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María Corina Machado y el prefabricado heroísmo mediático

15 diciembre, 2025 By Maureén Maya Leave a Comment

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“Toda guerra se basa en el engaño”.

Sun Tzu. El arte de la guerra.

 Una de las mayores debilidades de las narrativas impuestas por los grandes medios de comunicación —alineadas con los intereses de las élites del poder político y financiero global— es la creencia de que las sociedades son ingenuas, fácilmente manipulables, se les puede engañar de manera permanente y convencerlas de que es de noche aun cuando el sol caliente sus cabezas y tiña de naranja el horizonte.

La desmesurada exposición mediática de María Corina Machado Parisca, durante las últimas semanas, busca convencer al mundo de que su reciente travesía, presentada como el valiente escape de una cruel tiranía, es la máxima expresión del heroísmo moderno. No se han dado cuenta que van desnudos como el emperador sin traje y que podemos advertir la estrategia de manipulación. Se construye una epopeya: la figura de una mártir que rompe cadenas desde la clandestinidad, impulsada únicamente por la fuerza de su carácter y el amor a un pueblo oprimido, escapa de las fauces de un Kraken prefabricado por la retórica política de la Casa Blanca y logra llegar a Noruega con la ayuda de nobles mecenas que se cruzaron en su camino. Su objetivo es presentarse en Oslo, en el “balcón del mundo” sobre el cual apuntan todos los reflectores y las cámaras de la prensa occidental, para reclamar lo que le pertenece: un cuestionado Premio Nobel de la Paz. Este suceso, además de ser parte de una estrategia y de un libreto (no es un hecho aislado a lo que sucede hoy en América) despierta algunas reflexiones y, sobre todo, profundas preocupaciones.

Mientras la fabricada heroína ocupaba los titulares de prensa y más de la mitad de las franjas noticiosas de los telediarios del continente hablaban de ella sin reposo durante varios días, algunas ciudadanías -incluso conscientes de estar asistiendo a una nueva teatralidad del fascismo- suspiraban conmovidas al conocer en detalle su historia de resistencia, y el emperador -que hoy reparte órdenes y zurriago desde la Oficina Oval- intensificaba la presencia naval en los océanos, con buques de guerra, portaaviones, naves F-35 de última generación, destructores y miles de mariners, a la vez que amenazaba con extinguir los gobiernos que le no le son complacientes, montando la versión de que son aliados, incluso cabecillas del narcotráfico. ¡Al carajo las democracias, los tratados internacionales y la justicia y soberanía de los pueblos!

Pocas veces había sido tan evidente el uso político de un galardón internacional y el abuso del manido argumento de la “seguridad nacional” para ocultar razones ideológicas e intereses mercantiles, y violentar acuerdos internacionales. Tampoco habíamos asistido a un tiempo con tan marcada distorsión moral por parte de quienes pretenden legitimar como virtuoso lo que, desde una perspectiva ética y política, resulta profundamente cuestionable y debería ser categóricamente rechazado.

Este proceso de decadencia, supremacía imperialista y desinformación no parte de la nada. La política venezolana actúa en abierta sintonía con los lineamientos estratégicos de la Casa Blanca, y ha declarado muchas veces que su principal objetivo de derrocar al presidente Nicolás Maduro, hoy bajo el pretexto de la “lucha contra el narcotráfico”. En ese marco se inscriben operaciones militares sin precedentes en América Latina, como la denominada Lanza del Sur, mediante la cual Estados Unidos ha bombardeado más de una veintena de embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, ejecutando a ciudadanos latinos, señalados de traficar drogas sin presentar pruebas verificables ni someterlos a proceso judicial alguno.

Paralelamente, la Casa Blanca acusa al presidente venezolano de ser el supuesto líder del llamado “Cartel de los Soles”, también sin evidencia concreta, reforzando una estrategia clásica de demonización que antecede a las intervenciones políticas, económicas y/o militares. El objetivo es claro: posicionar a María Corina Machado como la figura “inevitable” -incluso deseada y aclamada- de un gobierno de transición, una presidenta no electa que asumiría el mandato -o el mandado- sin generar resistencia, por consenso, mientras se “preparan” nuevas elecciones bajo supervisión externa.

