Pero Bolsonaro se adhirió al el estilo y la actuación de Trump para construir su discurso y proyectar su imagen como nuevo líder de la extrema derecha en Brasil. Su gobierno y su discurso tomaron el tono de los ataques a los medios de comunicación – considerados sus enemigos, – así como al Congreso y al Poder Judicial. Negacionista de la ciencia, movimientos sociales, democracia y derechos humanos, con un lenguaje agresivo,
Bolsonaro tuvo un momento de crisis en su segundo año de gobierno, , incluso antes de la derrota de Trump. Pero ahora, sin su gran líder e inspirador, además de su referente de política internacional, ¿qué será de Bolsonaro sin Trump?
Para Bolsonaro es un golpe muy duro la derrota del estilo de gobierno de Trump, uno de los pocos presidentes norteamericanos que no ha sido reelegido. Su primera reacción puede ser la consolidación del pragmatismo que ha comenzado a seguir, rebajando el tono ideológico y fundamentalista de su discurso, haciendo alianzas con el Congreso y el Poder Judicial.
Pero ello no basta, porque con el nuevo gobierno en Washington, habrá temas sobre los que el gobierno brasileño sufrirá una fuerte presión, especialmente en relaciones exteriores, medio ambiente y derechos humanos. En el tema de la Amazonía, ya es posible ver el remanido argumento de la defensa de la soberanía nacional, denunciando ambicion norteamericana sobre la Amazonía.
Pero eso no tendrá mayor efecto. Ya se contempla el traslado del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, a otro sector del gobierno. También es poco probable que el canciller, Ernesto Araujo, permanezca en el cargo, además de los cambios en el ministerio de Ciudadanía, a cargo de los temas de derechos humanos.
El canciller había asumido, antes de las elecciones estadounidenses, que Brasil pretendía ser un “paria”. Pero una cosa es ser paria teniendo como socio a Estados Unidos y otra ser paria con gobiernos aislados y sin ningún prestigio internacional. Es probable que el gobierno brasileño cambie su postura externa, incluso en las organizaciones internacionales y en las relaciones con los países vecinos.
Bolsonaro ya dijo en uno de sus tuits de estos días que hay una tendencia de fortalecimiento de la izquierda en América Latina, advirtiendo que el fenómeno puede llegar a Brasil. El gobierno brasileño tardó mucho, pero saludó al nuevo presidente de Bolivia. Debe bajar el tono en relación con Argentina, no necesariamente en relación con Cuba y Venezuela.
El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourão, trató de paliar los efectos del previsible deterioro de las relaciones con Estados Unidos, alegando que las relaciones de Bolsonaro y sus hijos con Trump serían relaciones personales, pero que espera que la relación de Estado a Estado se mantenga, preservándose los intereses fundamentales de ambas partes. Los acuerdos económicos firmados recientemente entre los gobiernos de Estados Unidos y Brasil pueden ser revisados, así como otros acuerdos, dependiendo de la actitud que el gobierno de Biden tendrá hacia Brasil. Por de pronto el regreso de Estados Unidos a los organismos multilaterales también condicionará el aislacionismo del gobierno brasileño.
Sin embargo, el mayor golpe para Bolsonaro es darse cuenta de que el trumpismo fracasó como forma de gobierno. No consiguió la reelección – un objetivo fundamental del presidente brasileño. Es difícil saber cómo asimilará Bolsonaro estos efectos. Si va a buscar alguna explicación al azar, tomada del propio discurso de Trump – como que hubo fraude en su derrota -, como ya aparece en uno de los tuits del presidente brasileño, o si va a hacer como si no hubiera pasado nada.
De todos modos, como el trumpismo muestra sus límites.La derrota de Trump es gravísima para el presidente brasileño. La transformación de las elecciones en un referéndum sobre Trump funcionó y marca el camino que debería seguir la oposición brasileña para derrotar también aquí al trumpismo de Bolsonaro.
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