Oxfam entregó muy recientemente un informe de análisis de la distribución o la inequidad de propiedad de la tierra, a partir del censo agropecuario, que nos ratifica lo que ya sabíamos: las tierras dedicadas a la agroindustria superan ampliamente las dedicadas a la agricultura familiar; Así mismo, el director de DNP explicó en el congreso de Andesco, la asociación nacional de empresas de servicios públicos, la deformación de los subsidios sociales en Colombia: mientras que antes de la asignación de los subsidios a los más pobres en Francia y Alemania el coeficiente de GINI bordea el 0,50, muy cercano a Colombia; una vez que se entregan los subsidios, los dos países reducen su Gini a alrededor de 0,29 o un poco menos, mientras que Colombia permanece en 0,50; Es que en Colombia los subsidios sociales se reparten equitativamente entre los cinco quintiles de la población, ignorando su función de redistribución de las oportunidades y de la riqueza misma. Esto revela la correlación de fuerzas entre los estratos sociales, con clara ventaja de los más poderosos.
De la misma manera, el traslado de las regalías de ciencia, tecnología e innovación y la construcción de vías terciarias “por la acumulación de estos recursos sin ejecutar”, dispara una reflexión importante sobre la importancia de la investigación y la innovación en nuestro país y sobretodo acerca de que entendemos por “Desarrollo”.
Existen, “grosso modo”, dos grandes escuelas de pensamiento acerca del Desarrollo: La del Desarrollo únicamente como Crecimiento Económico y la del Desarrollo como proceso multidimensional complejo. La discusión sobre el tema cobra importancia en el siglo 21, con hechos nuevos como la “post verdad”. Es posible que el camino a seguir sea una visión sincrética que permita la convivencia balanceada de estas dos visiones, o que, ante las tensiones y consecuencias crecientes en muchos aspectos como el ambiental, predomine hacia el futuro el desarrollo como una visión multidimensional que permita mayor convivencia social y coexistencia con la naturaleza. La cuestión es cómo será el proceso y hacia dónde irá.
La escuela del desarrollo como crecimiento económico únicamente, se basa en la capacidad de generación de recursos económicos por el sector privado. El aumento del PIB per cápita es la señal de desarrollo como un proceso lineal en el cual los países avanzan de economías agrarias de subsistencia hacia industriales y de servicios ligadas al comercio internacional. Su base conceptual es la teoría neoclásica de la economía, que plantea que la sociedad se mueve en COMPETENCIA PERFECTA, PLENA INFORMACIÓN PARA TODOS, decisiones racionales de los consumidores, RENDIMIENTOS DECRECIENTES, todo lo cual resulta en EQUILIBRIO GENERAL.
En los modelos de Harrod y Domar y de Solow-Swan que han sido los más famosos, el factor central es el capital; las economías pobres en capital por trabajador crecerían más rápido por la adopción tardía de tecnologías ya establecidas, lo cual configuró la tesis de la convergencia condicional, pero el factor determinante del crecimiento a largo plazo, – la innovación y la tecnología- , fue dejado por fuera. (Lin & Monga, 2010); La esencia es dejar que el mercado, que el sector privado, sea el que lidera la economía, poniendo la menor cantidad de dificultades para su funcionamiento y por lo tanto, el sector público debe ser el mínimo posible. Una discusión interna de este modelo es la del crecimiento “desbalanceado” o balanceado, los cual nos recuerda la discusión Hirschman[1] vs. Currie en Colombia en los 60s y los planteamientos de Ragnar Nurske (“círculo vicioso” de la pobreza de la demanda) y de Rosenstein-Rodan, de los “ciclos virtuosos”), partidarios los tres últimos del desarrollo balanceado. Otras versiones más sofisticadas se asocian a la visión de países “exitosos” en la globalización, en los que florece la innovación (Acemoglu & Robinson, 2012) gracias a las condiciones de democracia política y competencia en los mercados.
