La ideología MAGA se define en oposición directa al globalismo, un principio que, si bien tiene sus cuestionamientos desde una perspectiva decolonial, ha fomentado la interdependencia y la cooperación multilateral como mecanismos para la paz y la prosperidad. El binarismo rígido de “patriotas contra globalistas” que nutre al movimiento no es una simple preferencia política; es el rechazo explícito a las instituciones de carácter multilateral, los tratados y los valores fundamentales o el ethos de responsabilidad compartida, que forman el núcleo del sistema internacional de la posguerra. La visión de MAGA de un mundo como un “campo de batalla bajo asedio” no deja espacio para la diplomacia basada en el beneficio mutuo.
El desmantelamiento del multilateralismo y la lógica de la dominación
El movimiento MAGA ve el compromiso democrático como una debilidad, la ambigüedad como una traición y el matiz como una forma de herejía. Cuando esta mentalidad se extrapola a la arena internacional, el resultado inevitable es un unilateralismo agresivo que desprecia la negociación y el consenso. El multilateralismo funcional requiere paciencia, la aceptación de que los intereses nacionales deben a veces moderarse en pos de un bien mayor, y la confianza en que los socios cumplirán sus compromisos. La psicología MAGA, basada en la “lealtad performativa” y la “indignación ritualizada”, es incapaz de operar en este entorno. En su lugar, promueve una visión de suma cero donde cualquier ganancia para la comunidad internacional es una pérdida para la nación.
Las alianzas estratégicas, que dependen de la confianza y valores compartidos, se vuelven puramente transaccionales y frágiles, sujetas al capricho de un líder cuyo dominio es “simbólico” y se basa en la “transgresión contra las normas institucionales”. Un actor estatal guiado por los principios MAGA no busca ser un socio fiable, sino un dominador incuestionable. Esta postura erosiona la eficacia de organizaciones como las Naciones Unidas, la OTAN y otros foros diseñados para la resolución pacífica de conflictos. Se crea así un peligroso vacío de poder que actores revisionistas y autoritarios pueden explotar, acelerando una era de competencia entre grandes potencias desprovista de las barandillas normativas que antes la contenían. El desprecio por el “globalismo” es, en esencia, un desprecio por el florecimiento a diversas formas de organización de la sociedad civil en diferentes puntos del planeta.
La militarización de la política exterior: La “Diplomacia de las Cañoneras”
La aplicación en la práctica de MAGA en la arena internacional es particularmente alarmante. El despliegue militar en el Caribe, justificado bajo el pretexto de combatir el narcoterrorismo, es calificado explícitamente como una “clara señal” de la intención de lograr un cambio de régimen mediante la “diplomacia de las cañoneras”. Esta estrategia es una regresión deliberada a una era pre-Carta de las Naciones Unidas, un retorno a la política de poder del siglo XIX donde la fuerza militar era una herramienta diplomática primaria y no un último recurso. Representa una violación flagrante del espíritu y la letra del Artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
Al equiparar a los carteles de la droga con organizaciones terroristas de nivel estatal como Al Qaeda o el Estado Islámico, la ideología MAGA importa el lenguaje y la lógica de la “guerra contra el terror” a la política regional, con el objetivo de justificar ataques letales unilaterales. Esta doctrina crea un precedente profundamente desestabilizador: cualquier actor no estatal que se oponga a los intereses de Estados Unidos puede ser redefinido como una amenaza existencial, legitimando una intervención militar al margen del derecho internacional, del Consejo de Seguridad de la ONU y de los marcos de cooperación policial internacional. Se abandona la colaboración en materia de seguridad por la imposición de la fuerza bruta, desestabilizando regiones enteras y fomentando ciclos de violencia, represalias y una mayor militarización por parte de otros Estados que se sienten amenazados.
