Salieron del Gabinete los ministros más cercanos a los aliados que habían formado parte de la coalición de gobierno y se opusieron a avanzar por la vía del cambio, llevándose por delante a la polémica ministra de Salud con su fama de intransigente y poco inclinada a la negociación. Tan solo sobrevivieron los representantes del Partido Liberal, hoy roto por las diferencias políticas.
El presidente ha preferido gobernar con viejos conocidos de la época de la alcaldía de Bogotá y algunos aliados en la campaña presidencial, despidiendo el intento de un pacto con “unos presidentes de partido”. Lo acompañan, en particular, Ricardo Bonilla en el Ministerio de Hacienda en remplazo de José Antonio Ocampo, Luis Fernando Velasco, en remplazo de Alfonso Prada, Jhenifer Mojica en el Ministerio de Agricultura, en remplazo de Cecilia López y Guillermo Alfonso Jaramillo en el Ministerio de Salud.
Algunos analistas han afirmado que Petro se aleja del pragmatismo y acentúa el ingrediente ideológico de antiguo guerrillero imbuido de ideas marxistas. Nada más alejado de la realidad y así lo prueban los hechos. Petro sabe lo que quiere hacer para transformar las estructuras del Estado vigente y a ello apuntan, sobre todo, sus propuestas de reparto menos injusto de la tierra, así como las reformas a la salud, el trabajo y las pensiones. Pensó que se podría llegar a un acuerdo con los clanes políticos, pero al constatar la resistencia de éstos, ha preferido despertar recuerdos y sentimientos profundamente anclados en una izquierda liberal que ha movido masas y acompañado reformas siempre aplazadas.
Petro ha dicho que el apoyo de la calle es necesario para hacer aprobar sus reformas y que querer cortar las reformas puede llevar a la revolución. Así lo expresó desde el balcón del palacio presidencial después de la remodelación del Gabinete recuperando el tono de campaña. Ello ha dado pie para que en algunos sectores se afirme que está dispuesto a violentar las instituciones y para validar lo dicho hacen referencia a su pasado guerrillero y su carácter intransigente. De nada han valido las explicaciones que ha dado el presidente desde España para aclarar las distintas interpretaciones que se han dado desde que rompió la coalición.
Lo cierto es que Petro planeó su cambio de estrategia desde que vio cómo sus proyectos eran desvirtuados en el Congreso. Si bien llegó al poder dispuesto a desterrar los prejuicios sobre su figura política nombrando a ministros moderados y en cargos importantes a opositores políticos, los bastones puestos a las reformas y la degradación de su buena imagen ante un público que se siente traicionado por el inmovilismo o la lentitud del Gobierno para concretar sus promesas de campaña, lo llevaron a deshacerse de aliados incómodos y dar un giro a la izquierda.
Su llamado a las calles no es una invitación a la violencia sino un intento por recobrar respaldo popular solicitando a la ciudadanía que se exprese públicamente a favor o en contra de las reformas. Desde el día de su posesión Petro se ha mostrado respetuoso de los canales institucionales y sabe que, aunque el régimen colombiano es un régimen presidencialista, la decisión final pasa por el Congreso, inclusive para dar paso a un proceso plebiscitario o constituyente. Lo que busca ahora es contar con una mayoría menos fuerte, pero más homogénea, con el apoyo del ala socialdemócrata del Partido Liberal, hoy escorado hacia la derecha bajo la dirección de César Gaviria. No en vano nombró como ministro del Interior a Luis Fernando Velasco quien levantó la bandera del progresismo liberal en la pasada campaña electoral.
Petro busca sacar provecho de la división liberal y contar con el apoyo de las bases liberales progresistas que se enfrentaron al actual director del partido en 2022 cuando la dirección nacional liberal decidió apoyar a Federico Gutiérrez a la Presidencia sin consultar a la militancia del partido. De allí que la disidencia, impulsada por la vocería de Velasco decidiera apoyar la candidatura de Petro. En la actualidad la facción liberal antigavirista está conforme con el nombramiento de Velasco ya que de esta manera cuenta con una voz que la representa en el Gobierno.
Velasco espera recomponer la mayoría en el Congreso interpelando a los congresistas uno a uno. Aunque el Partido Conservador dejó de ser partido de gobierno para convertirse en independiente, la tarea se le facilita al ministro por la personalización de los políticos que se mueven más por intereses particulares que por principios ideológicos, sobre todo en épocas preelectorales. Ello vale también para el Partido de la U que también hiciera parte de la coalición de gobierno, hoy atenta a conservar cargos burocráticos indispensables para su supervivencia.
Otro factor a tener en cuenta son las elecciones regionales y locales el próximo octubre, muy importantes para el presidente, que no cuenta apenas con poder territorial. Para el Pacto Histórico fortalecer la coalición de izquierdas es vital para un resultado electoral favorable máxime cuando el arraigo de los ideales liberales sigue firme en el ideario del pueblo.
Petro es consciente de que los ánimos de resistencia a sus reformas son grandes en un Congreso donde distintos partidos intentan ganar una mayoría relativa para impedir la aprobación de las leyes del cambio propuesto por el Gobierno, pero seguirá en su empeño y no solamente por afán de protagonismo como afirman algunos, sino porque considera que el cambio es necesario, al igual que una mayoría de colombianos, y ello deja abiertas las puertas a futuros procesos de negociación y concertación.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: El Espectador
Albert Sodemann says
La gente es consciente de que se requieren cambios a fondo y no mera retorica de buenas intenciones. Menos palabras y mas hechos concretos. Gobernar con un frente amplio políticamente heterogéneo hace pensar que no se ha preparado y consolidada una organización política a tiempo. Comenzar con tantas reformas sin concluir fácilmente termina con frustración general. Lo nacional no debe ser desligado de lo regional y local porque es allí donde se viven las consecuencias. El centralismo burocrático y presidencialismo no necesariamente trae poder en hacer bien las cosas bien concertados con los esfuerzos de la sociedad civil .Sin su activa participación en los procesos de cambios no hay nada. En esto una mejor educación teórica practica es imprescindible.