Brillante, apasionante, necesaria, la película es cine del bueno, del mejor, y pura motivación para los periodistas. Con Meryl Streep y Tom Hanks –imponentes-, en los papeles de Katharine Graham y Ben Bradlee, el director del Post entonces, es la historia de cómo estos dos profesionales y un equipo del periódico se lo jugó todo -sus carreras, el mismo periódico, su libertad…- por publicar las mentiras que cuatro presidente de EE.UU. durante treinta años habían contado al pueblo americano sobre la Guerra de Vietnam. Los archivos del Pentágono es, además, una prueba de fuego, si eres periodista y al ver esta película no te asalta un deseo vehemente de haber vivido la situación en la que estuvieron esos profesionales, no eres uno de los buenos.
Un matón de púlpito
¡Qué grande es Spielberg cuando es grande! y ¡qué gusto ver cómo el talento machaca a la mezquindad! Con la sociedad americana atónica ante los insultos de Trump hacia la prensa, descalificaciones vulgares sin ton ni son que lanza continuamente desde su cuenta de Twitter, y con el terremoto de los escándalos sexuales en Hollywood, el cineasta se marca un thriller comprometido, vibrante, de defensa de la libertad de prensa y del oficio esencial del periodismo, de valentía y buen hacer, de apoyo incondicional al trabajo en equipo y, muy importante, un ejercicio en el que reivindica el papel de la mujer a través de la figura de Katharine Graham. Y lo hace con Meryl Streep, en la mira de los círculos más reaccionarios y machistas del país, y con un equipo donde ha habido mayoría de profesionales mujeres en el set de rodaje.
“Pensé que la historia de una sala de redacción dedicada a decir la verdad, a sacar la verdad, a pesar de todos los intentos del gobierno de Nixon para evitar que no se dijera, era una historia muy oportuna para contar ahora”, declaró recientemente Spielberg a The Times. “Había mucha gente que había escuchado ya el tiempo suficiente estas injurias contra la prensa libre por parte de un matón de púlpito, suficiente como para que quisieran ver que todo comenzó con Richard Nixon”.
https://youtu.be/CQEG_MVeg_Y?t=1s
7.000 folios de engaños
Los conocidos como archivos del Pentágono, el informe altamente clasificado “Historia de la toma de decisiones de los EE. UU. en Vietnam, 1945-66” que se redactó por orden del entonces Secretario de Defensa Robert McNamara en 1967, cayeron en manos del periodista del New York Times Neil Sheehan. Su fuente fue Daniel Ellsberg, un exmarine que pasó dos años trabajando en Vietnam con el Departamento de Estado de EE.UU. y que, desencantado, fotocopió uno a uno, con su compañero Anthony Russo, los 7.000 folios del archivo y se los filtró al periodista en 1971. El editor del Times, Arthur ‘Punch’ Sulzberger y el director Abe Rosenthal, a pesar de la oposición de sus asesores legales, decidieron comenzar a publicar esta información.
El primer titular apareció el 13 de junio. Dos días después, la administración Nixon pidió a un tribunal federal un mandamiento judicial para detener la publicación de nuevas informaciones por parte del New York Times. El argumento era que se ponía en peligro la seguridad nacional. Se concedió la petición. Entonces, el Washington Post, un periódico local que se estaba jugando el futuro esos días, cogió el relevo. El ayudante de dirección editorial Ben Bagdikian, antiguo compañero de Ellsberg, localizó otra copia completa de los documentos y se la pasó al director Ben Bradlee. La decisión de publicarlo o no era de Katharine Graham. El 18 de junio, The Washington Post se convirtió en el primero en publicar material de los archivos del Pentágono tras el mandamiento judicial contra el Times. Y siguió.
Atreverse a publicar
“Si no les pedimos cuentas nosotros ¿quién va a hacerlo?”, dice Bradlee a Graham, que, abrumada por la posibilidad de perder el periódico de su familia, contesta: “Si no tenemos periódicos, ¿cómo vamos a pedir cuentas?”. La ansiedad con que los periodistas del Post esperan la decisión de la editora, la adrenalina que desprenden mientras están buscando los archivos y después estudiándolos, la pasión y convicción que ponen en su trabajo casi se huelen en la sala de cine.
Atreverse a publicar lo que al poder no le gusta es, además de un deber, una especie de droga para cualquier periodista genuino. “Si es el gobierno el que dice si podemos o no publicar, entonces ya no tenemos Washington Post”. Incontestable en cualquier democracia. Así que, “la única forma de defender que lo publicamos es publicándolo”.
“No puedes rendirte”
La guerra por la publicación de Los archivos del Pentágono se libró mientras miles de soldados caían en Vietnam. La información hizo pública una historia negra llena de pruebas de asesinatos, violaciones de la Convención de Ginebra, elecciones amañadas y mentiras al Congreso. La guerra de Vietnam, de la que Estados Unidos se retiraría en 1975, se cobró las vidas de 58.220 militares y provocó de forma directa la pérdida de más de un millón de vidas. The Washington Post sacó a la luz los engaños que condujeron a muchas de esas muertes.
Tom Hanks en ‘Los archivos del Pentágono’.
Y la última palabra la tuvo una mujer, Katharine Graham, que en la espléndida película de Alan J. Pakula Todos los hombres del presidente sólo aparece fugazmente, pero que fue la verdadera responsable de esta decisión crucial y la que posteriormente animó y respaldó a su equipo en la investigación del Watergate. Una madre de cuatro hijos, un ama de casa (por muy rica que ésta fuera) que se puso al frente del periódico familiar y se convirtió en bandera del periodismo, en la persona que marcó la vida del país y en una de las voces más influyentes de EE.UU. Se enfrentaba a la acusación de desacato y a la pena de prisión, además de arriesgar la vida del periódico, pero la valentía, el sentido del deber periodístico, la defensa de la libertad y la democracia, y el apoyo a su redacción pesaron mucho más en su balanza. Y, como escribiría años después, “una vez que has emprendido un camino, creo que tienes que seguir adelante. No puedes rendirte”.
BEGOÑA PIÑA
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