Yifu Lin (2012) enfatiza que los países que lograron trayectorias de desarrollo exitosas durante la segunda parte del siglo XX fueron precisamente los que no siguieron el pensamiento dominante o las prescripciones de política de las dos “olas” de economía del desarrollo, (Proteccionismo y consenso de Washington) , señalando que estos países lograron profundos cambios estructurales en la composición del empleo y de la contribución relativa a los sectores primarios, secundarios y terciarios al crecimiento agregado; propuso una “tercera ola” neoclásica de pensamiento sobre el desarrollo, la del cambio estructural, en el cual tanto el mercado como el Estado deben jugar papeles importantes en el proceso del desarrollo económico. Mientras que el mercado debe ser el mecanismo principal de asignación de los recursos, el Estado debe coordinar las inversiones en diversificación y mejoramiento industrial, así como en la compensación de las externalidades generadas por los “primeros en arriesgar” en el proceso dinámico del crecimiento;[2] lo cual ratifican McMillan y Rodrik (2011), en trabajos empíricos recientes, expresando que buena parte de la diferencia en crecimiento económico entre Asia y los países “en desarrollo” de América Latina y África puede ser explicado en la contribución del cambio estructural a la productividad total del trabajo. La aproximación de Hausmann, Hidalgo y otros (2013) sobre la Diversidad y Complejidad Productiva como factor determinante de la inserción e integración de las regiones y países en la globalización comercial es pertinente dentro de esa misma lógica, pues a mayor diversidad y sofisticación productiva, mayores posibilidades de competitividad y por lo tanto de integración a los mercados mundiales. La “Nueva geografía económica” de Krugman (2011) contribuye a situar el espacio geográfico en la “corriente principal” de la teoría económica, gracias a la inclusión de las fuerzas centrípetas y centrífugas de localización industrial en el modelo neoclásico.
La teoría neoclásica ha cambiado fuertemente en los últimos años, al encontrar que la COMPETENCIA ES IMPERFECTA E INCLUSO MONOPÓLICA, QUE HAY FUERTE ASIMETRIA DE LA INFORMACIÓN, que los RENDIMIENTOS SON CRECIENTES y por lo tanto la economía va hacia la DIVERGENCIA entre los más ricos y el resto. Esto sucede porque, según Shumpeter, el “padre” de la economía de la Innovación, basada en la Destrucción Creativa” o “creadora”, “es el hecho esencial del capitalismo”, en la cual el protagonista central es el emprendedor innovador, que no es un inventor, aunque puede serlo, y más bien recoge las invenciones y las convierte en un bien o servicio que ofrece a la sociedad; la innovación genera imitadores, que terminan acabando el monopolio y de esa manera la sociedad avanza nivelándose continuamente. El temor a la innovación proviene de una creencia o mito equivocado, que es que “la innovación destruye puestos de trabajo”, lo cual contradice schumpeter en Business Cycles (1939) y los demuestran las distintas olas de adelanto tecnológico. La baja de precios —resultado universal de la innovación – estimula la demanda y permite la expansión de la actividad económica, resultando en más y mejores puestos de trabajo. Schumpeter sugiere tener en cuenta dos puntos: a) nada asegura la posición en el tope, pues el éxito crea imitadores, y los exitosos de hoy pueden muy bien ser los perdedores de mañana; b) la disparidad aumenta, pero también lo hace la riqueza absoluta: la situación económica de “las masas” mejora con el acceso a bienes y servicios cada vez más baratos. Recientemente Aghion, Akcigit, Deaton y Roulet (2015) plantean un modelo parcial en el cual las compañías que se rezagan tecnológicamente y en innovación ceden el paso a las innovadoras y su traducción al empleo.
