Dentro de pocos días, de modo virtual, tendremos las deliberaciones académicas y los análisis políticos del XVI Seminario Internacional Gramsci. Es el ejercicio de formación académica y política que compartimos desde el Grupo Presidencialismo y Participación, a partir de 2008.
Estaremos acompañados por la Red Latinoamericana y Caribeña de Estudios Gramscianos, la IGS-Colombia, la Red Colombiana de Estudios Marxistas, DemocraciaHoy, la UD y sus foros, la Revista Pensamiento de Ruptura, junto con los cursos universitarios y de bachillerato, a cargo de los docentes participantes en el seminario interno del Grupo PyP del presente semestre.
Con el motto “Gramsci Siglo XXI” utilizaremos la obra e interlocución con el genial sardo, resistente en la guerra democrática de posición contra el fascismo italiano que libró hasta su muerte, luego de una década encarcelado, a pocos días de su libertad en abril de 1937.
Es nuestra antesala de la celebración mundial de la International Gramsci Society, IGS, cuando se cumplirán 130 años del nacimiento de Nino, en Ales, Cerdeña. Acordada en la reunión de Campinas, presidida por un comunista maltés, el humanista Joe Buttigieg, profesor emérito de Notre Dame (2017). Ahora la celebración del año entrante está a cargo del comité que preside Guido Liguori, presidente de la IGS-Italia, coeditor del Dizionario Gramsciano, estudioso de los Quaderni, la hegemonía y los subalternos.
Asumimos la preparación con múltiples voces, cuando hay la abigarrada presencia de valiosas manifestaciones subalternas. Para un descarnado inventario y un optimista balance de la coyuntura con la vista puesta en el rescate de la paz en ascuas, el control de la pandemia, y la disputa por la presidencia de Colombia en 2022.
En esta antesala pasaré revista a Colombia, local, regional y nacional. A propósito del bloque histórico nacional en el desenlace de la actual crisis de hegemonía. Hace parte del estudio de la crisis orgánica del capitalismo dependiente y periférico en la Subregión Andino Amazónica, comparándola con el diverso contexto latinoamericano.
El último aspecto a tratar el cierre de esta reflexión evaluará de modo sumario las Hegemonías alternativas presentes a nivel glocAL.
Entrando en materia
Así que el estudio de la coyuntura estratégica colombiana tiene un doble propósito. Orienta un proyecto bi-anual de Escuela de Autonomía Virtual, 2020-2021, durante tres días de sesiones de escucha y deliberación, el 9, 11 y 12 de noviembre.
A la vez responde a la invitación de la Revista Sur, y su director Pedro Santana, animador de la causa Gramsci y la sociedad civil desde el proyecto fenecido de la Unión Revolucionaria Socialista. Una iniciativa que queremos actualizar en esta historia de proyectos inconclusos en esta nueva hora de caótica renovación.
América Latina y Colombia bajo la excepcionalidad
“Decirle al presidente Duque que dé la cara al país”. Hermes Pete, Minga del Suroccidente.
Nuestro atalaya es América Latina, con los subalternos y sus dirigencias en Bolivia y Chile que dan “otra vuelta de tuerca”. Pero la clave es y tiene que ser glocAL. Porque estos países, sumados los demás pueblos y ciudadanías, encaran un futuro promisorio, la alborada de una nueva época que se reabrió después que hubo un corte electoral del círculo de la década virtuosa del progresismo. Luego de la crispación, el terror y la resistencia a estos violentos estertores del neoliberalismo agonal atacado por el covid-19.
La mirada está expectante ante los posibles resultados presidenciales de EUA, porque afectan el borrascoso curso de la economía mundial, por la guerra comercial inducida por Donald Trump y su troupe. Ella sigue jalonada, sin embargo, por China y la India sin caer en la depresión de los lejanos años 30.
Colombia aprende en contravía de los yerros y mezquindad del bloque gobernante. A través del trato socializante de la pandemia en España, que en contraste con el trato miserabilista a trabajadores, pobres y pequeños comerciantes orienta la coalición progre de PSOE, Unidas Podemos, Esquerra Republicana, Bildu y otras agrupaciones. Más aún sortearon la censura al presidente Sánchez por la reacción fascista del partido Vox.
