En términos generales, la paralización de las reformas propuestas por el Gobierno y la fuerte caída de la demanda agregada, fruto del estancamiento de la economía fue lo más relevante del legado de 2023. Sin embargo, los anuncios provenientes del Ejecutivo y ciertos sucesos positivos han generado a comienzos de este año una cierta ilusión entre los colombianos.
El presidente Petro parece decidido a poner todo su empeño en sus reformas sociales que serán lo prioritario de su política este año. Tanto la reforma a la salud como la pensional tendrán al Senado – donde el Gobierno no tiene las mayorías – como principal escenario de discusión mientras en la Cámara de Representantes continuará el trámite de las reformas laboral y de educación.
El gran desafío, empero, seguirá siendo el de la paz total. En este campo, el reinicio de los diálogos con el ELN y los disidentes de las Farc, así como el lanzamiento del programa de Jóvenes en Paz, que busca frenar la vinculación de la juventud a la delincuencia, son señales esperanzadoras.
Para contar con un clima favorable a sus proyectos, el presidente necesita concretar su idea de acuerdo nacional. Como tras la ruptura con la clase política tradicional se rompió la coalición que le permitió una efímera línea de miel con los grandes partidos políticos, Petro volvió su mirada a los grandes empresarios a quienes invitó a vincularse a su proyecto de reindustrialización del país y de transformación del campo. Es así como Argos, Nutresa, Sura y los Gilinski se comprometieron a invertir a la par que el Gobierno en empresas público-privadas que promuevan el desarrollo. Por su lado, el grupo Aval ha invertido diez mil millones de pesos en proyectos de salud y educación en la Guajira.
Ciertamente, el contar con recursos monetarios para mejorar la condición de los grupos más vulnerables es importante, pero no es suficiente para concretar el cambio propuesto por el Gobierno. Dos ingredientes fundamentales deben ser considerados para avanzar sin tropiezos: confianza y buena gestión. Dos elementos relativamente ausentes de lo adelantado hasta ahora debido a la descoordinación de la administración y a la mala comunicación entre quienes detentan las riendas del poder.
La pérdida de la sede de los Juegos Panamericanos por la desidia del Ministerio del Deporte y la suspensión provisional del canciller por orden de la Procuraduría General de la Nación por faltas disciplinarias han dado lugar a duras críticas en los medios de comunicación. A ello se suma la idea de llevar a cabo una nueva reforma tributaria que bajaría el impuesto de renta a las empresas y pesaría más en las personas naturales, así como los llamados del ministro de salud para recabar más fondos cuando, de otro lado, se publica que del presupuesto de 2023 sólo se ejecutó el 87.3 por ciento del total; ello como corolario de los llamados de atención de Petro a sus ministros para que mejoren la ejecución de sus presupuestos. ¿Para qué pedir más dinero se preguntan los ciudadanos, si no se gasta lo que se tiene o se malgasta?
Es evidente que lo que sale a la luz pública siembra la incertidumbre en la población y alimenta la desconfianza en una sociedad polarizada donde los insultos remplazan al razonamiento, ocultando o dejando en la sombra las acciones positivas como la del adelantamiento del Registro Único de Ingresos que remplazaría la actual clasificación de la población por estratos y haría más eficiente la inversión en ayudas del Estado.
El país tiene ante sí grandes retos que deberían invitarlo a una reflexión seria, pragmática y realista en un mundo convulsionado del que hace parte así no lo sienta. Pero como es más fácil y entretenido soñar con la lotería y hacer las cuentas de la lechera, mejor es comenzar a pensar en posibles candidatos para las elecciones de 2026. Pronto comenzarán a publicarse las primeras encuestas y Petro ha comenzado a agitar las aguas al retomar su propuesta de convertir al Pacto Histórico en un solo partido, suscitando las naturales resistencias de algunos sectores.
En todo caso, no hay tiempo que perder. Este año es, o debe ser, el de las decisiones y las ejecuciones. Después vendrá el tiempo de los cálculos electorales. Salvo una acción contundente, el país seguirá avanzando a trompicones.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: ifm noticias
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