Iván Cepeda ha venido escribiendo sus discursos políticos los cuales se enmarcan dentro del marco programático del Pacto Histórico. Es algo destacable en la medida en que la gran mayoría de los demás precandidatos no ha escrito nada en su vida. Además Cepeda ha compilado sus principales propuestas en un libro que apareció recientemente[1]. Esto permite leer y estudiar sus planteamientos, los cuales están presentados en una forma más estructurada que un discurso usual de campaña.
En su libro propone Cepeda tres revoluciones: la revolución ética, la revolución económica y social, y la revolución política y democrática. Expresamente sus propuestas son “revolucionarias”. Debido a esto, sus opositores, especialmente los más encarnizados del Centro Democrático, van a reforzar sus críticas no solamente de supuesto miembro de las FARC, sino de comunista. La derecha y la extrema derecha en todas partes del mundo acusan de comunista a todos los demás, incluyendo dentro de esta categoría a políticos y partidos que nada tienen que ver con la teoría marxista y con la política comunista. Un caso reciente, entre muchos, es la acusación de Trump a Kicillof de comunista, a un simple peronista argentino.
La revolución es un término genérico que no dice mucho si no se acompaña de un contenido concreto. En materia política, social y económica, se refiere a transformaciones profundas que han ocurrido en las sociedades a lo largo de la historia. La revolución, aunque sea violenta, no les parece en general mal a los capitalistas y a los políticos de derecha, quienes valoran muy positivamente la revolución que llevó al poder político a los burgueses. Tampoco les parecen mal las guerras de independencia de los países de América contra los colonizadores ingleses, españoles, portugueses o franceses. Por el contrario, las destacan y celebran con entusiasmo, a pesar de la violencia. Pero una vez que se consolida el nuevo modo de producción en el cual dominan los capitalistas, aparece una nueva contradicción económica y política, ya no con los terratenientes sino con los trabajadores asalariados. Las ilusiones de la revoluciones burguesas fueron flor de un día. Desaparecieron los señores feudales y los esclavistas (gradualmente) y la explotación se concentró en los capitalistas. Las ideas de libertad, igualdad, propiedad y fraternidad, no se materializaron para la gran mayoría. Se consolidó un sistema en el cual unos pocos concentran la mayoría de los ingresos y de la riqueza.
En este marco apareció entonces la idea y la política de una revolución comunista, la cual se materializó por primera vez en la revolución rusa de 1917, en diversos intentos revolucionarios en otros países de Europa que fracasaron, y posteriormente en la revolución china y cubana, entre las experiencias más destacadas. Este tipo de revolución no les gusta a los burgueses, ni a los políticos de centro. Atenta contra su dominación y privilegios. Por tanto, todo el aparato estatal, privado e ideológico se ha dirigido a combatir los análisis marxistas de la sociedad, sus consecuencias políticas, y a los partidos que proponen superar el capitalismo. Cuando hicieron sus revoluciones, los burgueses consideraban necesaria la violencia, ahora la condenan en nombre de la supuesta democracia.
En la lucha ideológica se ha llegado incluso a apropiarse del concepto de “revolución” en el marco de la sociedad capitalista. En Colombia por ejemplo, un burgués, Alfonso López Pumarejo, promovió la revolución en marcha en la década del treinta del siglo pasado, su hijo, Alfonso López Michelsen, otro gran burgués, organizó el Movimiento revolucionario liberal e, incluso, un presidente neoliberal como César Gaviria, llamó a su plan de desarrollo “La revolución pacífica”. Se trata de “revoluciones” dentro del modo de producción capitalista que no buscan hacer cambios sustanciales. Son revoluciones cuyo propósito es claramente conservar las estructuras del capitalismo. Y de confundir a los trabajadores con relación al contenido de la revolución.
Por los antecedentes políticos de Cepeda esperaría uno encontrar en sus análisis y propuestas un enfoque marxista y una política claramente comunista. Sin embargo, no es así. Cepeda propone “revoluciones” en el marco del capitalismo, con lo cual es consecuente con el programa del Pacto Histórico dentro del cual se enmarca, que promueve reformas en favor de los trabajadores sin tocar lo esencial.