Suramérica, Chile y Bolivia adelantan al gobierno reaccionario de Colombia, cuando sus pueblos rectifican los rumbos de la guerra social de Pinochet y su epígono Sebastián Piñera. Mientras que el MAS ajusta cuentas con la historia inmediata del golpe de Estado contra Evo Morales. Es un paro significativo para los subalternos que luchan por la paz después de medio siglo de guerra social lanzada por el capital bajo la égida neoliberal.
En el subcontinente americano, en nuestro corto siglo XX, las primeras laceraciones fueron impuestas a la pareja de estas plurinaciones hermanas. El ciclo de revoluciones y contrarrevoluciones empieza con el asesinato del Che y el colapso del proyecto continental que encarnó en armas. En el segundo momento del siglo pasado, se cortó en forma violenta la ruta pacífica al socialismo, dirigida por Allende y la UP, en la tierra de los Mapuche, Recabarren, Enríquez y Jara.
Aquí y ahora, el coro subalterno responde, dándole comienzo promisorio a un tercer ciclo marcado por la emergencia de la multitud democrática subalterna. No tiene primeras voces, pero sí diversas formas de auto-organización y múltiples experiencias de autonomía, en interlocución y potenciamiento con el pensamiento de ruptura, enriqueciendo las llamadas epistemologías del sur. Enmarcado en términos de reforma intelectual y moral por los imperativos de la transmodernidad, a la que dio la palabra pública, el intelectual del sur, Enrique Dussel en una serie de libros notables dedicados a la liberación en sus diferentes facetas.
Tejiendo pueblos originarios o no, movimientos sociales y políticos, intelectuales orgánicos y tradicionales, con dificultad manifiesta, como extremos plural de un antagonismo que rechaza la guerra, la historia integral de los subalternos.
Este escenario monumental y complejo abreva con necesaria modestia y convicción interactiva en los esfuerzos primigenios del laboratorio académico y político de los investigadores y activistas de la coyuntura estratégica que marca un prolongado desenlace de la crisis de hegemonía en sus principales manifestaciones en la Subregión Andino Amazónica.
Ellos vienen acompañando este titánico empeño de precisar el rumbo híbrido de la lógica del antagonismo y sumak kawsay, que expone David Choquehuanca, el vicepresidente electo de la Bolivia en rebeldía del Chapare hasta los Altos, con su vecino el Chile insurrecto, donde se juntan Mapuches y Quechuas, con las mujeres cantando en coro desafiante, que el estado es violador, y los jóvenes que rechazan que la educación pública sea un bien transable. Así Colombia se enruta, y no de modo excluyente, a cumplir la cita del año 2022.
Colombia y la corrupción política
“Es un proyecto que nos muestra que no vamos a ahorrar ningún esfuerzo para demostrar que se les acabó la fiesta a los corruptos.” Marta Lucía Ramírez, vicepresidenta.
“El paso que queremos dar es que tengamos la capacidad impajaritable de destronar del espacio corrupto y malsano…muchos indelicados que creen que la administración pública está a su servicio.” Iván Duque, presidente.
En Colombia, el talón de Aquiles de la disputa por la hegemonía es la lucha contra la corrupción generalizada del país político. Es la secuela que siguió a la crisis de legitimidad de los dos gobiernos de Álvaro Uribe, que quebraron la estrategia guerrera de las Farc-Ep, prevalidos de su superioridad técnico-militar ofrecida por el verdadero Plan Colombia.
La seguridad “democrática” resolvió el descrédito producido en el gobierno de la sociedad política, debido a la compra de la segunda vuelta a manos de las fortunas del narcotráfico, amasadas por los hermanos Rodríguez Orejuela. Corruptela descarada en ambos lados del espectro bipartidista en el triste desenlace por agotamiento del consociacionismo frentenacionalista.
La agonía del difunto era perturbada por el crecimiento de una tercera fuerza en las ciudades, después de la eliminación cruenta y brutal de la UP. Vino el trastabilleo de la AD/M19, mareada por el triunfo en la Constituyente que aceptó autoexcluirse del poder legislativo, un quehacer político que haría palidecer cualquier pronóstico de Maquiavelo.
