El virus es un descendiente de la cepa que generó la pandemia por el H1N1 en el año 2009 que causó la muerte de entre 150 mil y 500 mil personas en todo el mundo, el núcleo del virus causa la influenza aviar, al que los seres humanos no tienen inmunidad. Los investigadores encontraron 179 virus de influenza porcina, pero este es el que representa una preocupación por su potencialidad de pasar a los humanos.
Esta sería la continuidad de una serie de pandemias que se han presentado en la época contemporánea, en el 2003 se presentó el SARS COV que es una especie de coronavirus que generó 780 decesos en el mundo, luego tuvo lugar el MERS COV2, una epidemia que afectó a 27 países el mundo y que tuvo como epicentro Arabia Saudita. La característica de estas epidemias es que se denominan zoonosis porque se desarrollan en animales y pasan al ser humano. En el siglo XX trajo consigo este tipo de enfermedades, siendo la más conocida el VIH SIDA, que junto la peste negra y la fiebre española han sido las epidemias que más vidas han cobrado.
Lo que está quedando claro, es que se ha desvirtuado la teoría conspirativa del origen del Covid19, que señalaba que este se había producido como un arma biológica, de ataque de China contra EEUU, postura aupada por el Presidente Donald Trump, que no logra asidero en tanto la letalidad y alto nivel de contagiosidad del Covid19, ha puesto en jaque las dos economías. Los centros de pensamiento científicos cada vez apuntan al origen de estos virus zoonóticos, en la economía extractiva y depredadora del medio ambiente dada por la agroindustria.
En ese sentido, las zoonosis estarían estrechamente vinculadas con el consumo de los animales, alimentación que se produce de manera intensiva en una industria pecuaria que apela al uso de antibióticos y tratamientos hormonales para mantener condiciones biológicas asépticas de los animales hasta que llegan al matadero. La Organización Mundial de la Salud se ha manifestado respecto al uso de antibióticos de manera indiscriminada por parte de esta industria, dado que esto ha sido en gran parte la responsable del desarrollo de mecanismos de resistencia antibacteriana, lo que significa que las bacterias aprenden a eludir los mecanismos de acción de los antibióticos, y estos se vuelven obsoletos para el tratamiento de enfermedades ocasionadas por estos.
De otro lado, la FAO ha manifestado desde el 2009 en su informe “la larga sombra del ganado”, que esta actividad ha tenido un gran impacto en el agua, la fauna y la biodiversidad, ocupando un 30% de la tierra libre de hielo, siendo una de las principales fuentes de contaminación ambiental y de emisión de gases de efecto invernadero, por lo que le atribuyen el 70% de la contaminación del planeta. Esta crisis medio ambiental tiene efectos directos sobre la salud humana, porque posibilita una exposición del ser humano a las enfermedades generadas en el contexto de la crisis climática como el dengue y la malaria.
En ese contexto, varios virólogos han señalado que hay una relación entre la producción cárnica intensiva y la generación de las pandemias, esta se da por tres vías, por un lado, esta industria es generadora de emisión de gases de efecto invernadero que contribuyen a la crisis climática con su calentamiento, por el otro esta industria cambia las condiciones ecosistémicas de la fauna y la flora silvestre con el uso de agrotóxicos, en un tercer momento, como se ha dicho esta apela a un uso indiscriminado de antibióticos y antivirales, estas condiciones han posibilitado condiciones de reproducción y mutación de los virus, que en la ruptura del equilibrio de la naturaleza han alcanzado un nivel de mutación que afecta a los seres humanos.
En ese sentido, es dable decir, que el enemigo no es el virus, sino el modelo económico agroindustrial y medio ambiental que ha generado las condiciones para que estos se produzcan y se reproduzcan, sino se intervienen estas condiciones, lo más seguro, como lo está señalando la comunidad científica en este momento, es que sobrevengan otras pandemias, lo que obligará a que la vida humana, tal y como la conocemos en sus formas relacionales hasta ahora tenga que cambiar. Se debe tener en cuenta que esta industria, que es de carácter monopólico y no redistributivo de la riqueza, solo responde por el 30% de la alimentación de la humanidad, el otro 70% esta soportado por la pequeña granja y la agricultura de la pequeña familia campesina quienes son los que sostienen la mayoría de la soberanía alimentaria en el mundo.
