Cincuenta años después, el fantasma de los mayos del 68 parece recorrer a Colombia en una la lid electoral en el que país se juega la posibilidad de transitar, de la firma de los Acuerdos para poner fin al conflicto armado entre las FARC y el Gobierno, y transitar hacia una real paz social y política, o el regreso al abrazo fantasmal de múltiples violencias.
Ello equivale a que los colombianos nos abocamos el próximo 17 de junio, en la segunda vuelta presidencial, a decidir, de un lado, por la continuación del statu quo mantenido por una oligarquía bicentenaria, donde el presidente Santos, el perdedor eximio en las elecciones (su candidato solo alcanzó el 7.28% de la votación), en sintonía con una clase emergente cuestionada en múltiples escenarios nacionales e internacionales de vinculación con el proyecto paramilitar y mafioso, aupado por las huestes del expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, acusándolos de afincar poder político y económico con base en la especulación inmobiliaria, la instalación del latifundio ganadero y la siembra de palma africana en millones de hectáreas, con base en el desplazamiento forzado y violento de más de seis millones de campesinos, afrocolombianos e indígenas, y que se representan en el candidato Iván Duque (39.14% de la votación en primera vuelta) quien propone hacer trizas los acuerdos firmados por el Estado y la insurgencia. Del otro lado, se encuentran fuerzas progresistas polifónicas y multicolores que mayoritariamente se aglomeran entorno a las propuestas de reconciliación y paz mediante la democratización de la riqueza, y que esgrime el exalcalde de Bogotá (25.8% de la votación), quien con 5 millones de votos dejan a la izquierda y al campo democrático en la disputa, por primera vez en la historia de Colombia, en la definición por la presidencia de la República en el balotaje final.
Bien vale recordar que la violación premeditada a territorio ecuatoriano y el bombardeo a Angostura de 1 de marzo de 2008, fue perpetrado por el ejército de Colombia, fungiendo como ministro de Defensa el hoy presidente Juan Manuel Santos y como presidente de entonces el hoy senador Uribe Vélez. En la otra esquina Petro reclamaba respeto a la integridad del hermano pueblo del Ecuador, y se solidarizaba con el presidente Rafael Correa y el vicepresidente Lenin Moreno.
De contera, el contexto en la frontera se evidencia hoy en su dimensión más crítica con el asesinato de los periodistas ecuatorianos, que expresa la prolongación del conflicto armado en la región sur pacífico de Colombia, que se extiende desde el Puerto de Buenaventura, pasa por Tumaco y se prolonga hasta la provincia de Esmeraldas en el Ecuador. Mientras el establecimiento minimiza la situación con base en alocuciones que hablan del Guacho y sus huestes como una disidencia de la FARC, Gustavo Petro acertadamente reconoce que se trata una manifestación clara de la guerra entre los Estados Unidos y los carteles de la droga mexicanos que dirimen la confrontación en territorio colombiano, y más recientemente hasta Ecuador.
De esas dimensiones son las apuestas políticas que se juegan en la segunda vuelta electoral del 17 de junio en Colombia, que marcarán la campaña y se dirimirá entre Duque y Petro, e incide directamente en el país ecuatorial: la paz o la guerra, en el Macondo de García Márquez, afecta a la poética tierra de Jorge Enrique Adoum y Manuela Sáenz.
Tragicomedias
Es ya clásica la frase en que Marx recuerda a “Hegel (quien) dice que la historia se repite dos veces” y agrega el mismo autor en el Dieciocho Brumario: “primero como tragedia y luego como farsa”.
Colombia, desde sus inicios como República, se arremolina en un eterno retorno a la guerra fratricida y política, dibujada magistralmente en Cien Años de Soledad; cien años que inician con el coronel Aureliano Buendía, abandonando su taller donde elabora pescaditos de oro para partir hacia la Guerra de los Mil Días (1889-1902), en que los liberales, comandados por el general Rafael Uribe Uribe, combatían contra un gobierno ultraconservador, sectario y canónico que había impuesto una Constitución reaccionaria en todos los sentidos (curuchupa).
