El triunfo electoral de López Obrador para la presidencia de México ha generado muchas esperanzas entre las clases trabajadoras tanto en ese país como en otros países de América Latina. Se trata del triunfo de un movimiento y una persona comprometida con el bienestar de los trabajadores y de los pobres. En el documental “Esto soy yo” se presenta un recuento de su vida, realizaciones ideas y programas que evidencian claramente una práctica y una actitud favorable a los trabajadores; en él expresamente afirma que lleva 40 años luchando por los pobres, por la gente humilde y necesitada.[2]
Examino en este artículo algunas afirmaciones que plantea López Obrador en este documental: a) La pobreza no es por el destino, ni por la casualidad, ni porque Dios quiere; la pobreza es por el mal gobierno y por la corrupción; b) Es necesario por tanto tomar medidas desde el gobierno, especialmente en materia de generación de empleo y de mejoramiento de la educación; c) Mi lema es no mentir, no robar, no traicionar al pueblo; d) Ser de izquierda es ser honesto y tener buenos sentimientos: el corrupto no es de izquierda, el que da la espalda al que sufre no es de izquierda; d) Busco transformar a México, hacer historia. Cualquier parecido con Petro es pura coincidencia.
López Obrador plantea un diagnóstico común a todos los defensores del capitalismo, a quienes obviamente les resulta difícil negar el hecho evidente de la situación de pobreza y miseria de una proporción muy grande de las personas en nuestros países, pero concentran sus esfuerzos intelectuales en no investigar a fondo y negar las causas de dicha situación. Baste mirar los diagnósticos de los Planes de Desarrollo en Colombia y los estudios de muy reconocidos especialistas en la materia para comprobar que se quedan en un nivel de constatación simple de los hechos y en relaciones hipotéticas con otros factores sin entrar a fondo en la cuestión.
Pero más aún, en la propia definición se elude ir al fondo del problema: se aborda la pobreza básicamente desde una perspectiva cuantitativa: la magnitud del ingreso absoluto recibido o la magnitud de acceso a determinados bienes, servicios o características, dejando de lado la diferencia cualitativa en los orígenes de las pobreza y especialmente su magnitud relativa con respecto al ingreso o producto total de una sociedad. De este modo, se desconoce la diferencia entre la pobreza proveniente, por ejemplo de un trabajador asalariado, de un trabajador campesino o de un artesano o pequeño productor urbano. Las relaciones sociales desaparecen por completo de este análisis.
Adicionalmente, el énfasis en las carencias cuantitativas facilita el orientar la responsabilidad hacia el Estado. Es el Estado quien no tiene políticas para generar empleo y, principalmente, es el Estado el que no complementa los ingresos de las personas mediante provisión gratuita o subsidiada de diversos bienes y servicios, como alimentación, agua potable, vivienda, educación en todos sus niveles, salud, etc. El esquema analítico cumple un papel muy importante de ocultar y dejar de lado por completo el origen estructural de la situación: la existencia de una masa de trabajadores carentes de medios de producción que deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, cuyo objetivo central es la obtención de ganancias, o de rebuscar en actividades de muy baja productividad por cuenta propia.
Este tipo de análisis tiene la virtud de no afectar la buena conciencia de los capitalistas que evidentemente ven la pobreza y la miseria pero no entienden o no quieren entender la trabazón existente entre el sistema capitalista, donde viven a sus anchas, y el desempleo, los bajos ingresos y sus consecuencias sociales. Es entendible que los capitalistas y sus defensores en la academia asuman esta posición, pero no tanto que lo hagan personas comprometidas con los trabajadores como AMLO. Desde esta óptica, incluso los propios capitalistas pueden asumir una posición crítica con respecto al Estado por su ineficiencia, su corrupción, sus malas políticas; de hecho, desde sus organizaciones gremiales hacen estudios y planteamientos y financian o apoyan diversas fundaciones que hacen estudios para proponer mejores políticas sociales.
Es efectivamente cierto que la corrupción significa que una magnitud relativamente grande de recursos, que debería destinarse a ofrecer bienes y servicios gratuitos o subsidiados (ingreso complementario en especie) a los más pobres, se queda en manos de particulares y funcionarios públicos que se enriquecen a costa de la sociedad; es igualmente cierto que si se redujera la corrupción podría mejorarse el acceso de la población a dichos bienes y servicios y mejoraría la cobertura y la calidad de servicios como la salud, la educación, la alimentación escolar, la vivienda, el agua potable, etc. Por ejemplo, en el caso de la descentralización territorial en Colombia, después de casi 30 años de unas transferencias continuas y crecientes en términos reales para educación, salud y agua potable, no hay justificación para que no haya coberturas de 100% en estos servicios en todos los municipios del país. Igualmente es cierto que la ineficiencia administrativa del Estado es una causa adicional de pérdida de recursos o de resultados insuficientes. Y por tanto, es claro que es necesario presionar desde los trabajadores y sus organizaciones para que mejore la eficiencia y disminuya la corrupción, en la medida en que esto permitirá que efectivamente llegue una mayor proporción del producto nacional a los más pobres.
