“Felicitaciones a Carlos Camargo por su campaña y su elección como nuevo magistrado de la Corte Constitucional. Confiamos en que será un fiel guardián de la Constitución. Éxitos.” Armando Benedetti, mininterior, ministro delegatario con funciones presidenciales.
“Es una pésima noticia que habla de la crisis de legitimidad que viven las instituciones de Colombia. Debe hacerse un estudio de las prácticas clientelistas y de intercambio de favores que desvirtúan una institución tan importante que se ha venido legitimando. Cielo Rusinque, Superintendente de Industria y Comercio. Entrevista con Caracol Radio.
El gobierno Petro, ya con el sol a las espaldas, puso en la palestra a personalidades y grupos representativos de la intelligentsia colombiana junto a políticos debutantes, quienes provienen de corrientes de la izquierda nacional, excluidas del poder central antes y después de la Constitución de 1991. Quiso conformar un Frente Amplio para darle curso a las reformas sociales, se equivocó y fracasó, en parte, políticamente en su intento.
El punto de cierre fue la batalla que perdió contra el clientelismo renovado desde el plebiscito de 1957, el pasado miércoles, cuando triunfó Carlos Camargo, electo por 62 senadores, quienes con la excepción de Lidio García rehusaron votar al descubierto.
Camargo, abogado de la Universidad Sergio Arboleda, será el noveno integrante de la Corte Constitucional si no prospera la demanda de nulidad contra el proceso de su nombramiento, que comenzó con diligencia hace algo más de un año, y poderosa agencia desde que estuvo en el cargo de Defensor del Pueblo.
Luego, los partidos Liberal, de la U, y Alianza Verde, sus senadores, no cumplieron con votar por la rival, María Patricia Balanta, quien apenas consiguió 41 votos. El resultado de esa jugadita fue la salida de los tres ministros de esas colectividades el mismo día cuando el presidente Petro se hallaba de visita oficial en el Japón. Las fake news[1] cumplieron de nuevo su papel de telón de fondo hasta el último momento.
Añaden un episodio más, que ahora también echa mano de las redes sociales, a la así llamada “traición de los intelectuales”[2] a la multitud subalterna que hizo posible el triunfo del gobierno del cambio.
Intelligentsia,Tecnocracia y Economía
“Hoy, al celebrar los 41 años de existencia de la ACCE, Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Colombia no enfrenta momentos fáciles…Hemos perdido parte de la tradición de seriedad que ha caracterizado, durante décadas, nuestro manejo de la política económica.” Cecilia López Montaño, El quiebre de la tecnocracia en el país. ET, 25/8/25, p. 1.14.
“La iniciativa radicada por el Gobierno Nacional presenta un monto de 556,9 billones -el más alto de la historia- con un desfinaciamiento de alrededor de 26,3 billones de pesos. Es decir, al igual que en el debate del año pasado, la administración Petro ha atado el presupuesto a una eventual reforma tributaria.” El Tiempo, Ajustar el presupuesto, 21/8/25, p. 1.12.
Los grupos e individualidades que se vienen probando en estos años son los voceros del cambio y las transformaciones radicales, quienes antes estaban limitados y/o reprimidos por las medidas de fuerza del estado de sitio de la que fuera la “república de las armas”,[3]camisa de fuerza del capitalismo colombiano dependiente, periférico y neocolonial.
Muy pocos de los intelectuales de las tres generaciones que gobiernan ahora con Gustavo Petro tuvieron la experiencia de ser gobernantes. Eso sí, fueron políticos de oposición activos, de modo general excluidos por sus convicciones, con algunas entradas en los espacios de elección popular de alcaldes y gobernadores, hasta que se desvertebró el orden político autoritario de la Constitución centenaria de 1886.[4]
Aquel orden conservador, de clase, con el cual se unieron la burguesía compradora y terratenientes, para enfrentar las aspiraciones de una democracia plebeya,[5] experimentó una primera gran sacudida en la guerra civil llamada Violencia. La más grande y sangrienta carta de batalla bipartidista, después de la gran guerra civil de los mil días,[6] que se tradujo en la reforma impuesta por el triunfo electoral que legitimó el Plebiscito excluyente de 1957.
La pacificación forzosa le puso coto a la gran violencia, siendo patio trasero de la nueva potencia mundial de la segunda posguerra, los Estados Unidos. Aquella lucha entre “collarejos y chulavitas”, apoyados por los jefes “naturales” liberales y conservadores amenazaba con tomarse por momentos a Bogotá, la capital avanzando con su ejército de campesinos, peones y vaqueros de fincas y hatos ganaderos desde los Llanos.