La arquitectura del derecho internacional y de los derechos humanos se basa en principios universales como la dignidad inherente de todas las personas, la igualdad soberana de los Estados y el imperio de la ley (Estado de Derecho). El movimiento MAGA, en su núcleo ideológico y psicológico, se revela como antitético a cada uno de estos pilares fundamentales.
El colapso del Estado de Derecho: de lo doméstico a lo internacional
Una de las características más alarmantes del movimiento es su lealtad a la figura del líder que “supera la fidelidad a la ley o a la Constitución de los Estados Unidos”. El desprecio interno por el Estado de Derecho es el modelo para su desprecio externo. Un movimiento que busca activamente “controlar los resortes del poder estatal, incluyendo las juntas electorales y cargos judiciales” para imponer una “visión radical de lealtad política”, carece de la capacidad y la voluntad de someterse a las restricciones del derecho internacional. Si las normas constitucionales domésticas son vistas como obstáculos a ser purgados por un líder que promete “venganza”, los tratados internacionales y las sentencias de tribunales como la Corte Internacional de Justicia son percibidos como imposiciones intolerables a una soberanía nacional que se considera absoluta e ilimitada.
La premisa de MAGA de una “grandeza” perdida que debe ser restaurada por un líder carismático es incompatible con el principio pacta sunt servanda (los acuerdos deben cumplirse), que es el fundamento de todo el derecho de los tratados. La fiabilidad y la previsibilidad son la base de las relaciones internacionales; la ideología MAGA, que valora la “transgresión” y la imprevisibilidad, las destruye. Un Estado que no respeta sus propios procesos electorales, como lo demuestra el hecho de que “más del 70% de los votantes de Trump creen que no se puede confiar en futuras elecciones si su candidato no gana”, no puede presentarse como un defensor creíble del orden jurídico internacional.
La violación frontal de los principios fundamentales de los Derechos Humanos
La ideología MAGA no solo ignora, sino que se construye activamente sobre la negación de los derechos humanos universales.
- El principio de no discriminación: MAGA “define su identidad negando y despreciando a grupos diversos, incluyendo grupos raciales, sexuales, religiosos, culturales, migrantes o de género”. Esta es una declaración de guerra contra el Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), que establece que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. La retórica del “retorno a un pasado mitificado de supremacía masculina blanca” es un ataque directo al principio de no discriminación, que es una norma de jus cogens en el derecho internacional, es decir, una norma imperativa que no admite acuerdo en contrario. Al construir su identidad sobre la exclusión, el movimiento MAGA ataca la esencia misma del universalismo de los derechos humanos.
- La deshumanización y el derecho a la vida: La justificación de la militarización interna a través de la narrativa de una “invasión interior” es, quizás, la manifestación más peligrosa de esta ideología. Al describir a los migrantes como un “enemigo extranjero” sin uniforme al que “se les puede eliminar”, se les despoja de su humanidad y de su condición de sujetos de derecho. Esta retórica, que promueve la “cero empatía”, es una violación directa de las obligaciones de Estados Unidos bajo el derecho internacional de los refugiados, incluyendo el principio de non-refoulement (no devolución), y socava el derecho fundamental a la vida y a un juicio justo. La deshumanización es un prerrequisito histórico para las atrocidades masivas, y normalizar este discurso desde la más alta esfera del poder crea un entorno permisivo para la violencia xenófoba y la violación de los derechos más básicos.
- Libertad de expresión y de prensa: El ataque a los medios de comunicación, descrito como una “caza de brujas contra la libertad de expresión”, es otro pilar del autoritarismo que atenta contra el Artículo 19 de la DUDH y del PIDCP. Un movimiento que opera en una “cámara de eco” donde “la verdad es secundaria a la lealtad” y la información externa es “descartada como hostil”, necesariamente debe silenciar a la prensa libre. Los medios de comunicación independientes cumplen una función esencial de control y rendición de cuentas, presentando hechos que contradicen las “narrativas emocionalmente satisfactorias” del movimiento. Por lo tanto, no son vistos como interlocutores en un debate, sino como enemigos a ser neutralizados para mantener la cohesión del culto y la incuestionabilidad del líder.
