1878 Rafael Núñez logró unir a una serie de liberales independientes para buscar la regeneración de Colombia, oponiéndose a los liberales radicales que hasta ese entonces habían logrado las más grandes conquistas económicas y sociales de toda la República. Esto significó que en la década de los 80 de aquel siglo se retrocediera a un Estado sin libertades políticas y sociales, católico, centrista, autoritario y godo. Se pregunta uno ¿cómo pudo el Partido Liberal parir a un hombre de la estirpe de Núñez? No se deben olvidar sus palabras: “no me embarco en una nave que se va a pique”, pronunciadas al irse al lado de los godos. En cambio, para ese momento, Rafael Uribe Uribe decía en su lucha desde la dirección del Partido Liberal “quienes no nos acompañaron, fueron insensibles al yugo del despotismo”.

Los años 40 del siglo XX y la Violencia que se aproximaba

Lo que acaeció con los años 40 del siglo pasado desembocó en la más cruenta lucha civil que le ha tocado vivir a Bogotá, bastión del poder en Colombia y, que, muchas veces, en medio de la miopía institucional capitalina, ha sido protegida de cualquier situación de violencia sin importar que en otros territorios esta se haya desbordado más allá de los límites imaginables.

El Partido Liberal volvió a ser protagonista. Una vez más su fragmentación interna terminó en división. En esta ocasión se enfrentaron tres sectores, el centrista y moderado liderado por Eduardo Santos y Olaya Herrera; el izquierdista oficialista liderado por Alfonso López Pumarejo, que terminó en el Partido Comunista y el izquierdista revolucionario de Gaitán, del que se alimentaron por muchos años las guerrillas liberales. Toda esta división resultó en una catástrofe, llegó Mariano Ospina Pérez al poder y, con él, la Violencia.

Nuevo Liberalismo

Siempre he considerado que la connotación de nuevo tenía que ver con un nuevo desmembramiento. Dentro de sus antecedentes estuvo que, en la Convención Liberal de 1971 el partido se dividiera en dos, los turbayistas que se quedaron con el Liberal y los lleristas y lopistas que se fueron a fundar el “Progresismo Liberal”, engreída decisión porque ambos jefes querían ser presidentes y, una vez más, la ambición de poder los llevó al enfrentamiento, consiguiendo que los turbayistas se aliaran con los lopistas en contra de Lleras. Luego, lo que se llamó el Nuevo Liberalismo, liderado por Luis Carlos Galán, no fue nada más que Luis Carlos Galán, símbolo del caudillismo y del personalismo, que llegó a sembrar la semilla de la discordia e hizo creer que había llegado el Mesías en una sociedad desértica como lo era la Colombia de los años 70 y 80. Este hombre se ganó la fama de Sepulturero del Partido Liberal y, una vez más, la división liberal llevó a un conservador a la presidencia (Betancur) y, otro a la Alcaldía de Bogotá (Andrés Pastrana) de quienes no se me antoja para nada hablar.

Actualmente

Con las pasadas elecciones presidenciales, fuimos testigos de cómo las bases sociales se dividieron de la directriz de César Gaviria de acompañar a Iván Duque en la segunda vuelta, pero recibió el respaldo de casi todos los parlamentarios liberales. Quizá esta vez las cosas han resultado un poco diferentes, pero hay algo muy claro, no hay un líder liberal que haya podido encauzar con fuerza y vehemencia el coraje que sentían las bases del partido frente a las decisiones excluyentes de consenso que tomaba su jefe único. Y de este episodio, una división más, todo un grupo de dirigentes políticos renunciaron en septiembre pasado al partido, objetando que no había espacio para la oposición y que el partido se estaba entregando al lecho del Centro Democrático. Algunos están a la espera de revivir la personería del Nuevo Liberalismo.

Hoy son muchos los que pronostican el fin cercano del Partido Liberal, pero no tienen en cuenta otras variables. El partido aún cuenta con maquinarias políticas que le permitieron en las pasadas elecciones parlamentarias ser la tercera fuerza más grande. También se lanzan análisis desmedidos desde Bogotá, sin tener en cuenta que en los territorios colombianos existe una masa importante de personas adultas que siguen siendo fieles a su partido y son estas personas las que juiciosamente votan en cada elección, muy por encima del grupo de jóvenes habilitados para votar, que pareciera que no quieren salir de la comodidad de las redes sociales y no tienen intenciones de hacer una participación activa en espacios reales de debate y consenso, que todos ya sabemos que tienen nombre propio, en los Consejos de Juventud y en las urnas, mecanismo de participación por excelencia.

Son los jóvenes los llamados a hacer el cambio y llenar de aires nuevos a las estructuras tradicionales del Partido Liberal Colombiano, pero no se logrará si estos jefes liberales del futuro continúan con las prácticas clientelistas de siempre, si no participan de las iniciativas partidistas por estar flechados de revanchismos políticos y en la búsqueda despreciable de intereses particulares en puestos que están diseñados para el servicio público, si no dejan de lado las diferencias de sus castas políticas y entienden de una vez por todas que la política es un sacrificio en función del bienestar de toda una sociedad tan compleja y diversa como lo es la nuestra, pero, sobre todo, no se logrará ningún cambio si no somos capaces de entender que no se trata de quien haga qué, sino de que los bienes y servicios de carácter público lleguen con calidad a cada una de las personas; es así como la vocación de servicio debe superar cualquier diferencia personalista.

Finalmente, en lo que a mí respecta, quisiera que los futuros jefes liberales no sean expertos en dividirse y solo espero que se cumplan las palabras de Alejandro Dumas proclamadas por Juan José Nieto en su autodefensa del Golpe a Melo y citadas por Llano en su Historia Resumida del Partido Liberal: “el Partido triunfará más tarde o más temprano a despecho de los apóstatas de lo que han traicionado por cobardía o por conveniencia”.

Ángela Fernanda Bedoya Horta, Estudiante de Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia.

Foto tomada de: Revista Corrientes

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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