Vencido, firma un armisticio prohijado por el gobierno norteamericano. Años después, Uribe Uribe es asesinado en la Plaza Central de Bogotá, no incinerado como Alfaro, contertulio y su par ecuatoriano, sino con hacha. En Colombia, desde el alba de la independencia, se firman acuerdos de paz para iniciar otra guerra.
Su ideario es recogido por Gustavo Petro, base de su propuesta electoral: intervención estratégica del Estado, libertad religiosa y de cultos en función de un Estado laico; garantías para los campesinos y trabajadores. Que se refuerza y potencia a través de recuperar la fallida Revolución en Marcha de gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo (1934-1938), que legalizó sindicatos, enalteció el trabajo y la movilización política de las mujeres; se propuso desarrollar una reforma agraria…
La reacción conservadora y eclesial contra los efectos reformadores de López no se hizo esperar, y desde el púlpito y mediante la violencia política dieron al traste con ella y con el segundo gobierno de López.
Una suerte de fachismo tropical, auspiciada por el generalísimo Francisco Franco, inoculó al país y el partido conservador y la jerarquía católica asaltaron de nuevo la dirección del Estado. La respuesta popular se encarnó en Jorge Eliecer Gaitán; caudillo liberal que denunció a la oligarquía como enemiga del pueblo y que como Petro hoy, con su palabra concentraba decenas de miles de personas en las plazas. Ante la posibilidad cierta de que Gaitán ganaría las elecciones, el 9 de abril de 1948 en una versión del complot de Estado, fue asesinado en una calle céntrica de Bogotá.
El país se incendió, a la hoguera fueron a parar las ilusiones, la violencia sin límites se engulló la esperanza, el territorio fue fértil para la instalación de guerrillas de todo orden ideológico que desde las armas resistieron la dictadura bipartidista liberal conservadora. Su victoria electoral estaba aseguraba constitucionalmente: solo podía triunfar en la presidencia un candidato liberal o un conservador.
Hasta el 19 de abril de 1970 cuando el pueblo se reveló en las urnas y copiosamente voto por el general Rojas Pinilla. Sobre las 20 horas con los resultados a ojos vistas, el presidente de entonces, abuelo del candidato oficialista derrotado el 27 de mayo, decretó el Estado de Sitio: los colombianos nos acostamos con un presidente electo y nos levantamos con otro: Misael Pastrana Borrero, padre del posterior presidente Andrés Pastrana (en Colombia el linaje es derecho de poder) y le birlaron mediante fraude el gobierno presidencial al pueblo.
El Fraude que se había cantado se hizo realidad y dio nacimiento al Movimiento 19 de abril, guerrilla armada nacionalista que en vez de optar por la hoz y el martillo recuperó la espada y el pensamiento de Bolívar y propuso la democracia en vez de la dictadura del proletariado. A esta guerrilla desde joven estuvo vinculado como combatiente Gustavo Petro, con el alias de Aureliano, encarnando al mismo coronel de cien años de soledad.
Es la misma guerrilla que en 1989 firma los acuerdos de paz con el Estado, con base en convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, la misma que proclama la Constitución de 1991 y deroga la centenaria de 1886. En las elecciones a Constituyentes el M-19 alcanza el 30 por ciento de la votación, convirtiéndose en la fuerza mayoritaria y co-presidente de la Asamblea. Meses atrás, en el marco de las elecciones presidenciales, Carlos Pizarro León-Gómez, comandante general del M-19 y firmante de los Acuerdos, fue asesinado en un avión en pleno vuelo el 26 de abril de 1989, siendo candidato a la presidencia de Colombia. El director del máximo organismo de seguridad de Estado (DAS), se encuentra condenado como responsable del magnicidio.
Tanto en la firma de los Acuerdos de Paz y como asesor de la Constituyente Petro jugó un papel protagónico.
Gustavo Petro: carisma con sabor a sancocho nacional.
Petro, reclama como base de su ideario las líneas del pensamiento bolivariano auténtico; en sus escritos, palabra y obra, nunca ha estado cerca de las lecturas anquilosadas sobre el marxismo que no poca izquierda latinoamericana ha exprimido. Es más un liberal anarquista que bebe en las aguas de la teología de la liberación y las homilías del Papa Francisco sin ser confeso católico ni cristiano; alejado de las elucubraciones seudo marxistas desde escritorios apoltronados en ONG o centros académicos. Es connotado economista marxista de orden gramsciano, que apela a la multitud, pero denosta de la estructura leninista del partido y propugna una organización en nodos y rizomas en red: aquí no existen jefes, ni secretarios generales, no hay verticalidad de ningún orden: aquí nadie manda, se apuesta a la capacidad creadora de las gentes antes que a las certezas raquíticas de la estructura vertical. Aquí cada una y cada uno se representa.