Angus Deaton, nobel de economía 2015, reconoce que las sociedades tienen siempre un nivel de desigualdad, sin embargo esta desigualdad puede llegar a ser inaceptable, pues si es demasiada genera no sólo desconfianza entre los grupos sociales, sino también se convierte en un freno al desarrollo. La escasez de empleo e ingreso de los que están perdiendo capacidad adquisitiva, de demanda, podría llevar a una gran recesión mundial pues los ingresos de países como China de todos modos dependen en un porcentaje importante de los países consumidores. La versión Keynesiana de intervención del Estado para solucionar fallas del mercado (recesión de 1929) tiene validez actual en campos como la ciencia, la tecnología y la innovación, la información, para proveer la base de conocimiento y el liderazgo temático sobre la cual la sociedad avanza, como lo ratifica Mazzucato (2014).
El “crecimiento económico sostenido[3]”, cómo lo expresaba Kusnetz (1996), no puede acontecer sin cambios estructurales y además exhibe un patrón de “U invertida, en la cual durante el crecimiento económico de un país, se experimenta un periodo de mayor desigualdad entre estratos, que finalmente se supera (en teoría) en la medida en la cual el crecimiento permite mayor acumulación y esta a su vez mayor generación de valor agregado y mayores salarios; asunto que no ha resultado en la realidad y por el contrario, ha sido en sentido inverso en muchos casos por las anteriores consideraciones y por el poder político de las élites económicas, que buscan ante todo “rentas” para sí.
La segunda escuela es la del Desarrollo como Proceso Multidimensional Integral; que nace de las contradicciones del desarrollo simplemente como crecimiento económico; lo conforman otras visiones del desarrollo más complejas y sobre todo más balanceadas en los diferentes aspectos de la vida tanto individual, como colectiva de las sociedades, de la relación sociedad-naturaleza y de la relación entre países; una de ellas es la de Giddens (1998) , que se refiere al balance adecuado entre Estado y sector privado.
La cumbre mundial Rio 92 adoptó la definición de Desarrollo Sostenible de la comisión Brundlant: “El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, que crecientemente ha sido considerado un OXIMORON, es decir una afirmación contradictoria en sí misma, pues es imposible conciliar crecimiento sin límites y protección ambiental. Naciones Unidas también propuso el IDH, Índice de Desarrollo Humano (salud, educación y capacidad adquisitiva real), en la década de los 90 para contrarrestar el PIB/Cápita como único parámetro de medición del progreso, porque este esconde la inequidad social y el deterioro ambiental; sin embargo este índice se enfoca en la persona humana sin su contexto social y natural; Posteriormente propuso los ODM , objetivos del milenio y más recientemente los ODS, 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, amplios, ambiciosos y un tanto generales, sin cuestionar a fondo el modelo de desarrollo actual.
Otros aportes fundamentales a la discusión del desarrollo focalizan la discusión en temas fundamentales como la libertad (Sen, 2001), la Dignidad (Castells & Himanen, 2016), estos últimos con el argumento de la coordinación entre desarrollo humano e informacional como escencia de sociedades exitosas en la era global de la información y del conocimiento; es igualmente muy importante resaltar recientes aportes como los de Elinor Orstrom y colegas (Poteete, Janssen, & Ostrom, 2012) que señalan las ventajas de los acuerdos colectivos acerca de los recursos públicos y el bien común por sobre la propiedad privada para la protección de los recursos naturales de comunidades (Orstrom, 2011). Indices como el de “Progreso Genuino”, que incorpora rubros tales como el aporte del trabajo doméstico y voluntario, la economía del cuidado de las personas ( bebés, ancianos) , así como tambien los rubros de agotamiento de los recursos naturales inertes y la degradación de los recursos naturales vivos y de los ecosistemas que los albergan a las cuentas nacionales, apuntan hacia unas cuentas de la sustentabilidad que incorporen todos los aspectos de un verdadero desarrollo[4]
Castells y Himanen (2016) definen el desarrollo como “el proceso social auto-definido por el cual los seres humanos potencian su bienestar y afirman su dignidad mientras crean las condiciones estructurales para la sustentabilidad del proceso mismo del desarrollo”, en la era global de la información.Si bien el crecimiento económico ha permitido progreso en muchos aspectos, la inequidad social y de género, la exclusión política y cultural, la amenaza nuclear y el deterioro ambiental afectan a muchas personas en el mundo. El “desarrollo” no ha sido justo, ni generoso con la mayoría de la gente ni con la naturaleza; se ha hecho a costa de la naturaleza, de las mujeres y de los más pobres, así haya mejorado aparentemente su condición; Hay muchas críticas al modelo del crecimiento económico como sinónimo de desarrollo; Autores como Escobar (Escobar, 2007) , Sachs (1992) e Ivan Illich (1971) revelan los prejuicios y alcances del discurso del desarrollo como imitación al modelo de USA, Escobar (2007) propone el “postdesarrollo”, así como varios ideólogos latinoamericanos (Bolivia, ecuador, Venezuela) proponen el “buen vivir”. El sentimiento en muchos espacios es que el crecimiento económico no se tradujo en bienestar colectivo sino en gran acumulación privada de unos pocos, con consecuencias ambientales críticas como el cambio climático y la contaminación, que afecta especialmente a los más pobres.
