El primer gran dilema del informe de la verdad es definirse a sí mismo. Y quienes se enfrenten a sus voluminosas páginas, o a sus herramientas pedagógicas, o a sus resúmenes interactivos, lo primero que deben comprender del Informe es que no está escrito para solucionar los problemas del país, sino para crear nuevos problemas. Es un informe para cuestionar las respuestas establecidas frente al conflicto armado. Para hacer tambalear el sentido común frente a la guerra, por medio, en primer lugar, de la implosión testimonial a la que se enfrentará Colombia, ante los crudos relatos de quienes han sobrevivido como víctimas de la violencia. En un país que, como lo resalta el Informe, no es que las víctimas no tengan voz, sino que la sociedad no las quiere escuchar.
Así que, el solo hecho de recoger las memorias de los sobrevivientes, escribirlas y hacerlas públicas, ya es de una riqueza inmensa para una nación que ha estado de espaldas a su dolor y que, en no pocas ocasiones, ha vanagloriado a sus victimarios. Testimonios de donde emergen como gritos de dolor las preguntas de las víctimas: ¿Dónde está mi hija? ¿Por qué me lo mataron? ¿Quiénes se lo llevaron? ¿Por qué pasa esto en Colombia? Ver la guerra desde los ojos de las víctimas nos hace comprender que los ojos, antes que para ver, son para llorar, como sentenció Jacques Derrida.
Los hechos, pero más singularmente las palabras, poseen varias interpretaciones, que muchas veces se encuentran en disputa. En un enfrentamiento continuo por otorgar sentido y construir la realidad que nos circunda. Por eso Nietzsche, en “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, sentenciaba que la verdad es un ejército de metáforas en permanente estado de combate. De ahí que la verdad es un asunto de poder y, por ende, debe instalarse en el campo de la política.
Por esto, la verdad que busca el informe, no es la que nace y se hace cómplice del poder. Del poder de las armas; del poder patriarcal; del poder económico, social o cultural; del poder de la exclusión étnica, territorial o política; ni del poder ejercido por el hombre sobre la naturaleza. No, la verdad del informe es la que desnuda ese poder y lo evidencia como impuesto, lo desnaturaliza y lo pone en evidencia a través de las preguntas que suscita. La verdad del informe tampoco es la que resulta de un triunfo militar, simbólico o político, todo lo contrario, la verdad por la que se pregunta el informe es el resultado de un proceso de paz, y debe transitar indefectiblemente por el camino de la reconciliación.
El informe nos pregunta, nos interpela sobre ¿qué papel tuvimos o tenemos en el conflicto? Y al intentar responder esta cuestión, tanto personal, como socialmente, nos permite mirarnos en un espejo que, por años, permaneció cubierto por una manta, por un velo tejido con los hilos del olvido y la indiferencia.
La verdad por la que se juega el Informe es la Aletheia de los griegos. Palabra cuyo origen se encuentra en el río Letheo, el río del olvido que conducía al Tártaro. Esa verdad que es quitar el velo, y el principal velo es el olvido. Por eso, la verdad es recordar, es la memoria que empieza con las preguntas, no con los dogmas.
La verdad no es la respuesta, porque ante el horror que nos desborda no hay respuesta que valga. La verdad son las preguntas expuestas y debatidas publicamente sobre lo ocurrido en la guerra a nuestras víctimas. Acto de reflexión, que es el que nos puede llegar a garantizar que la reconciliación no sea una forma de impunidad, o de olvido. Más cuando la genuina reconciliación y, por ende, la paz, exige la construcción colectiva de una memoria histórica integral.
El Informe tiene como fin entonces evidenciar el dolor de las víctimas, escuchar sus preguntas y satisfacer sus reclamos de verdad, porque no es suficiente saber la verdad de lo ocurrido sino qué resultados produce dicha verdad: ¿Cuántos desaparecidos hallados? ¿Cuántos cuerpos encontrados? ¿Cuántos culpables sancionados? Pero el Informe tiene un fin superior que se concreta en propiciar la reconciliación nacional, en crear un ambiente de consenso, diálogo y concertación entre los colombianos que venza la polarización, lo cual se podrá lograr si el país, sin excepción, entra en un debate profundo con las preguntas que plantea el Informe.
En eso consiste la verdad: en preguntas que se hacen desde el presente, sobre lo ocurrido en el pasado, y poder así darle sentido al futuro. En escapar en el presente, de ese congelamiento del pasado, en el que nos atrapa la violencia, para poder construir un futuro en paz y reconciliados.
Gabriel Bustamante Peña
Foto tomada de: W Radio
Yudis Cervantes says
Excelente columna, Dr. Gabriel Bustamante. Gracias por su incansable defensa de los derechos de las víctimas del conflicto.
Ingrid Velasquez says
Lo que sienten las víctimas es la pérdida de significado. De pronto, nada tiene sentido para ellos.
Hay un cúmulo de experiencias negativas.
María Caro says
Excelente y sentido testimonio, porque también su escrito testimonia y habla del Dolor que compartimos muchos, los que no soportamos más la indiferencia. Gracias al autor.