En ese periodo han subido los salarios y las prestaciones de bienestar, se han parado las privatizaciones, el desempleo se ha reducido a la mitad hasta el 6,3%, los trabajadores interinos del sector público han sido contratados de manera permanente y se han recortado las facturas de la electricidad y del sector público de unas 700.000 familias pobres.
En los presupuestos de 2019, el nivel máximo de las tasas universitarias se reducirá un 20% y los libros de texto serán gratuitos para el periodo de educación obligatoria.
Tras años de inactividad, las luchas sindicales también han crecido: este año, trabajadores en sanidad, educación, transporte y otros sectores han estado luchando para recuperar lo que perdieron bajo la austeridad comandada por la UE, aplicada por la administración de derechas del Partido Socialdemócrata (PSD) y el Partido Popular (CDS-PP) entre 2011 y 2015. Tampoco hay signos en Portugal de reaparición de la extrema derecha: su marginalización contrasta con la vecina España, en la que recientemente Vox, la fuerza xenófoba, antifeminista y ultra centralista, ha comenzado a aparecer en las encuestas.
El Partido Socialista presionado
El PCP y el Bloco, que celebró en Lisboa su 11º Congreso Nacional del 9 al 11 de noviembre, pueden apuntarse gran parte del crédito por estos y otros avances.
En estos tres años, su presión, que reflejaba las demandas de movimientos sociales, ha empujado al gobierno del Primer Ministro António Costa a implementar medidas progresistas que era reacio a adoptar o que ni siquiera contemplaba.
La coordinadora nacional del Bloco de Esquerda, Catarina Martins, dijo en su discurso de apertura del congreso que “si el PS lo hubiera hecho a su manera, los pensionistas habrían perdido el equivalente a dos meses de su pensión. Si el PS hubiera tenido mayoría absoluta y hubiera impuesto estos resultados, los pensionistas y los trabajadores estarían peor”
“¡Que alivio que la izquierda haya tenido la fuerza para frustrar las propuestas del programa del PS!”
En las elecciones de 2015 el voto total de izquierdas, incluyendo el partido por los derechos de los animales Personas-Animales-Naturaleza (PAN), fue del 52,2%: en octubre rondaba el 57,1%.
Durante el mismo periodo, el apoyo combinado al PSD y al CDS-PP cayó del 38,6% al 34,3%. La reducción en el apoyo a estos partidos llevó a decir a Martins en el congreso que el voto táctico por el PS para mantener a la derecha fuera del gobierno se ha convertido en una cosa del pasado: “Ese voto de miedo a la derecha, el voto que prefería un resultado malo a un resultado muy malo, ese voto está muerto. Que descanse en paz”.
Sin embargo, los avances exprimidos del gobierno de Costa gracias a los esfuerzos del PCP y del Bloco de Esquerda no se han reflejado un un aumento del apoyo a estos partidos. El ganador en las encuestas ha sido el propio PS: el voto al PS en las elecciones del 2015 fue del 32,8%, pero su apoyo alcanzó el 44% el año pasado y ahora permanece en el 40%.
Este aumento ha hecho que algún líder del PS fantasee con la consecución de la mayoría absoluta en las elecciones nacionales de 2019. Si eso se prueba imposible, su plan B podría ser la creación de una alianza de gobierno con el PCP, dejando de lado al problemático Bloco de Esquerda.
Al mismo tiempo, el PSD ha dejado claro que estaría preparado para unirse con el PS en la construcción de un “gobierno de centro” para marginalizar al Bloco y al PCP.
La propuesta mayoritaria
Inevitablemente, las tácticas contra el PS en un año electoral dominaron la discusión previa al congreso del Bloco, que giró en torno a tres propuestas, planteando orientaciones diferentes respecto al principal partido socialdemócrata de Portugal.
La Propuesta A (“Un Bloco fuerte para cambiar el país”) ganó el 83,7% del apoyo en el voto de los delegados. Ganó el respaldo de tres de los grupos internos de la organización: Alternativa de izquierdas (su única corriente formal), la plataforma Nuevo Curso y la Red Anticapitalista.
La propuesta reivindicó la posición del Bloco de apoyo crítico al gobierno del PS como alternativa a la derecha, señalando los logros conseguidos. También apuntó, empero, cuánto más se podría haber conseguido si el gobierno de Costa no hubiera obedecido las directivas de la UE sobre el déficit del sector público y la reducción de la deuda.
La aceptación del PS de estas limitaciones significó que, mientras había espacio para revertir la austeridad mediante un giro económico, las debilidades estructurales de la economía portuguesa persistieron bajo la superficie. El sistema bancario continuó siendo vulnerable, la inversión pública aún decaía, la reestructuración de la deuda pública todavía presionaba y los activos portugueses eran aún objetivos fáciles para inversiones especulativas extranjeras.
Lo más importante: la “reforma” del mercado laboral del anterior gobierno conservador estaba todavía vigente. La próxima recesión económica haría que cualquier cambio radical claro fuera incompleto.
Al presentar la Propuesta A, la europarlamentaria del Bloco de Esquerda Marisa Matias esbozó cinco frentes de lucha social y electoral: la recuperación de derechos laborales; la reanimación de los servicios públicos, especialmente el Servicio Nacional de Sanidad; una estrategia para descarbonizar la economía; el aumento de inversión pública para asegurar la soberanía alimentaria. El control público de los sectores estratégicos sería necesario para garantizar un avance en la mayoría de estos frentes.
