Para mi es evidente que los intereses de Colombia no son ni pueden ser los mismos que los de Estados Unidos. Ellos son una superpotencia y nosotros un país de tamaño medio que todavía lucha por superar un estado de subdesarrollo que en buena medida nos ha sido impuesto. Ellos quieren gobernar el mundo y nosotros lograr que ellos reconozcan nuestro derecho a la independencia y la soberanía y, que por lo tanto se abstengan de interferir en nuestros asuntos internos y de imponernos agendas políticas, económicas y militares ajenas o contrarias a nuestros derechos y legítimos intereses.
La lista de diferencias entre ellos y nosotros puede alargarse fácilmente. Pero ahora quiero centrarme en las que saltaron a la luz con la fugaz visita del almirante Holsey a Bogotá. Una visita anómala, desde el punto de vista diplomático, porque se realizó saltándose las jerarquías. Hosley tendría que saber que, también en Colombia, el presidente de la república es el comandante de las fuerzas armadas del país. El, sin embargo, no solicitó, como era obligado, una entrevista formal con el presidente Petro, sino que se dio incluso el lujo de rechazar la invitación a cenar en el palacio de Nariño que le envió Petro.
La falta de cortesía del almirante no es sólo una falta de cortesía. Es, por el contrario, aplicación de una política inaceptable. La de que el poder militar es independiente del poder político y que por lo tanto está autorizado para actuar según sus propios intereses y conveniencias. Ahora mismo no tengo los elementos de juicio suficientes como para poner en duda que en Estados Unidos el poder político prima sobre el poder militar. Pero sí tengo los suficientes para pensar que la decisión de Hosley de entrevistarse exclusivamente con el almirante Francisco Cubides, comandante de las FF AA de Colombia, demuestra su deseo de que nuestras fuerzas armadas sean o se comporten como un estado soberano. Con la capacidad por lo tanto de mantener relaciones directas con el Comando Sur, al margen o de espaldas del poder político colombiano.
El argumento de que la reunión en Bogotá entre los dos almirantes tenía una dimensión puramente técnica, de coordinación e intercambio de información no se sostiene en este caso. Tanto porque estos asuntos se tramitan rutinariamente por canales previamente establecidos, gestionados normalmente por oficiales de menor rango. Como por el hecho de que esta visita tenía una importancia política inocultable. Tal y como lo indica el hecho de que la realizara después de que Hosley visitara a Panamá y recibiera la visita en el cuartel general del Comando Sur en Florida, de Irfaam Alí, el presidente de Guyana.
En la primera visita Hosley se reunió con ministros del gobierno del presidente José Raúl Mulino y Ricardo Vázquez Morales, administrador del Canal de Panamá. Reuniones realizadas en el contexto del recientemente aprobado acuerdo en materia de seguridad. Un acuerdo, que no se si llamar acuerdo, porque fue resultado de la decisión del presidente Trump de apoderarse de nuevo del Canal de Panamá, que “construimos nosotros y que ahora está en manos de los chinos”. Es probable que Hosley fuera a Panamá después de que le allanaran el camino las visitas de Marco Rubio, el secretario de Estado de Trump, y de Pete Hegseth, su secretario de Defensa, que consiguieron doblegar la oposición de Mulino al diktat neo colonialista de Trump. Y con la finalidad de ordenar in situ el despliegue de marines en el Canal, autorizado por el mencionado acuerdo. Acuerdo que viola “la Carta Magna y el Tratado de Neutralidad Permanente del Canal”, según reza una demanda en su contra presentada ante el Tribunal Constitucional panameño.
La visita del presidente de Guyana a Hosley, según la información oficial, tuvo como tema las obras de ampliación del principal aeropuerto del país y de la mejora de dos aeropuertos militares. Temas que solo pueden considerarse rutinarios si se excluye del análisis la disputa que mantienen ahora Venezuela y Guyana por el control del Esequibo. Una región con enormes reservas de gas y de petróleo y de otros minerales igual de estratégicos. Sobra decir que Trump se ha posicionado a favor de Guyana en contra de Venezuela y que el Pentágono ha decidido incrementar sustancialmente la ayuda militar a dicha ex colonia británica.
Es este contexto el que le concede una gran importancia política a la reunión de Hosley y Cubides que nos ocupa. ¿Cuál fue el tema de la misma? ¿Qué fue lo que realmente hablaron? ¿Hosley quiso saber la opinión de Cubides sobre los asuntos candentes de Panamá, Venezuela y Guyana? ¿O Hosley simplemente le comunicó a Cubides cuáles son los planes del Comando Sur con respecto a Panamá y a Venezuela y le pidió que los apoyara? Y finalmente ¿porqué Hosley se negó a discutir temas tan importantes y comprometidos con el presidente Petro?
Ignoro las respuestas a estas preguntas, pero sí sé que su sola formulación demuestra de qué estamos hablando cuando hablamos hoy de “Defensa del hemisferio occidental”. Estamos hablando de la interpretación que hace Trump de la misma, que consiste en que todos los países del hemisferio, incluidos México y Canadá, se pongan al servicio de su plan de afirmar o reafirmar el dominio mundial de Estados Unidos. Incluidas también sus fuerzas armadas que, con independencia de las políticas de sus respectivos gobiernos, deben ponerse al servicio de los planes militares del Pentágono. No sorprende que a Hosley le interesara discutir con el almirante Cubides y no con el presidente Petro.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: Infobae
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