Empecemos por los grupos implicados en el cambio climático.
Los científicos encuentran enormes dificultades a la hora de transmitir sus conocimientos al público. Deberían «bajar su nivel» para facilitar la comprensión de quienes les escuchan o leen.
Los «expertos» que actúan como voceros de gobiernos y plutócratas no parecen conocer —o prefieren hacer creer que ignoran— la acelerada progresión temporal del cambio climático.
Los responsables políticos suelen actuar de forma irresponsable, contradictoria, errática, engañosa, desinformada, perversa y/o al servicio de los poderes fácticos. Unos afirman que el desarrollo económico puede ser sostenible: es decir, que decrecimiento y capitalismo pueden ir de la mano sin problemas. Otros, que la energía nuclear vuelve a ser la panacea universal (eso aseguran los actuales Verdes alemanes). Pocos, que estamos al borde del desastre. Finalmente, quienes sostienen contundentes que es falso el cambio climático. Una de las consecuencias de posturas tan discordantes es el escaso peso que el cambio climático tiene en la agenda de nuestros gobernantes y el lento y tortuoso avance de las negociaciones internacionales para hacerle frente.
Los grupos de poder, que someten a Estados y gobiernos, tienen como objetivo crucial ocultar su responsabilidad en el colapso climático.
A continuación, deberíamos preguntarnos por qué los medios de comunicación proyectan en la ciudadanía la impresión de que el cambio climático es irrelevante.
En primer lugar, nos encontramos con la mediocre formación de tantos periodistas actuales y su escandalosa ignorancia respecto del tema, lo cual deriva en no prestarle suficiente atención o prestarle cada vez menos.
En segundo lugar, la precariedad —al menos, en nuestro país— de un periodismo de investigación solvente que facilite información adecuada y amplia.
En tercer lugar, las presiones que los medios de comunicación reciben de los grupos de poder con amplios intereses en ámbitos económicos responsables del cambio climático. No olvidemos, además, que muchos de esos medios son de su propiedad. Las consecuencias pueden ser diversas: ocultación informativa ante la gravedad del cambio climático, bien desviando la atención del público hacia cuestiones menos comprometidas o muy superficiales, bien repitiendo hasta la saciedad las mismas noticias para agotar al público; la ideología neoliberal de algunos informadores, coincidente con la de sus «amos»; finalmente, las amenazas que reciben los medios independientes si informan de forma cabal con la retirada de publicidad, si no es que ya la han retirado definitivamente.
En cuarto lugar y relacionado también con la presión que ejercen los grupos de poder, los medios de comunicación se centran exclusivamente en aquellas directrices que recibe de «arriba», así que el público solo oye hablar de negociaciones internacionales sin especificar, energías renovables sin saber qué renuevan y geoingeniería, término indescifrable para la población en general. Sin embargo, nada dicen de las consecuencias sociales, económicas y políticas que el cambio climático ya provoca: subida de precios en productos de primera necesidad, migraciones masivas a causa de la desertización, hambrunas, desempleo, empobrecimiento, desigualdades sociales y económicas cada vez más profundas, caos sanitario, conflictos bélicos… La lista es ya demasiado larga y se propaga por todo el mundo cada vez a más velocidad, pero sigue ocultándosele a la ciudadanía.
En quinto lugar, la existencia de problemas trascendentales que requieren de respuestas inmediatas y que resultan tan acuciantes que impiden a los periodistas «ver el bosque». Sin embargo, algunos son consecuencia del cambio climático.
En sexto lugar, la escasa habilidad de los medios de comunicación a la hora de transmitir la información a sus lectores y oyentes. En ese sentido, actúan de forma similar a los científicos. No obstante, el cambio climático no es, desgraciadamente, un tema puntual y deberían esforzarse en aprender a comunicarlo. Por un lado, compensando su falta de novedad con un tratamiento más original y variado; por el otro, incorporando soportes a la información que atrajesen a la población. Es decir, hay que gestionar mejor la «creatividad informativa» para que la gente vea que el cambio climático es un tema de máxima prioridad.
