Colombia ha estado y sigue presa de lo que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, llamó el Tanatos: el instinto de la muerte, de la destrucción, de la guerra. Desde la psiquis individual de cada colombiano, hasta nuestra consciencia colectiva como país, sufrimos de la distorsión tanatológica que nos hace participes de la orgía de la guerra, de ese goce con el sufrimiento del otro, advertido por Federico Nietzsche, en su ensayo La Genealogía de la Moral, cuando evidenció que: “Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía – ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano – demasiado humano, que, por lo demás, acaso suscribirían ya los monos; pues se cuenta que, en la invención de extrañas crueldades, anuncian ya en gran medida al hombre y, por así decirlo, lo “preludian”. Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre”
Nos seguirá quedando grande, como nación y como individuos, aplicar un acuerdo de paz, y mucho menos avanzar hacia la construcción de una paz estable y duradera mientras en nuestra mente y en nuestra consciencia colectiva sigan incrustados los sentimientos festivos del Tanatos, arraigados sobre décadas y décadas de odios y venganzas acumuladas. Tanatos que nos ha deformado a tal punto que hablamos en Colombia de una “cultura de la muerte”, una “cultura de la violencia”; donde muchos emporios económicos, legales e ilegales, se han construido sobre los cadáveres de cientos de miles de colombianos y colombianas inocentes, sobre el desarraigo y el pavor de millones de familias desplazadas; país donde incluso la política, que en esencia es la llamada a transformar los conflictos para evitar las guerras, es una fuente elocuente de violencia, de violencia política, de negación material y espiritual del otro, al punto que, en plena aplicación de los acuerdos de paz con las Farc, brota como movimiento político y como estrategia programática y filosófica la guerra, el llamado a volver trizas los acuerdos, la psicopatía de quienes quieren seguir plagando de muertos los campos de Colombia.
Sin lugar a equivocaciones podemos hablar hoy en Colombia de una categoría política denominada la tanatopolítica, la política de la muerte, la cual cuenta con cientos de miles de adeptos, y cuyo principal objetivo y consigna de campaña es acabar a toda costa el proceso de paz y dar paso a una masacre de las FARC, y por extensión a todo lo que rodee y sea afecto al proceso de paz en Colombia. La venganza, el odio y la violencia convertidas en programa de gobierno, la orgía de la guerra que convoca a millones, esta vez no a los campos de batalla, sino al facebook, al twitter y demás redes sociales donde se promulga, reproduce y aplaude la eliminación del otro, del contrario, donde se vocifera contra la paz y se espera con una ansiedad cuasi orgásmica el retorno de la guerra.
Discursos de odios viscerales que no empiezan ni terminan en las FARC, sino que abarcan hoy a un grueso importante de líderes sociales, de grupos indígenas y afrodescendientes, y que apuntan con mayor agresividad y sevicia contra las minorías sexuales, con el agravante que en muchos territorios se pasa de los discursos a las listas negras, y de ahí a la muerte material de seres que no le importan a nadie en las ciudades. No es casualidad, ni son hechos aislados los cerca de 200 homicidios a líderes sociales y comunitarios que registra la Defensoría del Pueblo desde el año 2016 y lo que va del 2017. Discursos y homicidios que tienen un hilo conductor tan sutil que ha convertido a la lengua de algunos líderes políticos o líderes de opinión en el arma más peligrosa para nuestra sociedad.
Es clave entender que el Tanatos, como instinto primario a su vez se alimenta del miedo, sentimiento primitivo que como tal se instala en esa área del cerebro que aún compartimos con los animales inferiores, el hipotálamo. La propaganda política efectiva es la que difunda miedo y, a mayor miedo, más contundente será, sin importar que los argumentos sean remplazados por falaces frases sin fundamento alguno ya que, el miedo activa el hipotálamo lo cual desencadena reacciones por fuera de la corteza cerebral, que es donde radica el raciocinio y la esperanza.
El triunfo de la Tanatopolítica es generar un ambiente y una sensación colectiva de miedo al cambio, miedo a la nuevo, así esa novedad, que por años no hemos conocido, sea la paz o la reconciliación.
Es muy común que el miedo se venda con mentiras, con manipulación, de esta forma quienes acuden a la Tanatopolítica han generado miedo con mentiras inverosímiles a sabiendas que ese sentimiento primario no permite el raciocinio, sino la búsqueda de una falsa seguridad. De esta forma nos vendieron desde el apoyo a la guerra invasiva en Irak, con la falsa excusa de las armas de destrucción masiva, y ahora de forma irracional nos están vendiendo que hay que tenerle más miedo a Timochenko o a Iván Marquez pidiendo el voto con la palabra, que armados hasta los dientes tomandose poblaciones y haciendo atentados.
En la teoría freudiana El Tanatos esta en constante tensión con el Eros: el sentimiento del amor, de la vida, de la creación; pero cuando el equilibrio entre ambos se rompe a favor del Tanatos viene la violencia generalizada, la muerte y el deseo de destrucción, la guerra.
El antídoto para vencer el miedo, la salida ante el proyecto de muerte, destrucción y manipulación solo puede ser la esperanza, la convicción profunda de una sociedad movilizada por hacer de este país un lugar mejor para vivir, y si algo positivo trajo el proceso de paz a Colombia, es haber abierto una grita para salir del miedo a la ilusión. En este momento histórico como nunca, necesitamos un proyecto colectivo de nación, necesitamos ser lo suficientemente creativos para reinventarnos como país y como personas en nombre de la paz, y lo suficientemente decididos a exigir cambios profundos en lo político, lo económico, lo social y lo cultural, necesitamos vencer a la Tanatopolítica, la política de la muerte, ser valientes, derrotar el miedo y decidirnos a ir en búsqueda de la esperanza.
GABRIEL BUSTAMANTE PEÑA
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