Se había reclutado y probado una guerrilla campesina y plebeya de más de 15 mil hombres, con una dirección subalterna de extracción populares, reforzada por algunos intelectuales citadinos. Esta organización empezaba a reclamar autonomía de la dirección liberal en la sombra, que encabezaba Carlos Lleras Restrepo, y en lejanía, el expresidente Alfonso López Pumarejo, y, su delfín, Alfonsito.
Este hijo de la oligarquía bogotana y costeña, López Michelsen se ensayaba para gobernar, luego de su preparación intelectual europea y chilena, a través de la escritura cifrada de su única novela Los Elegidos.[7] Con efluvios liberales ponía en tela de juicio a la oligarquía con la que en apariencia “rompía lanzas”.
Era la llamada generación de Los Nuevos, los que administraba el poder como heredera de la llamada generación del centenario, nacida en las postrimerías del siglo XIX, contando con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y la muerte en París de Gabriel Turbay, su contendor en la conducción del liberalismo, al poco tiempo. Aquella era la segunda generación de señoritos y filipichines, marcada con relativa lejanía por la guerra de los mil días, y la pérdida de Panamá. a manos de Teodoro Roosevelt, y su testaferro Philippe- Jean Bunau-Varilla (1859-1940)[8].
La posibilidad de convertirse la resistencia campesina de orientación liberal en una nueva revolución armada de factura campesina en el continente americano,[9] que desbordara a la guerra civil regional, oficio como paisaje social para la intelectualidad que sucedió a Los Nuevos, modernos, quienes alcanzaron la presidencia. El último de éstos, Carlos Lleras Restrepo llegó a ser gobernante, y su presidencia impulsó la modernización de la política y las finanzas, aclimatada por la “alianza para el progreso” que su primo, otro nuevo Alberto Lleras, trajo de la mano de John. F. Kennedy.
La llamada transformación nacional, unida al fracaso de la reforma agraria integral fue el legado del mismo intelectual que despidió en su féretro a su gran rival, Gaitán, un liberal socializante, que no aceptó ser palafrenero de la generación centenarista, y quien quiso reivindicar la cuestión agraria, la suerte del campesinado sin tierra, y los trabajadores del campo.
Aquel campesinado en armas, que enfrentó a las cuadrillas armadas de conservadores en el poder, era una presencia indeseable y prohibida por el nuevo guardián del orden, luego de creada la OEA, y el TIAR. Luego del magnicidio de Gaitán, conductor de las multitudes subalternas, era necesario desvirtuar la rebelión que lo heredaba, a la vez que neutralizar la oposición de corte democrático y socialista que votó en contra del Plebiscito. De esta era parte una intelectualidad en rebeldía que logró movilizar algo más de 206.654 votantes descontentos. Hubo también 20738 votos en blanco, 17873 nulos, 2.176 tarjetas no marcadas.[10]
Para entonces, al ser asesinado Gaitán, el otro liderazgo estaba en cabeza de Gabriel Turbay,[11] un estadista liberal, su rival en la elección de 1946, en la que obtuvo mayor número de votos. Ambos era parte de la generación de Los Nuevos.
Los dos jóvenes congresistas liberales más aguerridos, fueron protagonistas en la denuncia y el enjuiciamiento al gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez por la bestial acción criminal del general Cortés Vargas en la zona de las Bananeras.[12]Los capitalistas estadounidenses se dedicaba a la explotación intensiva del banano bajo el control soberano de la United Fruit.
Al mismo tiempo, la familia Rockefeller estaba al comando de la explotación del petróleo con la sacrosanta Standard Oil Company, 1919-1930, la dueña de la Tropical Oil Company, usufructuaria de la concesión de Roberto de Mares, y construyó la primera refinería en Barrancabermeja.[13] Así que estos dos intelectuales mantuvieron en los comienzos de su carrera política, en sus perfiles públicos, una posición antiimperialista. Posición ésta que fue cediendo en Turbay, el potencial heredero del expresidente Eduardo Santos, quien había sido sostén de la causa del general Sandino frente a la invasión estadounidense de Nicaragua, a través de lo que escribió en su diario El Tiempo de los años veinte.
Una nueva intelligentsia al filo de la modernidad
La intelectualidad posterior a la generación del Centenario (1910), procedía del liberalismo y el conservatismo en rebeldía con los patriarcas bogotanos, pero varias individualidades provenían de las canteras de la izquierda que después de los consejos socialistas de los años veinte en Medellín y Girardot, ha sido ayuna de gobierno; y, en cambio, sí, desde entonces forjó un patrimonio intelectual, literario y artístico cocido en las labores de crítica y resistencia a diversos niveles.
Volviendo con la pareja Turbay Gaitán, este último marcó un corte generacional y un talante rebelde al interior de la generación de los Nuevos (1925-1930), llamada así por la revista que agrupaba a estos promisorios talentos de la política, las artes y las letras.
