En un departamento impactado por el narcotráfico, la minería ilegal, la violencia reciclada luego de la desmovilización de las Farc, la precariedad de las pequeñas economías campesinas y agrarias, y el crecimiento de la delincuencia y la inseguridad en todos los ámbitos, la ciudadanía no muestra ningún entusiasmo frente a las propuestas de los candidatos y partidos políticos.
En una región donde las organizaciones sociales se hacen sentir con movilizaciones, bloqueos de carreteras y diversas formas de protesta, la campaña electoral no ha logrado motivar a la población y transcurre sin pena ni gloria. Entre bostezos, falsas peleas y cortesanismos a granel.
En Popayán se inscribieron 11 candidatos para la alcaldía por diferentes partidos y convergencias, de los cuales, si acaso se destacan dos (2) de ellos, sin que eso signifique que los payaneses estén polarizados por una u otra propuesta. Y a nivel departamental, son 5 los candidatos pero solo dos (2) concentran el apoyo de la mayor parte de las agrupaciones políticas.
La situación se puede describir así:
- a) Existe escaso interés y poco entusiasmo electoral entre el grueso de la ciudadanía frente a los candidatos, los partidos políticos y las convergencias existentes.
- b) Se nota una gran incapacidad de los candidatos y de los partidos políticos de captar la atención y el apoyo de los electores.
- c) El petrismo y uribismo que polarizaron a la opinión pública en 2018, hoy no cuentan en la región con expresiones políticas que planteen ideas claras y movilicen entusiasmos definidos.
- d) Los principales problemas que afectan al departamento y municipios son abordados en forma general y no se perciben propuestas concretas que diferencien nítidamente a los candidatos (as).
Alguien decía que la competencia a nivel departamental no era un enfrentamiento entre los candidatos inscritos para disputar la Gobernación sino entre los patrocinadores de ocasión. Los dos postulados más opcionados responden a intereses de los principales senadores caucanos (Velasco y Ortega), que en 2015 fueron aliados e impusieron un gobernante compartido (Campo).
A nivel de Popayán, la confrontación por la alcaldía gira alrededor de los mismos intereses personales y de estrechos grupos de contratistas, pero ante el escepticismo y la incredulidad de amplios sectores populares de la ciudad, y la posibilidad de hacer una campaña con menos recursos económicos, la inflación de ilusiones electorales parece haberse disparado.
Es sencillo: son los mismos con las mismas; ayer estaban unidos, hoy están enfrentados; detrás o al lado de las alianzas de conveniencia se encuentran los herederos de los viejos gamonales clientelistas y corruptos, que en el pasado fueron derrotados pero que los “sectores alternativos” dejamos respirar y revivir. En el pasado (2000), “casamos el tigre y nos asustamos con el cuero”.
Los Iragorris, González y Chaux Mosqueras, Jesús Ignacios, etc., siguen allí –detrás– mandando y ordenando. Las fuerzas sociales y los partidos que se dicen “alternativos” no fuimos capaces de construir nuevos liderazgos y nuevas formas de acción política. La ausencia de unidad y la falta de claridad política nos condenan a soportar el pasado gamonalista. ¡Es una desgracia!
Fernando Dorado
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