La igualdad sustancial
Cepeda propone dentro de la revolución económica y social una “política de igualdad sustancial” para “erradicar la pobreza, la miseria y el hambre en nuestra sociedad.”
En su diagnóstico plantea lo siguiente: a) Colombia es hoy uno de los tres países más desiguales del planeta; b) “aquí, la riqueza y la miseria conviven como mundos distintos, separados por muros invisibles: estratos, clases, y yo diría incluso castas sociales. Mientras unos viven en la opulencia y en el lujo, otros sobreviven a duras penas y pasan hambre; c) esta es una sociedad que margina al pobre y lo culpa de su pobreza; d) es una nación que teme, rechaza y desprecia a los que no tienen “como si la dignidad humana se midiera con el monto de los bienes y los saldos de las cuentas bancarias; e) se ha despojado a los pobres no solamente de bienes materiales, se les ha despojado de su humanidad; e) hay una pobreza especial, la de los pobres del mundo rural, los campesinos y los pueblos étnicos condenado al ostracismo y la exclusión, perseguidos y desplazados; f) están también los pobres urbanos: los nadie, muchos venidos del desplazamiento rural, los jóvenes sin futuro, las madres cabeza de hogar, los pobladores de los inmensos cinturones de miseria.
Señala que “millones de personas en Colombia están siendo condenadas a sobrevivir sin lo mínimo para vivir con dignidad. Más de 17 millones de personas viven bajo la línea de pobreza monetaria, con ingresos que no alcanzan para cubrir siquiera la canasta básica. Y aún más grave: casi 7 millones de colombianas y colombianos se encuentran en situación de pobreza extrema: sin los medios mínimos para alimentarse, acceder a agua potable, atención médica o un techo digno.”
“La pobreza no puede seguir siendo el clima natural de nuestras ciudades”; afirma que entre 2020 y 2023 el país logró reducir la pobreza monetaria del 42% al 29% “lo que demuestra que con voluntad política se pueden cambiar realidades”, pero el problema sigue siendo grave. Dice que “la pobreza no es solo una falta de ingresos: es una sequía estructural que marchita las oportunidades, seca la esperanza y erosiona los derechos.”
En el otro extremo están los ricos, que se autodenominan “gente de bien”, “no porque sean más justos, generosos o más sabios, sino porque concentran más dinero y bienes. Creen que su valor está en lo que poseen, y no en lo que aportan. En ellos, la riqueza se ha vuelto un escudo para no mirar ni sentir la necesidad y el sufrimiento del otro”
¿A qué se debe la situación de pobreza? Parecería que principalmente es culpa del Estado: “todos ellos han sido olvidados por el Estado en sus necesidades, despojados de servicios público, de vivienda digna, de transporte y empleo, han sido ignorados en su dignidad, en sus saberes.”
Adicionalmente, Cepeda esboza algunos factores ideológicos: “vivimos en un país marcado por la aporofobia que significa el miedo y desprecio a quienes viven en la pobreza, el culto a la riqueza material y el clasismo a ultranza.” Aquí incluye elementos que no encajan dentro de la definición de aporofobia del diccionario: “Fobia a las personas pobres o desfavorecidas.” ¿Quiénes les tienen fobia (aversión exagerada a algo o a alguien)? ¿Esto cómo se examina y se mide?
Para Cepeda la aporofobia es “una de las causas de sus desgracias sociales, y de su violencia endémica.” Hace una mención a antecedentes históricos y concluye que “el peso de estos siglos de exclusión, despotismo y Estado elitista fue terreno fértil para el odio y castigo a los pobres. Así surgió nuestro propio sistema de castas sociales, nuestra rígida pirámide de estratos en la que abajo, en la base, están ubicados los pobres y quienes viven en la miseria.” El “así surgió” haría pensar que se realizó una explicación sustentada, pero no es el caso. Pero después de hablar de las ideas, menciona cosas muy concretas: ha habido un despojo violento de tierras, con masacres en las zonas rurales y desplazamiento forzado.