Para lograrlo, es imprescindible construir legitimidad mundial. De ahí la cobertura diaria de los grandes medios: su vida privada, su familia y su trayectoria política son presentados como ejemplo moral. La gran prensa -servil a Washington- la define como la elegida para conducir un supuesto proceso democrático legítimo y ansiado por las mayorías, de allí que sea imprescindible que conquiste la favorabilidad internacional. Las imágenes cuidadosamente seleccionadas, las historias edulcoradas y el tono épico de la narrativa producen lágrimas, adhesión emocional y una aceptación acrítica del personaje. El mensaje es simple: ella es la indicada, la salvadora, la única alternativa posible para sustituir a Maduro, salvar al pueblo venezolano del castrochavismo, recuperar la democracia socavada tras un mandato de 12 años (logrado con fraude, dinero mafioso, corrupción y represión) y, por supuesto, redireccionar y diversificar su pujante economía.

Sin embargo, detrás de esa imagen de salvadora se esconde un proyecto político profundamente alineado con los intereses del poder imperial. Machado ha afirmado sin ambigüedades que Estados Unidos “puede ganar mucho dinero en Venezuela” y, aun sin haber sido elegida, ya ofrece la privatización de las empresas estratégicas del Estado. Elogia abiertamente a Donald Trump, llega incluso a sugerirlo como merecedor del Nobel de la Paz, guarda silencio —o expresa apoyo— frente al genocidio del pueblo palestino y se muestra dócil ante las políticas guerreristas y expansionistas de Washington.

La amenaza hoy ya no se limita a Venezuela. América del Sur, históricamente al margen de las guerras mundiales, enfrenta hoy un riesgo real de militarización impulsada por una administración estadounidense dispuesta a romper con esa tradición de paz, reconocida en la Cumbre CELAC de La Habana, Cuba, en 2014[1], y a través de la “Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz” del Parlamento Latinoamericano y Caribeño (PARLATINO) en 2024. Trump ya ha enseñado más que los dientes frente a Venezuela y ha amenazado incluso al presidente de Colombia, Gustavo Petro porque no tolera que alguien -un inferior- se pare firme ante él, lo mire a los ojos desde una misma altura, lo cuestione, se oponga a su agenda imperial y le hable con franqueza sin bajar la cabeza ni poner la rodilla en tierra y sin abrazar una bandera manchada de sangre.

Claramente, la ficha de María Corina Machado no representa una ruptura con el pasado ni una alternativa democrática genuina. Ella es el peón envanecido en un jugo político que hoy hace posible la intromisión directa del imperio en América Latina. Ya lo han repetido varios analistas. Asistimos a la readaptación de la Doctrina Monroe, (“América para los americanos”) para socavar la independencia de nuestras naciones y minar política y culturalmente el continente latinoamericano a través de una agresiva política intervencionista.

Machado con su pose y forzada figuración, es el resultado de una operación política y mediática destinada a facilitar la entrega del petróleo, las riquezas naturales, los minerales raros y la soberanía venezolana, así como a neutralizar a la izquierda política regional. Su figura no encarna el heroísmo, sino la funcionalidad: la de una dirigente diseñada para gobernar sin resistencia y obedecer sin objeciones las directrices de quien le asignó un rol protagónico en este turbio juego de poder; el mismo que quiso jugar una opaca candidata colombiana cuando sostuvo que se dejaría consentir y consentiría al magnate de la Casa Blanca, sin que este siquiera volteara a mirarla.

La historia latinoamericana ya conoce ese guion. Cambian los nombres, los rostros y los discursos, pero el libreto sigue siendo el mismo que alentó la Operación Cóndor, la Doctrina de Seguridad Nacional y la tesis del “enemigo interno”. Y, como siempre, la pregunta decisiva no es quién ocupa el poder, sino a quién sirve ese poder.

