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Pepe Mujica, el compromiso, entre dos utopías, continúa

19 mayo, 2025 By Maureen Maya Leave a Comment

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“Cuando uno cuenta los naufragios es porque no se ahogó”.

Mauricio Rosencof. Las cartas que no llegaron.

“No hay individuos insustituibles; hay causas insustituibles”.

Pepe Mujica.

Tal vez la figura política, humana y social más significativa, admirada y evocada en este siglo, tanto por representantes de diferentes corrientes políticas, analistas, académicos y líderes de opinión como por entusiastas juventudes de todo el continente, es José Alberto Mujica Cordano, más conocido como Pepe Mujica.

El mundo lo conoció como el presidente más pobre del mundo; un hombre de apariencia bonachona, mirada aguda y palabra precisa, que soltaba frases que estremecían los corazones de quienes siempre han presentido que es posible tejer un mejor mundo para todos y todas, libre de avaricias, odios y miserias física y morales. “No preciso dinero ni más de lo que tengo para vivir”; “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, dijo y lo realizó cada día de su vida. “Nos tenemos que juntar por el susto, para hacer algo en el mundo que se nos viene”. También afirmó: “Una cosa es vivir porque se nació o vivir por una causa”; “La política es la lucha por la felicidad de todos” y “La política es para servir, quien quiera dinero que se meta a empresario”. Cada frase suya, sencilla, elemental y profunda, nos regresa al sitio de donde nunca debimos salir. Pero quizás lo más sorprendente no fueron sus profundas o elementales reflexiones ni su perturbadora sencillez o la cercanía de su palabra con el sentir de los pueblos, lo más increíble es que fue un hombre consecuente hasta el final de su vida. Y lo fue tanto desde su cándida lucha estudiantil como en la militancia dura como guerrillero, como abanderado de una causa justa, como político, como jefe de Estado y como referente ético de varias generaciones. Entre su decir y su hacer el trecho fue corto, muy corto.

Pepe Mujica, el guerrillero que llegó a la presidencia del Uruguay por elección popular, después de sobrevivir -no sin heridas profundas- a la brutalidad del terrorismo de Estado, nos demostró que la democracia pese a sus abismos y contradicciones, y a la necesidad de profundizarse puede suceder y puede abrirse a expresiones y anhelos populares. Seguramente su camino marcó el derrotero de diferentes liderazgos en el continente, como el del actual presidente de Colombia, quien como miembro del M-19 reconoció la huella del Movimiento Tupamaro en la conciencia latinoamericana y como jefe de Estado sintió como propia la palabra hecha acción en Pepe Mujica. Acción viva y solidaria.

De Mujica se sabe mucho y se ha escrito mucho. Además de los miles de portales de internet que hablan sobre su historia de vida, de las decenas de videos de quienes lo visitaban en su granja, entre ellos nutridos grupos de estudiantes de diferentes nacionalidades, se cuenta con una docena de libros biográficos, películas y documentales estremecedores como  el documental ‘El Pepe, una vida suprema’, realizado por el serbio  Emir Kusturica, quien considera a Mujica “el último héroe de la política”, estrenado en 2018 y la película ‘La noche de 12 años’, dirigida por Álvaro Brechner, donde muestra el aterrador cautiverio sufrido en una prisión uruguaya, junto a sus compañeros tupas, el aclamado escritor Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, quien sería luego su ministro de Defensa. El documental de Pablo Trobo, ‘Los sueños de Pepe – Movimiento 2052‘, muestra la sensibilidad y respeto por la naturaleza que profesaba Mujica, quien reconocía la ternura que le producían los animales y hacia énfasis en el desafío del cambio climático y del modelo depredador de desarrollo y consumo que nos asfixia y nos anula la ilusión de futuro. Acá Pepe plantea la necesidad de legar un mundo mejor para las futuras generaciones. Y una pieza audiovisual inolvidable, es el falso documental ‘Misión no oficial’, que en tono humorístico muestra a Pepe liderando una misión secreta para dar con 50 toneladas de marihuana[1].

Respecto a los libros publicados sobre su vida y sus ideas políticas, incluyendo su militancia guerrillera, se contabilizan 89, aunque podrían ser más. ‘Palabras y sentires de Pepe Mujica’ de Andrés Cencio Batista; ‘Pepe Mujica de tupamaro a ministro’ por Maria Esther Giglio; ‘Pepe Mujica y las flores de la guerrilla’ escrito por Leo Trinidad y Matías Castro; ‘Pepe Mujica, políticamente incorrecto’ de Sergio Israel; ‘De tupamaro a ejemplar presidente’ (selección de Oveja negra); Il paese dell’utopia. Viaggio nell’Uruguay di Pepe Mujica de Leonardo Martinelli; entre otros.