No obstante, conocida esta realidad, en países como Colombia, la industria de la caña de azúcar, que ha sido identificada como una forma de cultivo que causa deforestación, agotamiento de los acuíferos del Valle del Cauca, algunos de sus productos se utilizan para la combustión de gasolina, que es una energía fósil asociada con la crisis climática y el calentamiento global, recibe subsidio por parte del estado hasta por un billón doscientos mil de pesos al año, en una industria poco redistributiva que favorece solo a 5 familias. En el otro lado se encuentra la agricultura del café, de la que viven un millón ochocientos mil familias, lo que equivale a 5 millones setecientos mil colombianos, que son el 14% de la población de este país, no reciben estos subsidios y tienen que apelar de manera permanente a protestas frente a los gobiernos colombianos para acceder a subsidios para mantener los cultivos. Este tipo de desequilibrios se presentan en el mundo entero, aún cuando la comunidad científica ha alertado que este tipo de economías agroindustriales son depredadoras del medio ambiente.
La pandemia del coronavirus no es la causa de la crisis, es la consecuencia de una crisis del modelo económico, ecológico y civilizatorio, que se expresa en una crisis sanitaria que puso en jaque la vida de la humanidad. Leonardo Boff en sus disertaciones sobre el problema de la crisis climática que inspiró la encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, ha dicho que la Madre Tierra se defiende cuando se siente atacada, para ello se sacude con maremotos, terremotos, y con pandemias, no es un castigo, es una reacción natural ante las agresiones proferidas por la especie humana, esta reflexión es compartida por el movimiento medio ambiental en el mundo y los indígenas, que han advertido esta situación durante años.
Dice Boff que los seres humanos podemos llegar a tener conciencia del modelo civilizatorio que ha adoptado, de consumo irracional de los recursos naturales que son limitados, que puede llevar a un colapso ecológico y social, por la vía de la autorregulación y la toma de decisiones de carácter planetario que detengan la depredación, o por la vía de la tragedia, cuando el ser humano enfrentado a la posibilidad de su propia muerte adquiera conciencia de su fragilidad y por esa vía decida cambiar. Esta es uno de los escenarios que nos presenta el coronavirus, la posibilidad de que se genera una nueva conciencia ciudadana en el cuidado de la vida.
Por lo pronto, es menester avanzar en la comprensión de la relación entre crisis climática y crisis sanitaria, comprender las causas de las tragedias, es el primer paso para generar alternativas de cambio y una perspectiva de futuro, de lo contrario continuaremos transitando con los ojos vendados hacia la disolución de nuestra especie.
Los cambios para evitar que surjan las nuevas pandemias requerirá una nueva gobernanza planetaria que emprenda unas acciones para detener la crisis climática, unas decisiones agroeconómicas para fortalecer la soberanía alimentaria y a quienes responden por ella, que es el campesinado, una nueva salud pública que integre diversos saberes para la comprensión de las realidades del proceso salud enfermedad, y logre superponerse a la cooptación de los intereses corporativos de la industria farmacéutica y otros, que direccionan la investigación científica hacia tecnologías y tratamientos que generan lucro, en menoscabo de que la ciencia se ponga al servicio de la humanidad. Son estos los retos que nos permite vislumbrar la pandemia del coronavirus.
Referencias bibliográficas
Ribeiro, Silvia. (2020). La fábrica de pandemias. En: Amadeo, Pablo (Ed.), La Fiebre: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. (pp. 49-58). SC: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).
Carolina Corcho Mejía, Médica psiquiatra, politóloga. Presidenta Corporación Latinoamericana Sur, Vicepresidenta Federación Médica Colombiana
Foto tomada de: Olé
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