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Dólar, economía y ReRe

11 julio, 2022 By Jaime Alberto Rendón Acevedo 1 Comment

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El nuevo Gobierno ha estado mostrando las rutas que va a seguir y quienes son las y los que las van a dirigir. El país de una u otra forma ya se había acostumbrado a ver las “cabezas de área” como simples seres normalitos, común y silvestres, que podían dirigir los destinos del país. Parodiando la canción de Escalona, se pueden poner del presidente pa´ bajo a requisar. Esa es la constante, falta de rigor académico y técnico es lo que hemos visto en los últimos años. El mensaje ahora es diferente, los nombramientos dan cuenta de la meticulosidad con la que el presidente y su grupo de asesores han venido tejiendo una nueva esperanza, un nuevo despertar.

Hace ya más de tres décadas el país se vio inmerso en un movimiento internacional que fue apalancado por los más importantes organismos internaciones. Vagamente se le llamó Consenso de Washington, nosotros simplemente lo denominamos apertura económica. Con él nos impusieron una forma de entender la economía y la vida cotidiana. Nos enseñaron “algunas verdades” y se hizo gala de aquella frase de “lo que es bueno para los ricos debe ser bueno para los pobres”. El Estado se volvió el centro de los ataques y los bienes y servicios públicos comenzaron a transarse en los mercados. La búsqueda del Estado mínimo condujo a otra premisa: “la mejor política pública es no tener políticas públicas”.  Y todo se hizo así. El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz dice que la ingenuidad teórica y práctica de los fundamentalistas del mercado no tienen comparaciones.

En este pragmatismo económico y político del neoliberalismo, los mercados se fueron convirtiendo en espacios para quienes tenían mayor vigor tecnológico y financiero. La consecuente acumulación, demostrada con toda solvencia por Piketty, fue conduciendo a situaciones monopólicas u oligopólicas, la promesa del crecimiento y del desarrollo se fue diluyendo y terminó en una globalización marcada por las crisis continuas, las migraciones en busca de trabajo, la desigualdad, la pobreza y el hambre. El modelo de la globalización, de los mercados libres y del Estado mínimo se fue al traste dejando una cruel estela de exclusión, marginación, deterioro de la naturaleza e incluso de muerte.

En Colombia todo este proceso nos ha conducido a una desindustrialización y a una desruralización. Esto se negó por muchos años, hoy ya la fuerza de la evidencia y la sensatez de algunos dirigentes, ha permitido reconocer situaciones que nos han llevado a tener algunos énfasis en sectores especulativos o de muy bajo valor agregado. Esto soportado en mercados de trabajo informales y precarios. Se dejó de producir con la falsa creencia que en los mercados internacionales íbamos a tener mejor acceso a diferentes bienes y servicios. La otra parte de la ecuación no se hizo, por el contrario, se desalentó, debíamos producir para generar empleo de calidad, elevar el ingreso e incentivar espirales virtuosas de crecimiento y desarrollo. Esto de nuevo quedó trunco y hoy pagamos las consecuencias.

Los efectos no se hicieron esperar: dependencia de las importaciones, unos déficits macroeconómicos permanentes (fiscal, externo y financiero), un alto endeudamiento interno y externo para cubrir estos déficits, una baja tributación incluso comparada con los países de la Región y un negocio de la guerra que fue dejando en ruina los campos. La ruralidad terminó en el interés de muy pocos, algunos de ellos han hecho de la tenencia de la tierra no solo un signo de poder y especulación sino la forma de acumular y eludir impuestos.

Si bien, por fortuna, esto no ha sido una generalidad, ya que empresarios y campesinos han resistido los embates en los mercados y la guerra, han perdurado generando producción, valor agregado y empleo; también es cierto que la fragilidad empresarial y por ende macroeconómica nos ha venido cobrando cada día las consecuencias de las malas decisiones del pasado y del presente. Hoy el mundo se enfrenta a crisis de logística internacional a la que se suma la guerra en Ucrania, pero dependemos de producciones, de insumos, bienes y servicios importados que hay que buscar la forma de seguir adquiriendo, aunque cada vez en menor calidad y cantidad. Y a esto hay que agregar las altas posibilidades internacionales de una recesión, que no es otra cosa que la fase superior de la crisis de 2008, aplazada por la pandemia, pero ya profundizada por las crisis mencionadas. Se trata de los peores escenarios posibles, no solo se necesitan más dólares para pagar las importaciones, sino que los capitales fluyen en busca de refugio en EEUU, que al subir las tasas de interés generan un efecto de absorción de capitales en procura de salvar su propia crisis. Esta vez ha venido arrastrando a monedas fuertes como el Euro y a las monedas latinoamericanas, entre ellas las de Chile, Argentina y Colombia que han llevado la peor parte.

Hace algunos años, Alberto Bernal el analista internacional de inversiones, con gran eco en la prensa colombiana, señaló que si Duque ganaba el dólar estaría por debajo de $2.700. Bernal entre otros economistas ortodoxos, es quien más insiste que la economía no puede ser ideología, pero en su momento alentaba a los inversionistas solo con sus creencias, o bueno con sus modelos. Hoy el dólar está por encima de los $4.500, la tasa de desempleo se mantiene, los déficits aumentan, la deuda creció de manera exorbitante, la inflación aumenta y el hambre acecha, y aun así se sigue planteando que todo está muy bien y que incluso hay que blindar todo para evitar ideologizar a la economía.

En Colombia, cafeteros por excelencia, hablamos del rere: la recolección oportuna y el repaso. Pues bien, hoy la idea es ReRe: Reindustrializar y Reruralizar, volver a poner los énfasis en sectores productivos que generen empleo de calidad, que dinamicen los mercados y generen divisas. El crecimiento no se genera con titulares o expectativas, se logra con la generación de valor, con la ampliación de la producción, con políticas de innovación, de infraestructuras, energéticas, educativas, sociales, entre otras. No hay camino diferente para encontrar rutas de bienestar y desarrollo. El país lo viene entendiendo, las convocatorias del nuevo presidente han venido avanzando y debe ser el momento para trasegar por otros rumbos, sin miedos, con decisión a encontrar nuevas oportunidades de un país más incluyente, con mayor dignidad para quienes lo habitamos.

Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR), Universidad de La Salle

Foto tomada de: ABC Rural

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

Comments

  1. Héctor Espinosa says

    20 julio, 2022 at 6:29 am

    Transformar los contenidos y las metodologías de la educación media y universitaria puede ser una de las rutas para entrar a comprender este paradigma de la economía,

    Responder

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