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Las ideas petristas de Aurelio Suárez

4 abril, 2022 By Alberto Maldonado Copello Leave a Comment

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A pesar de sus profundas diferencias políticas, Aurelio Suárez tiene grandes coincidencias teóricas con Gustavo Petro. En su reciente columna en Semana[1] afirma varias cosas que cabrían perfectamente en el programa de gobierno de su antagonista:

1) El atraso de la economía colombiana, su bajo desarrollo humano, etcétera es resultado de insuficiente capitalismo: “contrario a los que unos creen, dichos males no se dan en Colombia por exceso de capitalismo nacional, sino por carencia de él.”

2) La articulación en la economía mundial de la economía colombiana es desventajosa: “El mercado interno industrial, la provisión de géneros agrícolas básicos, la prestación de servicios públicos esenciales, la política monetaria y cambiaria y el régimen tributario, así como la estrategia comercial, están estructurados en pro de las mercancías foráneas, el capital extranjero financiero, las multinacionales y el ahorro externo.”

3) La economía colombiana es neocolonial y semifeudal: “una economía neocolonial, con rasgos semifeudales, atrasada y cuyos agro e industria crecieron cerca del mediocre 2,5 por ciento anual entre 2006 y 2019.”

4) La política pública debe estimular el capitalismo: “un proyecto de rescate debe desatar las energía productivas nacionales, favorecer el ahorro interno, impulsar el proyecto capitalista de producción agropecuaria y fabril propio y, con el insustituible apoyo del Estado, una estrategia y una política económica consecuentes hacia el pleno empleo.”

5) Es hora de apoyar el capitalismo: “No es hora de ningún anticapitalismo, menos del que echa la rueda para atrás o de la acracia, así la indignación empuje hacia allá.”

Claramente Aurelio es petrista (o pacto historicista) en asuntos económicos básicos. La coincidencia de ideas es clara.

El diagnóstico, sin embargo, me parece bastante flojo. Aurelio se remite al Manifiesto del Partido Comunista, texto brillante, pero insuficiente para entender teóricamente el capitalismo; baste con recordar que en 1848 Marx no había desarrollado su teoría del valor y del plusvalor, ni otros elementos teóricos fundamentales. Señalo a continuación algunos aspectos en los cuales me parece que Aurelio es poco profundo:

a) Aurelio se refiere a Colombia, como si este nombre implicara una cierta unidad práctica. Colombia incluye capitalistas, asalariados y trabajadores por cuenta propia. Hablar de Colombia en general es asumir una perspectiva errónea.

b) Nos dice que en la globalización el país (Colombia) quedó insertado en el mundo pasivo que debe ajustarse a los choques externos, que “fuimos más afluentes que receptores de beneficios, que estamos del lado de los perdedores”. Curiosa manera acrítica de expresarse. Estamos del lado de los perdedores tanto Luis Carlos Sarmiento, Gilinski, Santa Domingo, Ardilla Lulle, como los obreros o empleados de sus fábricas y empresas, o los vendedores callejeros. Francamente es sorprendente que Aurelio se exprese de esta forma generalizadora que lo único que hace es ocultar. En términos comparativos una economía como la colombiana puede tener un tamaño mucho menor por habitante que los países capitalistas más avanzados y carecer de una producción industrial altamente tecnificada, pero en su interior hay un grupo de capitalistas (nacionales y extranjeros) que extraen todos los años una masa enorme de ganancias al tiempo que la gran mayoría vive apenas al nivel de subsistencia.

c) Evidentemente hay unas relaciones de subordinación con respecto a ciertos capitales extranjeros y fenómenos de extracción de ganancias de la producción de la economía colombiana hacia empresas extranjeras, pero existe una base interna de producción capitalista generadora de una masa constante de plusvalor extraído a los trabajadores. Los capitalistas colombianos hacen parte, en muchos casos como socios menores de capitales extranjeros, del proceso de explotación de los trabajadores y no son por tanto unas pobres víctimas de la globalización

d) El asunto no es que la industria y la agricultura crezcan anualmente a una tasa baja; el asunto de fondo es que producen ganancias para un conjunto de capitalistas y esto es lo relevante para ellos.

e) El bajo desarrollo humano, el reducido ingreso por habitante no son males que se dan en Colombia. Con dichos niveles reducidos hay un grupo de “colombianos” ricos cuya riqueza sigue creciendo, es decir, tienen bienes, no males. La pobreza de unos es la condición de la riqueza de otros.

f) Es una obviedad decir que un bajo crecimiento capitalista es resultado de carencia de capitalismo. Efectivamente, si tuviéramos un nivel de desarrollo capitalista como el de Japón o de Corea, habría una producción mayor por habitante y quizá los trabajadores tendrían en su conjunto un nivel salarial absoluto más alto. El asunto que Aurelio no expone en esta columna es la razón por la cual no somos ni el Japón ni la Corea de Suramérica, a pesar de que fue un objetivo político de Alfonso López Michelsen. Aurelio debería explicarnos por qué razón no se han desatado las energías productivas nacionales ni se ha impulsado suficientemente un proyecto capitalista productivo.

Aurelio menciona en su artículo las utopías que surgieron casi al tiempo con el desarrollo del capitalismo, las propuestas de Owen, de Fourier, Cabet, Saint Simon y Proudhon. Las despacha rápidamente con cierto desdén. Pero su propuesta es también una utopía: Aurelio quiere un capitalismo sin las consecuencias del modo de producción capitalista.

