La primera respuesta a este desafío por parte del presidente Petro fue desmontar la política agresiva y hostil hacia la hermana república de Venezuela, puesta en marcha y ejecutada durante su mandato presidencial por Iván Duque. Ese bibliotecario del BID, convertido por obra y gracia de la bendición otorgada por Washington, en presidente de Colombia. El fin de dicha política contraproducente, permitió reabrir la frontera, en beneficio de los seis millones de colombianos y venezolanos que habitan las regiones aledañas a la misma. Y en beneficio del avance hacia la política verdaderamente independiente y soberana que merece un país de la importancia de Colombia. Es este cambio radical de orientación en nuestra política hacia Venezuela la que explica que Petro haya rechazado públicamente el apoyo de las fuerzas armadas colombianas a un eventual ataque militar al país hermano, so pretexto de la “guerra contra el narcoterrorismo”. Cuyo objetivo sería en realidad el derrocamiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro con el fin de apoderarse de sus inmensas reservas de petróleo, las más grandes del mundo. Lo que está en juego en Venezuela – ha aclarado Petro- “no es el narcotráfico, es el petróleo”. En vez del apoyo a dichos ataques criminales y absolutamente injustificados, lo que Petro ha hecho es llamar a nuestras fuerzas armadas a colaborar con las venezolanas en una lucha contra el narcotráfico que respeta los derechos humanos.
Otra demostración de su voluntad de adoptar una política internacional independiente y soberana la representa su rotunda condena del genocidio en Gaza perpetrado por el gobierno de Benjamín Netanyahu, con el apoyo sin fisuras de Estados Unidos y con la complicidad de los países de la Unión Europea, con honrosas excepciones como la de España y la de Irlanda. Petro, como bien se sabe, no se ha limitado a la denuncia: ordenó la ruptura de relaciones con Israel, tanto diplomáticas como económicas. Tuvo mucho impacto internacional la orden que impartió a nuestra Armada de impedir la salida de barcos cargados de carbón con destino a Israel. Su firme oposición al genocidio del pueblo palestino le ha granjeado una extraordinaria popularidad en aquellos sectores de la ciudadanía de todos los países del mundo movilizados en contra de dicho genocidio y en defensa del derecho inalienable del pueblo palestino a contar con un Estado nacional independiente y soberano. Popularidad que es especialmente notable en los países del mundo árabe o musulmán si se quiere, tal y como lo ha probado el éxito de su gira por Asia Occidental, como escalas destacadas en Arabia Saudita y en Egipto. Para los pueblos de esa atribulada región del planeta, Petro es el ejemplo del líder político que mejor ha comprendido que “Gaza es la capital de la resistencia del mundo”- como él mismo ha declarado.
La realización de la IV Cumbre de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea en Santa Marta, pone a prueba el giro estratégico que Petro ha impreso a nuestra política internacional. De la importancia de la misma habla el empeño con el que nuestros medios hegemónicos y los del Occidente colectivo se han dedicado a devaluarla. O simplemente a silenciarla. Porque su mera realización supone un triunfo para el presidente Petro, actualmente demonizado por dichos medios y castigado por el gobierno Trump con la descertificación y la inclusión en la Lista Clinton. Un gobierno al que no le sienta nada bien la sola existencia de la CELAC– resultado de una iniciativa del presidente Hugo Chávez- es una piedra en el zapato de su política de ocupación militar y de recolonización de América Latina y en especial del Caribe. Para Trump y para su agresivo secretario de Estado “Narco” Rubio, resulta intolerable que exista cualquier organización con capacidad de reunir a un bloque de países de nuestra América en defensa de sus propios intereses y no los de Washington. Que tenga por consiguiente la capacidad de entablar un diálogo directo y sin intermediación, con los otros centros del poder en el mundo, como lo es de hecho la Unión Europea.
Por cierto, la realización de la cumbre de Santa Marta, ha puesto de presente las líneas de fractura que hoy amenazan su existencia. Han confirmado su asistencia Pedro Sánchez, presidente de gobierno de España, Luis Montenegro, primer ministro de Portugal, Petterl Orp de Países Bajos, Andrés Plenkovic, primer ministro de Serbia y Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo. Han excusado su asistencia Emmanuel Macron, presidente de Francia, Friederich Merz, canciller de Alemania y Úrsula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea. Estos últimos son – junto con Keir Starmer, el primer ministro del Reino Unido – el núcleo duro de la llamada Coalición de los dispuestos, fieramente comprometidos con la continuación de la guerra de Ucrania, para lo cual necesitan la ayuda militar de Washington. Por lo que no quieren darle al presidente Donald Trump, el disgusto de participar en una cumbre como la de Santa Marta, que tan poca gracia le hace al actual inquilino de la Casa Blanca.
Concluyo subrayando el hecho de que se celebra en Santa Marta, o sea en ese mismo mar Caribe donde Trump ha desplegado una poderosa fuerza naval que pretende derrocar al gobierno venezolano y forzar un cambio de régimen. O por lo menos, la intimidación de todos los países de la región, incluido el nuestro. Pase lo que pase finalmente en un futuro inmediato, lo cierto es que Trump ha puesto una espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Buscando sumisión y obediencia.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: HispanTV

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