El Derecho Internacional Humanitario (DIH) y la normalización de la violencia
El Derecho Internacional Humanitario (DIH), también conocido como el derecho de los conflictos armados o jus in bello, se basa en la distinción crucial entre combatientes y civiles, y en los principios de proporcionalidad, necesidad y humanidad. La mentalidad MAGA disuelve estas distinciones y normaliza una lógica de guerra total que amenaza con deshacer décadas de progreso en la humanización de los conflictos.
La narrativa de una “guerra desde dentro” contra un “enemigo sin uniforme” borra deliberadamente la línea entre la aplicación de la ley y las operaciones militares. En un conflicto armado, el principio de distinción protege a la población civil de los ataques directos. Sin embargo, la ideología MAGA redefine a segmentos de la población civil (migrantes, opositores políticos en “ciudades peligrosas”) como amenazas existenciales que deben ser “limpiadas” o “eliminadas”. La escalofriante sugerencia de utilizar ciudades estadounidenses como “campos de entrenamiento para nuestro ejército” ilustra una concepción del espacio cívico como un campo de batalla y de sus habitantes como objetivos potenciales. Esta lógica, si se aplicara en un conflicto internacional, justificaría fácilmente los ataques contra cualquier población civil considerada hostil, desmantelando la protección más fundamental que ofrece el DIH y abriendo la puerta a crímenes de guerra.
La crueldad como herramienta política y de guerra
El DIH busca limitar el sufrimiento innecesario en la guerra y prohíbe el trato cruel e inhumano. En absoluto contraste, en el ecosistema MAGA, “la crueldad a menudo se valora” y “el sufrimiento infligido a [los enemigos] se convierte en una fuente de gozo y validación para la base”. Una doctrina militar y política que celebra la crueldad es fundamentalmente incompatible con los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales. Esta “política retributiva” no busca la resolución de conflictos ni la restauración de la paz, sino la aniquilación del adversario, un objetivo que entra en conflicto directo con los principios más básicos de humanidad que el DIH busca preservar incluso en las circunstancias más extremas. Fomenta una cultura en la que la violencia excesiva no es un fallo lamentable, sino una demostración de fuerza y autenticidad.
Un proyecto de poder contra el orden normativo democrático
En conclusión, el movimiento MAGA, trasciende la política doméstica para convertirse en un desafío directo y existencial al orden normativo internacional establecido tras 1945. No se trata simplemente de una política exterior aislacionista o proteccionista, sino de un proyecto de poder autoritario que busca activamente desmantelar las normas, leyes e instituciones que limitan el poder soberano absoluto. Una búsqueda de la “dominación total”.
Su impacto en la geopolítica es la sustitución del multilateralismo por un unilateralismo depredador, desestabilizando alianzas y fomentando un entorno de anarquía internacional. Su ataque al derecho internacional es fundamental, ya que rechaza el principio del Estado de Derecho tanto a nivel nacional como internacional, reemplazándolo por el culto a un líder y la lealtad por encima de la ley. Finalmente, su amenaza a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario es la más profunda, pues se basa en una ideología de exclusión, deshumanización y crueldad que niega la premisa misma de una humanidad compartida. El movimiento MAGA no busca simplemente que Estados Unidos “gane” en el escenario mundial; busca reescribir las reglas del juego para que solo haya un ganador, en un mundo regido no por el derecho, sino por la fuerza y una “política retributiva” sin límites. Representa una contrarrevolución normativa que pretende reemplazar los principios de universalidad y cooperación por un tribalismo nacionalista agresivo. Y es esta ideología fascistoide que Donald Trump pretende implementar en el escenario internacional. ¡Las alarmas deberían estar sonando desde hace mucho rato!
Jaime Gómez Alcaraz, Analista Internacional
Foto tomada de: BBC
Deja un comentario