La potencia del discurso histórico progresista del candidato Petro se conjuga en un dialogo polifónico y multicultural con las nuevas ciudadanías culturales, corporales, sexuales, ambientales, humanistas, animalistas; espiritualidades profundamente ecuménicas, taoístas, liberadoras; indígenas, campesinas y negros. También hay intelectuales y académicos pero son los menos y entonces las cosas fluyen…y jóvenes y jóvenes y jóvenes.
Así, el fenómeno Petro, como lo denomina el mundillo mediático, que sigue desconociendo, por su condición de clase o arribismo, la existencia paralela de el país nacional al que convocaba Gaitán, por encima del país político, se manifestó en multitudes que cotidianamente en la campaña abarrotaron las plazas centrales de las 80 ciudades y municipios más habitados del país. Como cada uno se manda solito, se mandó así mismo ir la plaza y fue por su propios medios, siguiendo el dicho popular ecuatoriano: “caduno, caduno”
La movilización y concentración en Plaza Pública que se aglomera para escuchar a su líder, el candidato la ha convertido un acto pedagógico de formación política que en el que la masa se convierte en multitud: un ágora contemporáneo y descomunal. Un echo de inmenso valor en tanto en Colombia desde hace dos décadas, por orden del Ministerio de Educación Nacional, la enseñanza de la historia despareció oficialmente del currículo escolar. Así que las gentes durante horas escuchan en la plaza la versión no oficial de la tragedia y la esperanza que les habita.
Los más jóvenes, que son la inmensa mayoría que acompaña a Petro y que mueven vertiginosamente las propuestas de la COLOMBIA HUMANA, hasta ahora hace memoria que en las últimas elecciones anteriores a la Nueva Constitución de 1991, fueron asesinados cinco candidatos presidenciales. Desde el intento de asesinato de Bolívar en la conventual Bogotá, en la nefasta noche septembrina de 1828, el magnicidio político en Colombia es una constante esgrimida por el Poder.
El candidato de la Colombia Humana que busca posibilitar un país del tamaño de sus sueños, ha sido amenazado de muerte por los sectores más retardatarios del país, expresiones del capital mafioso y financiero. Les es inconcebible que el hijo de la provincia que pudo llegar a ser un ilustrado estudiante y profesional gracias a que siempre fue becado por su excelencia académica, en una combinación acertada de multitud en movimiento con redes sociales y bodegas virtuales, les esté moviendo el piso, les desnude el camino infesto de sus fortunas; les exponga sus apellidos de abolengo virreinal al escarnio público que los descubre responsables de desfalcos financieros multimillonarios, sumados a bárbaras hordas de paramilitares despojadores de tierras y que abren el camino para que su jefes políticos hagan de las arcas del Estado un botín.
Las multitudes entienden que el miedo está cambiando de bando, que es necesario dejar el miedo para ser. La rabia se va convirtiendo en dignidad. Las encuestas todas lo daban seguro en la segunda vuelta, a pesar de ser contratadas por los partidos que adversan a Petro y le acusan de comunista y castrochavista, financiadas por el capital financiero dueños de los medios de comunicación cuya agenda mediática fue derrotada por la Colombia Humana en las Plazas y en las redes virtuales; saben que para escamotearle la victoria electoral les quedan los caminos para ellos históricos: el fraude o el magnicidio. Así, lo expresa Aureliano Petro en público y en privado.
Y le consideran un peligro en tanto reconocen en Petro un político extraño: ¡cumple lo que promete! Gente así es peligrosa para el establecimiento. No pueden soportar que el descendiente de los pueblos originarios de Macondo haya puesto la agenda de discusión en la campaña y que sus propuestas sean referencia obligada de sus contendores y no pocas veces, copiadas de manera vulgar.
