La Colombia profunda, esa hermosa expresión que además nos ha servido a nosotros en la Salle para ir en busca de campesinos y campesinas y cambiar sus vidas, las de sus familias y sus comunidades, a través de educación de alta calidad, hoy tiene esa oportunidad negada, esa posibilidad no solo a ser visible, sino a que la deuda que el país tienen con la ruralidad se comience a saldar, y sea el camino para resignificar al campesinado, y con él a las diferentes formas de ser, estar y producir. No en vano desde hace mucho tiempo se ha insistido que la paz, el desarrollo de Colombia, pasa necesariamente por el campo, por la producción agropecuaria, por las nuevas ruralidades, por tener sostenibilidad alimentaria.
En su discurso de posesión, el presidente Petro realizó anuncios que van señalando rutas importantes. Valga por ahora destacar solo algunas de ellas:
a. La necesidad de atacar el hambre y empezar a garantizar la soberanía alimentaria, que, junto al cuidado de la naturaleza, la optimización energética y la equidad social nos conducen hacia la sostenibilidad alimentaria, esa que ya empezamos a construir en una agenda 2050 y de la cual ya realizamos siete encuentros regionales. Junto con la Fundación Monómeros y con la FAO hemos hecho un esfuerzo para sentar estas bases que ponemos a disposición del nuevo gobierno para continuar en la estrategia planteada. (colombialimentaria.com)
b. Inclusión para jóvenes y mujeres rurales, sin duda alguna es el camino correcto, son las sendas ya andadas que han demostrado que haciendo rentable el campo y mejorando su calidad de vida, este se convierte en una alternativa de vida digna para sus pobladores.
c. A esto se suma accesos a tecnologías, a derechos políticos, sociales, económicos culturales y ambientales, haciendo de las ciudadanías rurales, de las economías campesinas, espacios ciertos y dignos para la vida.
d. El cuidado de la naturaleza pasa por el control a la deforestación y con ella a proteger la selva tropical y en especial la Amazonía como nos corresponde al ser un país panamazónico. El intercambio de deuda por cuidado ambiental y bosques es una estrategia innovadora que pueden generar otros beneficios tales como la barrera a la expansión de la frontera agrícola o el crear alternativas a los campesinos de cultivos ilícitos convirtiéndolos en guardianes de la biodiversidad, entre otras.
e. El respeto por las diversas formas y modos de producción teniendo en la asociatividad la manera de poder integrar diferentes procesos y construir comunidades y territorio. El país debe de abandonar el miedo infundado en las últimas cuatro décadas a la asociatividad, las experiencias exitosas en café y lácteos para citar solo dos casos, nos muestran la potencia de los proyectos colectivos.
f. En este mismo sentido, se propone el nuevo mandatario buscar renovados espacios de integración con América Latina y con estos buscar la conformación de mercados virtuosos que se constituyan no solo en fuente de intercambios, sino que permitan tener una mayor fuerza de negociación ante otras instancias regionales como Norte América, Europa, Asia o los países árabes.
Y es sobre este último punto donde se debe ahondar. América Latina enfrenta serias presiones de cuenta del movimiento internacional de capitales. Ya no son solamente las inversiones de capital, sean estructurales o especulativas, provenientes de los Estados Unidos o Europa, también hoy se enfrentan fenómenos como la compra de tierras para la producción de alimentos por parte de China, no para el mercado, sino para sus nacionales. La amplia presión que las inversiones árabes vienen haciendo sobre industrias importantes como la minera energética o en particular en la industria de alimentos. Sin mencionar los crecientes intereses de Rusia o de Irán sobre la región. Ante esto, las dos grandes y tradicionales potencias, EEUU y Europa, se mantienen inmóviles sin estrategias claras, como lo ha sido históricamente, permitiendo el avance de sus demás competidores. Y América Latina, desunida, en la soledad de sus propios países, ve como sus activos más importantes terminan en manos foráneas y su sostenibilidad alimentaria a expensa de terceros.
La guerra de Rusia y Ucrania, pero también las crisis de la pandemia y de la logística, colocaron en evidencia las debilidades estructurales de la Región. Aún con las condiciones suficientes, no hemos sido capaces de crear una oferta integrada de energía y de alimentos, soportada en infraestructuras y en tecnologías de avanzada. La pasada ola de gobiernos progresistas permitió el acenso de la clase media, esta nueva vuelta al péndulo deberá consolidar la integración que se vio frustrada ante la presión ejercida por quienes optan por la división del continente como estrategia de control (https://pensamientoalmargen.com/wp-content/uploads/2018/03/Rehacer-los-caminos.pdf).
Esta no será tarea fácil, pero sí que es necesario volverla a poner en la agenda regional. Hacer este llamado a los diferentes gobiernos, sin importar sus improntas ideológicas, es un acto de pragmatismo, sensatez y responsabilidad con esta Región tan golpeada por las distintas coyunturas y los modelos económicos que en ella se han experimentado. La integración regional debe trascender el solo hecho de servir de presión e intromisión a las soberanías y a la libre determinación de los pueblos, debe convertirse en una forma de apalancar nuevos crecimientos y desarrollos, encontrar las complementariedades, pero también las formas de lograr cadenas productivas y de valor cada vez más amplias y generadoras de riqueza. La integración no solo genera capacidades y oportunidades intrarregionales, también genera una mayor y mejor capacidad de negociación y gestión global. Ya existen experiencias parciales como la CAN, Mercosur o la Alianza del Pacífico, entre otras, que posibilitarían integrar lo ya creado, también instituciones regionales que deben ser objeto de un mayor reconocimiento y consolidación. Hacia allá van los mensajes presidenciales desde Colombia que hoy tienen una nueva oportunidad y un eco en la Región.
Las experiencias de otros procesos de integración han mostrado caminos posibles para lograr resultados exitosos: realizar acuerdos parciales en las infraestructuras, los mercados de trabajo, la gestión ambiental y energética, los mercados financieros o la cohesión social. Pero donde se han logrado mejores resultados es en tener políticas agrícolas comunes, en salvaguardar la seguridad y la soberanía alimentaria a través de la puesta en común de un comercio intrarregional soportado y perfeccionado con políticas públicas para facilitar la producción, la logística de distribución y el consumo de los productos del campo. Las políticas internas que en buena hora se comienzan a implementar para resignificar el campo y la ruralidad colombiana deben de tener como complemento la estructuración de cadenas de valor, de mercados regionales que soporten el crecimiento, el desarrollo del sector, pero ante todo la alimentación de las y los latinoamericanos.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR), Universidad de La Salle
Foto tomada de: Radio Nacional de Colombia
Diana Cruz says
Me parece muy acertado el análisis sobre este tema tan trascendental e importante. Debemos que sacar adelante esa Colombia rural, tan golpeada y olvidada.
Alexis Lewis says
Excelente análisis que refleja la realidad de lo que se necesita implementar en materia agraria para salvaguardar el futuro alimentario del país y la región andina y de paso evitar que los países europeos sigan ocupando estratégicamente para sus intereses parte de nuestra tierra para su propio beneficio.