- Una producción deslocalizada, es decir que dependemos como nunca de una economía globalizada que pone a competir a todos los territorios del mundo en una lógica de rentabilidad máxima y que no nos permite garantizar las condiciones de un mínimo vital para la humanidad en medio de una crisis multidimensional como la que estamos atravesando.
- Nuestras economías dependen casi que exclusivamente de los minerales fósiles principalmente carbón y petróleo, tanto de su extracción como de su producción derivada (combustibles, gas butano, asfalto, plástico, fertilizantes,…), es decir una economía que ensucia y pone en riesgo la vida misma del planeta.
- Ausencia de derechos para nuestros pueblos debido al desmonte paulatino y escalonado de garantías sociales (Salud, educación, vivienda, pensiones,…), incluso del mismo Estado.
- Deterioro dramático de nuestro ambiente debido a economías capitalistas depredadoras y el efecto que el modo de vida humana hiperconsumista, está teniendo sobre nuestro entorno.
Sin embargo, todo lo que viene ocurriendo, las consecuencias de décadas de neoliberalismo, no garantizan el transito “automático” a un postcapitalismo. El capitalismo es un virus que muta, podemos asistir al surgimiento de un nuevo tipo de sociedad pero también estamos frente a la posibilidad del surgimiento del autoritarismo y el miedo como forma de control social. Debemos estar alerta ante la tendencia creciente por parte de los gobiernos neoliberales y con tendencias autoritarias: la utilización de la figura del Estado de Excepción como paradigma para defender el capital a todo costo, Ya. No se trataría entonces de controlar una pandemia, sino de ejercer un control inconmensurable sobre la sociedad y por ende sobre los estallidos sociales como los que estábamos viviendo en el mundo previo a la aparición y propagación del COVID–19.
La crisis derivada del COVID–19, puede desencadenar fácilmente nuevas formas de desigualdad, discriminación, nacionalismos, proteccionismos, racismo y xenofobia. También se está desatando un aumento dramático como el que estamos viviendo de violencia familiar, de género y por lo tanto retrocesos inmensos en favor del patriarcado.
La pregunta hoy es ¿Cómo podemos salir de la situación trágica y desesperanzadora en la que estamos inmersos y librarnos de las consecuencias que prevemos? ¿Qué podemos proponer?
En esta pausa de un 1/3 de la población mundial, debemos proponer las discusiones que han sido excluidas o marginalizadas de distintos ámbitos de discusión, pero sobre todo de la reflexión social cotidiana y por lo tanto de mecanismo para un cambio no sólo de los modelos económicos y del mercado, sino de nuestra forma de vida y sus impactos sobre el planeta y la vida de miles de millones de seres humanos a quienes no se les ha garantizado lo mínimo para poder sobrevivir en condiciones de dignidad.
En este sentido urge que las naciones implementen medidas y que los movimientos progresistas promuevan soluciones que garanticen lo que hemos llamado la Economía de lo Esencial: comida (canasta familiar), servicios públicos (agua, luz, gas, e internet y transporte), acceso a medicinas y al sistema de salud (incluyendo el funcionamiento del sistema), vivienda digna y educación universal, gratuita y de calidad.
Por otro lado, debemos gestar un movimiento social de escala global por la salud pública y universal, la renta básica y el mínimo vital, la soberanía alimentaria y fortalecimiento de la agricultura campesina y agroecológica, la defensa del ambiente, el cuidado de nuestros mayores y niños, así como los roles del cuidado en la sociedad.
También debemos invertir en una tecnología para la vida, sus desarrollos locales a bajo costo y la globalización del conocimiento de manera que podamos invertir en la producción de un conocimiento puesto en función de defender la vida en el planeta y no de permitir el avance del cambio climático y la desigualdad.
Las izquierdas, el progresismo y los movimientos alternativos deben comenzar a plantear de manera urgente propuestas globales para superar estas crisis de inmediato, y a mediano y largo plazo. Las crisis al ser globales deben ser pensadas también de manera global y por lo tanto impulsadas por movimientos y partidos que superan e incorporan la localidad para poder regresar a la misma de manera transformadora.
Entre las propuestas que podemos sacar adelante tenemos:
- Fortalecimiento de las economías regionales, lo que implica una economía de cooperación regional SUR – SUR.
- Diversificación de la producción regional, en especial de la agroindustria y la producción agrícola.
- Redistribución del ingreso
- Reducción del tiempo de trabajo
- Renta básica y mínimo vital de servicios esenciales
Ahora que parece que el capitalismo se ha puesto en pausa, es momento de avanzar con iniciativa y adelantar las discusiones que han sido excluidas de distintos ámbitos de la política contemporánea, pero sobre todo de la reflexión social cotidiana, y así contribuir a generar un cambio no solo de los modelos económicos y del mercado, sino también de nuestra forma de vida y sus impactos sobre el planeta y todas las demás formas de vida, especialmente de millones de seres humanos a quienes no se les ha garantizado lo mínimo para poder sobrevivir en condiciones de dignidad.
Entonces esta pandemia lo puede cambiar todo, depende de nosotros y nosotras agenciar esos cambios. Este virus pone de manifiesto que estamos unidos por un cordón invisible, nuestra condición de seres humanos y que la política no tiene sentido si no es para la vida. Así que, si una vez superado el virus, seguimos actuando como antes, vendrán otras crisis, otros virus, y no habremos comprendido nada.
María José Pizarro, Representante a la Cámara
Foto tomada de: sostenibilidad.semana.com/
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