Sabe el capital financiero que están en calzas prietas cuando señala el candidato de la Colombia Humana, que la luchas frente al cambio climático ameritan enfrentarlo global y localmente, y que expresa de manera tajante la lid entre las fuerzas de la vida y las fuerzas de la muerte. Ello demanda por tanto iniciar de manera inmediata y progresiva el cambio de un modelo económico que descansa en la explotación y consumo de energías producidas por el extractivismo inmisericorde del carbón y el petróleo a gran escala y avanzar hacia la producción de energías limpias y amables con el ambiente todo. Y que por tanto el país y el planeta deben avanzar hacia una revolución nanocientífica, biotecnológica, informática y cognitiva (Nbic). So pena de desaparecer como especie
Ello significa, ni más ni menos, en toda su dimensión, conceder y reconocer derechos a la naturaleza. Se propone en consecuencia un pacto inteligente con ella, que pasa por la revolución de la cuchara, y un nuevo derecho que hace de los animales seres sintientes y por lo tanto la abolición de prácticas de tortura frente a cualquier ser viviente.
Lo que demanda una opción preferencial por los pobres, para que en condiciones de igualdad y equidad puedan poner en sintonía su subjetividad, su estómago y su cerebro y hacerse participes de la Nano-(R)Evolución, de manera protagónica y gozando plenamente de los derechos económicos, sociales y culturales (DESC),y no como víctimas de un modelo de desarrollo inhumano, antiético e inequitativo, como lo denuncia el papa Francisco en la Encíclica Laudato Sí.
Es decir, recoge el legado de los pueblos originarios de Nuestra América, en tanto la propuesta humana es el devenir de la praxis del Buen Vivir, material, intelectual, cultural, sexual. En últimas, una espiritualidad par el camino del tao y de la liberación, que como génesis y final, son lo mismo. Por eso se equivocan quienes pre-sienten que la Colombia Humana capítula frente a las demandas sociales clásicas, pues las incorpora a un mundo contemporáneo ya no signado por el proletariado y el mundo del trabajo sino por miles de millones de precarios.
La fuerza de la Colombia Humana descansa, además, en la potencia de un discurso, que quizás inconscientemente, se aleja de la racionalidad cartesiana de las derechas clásicas y las izquierdas históricas. Este es un discurso que por su estructura y enunciación navega en el mundo de la complejidad, es cuántico, en red, nodos y rizomas, emergente, enmarañado, de interfaz cultural, polifónico, para la multitud, y si en ella la academia se inserta, también.
- Devenires
La política y el devenir en Petro y la Colombia Humana, despierta una novedad, a la manera de Deleuze; una política moderna y contemporánea, biopolítica: el agua como ordenador político: de la vida, de lo social, que disloca la jerarquía, la represión, el poder y la obediencia.
De alguna manera como en los mayos del 68, la Colombia Humana construye su presente, un presente que ni la academia ni los intelectuales avisaban por ningún lado. Hace uno meses el horizonte se antojaba desesperante. Hoy el poder está en jaque. Lo revolucionario es que es sin armas, en un diálogo fructífero entre la virtualidad de las redes y la Plaza. Y está a la orden del día, como hace 50 años bajo los adoquines parisinos, la construcción entre todos de una nueva sociedad.
En consecuencia, el 17 de junio día de la elección final, la multitud tiene la oportunidad de hacer su jugada maestra en este ajedrez colectivo. Un jaque definitivo (no escribimos mate porque suena violento), a la realidad que ya no existe, según lo expresa Humberto Maturana. Es necesario para ello que la multitud se vuelva sujeto histórico y construya su realidad y demostrar que la autoridad no está en quienes nos dominan sino en nosotros mismo.
Cualquiera sea el resultado, las fuerzas de la vida han abierto caminos para seguir construyendo para los despojados una segunda oportunidad sobre la tierra. Unas veces desde el Estado; otras veces contra el Estado mismo; y las más de las veces, a pesar del Estado.
José Miguel Sánchez Giraldo.
Educador popular, Profesional en Ciencias Políticas de la Universidad del Valle, Colombia, Magister en Estudios latinoamericanos de la UASB-Quito y Doctor en Educación y mediación Pedagógica, Ulasalle, Costa Rica.
Deja un comentario