La situación en Colombia es similar a la evidenciada por el Banco Mundial en su informe de 2024 sobre la pobreza en el mundo. El DANE fija las líneas de pobreza en magnitudes bastante “frugales”, a pesar de lo cual las tasas y la magnitud de la pobreza son enormes. Los datos de los últimos 25 años muestran que aunque la tasa de pobreza monetaria haya disminuido, la magnitud de pobres se mantiene e incluso aumentó un poco: en otros términos, el número de personas que sufren sigue siendo más o menos el mismo.
Vélez presenta los datos de mejoramiento entre 2000 y 2019 sin incluir los últimos años en los cuales hay también disminuciones que coinciden con el gobierno de Petro (no quiere reconocerle nada). Tal como ocurre a nivel mundial, si se fija la línea de pobreza en un nivel menos frugal, es decir, en un valor más alto, la pobreza aumenta sustancialmente.
El DANE nos ofrece unos datos interesantes sobre esto. El porcentaje de población pobre disminuye: en el lenguaje coloquial de los políticos y gobiernos, se sacó a una cantidad de gente de la pobreza. ¿Se la sacó y donde la pusieron? ¿Se convirtieron en ricos? Pues según las clasificaciones del DANE pasaron a ser vulnerables (débiles, desvalidos, según el DRAE), un eufemismo para hablar de pobres no tan pobres como los más pobres (disculpen el trabalenguas). Si la sociedad estableciera que la línea de pobreza debería estar en el valor máximo de la población vulnerable encontraríamos que la tasa de pobreza sería muy superior: según el DANE la población pobre y la población vulnerable representan aproximadamente el 65% del total, es decir cerca de 33 millones de personas.
De otra parte, la pobreza ha disminuido, aunque las tasas de crecimiento han sido bajas durante los últimos años; la disminución de la pobreza no es un resultado automático del crecimiento económico, incide también por ejemplo, el aumento real del salario mínimo, algo que se ha hecho en los últimos años. En otras palabras, podría disminuir la pobreza absoluta con un crecimiento bajo, si se pagan mejores salarios. Esto es algo que Vélez no examina.
El desarrollo capitalista implica un crecimiento del producto total y especialmente, un aumento del producto por habitante, que es un resultado del aumento en la productividad por trabajador, es decir, de la capacidad de producir muchos más valores de uso por trabajador en un período determinado. Aunque el PIB por habitante en Colombia es bajo comparado con los países capitalistas más desarrollados e incluso con otros países de América Latina, sería suficiente para suprimir la pobreza si se distribuyera equitativamente.
El crecimiento de la productividad y del producto total abre la posibilidad de que se paguen mejores salarios absolutos a los trabajadores de todos los niveles y de reducciones en las tasas de pobreza. Esto es evidente sobre todo en la capa de trabajadores asalariados que ocupan los lugares superiores en la escala jerárquica: una parte de los asalariados obtiene ingresos muy superiores a las líneas de pobreza. Igualmente, un subconjunto de empresarios capitalistas y medianos obtiene ingresos muy altos en comparación con el salario mínimo. Pero también mejora la capacidad de consumo de sectores de los trabajadores asalariados ubicados en las escalas inferiores del sistema productivo. Sin embargo, a pesar de esto, persiste una proporción y una magnitud enorme de trabajadores que no alcanza siquiera a comprar la canasta frugal definida por el DANE. La clase capitalista en su conjunto hace todo lo posible por evitar que crezca demasiado el salario.
Pero además de la pobreza absoluta es necesario examinar también la pobreza relativa asociada al salario relativo que es la participación de la remuneración a los asalariados en el total del valor agregado. Puede ocurrir que aumente el salario absoluto, pero que se mantenga el salario relativo, es decir, que la parte agregada de los trabajadores no aumente y se mantenga una elevada proporción en manos de los capitalistas.
Los bajos salarios e ingresos impiden que una proporción enorme de los trabajadores no pueda comprar la alimentación, la salud, la educación y la vivienda que deberían y por tanto restringen la garantía de los derechos correspondientes. Dice Vélez que la condición de pobreza “es por antonomasia la negación de los derechos.”
La esencia de la argumentación de Vélez es que las políticas gubernamentales deberían enfocarse en el crecimiento económico: nos dice con tono profundo que si “Colombia crece a un ritmo sostenido del 6% anual durante 10 años, la mitad de los colombianos que son pobres hoy dejarían de serlo.” Podría decir también que si creciera al 12% anual desaparecería la pobreza y así sucesivamente.
Miremos el asunto desde la perspectiva histórica: nunca se ha logrado dicho crecimiento sostenido del 6% anual durante 10 años. Las tasas de crecimiento se ubican alrededor del 4% anual, inferiores al período de sustitución de importaciones, que tampoco eran demasiado altas. José Antonio Ocampo considera que el crecimiento en Colombia ha sido mediocre. Ni durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (el mejor presidente en la historia de Colombia según sus seguidores), ni bajo los períodos de destacados economistas como Armando Montenegro o Mauricio Cárdenas como jefes del DNP o ministro de Hacienda, se han logrado tasas muy altas. A pesar de contar el país con una tecnocracia de alto nivel, ningún gobierno ha logrado un elevado crecimiento. Es fácil decir que si se crece mucho se puede reducir la pobreza. Pero ¿cómo lograr dichas tasas de crecimiento? Vélez no dice cómo y la experiencia histórica nos indica que los grandes economistas colombianos no tienen ni idea sobre cómo hacerlo; de hecho, Armando Montenegro considera que el desarrollo económico es un misterio.
El objetivo de los gobiernos
Vélez plantea que “Esta debería ser una meta obvia para cualquier gobernante colombiano: aumentar al máximo la expansión de la economía.” Se trata simplemente de una aspiración, de una ilusión. El punto de fondo es cómo lograrlo, sobre todo teniendo en cuenta que nunca se ha podido. Además, hay que tener en cuenta que la economía colombiana es una economía capitalista de mercado, en la cual las decisiones fundamentales se toman por las empresas capitalistas y en especial por las más grandes. El objetivo de estas empresas no es el desarrollo económico ni el crecimiento en sí mismo, su objetivo es valorizar su capital, obtener las mayores tasas de rentabilidad y la mayor cantidad de ganancias. Este objetivo si se logra, como muestran las cifras disponibles.
A pesar de las variaciones en la tasa de crecimiento y de su tasa promedio mediocre, siempre se obtienen enormes ganancias. Durante los últimos 25 años los capitalistas se han quedado en promedio con la mitad del valor agregado, a pesar de no representar ni el 3% de la población y obtienen sistemáticamente ganancias enormes según muestran los informes de las superintendencias de sociedades y financiera. El capitalismo colombiano cumple con su finalidad: obtener ganancias.
Su propósito no es reducir la pobreza, generar empleo o satisfacer necesidades. Estas son simples afirmaciones apologéticas. Vélez omite hablar del capitalismo explícitamente. Aborda el asunto como si se tratara del incremento en la producción de valores de uso y por eso parte de su análisis y propuestas consisten en perogrulladas: si hay más riqueza material (más valores de uso) habrá más para repartir potencialmente a los más pobres. Pero resulta que el capitalismo no está guiado por la producción de valores de uso, sino por la producción de ganancias.
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[1] https://www.sur.org.co/que-hacer-interpretacion-y-propuestas-de-luis-guillermo-velez-un-mileista-colombiano/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El País
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