Medellín aplica una semántica inversa, donde el progreso empobrece a sus habitantes, los organismos de control son comandados por corruptos, y la seguridad, desde hace varias décadas, es una concesión que administra el crimen organizado. Práctica que va desde el pacto de “donbernabilidad”, que aún subsiste para que el paramilitarismo ejerza control social en los barrios, hasta la creación de la secretaría de seguridad en la alcaldía para entregársela al cartel de Medellín. Es tal la situación de inseguridad que al alcalde se le conoce por el alias, Fico.
Falso es que sea ciudad innovadora, título adquirido en concursos pagados con largueza, cuando es todo lo contrario: Capital del conservadurismo: Reacia al cambio, y a quien pretende innovar se le excluye, se le destierra, o se le mata. Así de simple, porque se instauró una alianza entre la godarria terrateniente, la mafia narcotraficante, y el empresariado del todo vale, para garantizar que nada cambie.
Tan fuerte es esta alianza en Antioquia que Uribe, poseído por la soberbia, apostó que ponía de alcalde de Medellín a cualquiera. Y, siguiendo un libreto que le dio resultado en 2018, buscó un tipejo pobre de espíritu, con rabo de paja y de linaje corrupto, al que había puesto a “probar finura”, como se dice en el hampa para mostrar lo incondicional, cuando lo mandaron a insultar a una senadora en el Congreso de la República, y lo hizo.
Entonces, las encuestas daban al hijo de Luis Alfredo Ramos como el ganador indiscutible, con porcentajes por encima de cuarenta por ciento, mientras que sus contendores, catorce, no alcanzaban ni a ser el margen de error. Los favoritos anunciaron la mayor austeridad en campaña: no iban a tener afiches, ni vallas, ni volantes. Tampoco asistirían a debates, ellos no necesitan ideas para ganar.
Ante el lerdo sin empaque que sacó Uribe, otros sectores ultramontanos sacaron candidatos para pescar el caudal de la extrema derecha, donde al menos cinco candidatos a la alcaldía, de quince, eran de esa ideología y empezaron a competir por quien ofrece matar más gente.
Sin embargo, desde la crisis del proyecto Hidroituango en 2017, una voz empezó a diferenciarse del coro permitido: La de Daniel Quintero cuando denunció que la crisis era por corrupción, hasta le entregó un queso al gerente de EPM, Jorge Londoño de La Cuesta, recordando la relación entre el ratón y el queso, y el hambre de dinero que evidencian los directivos. Cuando argumentó que lo justo era que quienes generaron esa crisis pagaran sus costos, y no los ciudadanos en las cuentas de servicios, lo apostrofaron de diversas maneras, y fue amenazado una y otra vez.
Inició una campaña a la alcaldía de Medellín desde el último puesto en las encuestas y, literalmente, nadie daba un peso por él. Por independiente estaba fuera del redil, además se había educado en escuela, colegio, y universidad pública. Su origen molesta a muchos: fue criado en barrios populares de la ciudad. Que en otras latitudes sería una anécdota, pero ser de una barriada en Medellín es haber sobrevivido a un régimen de terror, porque al menos desde hace cuarenta años están bajo control de bandas delincuenciales. Narra Quintero que en sus inicios de escolar algún día perdió el camino a casa y al orientarse de nuevo se encontró con el tendal de víctimas de la masacre del Tricentenario, cuando asesinaron nueve jóvenes en la década de los años 1980.
Trabajó de vendedor ambulante, de mensajero, de profesor. Conoce la vida dura y el trabajo duro. También estudió en los Andes y en Harvard, fue ministro encargado, y dos veces viceministro. Ha sido gerente de empresas, director de una ONG ambientalista, y emprendedor de una compañía informática.
La candidatura de Daniel Quintero a la alcaldía de Medellín cambió el espectro político. Sin maquinarias y sin plata pero con propuestas de inversión social en un municipio tan desigual que es como un penthouse sobre un tugurio, agravado en la actual administración que desdeña el gasto social, para encementar todo el terreno, y comprar fierros a nombre de la seguridad.
Propone Quintero parar la matazón en Medellín, que al momento de escribir va en 500 homicidios este año, 38 de ellos son feminicidios, cifras que se incrementan con alias Fico, que recibió la ciudad con 21.4 homicidios por cada cien mil habitantes, en 2016, y la lleva en 25.99 homicidios por cada cien mil habitantes; cuya política de seguridad es un fracaso, y ha sido denunciado públicamente por mantener alianzas con unas bandas criminales contra otras.
Daniel Quintero habla claro: hay que rescatar a las Empresas Públicas de Medellín de la corrupción. Es necesario recuperar a Medellín de las manos del hampa, una ciudad que alberga el 46% del crimen organizado del país, y cuyas estructuras delincuenciales se componen al menos un 80% por menores de edad.
El mensaje de Daniel ha llegado a la sociedad, especialmente a los jóvenes que le creen y lo respaldan, y por ello aparece en las encuestas en un ritmo ascendente. Tanto que uno de los candidatos provenientes del combo de Fico ya se le sumó a Quintero; el de Uribe está desmadrado llenando de propaganda cuanto espacio hay, y terminó por asistir a debates, donde queda cada vez peor. El mismo Uribe ha tenido que salir a atacar al candidato independiente, lo que repican las huestes del senador Robledo que en Antioquia convirtieron a Quintero en enemigo. Incluso el gobierno central ha hecho de Antioquia su sede alterna, desde que inició la campaña cada semana llega el Presidente, o algún ministro, a hacer pronunciamientos desde esta región. Hasta el procurador Carrillo, ahora portaestandarte del Centro Democrático, viene a este lugar a dar declaraciones. Esfuerzos que hunden más las candidaturas de extrema derecha.
Y claro, se multiplican las amenazas y las ofensas contra Daniel Quintero, hasta sacar grupos de enmascarados que por el centro de la ciudad desfilan exhibiendo pancartas injuriosas, con la tolerancia de alcaldía y policía. Igualmente, se ha registrado a contratistas de la administración de Fico, que tiene un candidato en juego, quitando la propaganda de Quintero. Ahora han dado en poner vallas con publicidad engañosa, se instalan pasacalles falsos con logos de otro partido, mostrando un supuesto apoyo de Petro a Daniel, y se reparten volantes con el mismo contenido. Con ello pretenden polarizar el debate para sacar la godarria paisa asustada a votar.
Falta que hagan lo del pasado plebiscito por la paz: mover a las bandas delincuenciales en los barrios a que presionen la votación a favor del candidato de la derecha, y contra el independiente. La MOE ha determinado que Medellín, por la mezcla de política y violencia, tiene alto riesgo electoral. Al menos el 56% de los puestos de votación tienen algún tipo de anomalía.
La campaña, entre la hostilidad, ha empatado en encuestas al de Uribe, y se espera éxito. Ha dicho Daniel Quintero: “Si Medellín cambia Colombia también cambia”.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: kienyke.com
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