Es indudable e incuestionable el aporte de la economía ecológica, iniciada por Georgescou-Rogen (Georgescou Roegen, 1971) quien combinó la termodinámica y la economía; la segunda ley de la termodinámica gobierna toda actividad humana, como lo demuestra el calentamiento climático. Robert Costanza y su equipo, (Costanza, y otros, 2014) ofrecen dos ejercicios de valoración económica de los servicios ecosistémicos ( uno en 1997 y otro en 2007), en el último de los cuales consideran el cambio de uso del suelo entre 1997 y 2011 y encuentran que 19 servicios de 17 grandes ecosistemas producen alrededor de 125 a 145 trillones de dólares año (dólares de 2007) para la humanidad y que la pérdida de servicios ecosistemicos es entre 4.3 a 20.3 trillones de dólares en estos cinco años (dependiendo de las unidades que se usen), mientras que el PIB agregado de todos los países llega a 75 trillones. Fritjof Capra (Capra, 1996) ilustra con maestría la complejidad y fragilidad de la vida en todas sus formas y conexiones trascendiendo los servicios económicos para recordarnos la maravilla de la evolución.
Easterlin (Easterlin, 2005) introduce el “Bienestar subjetivo”, consistente en que no necesariamente a mayor riqueza mayor felicidad, puesto que incluso varios países con grandes ingresos per capita encuentran tasas altas de infelicidad; la felicidad de los individuos no depende solamente de sus ingresos y consumos, sino también de la historia de cada individuo y de la comparación que hace con los demás; Max Neff (1985) (1987) señala las necesidades y satisfactores , dentro de los cuales el relacionamiento es muy importante (ser, hacer, tener e interactuar). La pérdida de empleos debido a la automatización, la dificultad de los jóvenes de integrarse a la vida económica y el envejecimiento de la población, gracias a los avances médicos, generan ansiedad, tensión y “postverdad”; Surgen posiciones radicales y extremas en contra de la globalización y de las nuevas tecnologías, como como reacción a la velocidad del cambio tecnológico y social tan acelerado que estamos viviendo. Jeremy Rifkin (2011), (2014) nos recuerda la profunda revolución industrial y social que vivimos. Afortunadamente, las tecnologías limpias, como las energías renovables empiezan a florecer en la transición energética, en medio de las barreras del establecimiento convencional. Ramirez (2012) critica la perspectiva hedonista benthamiana de las aproximaciones de felicidad, que consideran únicamente la maximización del placer o el dolor y propone la perspectiva aristotélica del “buen vivir” o eudaimonía, del florecimiento humano y propone la inclusión y el reenfoque hacia bienes relacionales. La economía del “bien común”, cuyo nombre coincide en sendos libros del filósofo Christian Felber (2012) y del nobel de economía Jean Tirole (2017), el primero desde una perspectiva humanista, en la cual señala la perversión de la economía, que propone, desde Adam Smith, que el dinero es un medio para satisfacer las necesidades y para el bienestar y que fue adquiriendo la vía de la “crematística” que considera el dinero, la acumulación, como un fin en sí mismo; por ello debe regresar hacia un modelo que desde cada empresa busque contribuir a la dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y democracia, para frenar la desigualdad social, a la destrucción medioambiental y la pérdida de sentido y democracia que reina en nuestros días. En el caso de Tirole, insiste en la importancia de la relación Estado-sector privado (mercado), en la cual el Estado ha sido laxo en los últimos años con consecuencias como la crisis originada por el sector financiero en el 2008.