Después prosiguió la degeneración democrática, y la guerra social interna financiada por la tanatopolítica del Plan Colombia y los contratistas del Pentágono bicolor estadounidense. El proceso de de-democratización colombiana pulverizó todos los sesudos pronósticos de los teóricos de las transiciones y consolidaciones democráticas en el Cono Sur. Y nos puso a la altura de los “países hermanos” de la Europa del Este, que estudiara el acreditado sociólogo de la política, Charles Tilly en su obra Democracy, publicada a comienzos del tercer milenio.
Con los ejércitos subalternos, fortalecidos por la recesión de fines de los 90, que empobreció más a la gente común del campo y la ciudad, la seguidilla de victorias militares a campo traviesa, no se hizo esperar enfrentando los propios batallones apostados en las zonas de conflicto armado y cultivos ilícitos.
Con Andrés Pastrana la disputa fue por la paz posible. Se libró primero entre los negociadores desde San Vicente del Caguán, mientras se posicionaban los antagonistas en las trincheras y casamatas de la abigarrada sociedad civil colombiana. Una cadena que unió campo y ciudad, con miras a copar la altillanura y los valles interandinos, y asegurar los accesos a las mesetas y vertientes. El duelo fue entre los llamados “señores de la guerra”.
En definitiva, lo que se ventiló en medio del desplazamiento de millones, las inenarrables masacres y desapariciones era la construcción eficaz de una nueva hegemonía, animada por la democracia subalterna de los muchos, enfrentada con el proyecto reaccionario que quería eliminar cualquier tercera fuerza, disenso, mucho menos un gobierno alternativo.
Sin embargo, llegaron los triunfos en la ciudad capital, tres, en otras ciudades, y algunas gobernaciones. Pero el gobierno central pasó del guerrero liquidador al pacificador tahúr de la paz. Perdido el plebiscito para dar aprobación a los Acuerdos con las Farc-Ep, y ganado el nobel de paz por Santos en solitario.
Quedó a la vista la charada de la paz neoliberal, y la tristeza contenida en el metal martillado por mujeres vejadas, abusadas y mancilladas por un cuarto de siglo, en la guerra contra los pobres del campo y la ciudad. Esta es, la instalación de Doris Salcedo, la memoria del conflicto, a los pies de cualquier visitante en el museo rotante de la guerra fallida.
El tiempo presente y sus actores
“En especial demandamos y exigimos garantías para la protesta y movilización social, y rechazamos la brutalidad policial y militar con quien el Gobierno Nacional la ha venido agrediendo”, en: Por vida, democracia, paz y negociación del Pliego de Emergencia, ET, 18/10/20. Publicidad pagada.
Colombia, los adversarios y enemigos, precipitan cada vez más un desenlace de la coyuntura estratégica nacional. Al respecto, dos puntas, tiene el camino de la paz fallida, toda vez que se la vació con descaro inaudito en tres presidencias seguidas, las de Santos y la de Duque, castigado de manera frontal por las encuestas de opinión de esta semana.
Una es la tendencia progresista y democrática, que interpela a quienes se movilizaron desde el 21 de noviembre de 2019. Que apoyó a los que protestaron, saliendo a riesgo de su vida, por bala o contagio, durante los 3 días que estremecieron a Colombia.
Están con ellos, las movilizadas minorías indígenas, afro y campesinas, más de 8.000, convocados por la minga del Suroccidente, sin respuesta del primer mandatario. Se suman a ellos quienes convocaron e hicieron realidad el paro nacional el pasado 21 de octubre, coordinado por Fecode, las centrales de trabajadores, las fuerzas de la oposición en el Congreso, entre otras organizaciones y nominaciones de actores de la sociedad civil montada en cólera y dispuesta a transformar el estado de cosas existente.
Después caminan los más de 1700 peregrinos, excombatientes de las Farc-ep, hacia Bogotá, desandando los pasos de la masacre de la UP. Guiados ahora, por uno de los herederos, el partido de la Rosa, a quien ahora el presidente amenaza con desintegrarle la bancada congresional pactada con el fin de la guerra.
Cuando ellos vienen con sus querellas y reivindicaciones, a pedir cuentas, primero, a los comisionados Emilio Archila, Miguel Ceballos, y, claro está, a su mandante, por incumplimiento reiterado de los acuerdos firmados, mientras que los hacen trizas y desacreditan cada que pueden, burlando los compromisos del Estado colombiano, e ignorado a los países garantes y a la comunidad internacional presente para acreditar su cumplimiento.
