Maquiavelo
La democracia es esfera de acción pública, campo popular. Para la ultraderecha la democracia no hunde sus raíces en las bases económicas, ni en las formas de vida de la sociedad, pues tratan de ocultar el terreno propio de donde surgen la acción y la participación política de los ciudadanos para hablar de un régimen político de “libertad”. Esta libertad abstracta ante la ley esconde la escandalosa desigualdad real de las personas en la sociedad. Detrás de este concepto tan pobre de lo que es la democracia está la idea de que su ejercicio es solo el proceder neutral de expertos dirigentes, quienes aferrados a sus cargos públicos pretenden borrar el hecho cierto de que si bien un gobierno es en general el conductor político de la sociedad, sus políticas se orientan siempre en determinadas direcciones motivadas por razones económicas y un determinado interés de clase. La derecha es incapaz de construir una visión de lo político que recoja la complejidad y la pluralidad propias de la realidad social. Evaden los conflictos, niegan la contradicción y ven en la tecnocracia la cura contra la polarización. Gobernar es para ellos gerenciar y gestionar. Burócratas “expertos” desvinculan la democracia del poder social y la reducen a un asunto de administración de los recursos públicos, que se roban.
Donde hay poder hay resistencia, pero también hay adhesión y filiación. Solamente en ciertos casos la resistencia y la adhesión adoptan un carácter político y pasan a constituirse en luchas orientadas a mantener o poner fin a relaciones de poder determinadas. Si la democracia es esencialmente participación, la política es confrontación y lucha. Es a través de la confrontación política de adversarios basados en intereses claramente definidos como se da la construcción de la verdadera democracia. El Congreso no es el único escenario de disputa. Siguiendo a Maquiavelo, Norberto Bobbio ha destacado la fecundidad del antagonismo contra la tradicional concepción orgánica de la sociedad que prioriza la armonía, la subordinación de las partes al todo y la concordia impuesta que condena el conflicto como elemento disgregador y disruptivo. El verdadero demócrata no pretende eliminar los conflictos ni lo considera deseable. Quien evita la “polarización” es en verdad el verdadero antidemócrata, pues se niega a aceptar las diferencias internas tan propias de toda sociedad y obstaculiza las vías por donde la sociedad podría desfogar sus deseos e intereses. “El progreso técnico y moral de la humanidad solamente emana de la contraposición de opiniones e intereses diferentes. (Bobbio, 2021).
La oligarquía colombiana, muy preocupada por la participación política del pueblo en las manifestaciones convocadas para ayer 27 de septiembre, ha salido a exponer su desacuerdo. El inoperante Juan Manuel Galán, un delfín inimputable, afirmó en su cuenta de Twitter que “estas movilizaciones como demostración de fuerza gubernamental; presionan la toma de decisiones en otros órganos del poder que deben ser autónomos; acaban con la neutralidad que desde el poder, está obligado a garantizar el gobierno en el debate que se lleva a cabo”.
Más allá de la equivocada puntuación y la terrible redacción de este pobre comentario, me interesa destacar lo que declara ese mensaje: i) que el legislativo es una rama autónoma cuyo poder no se relaciona de ninguna manera con el pueblo, aunque sea este el que lo elige; ii) que un gobierno, “desde el poder”, debe mantenerse como un órgano neutral. ¡Cómo confunde movilización política con intervención electoral!
Atendiendo a su capacidad visionaria de gran líder político, el niño Galán afirma que “las movilizaciones como demostración de fuerza gubernamental presionan la toma de decisiones”. Pero, ah, cómo desearon que a estas marchas no asistiera nadie para proclamar la soledad de Petro y demostrar “la debilidad de su gobierno”. Su sueño es un gobierno popular sin pueblo, abandonado al capricho del poder despótico de políticos corruptos, empresarios y grandes medios que amordazan y aprisionan a este país sin ser interpelados. Se niegan a aceptar que un gobierno tenga un respaldo masivo popular y entonces invocan las inocuas reglas de “neutralidad” de la democracia formal meramente representativa. No entienden todavía que el pueblo soberano fue quien eligió, y que el gobierno debe responder a su mandato. En la democracia real, donde los ciudadanos deliberan y participan, el pueblo elige y debe hacerse cargo del gobierno.
“La esperanza es la democracia real, la democracia que se mueve. Somos una democracia en movimiento. Eso somos”, afirmó ayer el presidente en la plaza de Bolívar. Y concluyó: “La democracia no es una estatua allá como Bolívar […]. La democracia no es una estatua, no es una piedra. Democracia en movimiento es el eje del gobierno”.
David Rico
Deja un comentario