De su vida sabemos que creció en las tierras de su abuelo, donde supo de la resistencia  y de los levantamientos contra el caudillo, que por sus venas corría sangre de inmigrantes italianos ligures y también de vascos; que su abuelo fue amigo personal de Luis Alberto de Herrera, el principal caudillo del Partido Nacional durante la primera mitad del siglo XX, que su padre fue un pequeño estanciero (hacendado o terrateniente) que cayó en la quiebra cuando Pepe tenía 6 años, que estudió en escuela pública, practicó de joven el ciclismo, que la represión política y social, la desigualdad y las injusticias lo llevaron a la lucha armada, donde conoció el sentido real del amor eficaz y la agonía y la derrota humana. También sabemos que le gustaba el tango porque llevaba una derrota en el alma y reconocía que era pura nostalgia por lo que se tuvo y lo que no; el amor de su vida, a quien lo unió dos utopías: la del amor y la de la militancia, fue la combativa Lucía Topolansky, quien además de “primera dama” fue diputada, senadora, vicepresidenta de la República Oriental del Uruguay, guerrillera y fuente de inspiración.

En Colombia -y tal vez en buena parte de los países latinoamericanos- poco supimos sobre los detalles de la lucha armada Tupamara, iniciada en los años 60s, más allá de las tendenciosas publicaciones que disparaba la gran prensa copiando las versionas oficiales y calificando sus acciones de terroristas; o lo que contaban algunos pocos militantes de movimientos y partidos de izquierda, dando detalles escabrosos sobre la represión militar y la lucha de parte del pueblo uruguayo por su emancipación. Los Tupamaros eran llamados  los “Innombrables”, por la censura impuesta a la prensa para que no contará lo que hacían y el apoyo que crecía entre los sectores populares por sus acciones audaces, como robar bancos disfrazados de policías o al estilo Robin Hood, asaltar camiones con vivires, propiedad de ricos empresarios, para distribuirlos entre los empobrecidos habitantes de alguna zona marginal de Montevideo o que mucho antes de que existiera internet y WikiLeaks filtraron información financiera delicada que revelaba los oscuros manejos de ciertas empresas con vínculos estatales.

Como miembro de los Tupamaros participó en varias acciones guerrilleras, fue herido seis veces, apresado cuatro, se fugó dos y en total pasó quince años en prisión. Su último período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985 cuando con el retorno de la democracia se decretó una amnistía para los prisioneros políticos por hechos ocurridos a partir de 1962.  “Mujica estuvo entre los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar tomó como «rehenes», lo que significaba que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas. En esa condición, pautada por el aislamiento y por duras condiciones de detención, Mujica permaneció once años”[2].

Este fue un tiempo de agonía permanente, no enloqueció porque no quiso; fue obligado a vivir en silencio y oscuridad, entre el dolor y el miedo, pero aprendió a amar los latidos de su corazón, a sentir con aprecio a cada insecto que visitaba su celda, y mediante código morse logró comunicarse con sus compañeros de martirio a través de las paredes; no tenía voz, pero tenía dedos.  Fue ultrajado, torturado, humillado, violentado, pero los milicos de la represión no pudieron quebrarlo; tampoco lo domesticaron ni lo arrodillaron ni lograron desviar su mirada ni hacer claudicar su corazón. Todo lo contrario, en la penuria del calabozo, en medio del hambre y la inhumanidad que lo rodeaba, arrojado al olvido y a la fosa de la indecencia humana, se hizo más fuerte y más humano; al borde de la muerte se llenó vida y se negó al olvido. Varias veces declaró a medios de comunicación que no sería quien era, ni tendría la fuerza de sus ideas de no haber atravesado la penosa oscuridad de aquellos años, y aunque no salió ileso -era imposible que lo hiciera- no pudieron apagar su luz interior. Y es justamente esta experiencia de vida y su respuesta lo que más nos conmueve e inspira.

“Esos años de soledad fueron probablemente los que más me enseñaron (…). Tuve que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro por momentos, para no volverme loco”.

Luego de ser liberado, Mujica se convirtió en un destacado líder político, que venía sin petulancias ni falsas modestias, a enseñar otra forma de asumir el poder político y de seguir siendo humano pese a los devaneos de la exposición mediática común con la vanidad y los excesos. Su estilo de vida austero y su discurso modesto y claro lo convirtieron en una querida y admirada figura internacional, pero nunca se comió el cuento, siguió viviendo en su pequeña granja en vez de ocupar la lujosa residencia presidencial, renunció a gran parte de su salario, el cual destinó a obras sociales, abrazó a los humildes y no inclinó la cabeza ante los poderosos, pero además optó, incluso ante los más altos escenarios internacionales, por mantener un lenguaje sencillo y una sonrisa profunda. “Si se intelectualiza demasiado se rompe la poesía de la vida”, afirmó alguna vez.