Aterrar y someter al mundo como política exterior

La escalada terrorista ordenada por el jefe de la Casa Blanca sobre aguas internacionales, próximas a Colombia y Venezuela, plantea varias inquietudes que deben alarmar a ciudadanos y gobiernos del mundo. Por un lado, se advierte que es posible librar una ofensiva criminal contra nacionales de otras latitudes, esgrimir un falaz discurso y argumentar amenaza a la seguridad nacional para asesinar impunemente, sin que nadie pueda cuestionarlo, detenerlo o exigir -con resultados concretos- respeto a los derechos humanos y al DIH. El gobierno de EE. UU ejecuta con misiles a ciudadanos latinoamericanos en los océanos pacífico y caribe, los acusa de narcotraficantes sin presentar prueba alguna de su dicho y los condena a muerte sin juicio; y lo hace porque puede hacerlo, porque no hay Consejo de Seguridad ni organismo internacional ni tribunal de justicia que valga.  Viola la Carta de las Naciones Unidas, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), los principios de la ONU sobre la Prevención e Investigación de Ejecuciones Extralegales y el debido proceso al desconocer que toda persona acusada de un delito tiene derecho a la presunción de inocencia, a un juicio justo, a un tribunal competente y a defensa legal. La acusación de “narcotraficante” no autoriza la pena de muerte sumaria, menos aún aplicada por un Estado extranjero. El bombardeo sobre lanchas sudamericanas desconoce el Derecho Internacional Consuetudinario y la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que indica claramente que el uso de la fuerza debe ser proporcional y orientado a interdicción y captura, no a la destrucción letal. El narcotráfico no habilita bombardeos; habilita la cooperación judicial y de policial internacional, como hemos visto en infinidad de casos de interdicción marítima, incautación de miles de toneladas de estupefacientes, captura y juicio a los sospechosos. Hace mes y medio en un operativo de la inteligencia militar colombiana, se incautaron 2.652 toneladas de cocaína, evitando que 26.000 millones de dosis lleguen a los países consumidores”[2].

La acción bélica de Estados Unidos desconoce el principio de proporcionalidad y necesidad, que establece el Derecho Internacional Humanitario. El uso de misiles o bombardeos contra embarcaciones civiles sin combate armado y sin amenaza inmediata, viola el principio de proporcionalidad, incluso aunque existiera sospecha criminal, no se permite ni se puede justificar. El patrón sistemático de estas ejecuciones extrajudiciales, el uso ilegal de la fuerza y los asesinatos transnacionales transmitidos en directo en un alarde de poder homicida, nos indica que estamos ante crímenes de lesa humanidad de acuerdo con el Estatuto de Roma. Aunque EE. UU. no reconozca la jurisdicción de la CPI, el principio de jurisdicción universal sigue siendo aplicable. Y debe ser aplicado.

La “lógica” del castigo imperial y la guerra preventiva, algo jurídicamente ilegal y éticamente inaceptable, no sustituye el derecho internacional ni relativiza los principios y valores morales que permiten el desarrollo, la convivencia y la construcción de naciones democráticas; todo lo que amenaza hoy el gobierno de Estados Unidos.

El tablero político-militar que hoy impone la Casa Blanca se presenta deliberadamente caótico. No se sabe cuándo atacará a Venezuela -si es que lo hará- cómo lo hará ni bajo qué pretexto ejecutará su próxima ofensiva. Tal vez solo esté presionando para forzar un golpe de Estado militar contra Maduro, que no es sencillo, pero tampoco improbable. “La cuestión de la preparación de las fuerzas armadas venezolanas es una incógnita, pero todos los especialistas consultados por DW coinciden con Víctor M. Mijares, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Los Andes, en que no podrían hacer frente a un ataque estadounidense.

La periodista venezolana en el exilio Sebastiana Barráez, la mayor experta en el tema no encarcelada por el chavismo, lo achaca a la opacidad del régimen de Maduro. “Si no se publican las cifras de la inflación, los registros de la incidencia de la malaria o de otras enfermedades, por ejemplo, mucho menos se publican los de Defensa”, ejemplifica”[3].