Sin embargo, nuevamente recae en los sentimientos y las emociones; afirma que la violencia masiva es una expresión de odio racial, pero también de “odio para buscar la desposesión”: “El despojo masivo no ocurre por casualidad: requiere un odio particular, profundo, dirigido a justificar la usurpación de lo que pertenece a otros. Como igualmente, de desprecio a las víctimas del despojo, los desplazados rurales y, particularmente, las mujeres desplazadas rurales.” Adicionalmente, el malestar social en las ciudades ha sido atentado con represión, militarización y judicialización arbitraria.
En síntesis:
- Hay una enorme desigualdad, pobreza y miseria de la población.
- La población se divide en dos grandes polos: pobres y ricos.
- La principal causa de dicha situación es la deficiente o insuficiente actuación el Estado.
- Adicionalmente hay unas causas sicológicas y de actitud, como la aporofobia.
Es claro que Cepeda no utiliza los conceptos de Marx para explicar el modo de producción capitalista. En su interpretación de la sociedad colombiana, aunque en algún momento menciona las clases, los estratos y las castas, no existen los capitalistas ni los trabajadores asalariados: no aparecen una sola vez en su libro. Sus categorías principales son ricos y pobres, las cuales son comunes a diversos modos de producción y no específicos del capitalismo. Tampoco aparecen una sola vez los términos plusvalor, explotación, salario relativo o ganancia, los cuales están en la base de la explicación de la situación de las clases sociales y de la conformación del polo de riqueza y del polo de pobreza en las sociedades capitalistas. Señala que los pobres del mundo rural son el campesinado y los pueblos étnicos y que los pobres urbanos son “los nadie”, los jóvenes sin futuro, las madres cabeza de hogar y los pobladores de los inmensos cinturones de miseria.
Es claro que Cepeda: 1) no hace una interpretación con categorías de Marx sobre el capitalismo colombiano; 2) no propone establecer una sociedad comunista en Colombia. Blanco es, gallina lo pone, frito se come: Cepeda no es marxista ni comunista. Quizá en algún momento de su vida estudió El capital y otras obras de Marx y de Engels, pero actualmente no hacen parte de su campo teórico y político. En una entrevista que le hicieron en su biblioteca sobre sus autores y libros favoritos, solamente mencionó una autora marxista, a Rosa Luxemburgo, los demás libros eran de autoras y autores de otras corrientes. Pero su elección es diferente a la de Rosa Luxemburgo: reforma y no revolución comunista,
La Silla Vacía considera, sin embargo, que la principal desventaja de Cepeda es ideológica: “muchos sectores por fuera de la izquierda lo asocian con las ideas más radicales de la izquierda…” ¿Cuáles serán esas ideas radicales de la izquierda? Nos informa además La Silla que “según una persona de su primer círculo, ahora tienen que mostrar que Cepeda es un “moderado” que puede crecer hacia el centro.” ¿Más moderado aún?
En el fondo lo que Cepeda propone es que se cumplan algunos de los mandatos de la Constitución Política y la jurisprudencia constitucional: 1) igualdad sustancial y no solamente formal ante la ley; 2) trabajo digno para todos; 3) ingreso mínimo vital para todos los trabajadores y sus familias, que elimine la miseria y la pobreza; 4) garantía de alimentación adecuada para todos; 5) vivienda digna para todos. No es mucho pedir, solamente cumplir unos cuantos articulitos de la Constitución. Realmente las ideas más radicales de izquierda dentro del capitalismo están en la Constitución. Cumplir esto sería una revolución. Pero el asunto de fondo es si es posible que se cumplan estos derechos en la sociedad capitalista colombiana. Plantear simplemente que se cumpla la Constitución es comunismo.
Los comunistas en el Pacto Histórico deberían presionar a Cepeda hacia la verdadera izquierda. En un comienzo, debatiendo sus interpretaciones y propuestas, con el fin de mostrar su potencial, pero sobre todo sus límites.
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[1] https://ivancepedacastro.com/wp-content/uploads/2025/10/000-Tres-revoluciones-libro-TdeER-2025-oct-25-2025-v11.pdf
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Senado de la República

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