El reto, entonces, es mantener una propuesta de convivencia, economía de los comunes, de la solidaridad, que busque una nueva cultura de bienestar austero, que comparta la visión de un planeta sano en el que coexisten todas las especies y sobre todo la humana con dignidad y magnanimidad con el resto de la gente y de la naturaleza. Es necesario reeducar e informar fehacientemente a nuestra población para que entienda, disfrute, participe y gobiernebernar el cambio con generosidad, solidaridad, magnanimidad.
En la línea de la segunda escuela de desarrollo y recogiendo todas las anteriores reflexiones, surge el concepto del Desarrollo Territorial Sustentable, es una propuesta de Fonseca (2016), que evoluciona desde definiciones como las de Naciones Unidas y Farinós (2009) y toma en cuenta las anteriores consideraciones de la segunda escuela de desarrollo, para lo cual Fonseca define el Desarrollo Territorial Sustentable, en una visión multiescalar (persona, localidad, región, nación, planeta), como “el proceso permanente y multidimensional de construcción y mejoramiento de la vida digna, autónoma y feliz de las personas; de la convivencia, empatía, bienestar social y cultural en y entre los territorios
(a nivel de comunidad, localidad, municipio, región, departamento, país); de coexistencia responsable con el entorno natural en todos los niveles territoriales y de integración digna y mutuamente provechosa con los demás países y actores en un mundo complejo, diverso, incierto y de cambio continuo, a los menores costos y riesgos culturales, sociales, económicos, ambientales y tecnológicos”; esta definición presupone capacidades de coordinación entre los diferentes niveles territoriales y de lectura y respuesta oportuna, participativa, concertada, eficiente y eficaz ante nuevas realidades, retos e imprevistos, por lo cual la “inteligencia territorial” es muy importante.[5], [6]
Para construir ese “desarrollo territorial sustentable” se necesitan mucho más que vías terciarias y obras físicas. El IDTS, índice de desarrollo territorial sustentable, que fue medido para cada municipio colombiano por Fonseca (2015, 2016) expresa las deficiencias existentes en riqueza humana, intelectual, privada, pública y natural y ambiental; Colombia está creciendo a costa de su riqueza natural y del aumento del riesgo de su población más pobre, sometida a vivir en los sitios más inundables, más inestables, más sísmicos. El conocimiento sobre la biodiversidad, la construcción de “paquetes” tecnológicos apropiados de agricultura “orgánica”, de estrategias ante el cambio climático, requiere de ciencia, de tecnología, de innovación para corregirlo, para cambiar el curso de la historia, que nos está diciendo que vamos en un crecimiento destructivo e indigno.