Una hermosa semblanza, publicada en mayo, pocos días después de su fallecimiento afirma: “Mujica enseñó que no hay que asomarse a la vida con la mirada de un almacenero. Sostuvo que el tiempo no es solo el tiempo productivo, sino también el de la existencia significativa, el de los afectos, el de las causas y el de las luchas, que la tierra no es solo la tierra productiva, sino también la que enmarca y contiene, el suelo de los antepasados y el de los que están por venir, y, en general, que la grandeza de las cosas no cabe dentro de los estrictos límites de su valor en plaza.

Enseñó que la sociedad no es un mercado, que las relaciones humanas son mucho, muchísimo más que meras relaciones mercantiles, que los triunfos y los fracasos muchas veces son ilusorios y que los honores del mundo son vacuos. Enseñó también que, así como el precio que fija el mercado no es una medida auténtica del valor de las cosas, el éxito no es una medida auténtica del valor de las personas y la capacidad productiva no es una medida auténtica del valor de las sociedades humanas. Defendió la vida sencilla, los gustos frugales, la cercanía, los pequeños gestos, la lealtad y la amistad.

Mujica predicó contra los honores fatuos del mundo, pero no puede decirse que le hayan sido esquivos. Todos le llegaron, o casi todos. Los aceptó con aparente resignación, como si aceptarlos fuera parte de su deber o, incluso, de su destino”[3].

Pepe Mujica logró con su actividad pública y también privada, -lo cual es bastante inusual- trascender los rótulos y mantener su esencia y una vocación dominada por el amor, la lucidez política y la sensibilidad social. Fue miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, fue diputado, fue senador, fue dirigente de su propio partido político, fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca del gobierno de Tabaré Vázquez (fallecido en 2020), fue presidente de la Cámara de senadores, Presidente ‘pro tempore’ de la Unasur, miembro de Partido Nacional cocreador de  Unión Popular, fue el presidente más conocido de la república de Uruguay (2009 a 2015), y también fue y sigue siendo un referente moral en un tiempo de oscuridad, pero más allá de todos estos rótulos, en su alma nunca fue nada de lo que fue, porque siempre fue un humano sin traje ni etiqueta, el de la chacra, el de los zapatos empolvados, el carro oxidado, la olleta vieja, la cama sencilla, la perra coja, el del matrimonio estable, el bebedor de Mate, el esposo leal, el compañero aguerrido, el humano que se rompe, se deshace y se reconstruye desde adentro, porque siempre más allá y más acá de todo, al final y al inicio de esta historia, fue sólo Pepe, nuestro Pepe.

 

“¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? Que vivo con poca cosa, una casa simple, que ando en un autito viejo, ¿esas son las novedades? Entonces este mundo está loco porque le sorprende lo normal“.

“En mi jardín hace décadas que no cultivó el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”.

“Van a envejecer y van a tener arrugas, y un día se van a mirar en el espejo y tendrán que preguntarse, ese día, si traicionaron al niño que tenían adentro”.

Pepe Mujica (Montevideo, 20 de mayo de 1935-

Montevideo, 13 de mayo de 2025).

______________

[1] El consumo de cannabis fue regulado en Uruguay en el año 2013 por una ley impulsada por su gobierno de Mujica. La Ley Nº 18.160 de Uruguay, aprobada en diciembre de 2013, regula el cultivo, la producción, la distribución y el consumo de cannabis, en tanto permite el cultivo personal de hasta seis plantas, el funcionamiento de clubes cannábicos con membresía y la venta en farmacias autorizadas. La ley también crea el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA)

[2] El País; La ‘poliética’ de Jorge Bergoglio y Pepe Mujica”. Tanto el Papa como el expresidente uruguayo fueron protagonistas de la poliética, pues nunca claudicaron en reconciliar sus convicciones con sus actuaciones al frente de sus cargos. Por Hernando Llano Ángel. Ver en: https://elpais.com/america-colombia/2025-05-20/la-polietica-de-jorge-bergoglio-y-pepe-mujica.html

[3] Sin Permiso; José Mujica (1935-2025). Dossier” de Aníbal Corti Constanza Moreira Gabriel Delacoste. Ver: https://sinpermiso.info/textos/jose-mujica-1935-2025-dossier

Maureén Maya

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