“No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”.
En las pasadas semanas una niña sueca, Greta Thumberg, diagnosticada con “trastorno de espectro autista”, logró movilizar en Europa a un millón y medio de estudiantes de secundaria en la llamada “huelga estudiantil contra el cambio climático”. Empezó sola hace un año y se ha hecho notar.
Independientemente de quien sea ella, donde viva, si es blanca, negra o amarilla, si es de familia acomodada o no, con su llamado urgente y planetario a la acción de niños y niñas, rompe con el espacio y tiempo normales. Destruye el espacio-tiempo elitista y patriarcal.
Es una niña, pequeña pero fuerte, sola pero decidida y arriesgada, y se ha hecho escuchar porque se ha apoyado en sus iguales y con un discurso retador y frentero.
Llama a la acción urgente, es YA, es HOY, no hay tiempo, y a una acción planetaria, no solo en Europa o América Latina, ni solo en un país o localidad. Llama a la acción global.
Ella nos hace ver que todo está conectado; glaciares y casquetes polares, bosques y selvas, ríos y mares, no tienen dueños. Son de todos y de nadie; si no nos apropiamos de ellos, si los dejamos en manos de los capitalistas, somos cómplices de su destrucción y de nuestra muerte como especie.
La combinación de urgencia con totalidad que ella representa, rompe con la actitud conservadora que hasta ahora se ha impuesto, promovida por la llamada “responsabilidad social y empresarial”, que hace hincapié en las acciones locales y resignadas. Ella rompe con el tiempo tranquilo, con la continuidad sumisa, con el espacio-tiempo tradicional y normal.
Reta el tiempo patriarcal dominante, desenmascara el “futuro de muerte” (extinción) que sus padres les estamos heredando a hijos y nietos. Dice: “¡No tenemos tiempo!”. El tiempo ya no está en nuestras manos, hemos obligado a que la naturaleza se deshaga de nosotros. Y lo está haciendo.
Es, en verdad, un grito desesperado. Y no lo dice un poeta o cualquier loquillo callejero. Lo dice una niña normal, de un país relativamente rico, de una región acomodada. Sin embargo, así sea por las redes sociales o por la televisión, se puede ver que ella siente en sus entrañas y en su íntimo ser, el horror y la destrucción que hemos causado. Y expresa la (des)esperanza con total nitidez.
Reta el espacio patriarcal conservador, no llama a votar sino a protestar y a movilizarnos masivamente. En su caso llama a una huelga estudiantil que tiene como pregunta de fondo… ¿para qué estudiar? Y, además, se interroga y nos confronta… ¿Para qué elegimos gobernantes si dejamos que hagan lo que les impone el capital depredador?
Al apoyarse en los niños y niñas, lanza una bofetada a los adultos, nos reta a reaccionar. Ella y las nuevas generaciones son parte de esa naturaleza que se está deshaciendo del mundo heredado. Son nuestra propia conciencia que nos mira con los ojos perplejos de la ingenuidad perturbada.
Greta Thumberg es un casquete polar que se descongela aceleradamente; ella es una porción de agua contaminada de los ríos que exige pureza, transparencia y fluidez; es una parte de las selvas que gritan con desesperación ante la indolencia de los que no reaccionamos ante su destrucción progresiva. ¡Ella es la hija y nieta de todo el mundo! No podemos ignorarla.
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Fernando Dorado
Foto obtenida de: The Local Sweden
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