Toda esta abigarrada sociedad en movimiento en los últimos tres años, que no ha parado la eliminación física, el transformismo, es la masa crítica que confluirá el próximo 21 de noviembre, un año después para convalidar lo exigido. Lo demandado en las calles de Bogotá, de nuevo por las gente del campo y la ciudades movilizadas en Octubre, recupera y continua lo expresado con música y arengas en un fin de semana imborrable.
Es la nueva lucha por la hegemonía en todos los espacios de la sociedad civil, sitiada aún por la guerra. Entonces y ahora se viene articulando la protesta en todas las formas, las diferencias, la interlocución entre arte y política. Dos años después de que el estudiantado universitario reclamó con firmeza el rescate de la universidad pública y el presupuesto equitativo y suficiente para el SUE. Obtuvo compromisos, más allá de lo logrado por los rectores concertados. Pero estos se han venido diluyendo, como propias de los acuerdos, que acreditan traiciones desde los acuerdos del Puente del Común al final del siglo XVIII.
El entendimiento de la coyuntura presente, y el estudio de sus alternativas progresivas se nutre del esfuerzo de estudiosos, políticos y activistas sociales y políticos, quienes sopesan antagonismos, alianzas y coaliciones. Todos inciden en el análisis tendencial para descubrir las fisuras más propicias, porque resquebrajan el bloque histórico dominante.
Impactado estuvo primero por la firma de la paz neoliberal en La Habana y Bogotá, que ha hecho posible la presencia de la JEP, de la Comisión de la Verdad, de la bancada de la oposición con su variopinta procedencia. Pero sobre todo le dio personería al ciclo de luchas sociales y políticas, la protesta social y política legítima, base de la reciente interpelación no contestada de la minga al presidente, que ya tiene más de 60% de desfavorabilidad. Y que marcó un salto cualitativo en la lucha contra hegemónica de los de abajo, a no dudarlo.
La movilización marcha en paralelo con la creciente pasión por la verdad, que desnuda en en la calle, el sartal de fake news, la subienda de tuits de Álvaro y sus aúlicos. A la vista están las grietas en contraste con la difusión mediática disfrazada de periodismo investigativo al servicio de divulgar expedientes de conveniencia partidista, dirigida al consumo interno para confundir y domar al sentido común. Es la opinión pública que fabrica y difunde, el consenso del oligopolio mediático, que controlan el estrecho grupo de los propietarios del capital transnacional, con Sarmiento Angulo, Ardila Lulle y el Sindicato antioqueño en el cabeza a cabeza.
La guerra mediática después de la Cuarentena
Esparcido el virus de la corrupción política luego de la impunidad blindada para los funcionarios del Estado, desde los mandos rasos hasta el propio ministerio de defensa, conviene no perder de vista las principales fuentes de contagio en el seno de la sociedad civil, que lo oscurecen y lo tergiversan todo, en solitario, porque son oligopolio. Es un estado de cosas que a fuerza nos retrotrae a lo escrito por María Teresa Herrán y su equipo en La Industria de los medios masivos de comunicación en Colombia (Ver Fescol. 2a. edición ampliada, octubre de 1991).
A lo dicho se le conoce como guerra mediática de cuarta generación, a la que se suman las tropas de asalto a la opinión pública crédula, a través de los ejercicios de redes sociales. El piloto en esta guerra de maniobras es el laboratorio de Semana, controlada por los Gilinski, y comprometida con la defensa de Israel y sus principales aliados.
La fórmula es tomarse la justicia para simular juicios en privado, en procura fácil del sensacionalismo judicial. Tal es la destorcida de la periodista Vicky Dávila, y sus conmilitones en otros medios radiales y audiovisuales. Ella pasó de la denuncia de los escándalos y abusos sexuales de la comunidad del Anillo policial, a pagar penitencia a sus nuevos contratistas. Dedicados están a realizar la labor de zapa en la causa penal que se adelanta contra el señor de las sombras y sus coequiperos.
Luego de los desafíos de la serie Matarife, borrada hace casi dos meses, como fuente de contrainformación en la guerra de posición democrática, que se libra en términos de vida o muerte de la democracia. Solo queda el bastión de Noticias Uno, y los ejercicios de los tres Danieles, los dos Gustavos, y algunos periodistas independientes, que a pesar de ser amenazados y vilipendiados siguen en la brega como es el caso de María Jimena Duzán, cuya participación mantiene el grupo Semana, haciendo contraste con la reacción y la derecha anidadas allí.