Por ello, el “Sí ambiental”, una asociación de numerosos grupos ambientales y ecologistas, en consorcio con algunas instituciones, tales como el IDEA de la Universidad Nacional, está preparando un gran proyecto en el cual las FARC también participan con las comunidades locales, sobre campos promisorios que usan mejor nuestros recursos y territorios, orientados a generar empleo y recursos a sus habitantes, respetando y aprovechando sustentablemente la naturaleza y el paisaje, las agrupaciones humanas solidarias y la potencialidad de empresas colectivas en las áreas de agroecología, energías renovables, turismo de paz, pago por servicios ambientales y otras tecnologías como la construcción de vías usando aditivos químicos que además de darles la capacidad portante requerida, ahorran hasta un 30 a 40% de los costos de construcción, al minimizar la necesidad de remover las arcillas expansivas o “montmorillonitas” al modificar su composición y volverlas aptas. Esto en las zonas de consolidación de la paz rural, de la paz campesina, para que en vez de ganadería extensiva, vuelvan los cultivos; en vez de la ampliación de la frontera pecuaria, se intensifique el aprovechamiento de los suelos de manera apropiada. La paz agraria, campesina y rural requiere de mucho conocimiento para hacerla sustentable y resiliente; conocimiento tanto científico, como empresarial y popular, para aprovechar la sabiduría ancestral y el dialogo de saberes de cada una de nuestras regiones colombianas.
La otra Paz, la paz urbana, requiere igualmente de mucha reflexión y decisiones de ruptura. Es muy posible que la población se extienda de nuevo hacia las regiones y nuestras ciudades capitales no crezcan tan rápido, como sucedía a mediados del siglo pasado, dado que pueden regresar al campo, a lo rural, a las ciudades intermedias con mejor clima; actividades como la agricultura y las facilidades de comunicación primarán; ecourbanismo, rediseño y revitalización urbana, movilidad inteligente y limpia, transición energética; empleo calificado, generación de más valor agregado, ciudades más eficientes, productivas y competitivas; pero sobre todo, más amables, sabias, humanas y solidarias. Todo ello requiere de ciencia, de tecnología, de innovación. La paz, rural y urbana, requieren ciencia, tecnología, innovación tanto tecnológica como social e institucional; Es necesario reconstruirla con nuestro talento, organización y capacidades, para que podamos expresar al cabo de los años, que “la paz tiene su ciencia”.
Carlos Hildebrando Fonseca Zárate: Ex director de Colciencias
NOTAS
[1] Hirschman sostenia que el subdesarrollo es el resultado de una escasa habilidad para tomar decisiones y realizar actividades cooperativas para el desarrollo, propio de nuestros países, a partir de su experiencia en Colombia y Brasil, en los que estuvo varios años y conoció la escuela de la “dependencia”.
[2] En esta visión, la estructura económica general es endógena a su estructura de sus factores productivos, así como que el desarrollo económico sostenido está condicionado por los cambios en los factores productivos y en la innovación tecnológica contínua.
[3] En este documento se usan tres términos: Sostenido, Sostenible y Sustentable, con significados diferentes: Sostenido, es que dura en el tiempo; sostenible es que tiene la cualidad de proteger el ambiente y los ecosistemas de manera relativamente marginal a la actividad económica, pues su aproximación es remedial y compensatoria parcialmente; Sustentable, en cambio, cuestiona el modelo capitalista a ultranza y abre la posibilidad de otras formas de organización productiva y de consumo. La crítica a la definición de “desarrollo sostenible” es que ha permitido múltiples usos, desde compañías que aunque no tienen un compromiso ambiental profundo, lo usan en su propaganda para “limpiar la cara”, hasta verdaderas exploraciones alternativas e innovadoras, como las energías renovables o la agroecología.
[5] La diferencia entre “sostenible” y Sustentable” parece sólo semántica; en este documento, aunque sutil, representa una diferencia entre la definición adoptada por Naciones Unidas, que no cuestiona el modelo actual de “capitalismo salvaje” y se puede convertir por ello en una posición relativamente marginal y remedial y la propuesta de hacer “otro desarrollo”, más incluyente, sustentable y austero. Para efectos de diferenciar la propuesta de Farinós y la de Fonseca, esta última se denomina DTSf
[6] Por “inteligencia Territorial” se entiende la capacidad intelectual instalada en un territorio, que sirve tanto para aprovecharlo de la mejor manera ( sustentable, óptima, etc.), como para ofrecer al mundo desde ese territorio, bienes, servicios y acogida a personas, empresas y demás.