Tales propuestas eran el mínimo necesario para bloquear lo que se ha ganado en los últimos tres años y continuar el ataque sobre la pobreza y la degradación medioambiental. Serían incompatibles con los acuerdos presupuestarios europeos, pero indispensables a la hora de construir una alternativa a los programas racistas y xenófobos de la derecha por toda Europa.
También serían la base de la propuesta del Bloco, un gobierno de izquierda en Portugal cualitativamente diferente de la popularmente bautizada “jerigonza” de los últimos tres años.
Propuestas minoritarias
Según la Propuesta C (“Más democracia, más organización”), la actuación del Bloco desde su último congreso en 2016 ha sido “positiva en general, pero habría sido posible ir más lejos”. En lo que respecta al problema eterno de encontrar el equilibrio adecuado entre la construcción de movimientos sociales y el trabajo en las instituciones, “ya no estamos completamente centrados en el trabajo parlamentario, aunque este es un camino por el que solo hemos dado los primeros pasos”.
La mayor preocupación de la Propuesta C, que ganó el 1,9% en la votación de los delegados del congreso, era la organización del Bloco de Esquerda y el funcionamiento interno, supuestamente definido por la toma de decisiones desde arriba hacia abajo, la falta de atención a la organización local (consiguió mantener solo 170 de 380 municipios en las elecciones locales de 2017), el dominio del partido por sus facciones internas y principios de arribismo.
Los tratamientos propuestos para estos males fueron: la sujeción obligatoria de las propuestas de los líderes al escrutinio preliminar de los grupos locales; el empoderamiento de las estructuras locales; y evitar cualquier tendencia de toma de control –discutiendo que “si tal cosa ocurriera, sería el fin del Bloco de Esquerda y volveríamos a los días de completa irrelevancia”–.
La Propuesta C también formuló algunas respuestas tácticas a los diversos escenarios posteriores a las elecciones nacionales de 2019: en el caso de una mayoría absoluta del PS, oposición; en el caso de una mayoría simple dependiente del apoyo del Bloco, continuar con la táctica de los últimos tres años, pero “bajo ninguna circunstancia, aceptar una cartera ministerial del PS”.
Esto contrastaba con la Propuesta A, que no entró en opciones específicas sobre las condiciones bajo las cuales considerarían entrar en el gobierno.
La Propuesta M (“Un Bloco que no se echa atrás”) describió la línea adoptada por el liderazgo del Bloco como una ayuda al PS para implementar una “austeridad ligera”. Según la Propuesta M, “las tendencias de emigración no han sido revertidas, el desempleo es todavía alto y los empleos han sido creados mediante precarización del trabajo, principalmente aplicando el salario mínimo”.
De acuerdo a la Propuesta M, que ganó el 7,5% del apoyo de los delegados del congreso, el apoyo del Bloco al gobierno significó una “profundización en los procesos de la política mediática, el parlamentarismo y el cortoplacismo (…) La imagen de un Bloco cómodamente integrado en un sistema político que supuestamente quiere cambiar solo puede ser un obstáculo para la construcción de un proyecto político alternativo al estado actual de las cosas”.
Presentando la Propuesta M, Inês Ribeiro Santos dijo que “la construcción de un partido anticapitalista que representa el cambio al statu quo y no su preservación significa afirmarse a uno mismo como alternativa a las políticas neoliberales, y no ser visto como un partido fantasma que no está ni en el gobierno ni en la oposición”.
En contraste con las cinco prioridades de la Propuesta A para luchar contra el PS y los partidos de derechas, la Propuesta M presentó una lista de 29 demandas como un “programa de mínimos para una vida digna”.
Debate
La discusión del congreso mezcló intercambios de jugadas ensayadas entre los ponentes de las tres tendencias con “informes de batalla”, más interesantes, de muchos de los 625 delegados del congreso. A menudo eran de las regiones más distantes, incluyendo las Azores y Madeira, y hablaron sobre las complejas cuestiones a las que se enfrentan al construir resistencia social así como la situación del Bloco en sus remotas comunidades .
Esas contribuciones reflejaron la discusión escrita previa al congreso, que cubrió más de 60 temas, incluyendo cuestiones “nuevas” como la lucha contra el racismo en una sociedad orgullosa de sí misma por la poca discriminación racial y sobre el reciente resurgimiento del feminismo.
Estas combinaron con los retos de largo alcance del Bloco de Esquerda. Entre ellos, su implantación más débil en las zonas rurales y la necesidad urgente de que desarrolle su programa y apoyo de base alrededor de asuntos como la agricultura, la administración forestal y la pesca.
El otro hilo principal durante el debate fue el criticismo del PS, especialmente su rechazo a ayudar a cambiar la reforma laboral heredada de los conservadores. Para el diputado José Soeiro esto fue “una puñalada dirigida al pecho de los trabajadores”.
El voto de las propuestas no trajo sorpresas. La Propuesta A ganó más del 80% del apoyo y 70 de los 80 miembros del comité nacional del Bloco de Esquerda. Los otros 10 miembros se fueron a la Propuesta C ya que los partidarios de la Propuesta M fueron incapaces de presentar un programa político unificado.
Con este grado de unidad, el Bloco de Esquerda está bien situado para enfrentar su primer reto de 2019: ganar más escaños en las elecciones europeas de mayo y participar activamente en “Y ahora, la gente”, la coalición radical de partidos de izquierda de Finlandia, Suecia Dinamarca, Francia y España, en la pelea vital para construir una alternativa los crecientes racismo y xenofobia en Europa.
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