Esta es una posibilidad entre unas cuantas más. La incertidumbre se mantiene y no parece un error de cálculo sino parte de una estrategia a la que se suman la difamación sistemática, la intimidación diplomática y la fabricación de liderazgos dóciles, diseñados para operar como fichas útiles de un proyecto expansionista que se disfraza de amor, democracia y patriotismo.

Nada de esto es nuevo. Lo verdaderamente revelador es la claridad con la que hoy se exhiben los métodos: alfiles encubiertos, aliados obedientes, auge del fascismo ideológico, narrativas prefabricadas, el miedo como arma de terror psicológico y la búsqueda desesperada por el control político, económico y simbólico de los pueblos que aún se resisten a entregar su soberanía. La operación no se ejecuta únicamente con misiles o sanciones, lo sabemos, se despliega también en los grandes medios, en los amañados premios internacionales, en la épica cuidadosamente construida alrededor de figuras que representan no la emancipación, sino la sumisión.

Se nos quiere vender como heroísmo lo que en realidad es obediencia. Se nos pide aplaudir como valentía lo que no es más que ambición personal alineada a intereses ajenos. Bajo el ropaje del sacrificio y la clandestinidad, se legitima la entrega impúdica de los recursos estratégicos, la privatización del patrimonio común y la subordinación política a un imperio que no oculta su voracidad.

Sin embargo, hay un dato que incomoda a los arquitectos de esta puesta en escena: hay más conciencia de la que creen. Más lectura crítica, más memoria histórica, más capacidad de interpretar los signos de este tiempo. Los pueblos no son espectadores pasivos ni masas amorfas dispuestas a aceptar cualquier relato que se repita con suficiente insistencia. Existe, pese al miedo, una comprensión creciente de que asistimos a una representación cuidadosamente libreteada, a una narrativa diseñada para neutralizar resistencias y normalizar lo inaceptable.

Detener esta maquinaria no es un acto de fe, sino de lucidez política. Lo que está en juego no es un nombre ni una coyuntura electoral, sino el rumbo de nuestras sociedades. O avanzamos hacia la autodeterminación, el humanismo y una vida digna para todas y todos, o retrocedemos hacia un modelo de dominación donde el capitalismo salvaje decide quién vive, quién muere y quién sirve.

Este no es solo un llamado a la crítica, sino a la responsabilidad histórica. Porque cuando el telón cae y la ficción se impone como verdad, las consecuencias no son simbólicas: son reales, profundas y, muchas veces, irreversibles. Hoy sabemos que su odio no es ficción, pero nuestro amor y resistencia tampoco lo son.

_________________

[1] Gobierno de México; Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz – Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Documento de la II Cumbre de la CELAC La Habana, Cuba, el 28 y 29 de enero de 2014. Reafirma el compromiso de la CELAC con la solución pacífica de conflictos, el respeto al estado de derecho y el desarme nuclear”. Secretaría de Relaciones exteriores, 30 de enero de 2024- Ver en: https://www.gob.mx/sre/documentos/proclama-de-america-latina-y-el-caribe-como-zona-de-paz-comunidad-de-estados-latinoamericanos-y-caribenos-celac

[2] Infobae; “Petro destacó millonaria incautación de cocaína en la frontera con Ecuador e invitó a Trump a Colombia: “Veamos cómo se incauta cocaína sin matar gente”. Octubre 24 de 2025. Ver en: https://www.infobae.com/colombia/2025/10/24/en-medio-del-cruce-de-improperios-petro-volvio-a-resaltar-millonaria-incautacion-en-la-frontera-con-ecuador-e-invito-a-trump-a-colombia-incautar-cocaina-sin-matar-gente/
Ver también: https://www.instagram.com/reel/DQVH3X7DE3z/

[3] DW; “EE. UU. hace un despliegue inusitado de fuerza en el Caribe”. Por Luis García Casas. Sección Conflictos. Venezuela. Ver en:  https://www.dw.com/es/estados-unidos-y-su-fuerza-naval-en-el-caribe-siempre-deber%C3%ADa-haber-una-opci%C3%B3n-para-la-paz/a-74754741

Maureén Maya

Foto tomada de: CAMBIO Colombia

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