La misión es encubrir la precaria y errática dirección de la economía nacional, la pobre gestión de la pandemia, siempre en beneficio del país político, y, por sobre todo, el ascenso del uso discrecional de la excepcionalidad, montado sobre el copamiento de la mayoría de las ramas del poder público, y el uso de la violencia letal contra la protesta social, de la cual presidente y mindefensa no se retractan, cuando son conminados bajo las fórmulas de la legalidad, y el quehacer congresional.
La mutación del régimen parapresidencial
El último episodio de esta mutación política, de este cambio de piel, que se despoja de toda investidura legal, fue la votación contra la moción de censura contra el mindefensa practicada en el senado la semana pasada.
Esta maniobra congresional favorecida, por el presidente del senado, Arturo Char, acusado por la asilada exsenadora conservadora Aída Merlano, marcó el tránsito acelerado del régimen parapresidencial, nacido de la crisis del proceso 8.000, que instaló en paralelo las Convivir, los huevitos de la serpiente, al diligente cuidado del hacendado gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez.
Esta estrategia contra-insurgente de largo aliento tuvo la autorización de dos presidentes, el que instaló la constituyente y el sujeto y absuelto en juicio político, a las formas del fascismo ordinario. Y fue continuada por sus sucesores hasta hoy en día, cuando ya no le importa al “príncipe” exhibir sus desnudeces en materia constitucional y legal, en público, a plena luz del día. Es la punta del iceberg del fascismo social, cuando en el vecindario se respiran aires de democracia subalterna.
Bajo la figura de la excepcionalidad sancionada en los pactos privado/público de los para-políticos concertados en Ralito (Córdoba), capital del experimento de “refundar la patria”, como quedó probado en el trabajo Claudia López y la fundación Arco Iris, ahora la serpiente cotra-ataca. Se descubre con el autogolpe de Estado legal y constitucional, perpetrado la semana pasada. En el culmen de la corrupción política, mientras buena parte de la sociedad está aterida por la inminencia de una segunda oleada de la pandemia, la bancada mayoritaria del senado, vota y bloquea la moción de censura que propuso el senador Jorge E. Robledo contra el ministro Carlos Holmes Trujillo, por autorizar el paso de tropas estadounidenses en Colombia sin permiso del senado. Fue la antesala de la visita “salvadora” del consejero de estado Mike Pompeo.
Darle visos de legalidad al uso de la excepcionalidad de hecho, fue parte del sainete de una República desvencijada, objeto de pillaje reaccionario y de derecha. No se respeta la independencia de los poderes. Se ignoran los reglamentos de los congresos y parlamentos democrático liberales del mundo, y se arrasa con la fe pública.
Este precipitado es indiciario de que Colombia la precipitan a pasos agigantados hacia la dictadura. Este es un colofón insultante, indigno en términos de moral ciudadana, que indica la contrarreforma política en curso.
La bestialidad en materia de derecho congresional vino enseguida tapada con la propuesta del gobierno, con vocería de la vicepresidenta, Martha Lucía Ramírez, de un proyecto anticorrupción que se anunciado y agitado el pasado martes 27 de octubre. Es la suma del cinismo a cuenta gotas. Después que se ignoró, torpedeó y vilipendió el trámite de los puntos votados por más de 11 millones de votos en favor de la consulta anticorrupción que lideró la Alianza Verde.
Cerremos el paso a la economía dominante y determinante
“El costo de la canasta de alimentos diaria para una persona que le proporcione 2.100 calorías costó $137.350 pesos mensuales el año pasado. Por debajo, es la pobreza extrema. En 2012, 11,7% de la población de Colombia estaba en esa deplorable condición. Para 2018, se redujo a 8,2 %, pero en 2019 volvió a aumentar en 2019.” Resumen de “Se disparó la pobreza”, Mauricio Cárdenas, en ET, 17/10/2020, p. 1.15.
Estamos en presencia de la contrarreforma política y económica. Ejercida a través de los decretos de la emergencia para dizque combatir el virus corona. En verdad, mucho tienen que ver con la represión letal de la resistencia ciudadana a los abusos policiales y militares, en el campo y la ciudad, luego de promulgada la ley de financiamiento que determinó “los juegos del hambre” en Colombia.
