Desde las últimas denuncias, Temer ya no gobierna. Apenas busca estrategias para intentar sobrevivir, a pesar de los indicios claros de que la derecha ya no lo quiere como presidente. Desde que Globo ha adherido a la campaña de su aliada, él sabe que yo no va a sobrevivir. El mismo tipo de traición que Temer practicó en contra de Dilma Rousseff, él la sufre de parte del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que ya surge como el candidato de la derecha para sustituir a Temer.
Temer, como ex-vice presidente, fue la vía que la derecha ha encontrado para sacar el PT del gobierno. Pero luego se dieron cuenta no solo que él no tiene las mínimas condiciones políticas para presidir a Brasil, sino además que su equipo y el mismo, están profundamente comprometidos con la corrupción. Él fue un instrumento del que sirvió la derecha para recuperar el gobierno, pero ya se muestra capaz de llevar adelante lo que más importa a la derecha: el paquete de medidas antipopulares que caracteriza la reinstauración del neoliberalismo.
Hasta ahora Temer había cumplido. Recién el Congreso ha aprobado monstruosas medidas de violación de los derechos de los trabajadores, que venían desde el gobierno de Getulio Vargas. El gobierno perdió muchos votos, pero mantuvo los suficientes para seguir prestando ese servicio a los grandes empresarios. Pero los otros proyectos están aplazados.
Después que el relator del primer proceso de corrupción en contra de Temer en la Cámara de Diputados, aun siendo de su mismo partido, tuvo que admitir la continuidad del proceso – que ahora debe ser votado en la Comisión de Constitución y Justicia, para después llegar al plano de la Cámara -, la agenda política brasileña se vuelca sobre esos procesos. El primer proceso – que serán probablemente tres – debe ser votado en la Cámara en agosto. Si Temer es condenado, el presidente de la Cámara de Diputados asumirá la Presidencia de la República por máximo 180 días, mientras el Senado juzga el proceso. De todas formas, como mencioné, se trata apenas de uno de los procesos muy circunstanciados en contra de Temer.
Por ello, la derecha lo considera ya un cadáver político. Busca una alternativa que pueda dar un empujón más firme a sus proyectos de restauración neoliberal. Lo intentará hacer por la vía indirecta, pro votación de un Congreso absolutamente desmoralizado por las acusaciones de corrupción a cientos de sus miembros. Lo intentará hacer, aunque sectores de la derecha, como el mismo Fernando Henrique Cardoso y órganos de prensa, planteen la necesidad de elecciones directas, conscientes de que alguien que elija ese Congreso tampoco tendría la mínima legitimidad para reimponer una estabilidad política básica a un sistema que no ha salido de la crisis desde la reelección de Dilma Rousseff.
Pero para enfrentar elecciones directas, la derecha tendría que tener un candidato con apoyo popular, que pudiera enfrentar a Lula. Como toda la derecha se ha comprometido con el golpe y con el paquete de medidas regresivas implementadas hasta aquí, ninguno de sus candidatos tendría la mínima posibilidad de enfrentar a Lula. Queda la alternativa de eliminar a Lula de la disputa, pero esa posibilidad – aun contando con una condena segura en primera instancia – aparece cada vez menos probable, frente a la falta de pruebas en contra de Lula y a manifestaciones de sectores del mismo Poder Judicial que rechazan procesos que utilizan solamente con declaraciones como pruebas.
La más prolongada crisis de la historia brasileña, que ya está en su tercer año, no tiene todavía un horizonte final. Se ha intensificado, a medida que Temer se ha debilitado y la imagen de Lula se ha fortalecido. La derecha intenta un nuevo aliento sin Temer, pero ni siquiera es seguro que logre la mayoría parlamentaria para sacarlo y para sustituirlo por otro político suyo para dar continuidad al golpe y a la restauración neoliberal.
Emir Sader: sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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