En particular, en más de una oportunidad, el país político ha establecido en términos de intelectuales a dos grupos identificables, tecnócratas y políticos, quienes lo son en razón de la proximidad y el involucramiento en las tareas de gobernar la sociedad política y orientar a la sociedad civil en las cambiantes coyunturas, y, en esta en particular, cuando se produce la novedad del triunfo de una tercera fuerza que no se categoriza como heredera o desprendimiento del bipartidismo que se impuso como fórmula con sus metamorfosis desde la segunda mitad del siglo XIX.
Al efectuarse este corte, se produce también una ruptura, una modificación en los aparatos de hegemonía, de dirección y administración de la sociedad toda. La intervención de la exministra Cecilia López, quien acompañó como liberal con sensibilidad socialdemócrata, se vuelve relevante para realizar este examen preliminar de qué viene ocurriendo con la intelligentsia y la irrupción del proyecto político progresista en Colombia, que es parte de la tercera ola de una experiencia reformista de mediana duración en el continente, que empieza en 1999, y continúa en el actual 2025.
(continua)
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[1] En la sesión de la votación en el Senado, Sandra Ramírez, posteada por la candidata a la presidencia Vicky Dávila, radicó un oficio por la presunta violación a su intimidad, cuando la grabaron sin su autorización, y dijo: También voy a compulsar copias a la Fiscalía general de la Nación, por lo que acaba de sucederme en el Senado de la República, que me han grabado sin mi autorización”. Revisar noticia del portal Infobae, 3/9/25.
[2] Es el nombre que el filósofo francés Julien Benda le puso al combate que ocurría “sinrazón” en las calles de Francia y Europa continental en los años veinte del siglo pasado. Contra la verdad, la justicia, la razón se imponían el militarismo, la xenofobia y la mentira en nombre de la libertad.
[3] Es el título del ensayo escrito por el constitucionalista Gustavo Gallón, titulado “La república de las armas: relaciones entre fuerzas armadas y estado en Colombia, 1960-1980”. Publicado en Controversia No. 109-110. CINEP. Bogotá, 1983.
[4] La Alianza Democrática M19, fue la tercera fuerza popular más influyente frente al bipartidismo reencauchado con el Plebiscito de 1957, para forzar la convocatoria, el nombramiento y la aprobación de lo acordado en la Asamblea Constituyente, cuya redacción definitiva para convertirla en la Constitución de 1991, pasó por el pequeño Congresito y la Comisión Redactora que presidió el notable constitucionalista Jacobo Pérez Escobar.
[5] El primer desafío fue el golpe de mano de un general bolivariano, el indígena José María Melo y las Sociedades Democráticas, que gobernaron por ocho meses, hasta que fueron derrotados militarmente por la primera gran coalición bipartidista de Colombia como lo sostuvo el trabajo de Fernando Guillén Martínez (1925-1975) en La Regeneración y el poder político en Colombia, La regeneración primer frente nacional (1986).
[6] Fue la coronación sangrienta con el sacrificio de cientos de intelectuales de conservadores y liberales radicales en los campos de batalla.
[7] Novela escrita por Alfonso López Michelsen en el exilio familiar en México (1953), cuya portada con aviones presagian, a su modo, la salida del dictador Gustavo Rojas Pinilla, el segundo pacificador, criollo en este caso, después del primero, Pablo Morillo en tiempos de la Reconquista española.
[8] Fue el protagonista de la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla que concedió el Canal y su zona adyacente a perpetuidad a los EEUU, tratado que fue derogado por el demócrata Jimmy Carter en los Tratados Torrijos-Carter, que por estos días quiere desconocer el presidente republicano Donald Trump. Este nuevo filibusterismo tuvo su primera operación indicativa con la destrucción de una lancha rápida con once tripulantes en aguas internacionales que enrutaba, según parece, a Trinidad y Tobago, cuando tiene bloqueada a Venezuela con unidades de su marina de guerra.
[9] No se había olvidado la interrumpida revolución campesina mexicana de comienzos del siglo pasado en América Latina, que hizo a un lado al Porfirismo mexicano.
[10] El voto por el SI, según la Registraduría Nacional alcanzó al 94.82 %, y el NO, el 4,70%. Para entonces la población eran 12.918. 080 y los registrados para votar 5.368.816. Quienes votaron fueron 4.397.090.
[11] Rodríguez Garavito, Agustín (1965). Gabriel Turbay, un solitario de la grandeza. Editorial Prócer. Bogotá.
[12]Para favorecer la explotación inmisericorde de los obreros agrícolas y su familia en beneficio de enclave agroindustrial del imperialismo capitalista estadounidense.
[13] Villegas, Jorge (1996). Petróleo colombiano, ganancia gringa. Editorial Áncora, Bogotá.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD. Director Grupo Presidencialismo y participación
Foto tomada de: El Tiempo
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