La teoría geocéntrica prevaleció durante siglos como dogma, asentado como principio innegable, debido a la repetición y la recreación de la misma por parte del clero y la represión de la evidencia científica que mostraba la nulidad de pilares fundamentales para su sustentación. De la misma manera, desde finales de los años setenta y, sobre todo, desde la llegada de Reagan a la presidencia de los Estados Unidos y el nombramiento de Thatcher como primera ministra del Reino Unido, el neoliberalismo se establece como el nuevo dogma indiscutible en la economía mundial. Libre comercio, Estado mínimo, privatizaciones, reducción del gasto público, desregulación financiera y, ante todo, reducción de impuestos a los ricos con el fin de dar rienda suelta a la famosa teoría del goteo –trickle-down economics–. Unas políticas económicas que, además, fueron ampliamente impuestas a través de técnicas de psicología social, amparadas en desastres y contingencias que han conseguido legitimarlas. La doctrina del shock es, indudablemente, gran parte de la contrahistoria del neoliberalismo.
En el Reino Unido, desde la década de los cuarenta hasta el primer mandato de Thatcher como primera ministra a finales de los setenta, se mantuvo una tasa marginal máxima sobre la renta de las personas en niveles superiores al 90%. Para ser más exactos, la modificación de 1979 redujo la tasa marginal máxima del 98% que estaba establecido hasta entonces sobre las rentas de las personas –83% para las rentas de trabajo más un 15% adicional a las grandes rentas de capital– hasta el 60%. Posteriormente, unos meses después de que Thatcher revalidara su cargo tras las elecciones generales de 1983, se eliminó el 15% aplicable a las grandes rentas de capital y, ya en 1988, la tasa marginal máxima sería reducida hasta el 40%. Es decir, en apenas una década, la tasa marginal máxima sobre la renta de las personas se redujo del 98% al 40%.
Entre 1946 y 1980 se vivió en Estados Unidos un crecimiento alto y equitativo. Un crecimiento compartido, donde la renta nacional media estadounidense se incrementaba un 2% por persona adulta. Una de las tasas de crecimiento más altas registradas a lo largo de una generación completa. Solamente el 1% de las rentas más altas no crecían al 2%, sino que lo hacían más despacio que la economía en general. Sin embargo, la tendencia cambia a raíz de la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos en 1981. El proceso se daría en dos pasos. En primer lugar, con la aprobación en 1981 de la Economic Recovery Tax Act que reduciría el tipo marginal máximo del 70% al 50% y, en segundo lugar, con la aprobación en 1986 de la Tax Reform Act, que reduciría el 50% anterior hasta el 28%. Es en este año, en 1986, cuando se ilustra la muerte definitiva de la fiscalidad progresiva.
Además, y por si estos datos fueran poco relevantes, un estudio realizado por investigadores de la London School of Economics y el King’s College de Londres con datos de las últimas cinco décadas provenientes de 18 países de la OCDE y publicado en 2020, evidencia que las reducciones de impuestos a los ricos han aumentado sus ingresos, pero no han tenido efectos en mejorar el crecimiento o la empleabilidad. En palabras del Dr. Hope, profesor de Economía Política, el “estudio muestra que los argumentos económicos para mantener bajos los impuestos a los ricos son débiles. Las grandes reducciones de impuestos para los ricos desde la década de los ochenta han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que ello conlleva, sin que se hayan compensado los resultados económicos”.
Vivimos en un mundo en el que el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de la riqueza. El 50% más pobre, por su parte, tan solo el 2%. La situación española no dista mucho de la realidad mundial: el 1% más rico concentra el 24,4% del total de la riqueza y el 10% más rico tiene más riqueza –el 55%– que el resto de la población. Asimismo, el 50% más pobre se tiene que repartir 7 de cada 100 euros –7%–. Y te hablarán de meritocracia porque, como todos sabemos, ese 1% más rico se ha esforzado mucho más que el resto. Un modelo meritocrático que permite que quienes dan forma a las reglas económicas, sociales y políticas que estructuran la totalidad del sistema –y que han sido las grandes beneficiadas– legitimen estas enormes desigualdades. Una ideología que ha asentado las bases para la creación de un discurso de odio, juicio y rechazo al pobre. Una falsa meritocracia que permite estigmatizar y culpabilizar a las personas en situación de pobreza. Porque claro, si eres rico es porque te has esforzado mucho, pero si eres pobre es porque no lo has hecho lo suficiente.
Finalmente, me gustaría dedicar un pequeño párrafo a la acumulación de la riqueza. Los 2.153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4.600 millones de personas –un 60% de la población mundial–. Las tres personas más ricas del Estado español acumulan tanta riqueza como 14,2 millones –el 30% más pobre–. Una concentración de la riqueza que se ha visto agravada durante la pandemia. Tan solo en lo que ha durado el estado de alarma, y mientras la gran mayoría social veía empeorar sus condiciones materiales, los 23 ultrarricos españoles aumentaron su fortuna en 19.200 millones de euros. La acumulación de riqueza y las grandes desigualdades son una amenaza para la libertad de la mayoría. Una concentración extrema de la riqueza significa una concentración extrema de poder que permite inclinar a nuestro favor la distribución de la renta en el mercado, en los gobiernos y en los medios de comunicación. Es decir, la concentración de riqueza en manos privadas es también un peligro para la propia democracia. Porque tal y como certeramente dijo Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema de Estados Unidos de 1916 a 1939, “podemos tener democracia o riqueza concentrada, pero no podemos tener ambas”.
Julen Bollain, Es doctor en Estudios sobre Desarrollo, profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea. Acaba de publicar Renta Básica: Una herramienta de futuro (Editorial Milenio, 2021), con prólogo de Daniel Raventós y epílogo de Guy Standing.
Fuente: https://ctxt.es/es/20220401/Firmas/39409/Julen-Bollain-neoliberalismo-desigualdad-impuestos-progresividad-Thatcher-Reagan.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium
Foto tomada de: https://ctxt.es/es/20220401/Firmas/39409/Julen-Bollain-neoliberalismo-desigualdad-impuestos-progresividad-Thatcher-Reagan.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium
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