¿Cuáles son las consecuencias de una información inadecuada acerca del cambio climático?
Tanto a nivel individual como colectivo, el cambio climático nos supera en muchos aspectos. Como, hasta el momento, ha sido una fuente constante de malas noticias, lo percibimos como deprimente, inabarcable, difícil de resolver y fuera de nuestro alcance. Su carácter desmoralizador crea en nosotros la sensación de que somos incapaces de influir en su evolución y lo eliminamos de nuestra agenda. En realidad, nos dominan el miedo y la impotencia, que se combinan de tal forma que inhiben nuestro interés y, en consecuencia, nos impiden actuar colectivamente de forma proactiva.
No olvidemos, además, que existe un miedo irracional fuertemente arraigado en nosotros que nos impide actuar. De hecho, ha sido utilizado a lo largo de la historia por los poderosos para impedirnos avanzar. El mismo Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, hablaba de una falacia política relacionada con dicho temor, aprovechada por quienes detentaban el poder en Gran Bretaña para obstaculizar cualquier mejora en la sociedad. Es el miedo que la gente siente a las repercusiones que puedan tener sus actos. Temen que su respuesta al cambio climático puede ser peor que no hacer nada. Sin actuar, han experimentado las consecuencias del cambio climático y saben a qué atenerse, pero ignoran qué puede ocurrir si reaccionan proactivamente, pues perciben las consecuencias como imprecisas y lejanas. Es lo que comúnmente conocemos a través del refrán «más vale malo conocido que bueno por conocer». No obstante —y aquí coincido de nuevo con Jeremy Bentham— se equivocan, porque nuestra especie no hubiese avanzado en algunos aspectos de forma positiva si no se hubiese arriesgado a actuar.
Finalmente, los grupos de poder evitan cualquier cambio estructural —como podría ser la sustitución del capitalismo por el decrecimiento— que frene el cambio climático potenciando una información confusa basada en el enfrentamiento entre sus «expertos» (que se presentan como depositarios de la única verdad y ocultan que defienden los intereses de sus «pagadores») y los científicos que conocen la situación real. Ciertamente, la población desconoce esa circunstancia y solo percibe los desacuerdos entre ambos grupos y las dudas que plantean los «expertos», hijos de una «Ciencia» (en mayúscula y sentido irónico) que se ha arrogado el «imperio del conocimiento» y que desprecia la labor callada pero seria y constante de los investigadores de «a pie».
Además de las nefastas consecuencias que implican dichas controversias para la población y las dudas que proyecta la comunidad científica —a veces, de forma no premeditada— está el uso que de ello hacen escépticos y negacionistas, lo cual neutraliza mucho más la relevancia del cambio climático.
Solo tres vías pueden romper el nocivo proceder de los medios de comunicación.
En primer lugar, hablar, opinar, debatir, reflexionar y deliberar acerca del cambio climático.
En segundo lugar, recuperar una virtud que el capitalismo nos ha arrebatado: prestar atención a todo lo que nos rodea.
En tercer y último lugar, atrevernos a actuar colectivamente, sin miedo a las consecuencias, porque nunca serán peores que los efectos cada vez más graves producidos por el cambio climático. Deberíamos, pues, agitar las conciencias de nuestros conciudadanos para que participen de forma positiva y evitar las connotaciones negativas o catastrofistas.
Pepa Úbeda
Jesús Huguet says
Com tots els teus articles, una magnífica exposició però que, desgraciadament, aquells que podien “mullar-se” no tindran en consideració.
Fina Oliver says
Gràcies Pepa pel teu article. M’encanten les tres vies que proposes per a contrarestar la influència de certs mitjans de comunicació. Sobretot el que proposes d’observar el que passa al nostre entorn per tal de poder reflexionar després col·lectivament i actuar per a canviar les coses.
Salutacións!