La respuesta que el Banco de la República al encarecimiento del dólar ha sido la de subir las tasas de interés con el fin de revaluar el peso y – eso dicen – combatir la inflación. Y si es cierto que la inflación se ha reducido hasta cierto punto esto ha sido por cuenta tanto de dicha revaluación como por la reducción del consumo y de la actividad económica. ¿Por qué díganme qué economía puede ser boyante con los tipos de interés que los bancos cobran ahora por el crédito? ¿Qué volumen de ventas tienen que alcanzar las empresas para poder pagar los costos exorbitantes del crédito? Y ¿cómo lograrlo con las ventas cayendo?
A la Junta del Banco de la República esto le importa poco. A ella le basta con repetir el mantra de la lucha contra la inflación para justificar el aumento sin misericordia los tipos de interés, porque ella a quien primero atiende es a los bancos. La mayoría de ellos extranjeros, que tienen que ofrecer a sus casas matrices los mejores resultados posibles le vaya bien o le vaya mal al conjunto de la economía colombiana. Y eso solo pueden hacerlo, en esta coyuntura adversa, haciendo lo que están haciendo: encareciendo el crédito. La revaluación del peso la necesitan, además – al igual que el resto de las multinacionales que operan en el país – para evitar que su devaluación encarezca la exportación en dólares de sus beneficios a las casas matrices.
La factura de esta política la paga el conjunto de la economía nacional. La pagan, como ya dije, los salarios, los ingresos familiares y el consumo. También la pagan las pequeñas y medianas empresas, responsables de generar las dos terceras partes del empleo nacional, que están atrapadas entre la pared de la caída de las ventas y el encarecimiento del crédito. Encima, les toca asumir la subida del salario, inevitable debido a la inflación. La paga igualmente el Estado por la reducción de los ingresos por impuestos y por el incremento del servicio de la deuda, la externa y la interna, y en esta coyuntura, por la volatilidad de los precios internacionales del petróleo en el actual estado de guerras, bloqueos y sanciones a escala planetaria. De contera, ve mermada su capacidad de satisfacer necesidades vitales de las mayorías populares.
Son legión los comentaristas que atribuyen estas desgracias al mal gobierno del presidente Petro, como si él fuera responsable de las razones estructurales que la causan y determinan. Cuando en realidad él y su equipo económico están esforzándose por cambiar o por lo menos corregir significativamente el modelo neoliberal que él no engendró sino todos los presidentes de la república que desde César Gaviria se han empeñado a ponerlo en marcha. Padecemos sus resultados: desindustrialización, castigo a la agricultura y la ganadería, venta o enajenación de los recursos naturales del país a precio de saldo, liquidación a precio ídem de las empresas del Estado y creciente privatización de la salud, la educación y los servicios públicos. Además de un sistema impositivo regresivo gracias al cual pagan más los que menos tienen y pagan poco o nada los que más tienen. Y de la cacareada independencia del Banco de la República que no tiene otro fin que garantizar que la política monetaria del país este siempre al servicio de la banca, los conglomerados empresariales y de la inversión extranjera. En definitiva, de las multinacionales.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: La Opinión Cúcuta
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