En esas circunstancias, la intención “liberadora” en la que se sostiene el “cerco diplomático” establecido para aislar a Maduro Moros, al mejor estilo de lo acontecido con Cuba cuando se dio el triunfo militar de Fidel Castro Ruz[5] y el consecuente derrocamiento de Fulgencio Batista, se choca de frente con unas circunstancias y elementos culturales (identitarios) y de mística militar que si bien pueden resentirse ante la inocultable crisis económica (incontrolable inflación) que arrastra el régimen venezolano, terminan sobreponiéndose a esa condición macro económica porque subsiste el respaldo de una burocracia armada que goza de privilegios, mantiene el control de las armas y del Ejecutivo. A lo que se suma el nacionalismo que con cada embestida externa, parece crecer en las huestes del chavismo y en un “pueblo” agradecido con el actual régimen de poder.
A pesar de ello, el presidente Duque[6] insiste en liderar un proceso de intervención en los asuntos internos de Venezuela que bien puede terminar en una acción militar de alta cirugía por parte de los marines norteamericanos. O la insistencia en un bloqueo diplomático, político y económico, que busque ahogar al gobierno de Maduro, y de esa manera, provocar rupturas y luchas al interior de las fuerzas armadas bolivarianas.
Al demostrar ese talante intervencionista y belicista (¿belicoso?), el mandatario colombiano manda un negativo mensaje a sectores societales que de tiempo atrás sobreviven en condiciones de miseria, abandono o en condiciones de riesgo, al interior del país. Y ese mensaje negativo se expresa en rápidas conclusiones que indican que ante la incapacidad del presidente de manejar los asuntos internos de Colombia, prefiere dejar en la inercia institucional su abordaje, solución o su extensión en el tiempo; o el desinterés por asumir asuntos de Estado, como la implementación del Acuerdo Final II, que lo “obliga” a ocuparse del “caso venezolano”, asumiendo que se trata de una “acción humanitaria” que supera en interés ese estratégico asunto interno de consolidar escenarios de paz.
La insistencia de Duque en mantener el hostigamiento al régimen venezolano no solo aporta a la ya histórica fragmentación de Latinoamérica, sino que debilita de muchas maneras el multilateralismo al que le apuntó su antecesor, en particular, cuando Juan Manuel Santos buscó apoyo internacional al proceso de paz, más allá de los intereses de los Estados Unidos.
Y a pesar de que sus acciones diplomáticas y su discurso intervencionista ya le dejan experiencias negativas, parece que al presidente colombiano poco le importa que su ya relativa gobernabilidad termine erosionándose por completo, hasta generar una crisis política e institucional por desatender asuntos internos que no puede desconocer porque están anclados a la condición de asuntos de Estado. Es el caso, por supuesto, del Tratado de Paz firmado por el Estado colombiano, durante la presidencia de Juan Manuel Santos Calderón. La sola expectativa que genera su actitud de “revisar con lupa” el contenido de la ley estatutaria de la JEP, ya tiene efectos políticos adversos al interior del país y en mayor medida, genera preocupación en la ONU y en los países garantes del proceso de paz adelantando en La Habana.
De esa manera, el talante que hoy exhibe Duque bien se puede explicar por la animadversión que le genera el tema de la construcción de una paz estable y duradera, en los términos que se acordaron el Acuerdo Final II ratificado en el teatro Colón de la capital del país. Por todo lo anterior, tiene sentido señalar que un Gobierno que es capaz de prestarse para agredir política, económica y quizás, militarmente a otro país, es porque está moral, ética y políticamente comprometido con el incumplimiento del Acuerdo Final II. Es claro que el talante que por estos días exhibe Iván Duque Márquez, entra en contradicción con el que debe ofrecer y exhibir un Jefe de Estado que está obligado a cumplir lo acordado[7] con la entonces guerrilla de las Farc y en consecuencia, cumplir con la palabra empeñada con una parte importante de la sociedad colombiana, con la llamada comunidad internacional y por supuesto, con la ONU.
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Germán Ayala Osorio: comunicador social y politólogo
Foto obtenida de: Kienyke
[1] La categoría Pueblo deviene en un largo proceso de vaciamiento de su sentido “original”, especialmente, desde las teorías políticas y sociológicas. Para el caso venezolano, Maduro habla del Pueblo de Venezuela; de igual manera, el diputado Guaidó, apela a la misma categoría y dice que su “lucha” es por el Pueblo venezolano. Lo mismo esgrime Iván Duque, quien pretende “ayudar” al Pueblo venezolano que sufre los rigores de la dictadura de Maduro. Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2017/04/el-pueblo.html
[2] Véase: http://viva.org.co/cajavirtual/svc0540/articulo02.html
[3] Véase: https://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2017/08/los-errores.html
[4] Alude al grupo de militares, activos y retirados, que de manera directa apoyan al régimen de Nicolás Maduro. De igual manera, da cuenta de la entronización social del valor de ser militar chavista. Supone la reivindicación del militar venezolano, a través del manejo no solo de asuntos como la seguridad nacional, sino de temas económicos. Se está ante el fortalecimiento de una clase social y económica, con el poder que les da tener las armas de la República.
[5] Véase: https://laotratribuna1.blogspot.com/2016/11/fidel.html
[6] Según el penalista, Elmer Montaña, el presidente de Colombia podría estar en curso en la comisión del delito de agresión. Véase: https://90minutos.co/ivan-duque-y-el-crimen-de-agresion-19-02-2019/
[7] Véase: https://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2019/02/la-paz-condicionada-del-plan-nacional.html
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