Mauricio Botero y la libertad

Mientras Petro y Aurelio proponen desarrollar el capitalismo en Colombia, los capitalistas prefieren que no se hable mucho de capitalismo. En reciente columna Mauricio Botero[2] cita a Lorenzo Madrigal con respecto a los acercamientos entre el partido liberal y Petro: “nadie puede entender el salto que pretendía dar el expresidente Gaviria hacia el socialismo -desde la democracia liberal…”. Para Madrigal y Botero, Petro es un socialista, contra toda evidencia. Con seguridad no es socialista en el sentido de superar el capitalismo alguien que tiene como bandera hacer reformas que consoliden el capitalismo en Colombia. Pero, los columnistas no comparan el socialismo con el capitalismo, sino el socialismo con la democracia liberal.

Para Botero “en la elección que se avecina la escogencia no es entre la izquierda y la derecha, sino entre el neofacismo populista y la democracia liberal.”  “…los colombianos vamos a decidirnos es por la libertad”. Asume, de este modo, que el capitalismo es sinónimo de democracia liberal, con lo cual de un plumazo se esconde por completo la naturaleza de este modo de producción.

Sin sonrojarse, Botero y sus compadres consideran que hay y puede haber libertad en el capitalismo. Será porque la gran mayoría de colombianos está “libre” de dinero y de medios de producción y se ve obligada, “libremente” a vender su fuerza de trabajo a otros que ponen las condiciones de contratación. Efectivamente, un trabajador tiene la “libertad” de renunciar a un trabajo para buscar otro, de escapar de un explotador para buscar otro, pero en su conjunto la clase trabajadora no tiene escapatoria. En esta aparente libertad de contratación radica la ilusión de cierta libertad, idea que en gran medida, para beneficio del capitalismo, es compartida por millones de trabajadores, que libremente dedican su vida a enriquecer a aquellos pocos que son libres de la obligación de trabajar al servicio de otros.

Las libertades políticas separadas de la libertad económica

La idea de una supuesta libertad en el capitalismo es muy poderosa. Efectivamente hay una cierta libertad, siempre y cuando no toque algún elemento sustancial del sistema. Pero aún defensores de la democracia liberal y opositores radicales de Marx, reconocen que democracia, lo que se dice democracia, no existe en el capitalismo. La evidencia es enorme, tanto en los países capitalistas más desarrollados como en países capitalistas atrasados como Colombia.

En su columna de “La libertad es para quien piensa distinto”[3] Uprimny cita a Rosa Luxemburgo en su crítica a los rasgos autoritarios que empezaba a ver en la revolución soviética en 1918.  Uprimny señala que la democracia requiere una protección vigorosa de la libertad de expresión, en especial…de quien piensa distinto a nosotros”. Evidentemente la libertad de expresión es fundamental, pero Uprimny no aborda el punto de fondo. Habla de la democracia abstrayéndola de su contexto social y económico: la democracia en un país tratando de construir el socialismo y la democracia en un país capitalista como Colombia. De acuerdo con esto la democracia es una entidad, una cosa, ajena al modo de producción, que se implanta en cualquiera de ellos.

Es una visión que se limita a la esfera política y especialmente a sus formas. Supone que en el capitalismo puede haber democracia, contra toda la evidencia disponible. Piensa que puede haber democracia en una sociedad en la cual una pequeña minoría vive a costa del trabajo del resto. Asume teóricamente un imposible. Y esto no quiere decir que no sea muy importante el asunto en una organización económica en la cual los productores asociados libremente tomen las decisiones pertinentes, tema central para la construcción del comunismo. Hasta la fecha no ha existido históricamente ninguna sociedad comunista después del capitalismo y las sociedades que han intentado la transición se han visto sometidas a la reacción violenta del capitalismo que desde sus inicios ha limitado sus posibilidades de desarrollo.

Una contribución a la insustancialidad por parte de William Ospina

No podía faltar en las columnas de esta semana una extraordinaria contribución del maestro de la banalidad William Ospina[4], para quien tampoco el capitalismo nada tiene que ver con la situación de los trabajadores. Para la muestra unos botones: “Tenemos un territorio admirable, la mayor biodiversidad del mundo, somos un manantial de agua dulce asombroso, estamos en una región donde se sienten y se viven todas las fuerzas del continente, pero la mayor riqueza de un país es su gente, y los políticos hicieron de esa riqueza una fuente de conflictos y de violencias que nos tienen convertidos en uno de los países más desiguales y desaprovechados del mundo.” Es cierto, esto lo dice William Ospina. Pueden leerlo en El Espectador, no estoy inventando una sola palabra.

Recomiendo la lectura de este texto. Es una pequeña obra maestra de ignorancia sobre el capitalismo que, por cierto, viene como anillo al dedo a los capitalistas: la responsabilidad es de los políticos, del Estado, etc., el capitalismo no tiene nada que ver.

_________

[1]  https://www.semana.com/opinion/articulo/anticapitalismos/202200/

[2] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-botero-caicedo/el-camino-hacia-la-no-libertad/

[3]  https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/rodrigo-uprimny/la-libertad-es-para-quien-piensa-distinto/

[4]  https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/william-ospina/colombia-y-la-discordia/

Alberto Maldonado Copello

Foto tomada de: Semana.com

Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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