Durante el Siglo XX, América Latina se caracterizó, por ser históricamente una región unipolar, especialmente en el periodo de la guerra fría -tuvo solo la influencia del polo hegemónico norteamericano-, libre de armas de destrucción masiva y nucleares, igualmente ha tenido a lo largo del último siglo el menor número de conflictos interestatales -comparado con Europa, África y Asia- y por ello mismo poco relevante en asuntos estratégicos globales. Situación que probablemente se seguirá manteniendo.
El TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) fue parte de la estructura de Seguridad Regional que en el contexto de la guerra fría promovió la potencia hegemónica, USA y fue formalizado en 1947 a través del Tratado de Río de Janeiro, así como la OEA, creada en la reunión panamericana de Bogotá de 1948, fue el paraguas político de esa estructura. Pero el TIAR, considerado una especie de paraguas para buscar darle legitimidad a las intervenciones unilaterales de USA -especialmente del Caribe y Centroamérica-, empezó a hacer agua con la Guerra de Malvinas entre Argentina e Inglaterra en 1982, en la cual USA prefirió apoyar a su aliado histórico Inglaterra, antes que a Argentina como lo establecía el TIAR. Colombia tampoco lo invocó y fue cuestionado en ese momento en varios países. Por ello y de manera progresiva el TIAR fue perdiendo relevancia regional y visto, en ese contexto de la guerra fría, más como un mecanismo utilizado por los norteamericanos cuando le era útil. Varios países se retiraron del mismo como México y Venezuela, alrededor de la reunión de la OEA de 2003 sobre Seguridad realizada en México –ahora se acaba de retirar Uruguay igualmente-. Posterior a la terminación de la guerra fría el esquema político y de seguridad hemisférico empezó a modificarse y por ello suena un poco anacrónico, tanto los ruidos de guerras interestatales, como la ‘resurrección’ de un mecanismo casi obsoleto. Todo indica que se busca por los países que lo han invocado, utilizarlo para seguir fortaleciendo la presión contra el gobierno de Nicolás Maduro. La intervención militar que debería ser liderada por el gobierno Trump, no parece estar en la agenda, por las consecuencias imprevisibles que ello generaría y menos en el escenario pre-electoral de USA.
Durante los últimos gobiernos colombianos, las relaciones con los gobiernos venezolanos chavistas han sido tensas, pese a la colaboración de la Venezuela chavista a los procesos de conversaciones para terminar el conflicto armado colombiano. Y esto hace referencia a las diferentes concepciones políticas de los gobiernos de los dos países, que se han extendido en el actual gobierno del Presidente Duque a Cuba, en lo cual ha coincidido con la política neoconservadora del Gobierno norteamericano de Trump y los deseos de aprovechar la oleada de gobiernos de derecha en la región, para lanzar una ofensiva también contra Cuba.
Ahora bien, el gobierno del Presidente Maduro, si bien ha venido jugando a fortalecer sus alianzas con las potencias globales, China y Rusia y otras potencias regionales como Turquía, Irán e India –como elemento disuasivo ante una eventual intervención militar norteamericana- y políticamente al interior del Movimiento de Países No alineados, lo cual le da una cobertura importante de apoyo en Naciones Unidas, pero no deja de actuar provocadoramente frente a su vecino colombiano; lo que se evidenció en las maniobras militares en la frontera anunciadas con mucho ruido, pero de ahí a considerar que esos ‘juegos de guerra’, propio de los ejercicios de preparación de las Fuerzas Militares en toda sociedad, se vaya a pasar a un conflicto real no solo hay mucho trecho, sino sería una irresponsabilidad de los dos gobiernos. Es verdad que en el papel la Fuerza Armada Nacional Bolivariana podría disponer de mayor capacidad armamentística –aviación estratégica, disponibilidad de misiles, batallones de tanques, etc.-, pero no es claro el estado de mantenimiento en que se encuentran los mismos, pero sobre todo la Fuerza Pública colombiana tiene una mayor capacidad estratégica producto de medio siglo de confrontación interna. Pero, más allá de esa comparación en el papel, enfrentamientos militares entre países hermanos debe ser descartado de tajo. No puede acudirse irresponsablemente a la discusión de cuál es el mejor Ejercito o la mejor aviación, el tema es que esa posibilidad no debe caber en el mundo actual y no puede ser un factor de distracción que utilice ninguno de los gobiernos. Tampoco contribuye positivamente a nada, ni la invitación que hizo el Presidente Maduro a Iván Márquez y a Jesús Santrich a asistir al Foro de Sao Paulo –antes de que ellos anunciaran la creación de una nueva guerrilla- que se realizó en Caracas, ni del otro lado, las evidencias fotográficas que se conocieron de ciertas relaciones del líder opositor Juan Guaidó con grupos paramilitares colombianos.
Por supuesto que hay en el país vecino una crisis política y una crisis humanitaria y que está bien que los colombianos tratemos y debamos ayudar a su solución, facilitando y promoviendo el diálogo político serio entre venezolanos, entre las Fuerzas políticas del gobierno y la oposición, para encontrar las salidas más adecuadas -es lo que ha venido estimulando Noruega con su experiencia como facilitador para la solución de conflictos políticos internos- y en lo cual puede ayudar mucho Naciones Unidas como garante. Igualmente puede ser una contribución importante, grupos binacionales de diversos sectores de la sociedad de ambos países, como el que se ha venido promoviendo, para estimular y promover escenarios de diálogos –académicos, periodistas, empresarios, iglesias-, similar a como lo fue con Ecuador posterior a la crisis del bombardeo colombiano en la región de Angostura en 2008 al campamento de Raúl Reyes de las FARC y sobre todo partiendo de reconocer que en la Venezuela actual existe el chavismo como fuerza política real, así como existen las fuerzas de la oposición con sus diferencias. El problema de Venezuela lo deben resolver los propios venezolanos, los demás debemos contribuir a crear y apoyar los escenarios que hagan realidad esa salida y para ello actuar con prudencia es lo recomendable.
Alejo Vargas Velásquez, Profesor Titular Universidad Nacional
Foto tomada de: Colombia.com
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