Esta tiene una línea roja con la muerte, a manos de dos policías y cinco cómplices más, del estudiante de derecho Javier Ordóñez en el CAI de Villa Luz. Allí se abrió la caja de Pandora, la desazón aterradora de la vuelta a la dictadura civil padecida en los tiempos del Frente Nacional.
Se actualizó el recuerdo de la implementación del Estatuto de seguridad, que conculcó todas las libertades públicas, en cabeza de la dupla siniestra del presidente Turbay Ayala y el general Camacho Leyva. Enseguida devino en tortura, desapariciones y resistencias armadas y desarmadas que se extendieron hasta alcanzar la primera mitad de los años 80. Era aquella la avanzada del fascismo social, que luego teorizó Boaventura de Suosa Santos, con el apoyo de jóvenes sociólogos del derecho que publicaron su diagnóstico en dos tomos.
Estos eran los síntomas del monstruo de la dictadura, que no se consumió en 1991, con el embeleco de la “democracia participativa”, sin dientes para morder, y sin un congreso proporcional que legislara de manera adecuada. La dirigencia de la AD/M19, en su heterogeneidad mataron el tigre y se asustaron con el cuero.
La puesta en escena de García Márquez y Jorge Zalamea juntos quedó como huella imborrable. La estética en todas sus manifestaciones vuelve a denunciarlo con el joven talento popular movilizado en beligerancia. Tiene que prevenir la violencia en impunidad ejercida contra Dilan, la violación de niñas, mujeres en las estaciones de policía y en campos.
Valiéndose de graffitti, en las redes sociales, en las representaciones de plazas y calles, en las tonadas que empiezan a quitarle público, o a modificar los géneros más populares del reggetón, el hip hop, y la champeta, el grito de denuncia asciende al cielo, y contrasta con los acordes del himno nacional que habla de glorias idas.
Las fuerzas democráticas tienen que tocar a somatén. A prepararse para una demostración de fuerza ciudadana, que ponga con millones movilizados en forma pacífica, en su lugar los desmanes del mal gobierno, y el injusto, inequitativo y astronómicamente desigual del reparto de la riqueza social, para impedir que los cacaos llenen más sus faltriqueras, y en cambio tributen lo que deben.
Es ahora o nunca.
Cuando la pobreza está disparada y la desigualdad crece sin excusas de pandemia. En el ojo de la tormenta está la pobreza monetaria extrema que abarca el 18,4% de las personas de Colombia para 2019, mientras los ingresos multimillonarios del gran capital financiero se cuadruplicaron; mientras los ingresos de los 10 millones “más ricos,” según decir de un crítico de derecha, Mauricio Cárdenas, el minhacienda del gobierno Santos, siguió en aumento.
Para Cárdenas es más que claro el resultado perverso de no atender a la reforma Santos del año 2012, que bajó dice los impuestos sobre la nómina, en contraste con la rapacidad de la ley de financiamiento de 2018. Esta es, en cambio, el engendro nefasto del otro minhacienda, Alberto Carrasquilla, con la reducción de impuestos al capital que precariza y disminuye el empleo.
El fruto envenenado, que consume a millones está a la vista, el sepulturero de los despropósitos neoliberales que rompe el sentido común dominado por el afán insaciable de la ganancia capitalista, la promesa de un mejor vivir en la masa de los simples y la cotidianidad de su existencia pobre, miserable, marginal aumentadas hasta el absurdo empieza a borrarse como el espejismo que siempre lo ha sido. Se alindera junto a la movilización subalterna para darle contenido, expresión y auto-organización al triunfo electoral en 2022.
Poniéndole ya un norte, y unas reglas de juego, a la unidad en la diversidad, aconductando veleidades egoístas y los proyectos individualistas y autoritarios que no están ausentes del bloque alternativo que empieza a conformarse del desmoronamiento del bloque histórico que ha dirigido dominando, y que quiere continuar la guerra hasta el absurdo, en la sociedad civil y la sociedad política. ¿Será mucho pedir?
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD. Director Grupo Presidencialismo y Participación, y XVI Seminario Internacional Gramsci.
Foto tomada de: La FM
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