Pero, ¿es cierto que la pobreza es causada por el mal gobierno y por la corrupción? La corrupción y el mal gobierno pueden explicar ciertos déficits pero no la existencia del fenómeno. Aunque hubiera gobiernos mucho más eficientes y menos corruptos o incluso sin corrupción, seguiría habiendo pobreza, quizá menos extrema. La pobreza se genera en la desigualdad estructural entre patronos y trabajadores y en la lucha entre ellos, favorable a los patronos usualmente, en torno a la magnitud del salario; la pobreza se genera en la precariedad de los medios de producción en manos de campesinos y de pequeños productores pero sobre todo en su operación dentro de un contexto capitalista de competencia que reduce sus mercados, sus ingresos y sus perspectivas de mejoramiento en la calidad de vida. Un “pobre” puede recibir subsidios en dinero o especie, pero continuará siendo “pobre” por su posición social (ya sea trabajador asalariado, desempleado, degradado, campesino, etc.), sometido a la necesidad de recurrir al subsidio estatal, que es una especie de caridad pública, para complementar sus reducidos ingresos.
De otra parte, las posibilidades efectivas de que un gobierno en una sociedad capitalista pueda incidir significativamente en la generación de empleo es bastante baja, dado que la actividad productiva se guía principalmente por las decisiones de los inversionistas privados en busca de rentabilidad: el gobierno podrá tener las mejores intenciones de desarrollar el Chocó pero los capitalistas no llevarán allá su inversión si no encuentran opciones de rentabilidad. Un ejemplo de Bogotá es muy ilustrativo: en la segunda administración de Mockus (2001-2003), un alcalde a quien todos o casi todos reconocen como un ejemplo de honestidad y no permisividad con la corrupción, aumentó el desempleo y la pobreza de buena parte de los bogotanos, debido a tendencias de la economía privada que escapaban al control de la Alcaldía[3]. Mockus y su equipo de gobierno salieron a los medios a mostrar la inversión social realizada durante su período evidenciando que efectivamente es posible incidir en el acceso a bienes y servicios públicos pero que la capacidad de afectar el empleo y los ingresos directos es mucho menor.
AMLO propone aumentar el empleo y los ingresos de los mexicanos pobres enfocándose en estimular la producción nacional (sustituyendo importaciones) y fomentando capacidades de pequeños productores. En esto se inscribe dentro de una tendencia cuasi utópica de promoción del desarrollo y específicamente del desarrollo económico local basado en mayor autonomía territorial, a pesar de que la experiencia práctica no muestra mayores resultados de estos programas.
Me parece, entonces, que AMLO está incumpliendo uno de sus mandamientos: no mentir. Creo que le está mintiendo a su pueblo o por lo menos no le está diciendo toda la verdad. Claro que cabría la posibilidad de que esté convencido de que lo que está afirmando es cierto pero se necesita hacer un esfuerzo enorme para negar la evidencia y los planteamientos conceptuales sobre el origen de la pobreza. ¿No sería más honesto con el pueblo afirmar que en las condiciones actuales se puede tratar de lograr mejoramientos en el acceso a ciertos bienes y servicios pero que cualquier gobierno dentro de una sociedad capitalista tiene como límites la obtención de la ganancia y la fuerza de la clase capitalista y que la situación estructural de pobreza seguirá existiendo mientras siga existiendo la sociedad capitalista.
Las posibilidades reales de transformación son, por tanto limitadas. Desde la propia campaña los candidatos que llevan banderas favorables a los trabajadores se ven presionados a moderar sus políticas y a asumir posiciones tranquilizadoras. En el caso de la campaña de Petro daba cierta tristeza oírlo defendiendo la tesis de desarrollar el capitalismo, con el objeto de deslindarse por completo de cualquier idea socialista. Pero también lo ha venido haciendo AMLO, ofreciendo medidas para tranquilizar a los mercados. Y tranquilizar a los mercados no significa otra cosa que no pasar del límite tolerable por parte de los dueños en cuanto a la participación de los trabajadores en el producto nacional. Sobre el proceso de moderación de los partidos de izquierda afirma Heinrich: “Para ser elegido presidente o para obtener la mayoría como partido hay que agradar a distintos intereses y posiciones. Para ser tomado en serio por los medios (una condición esencial para llegar a ser conocido) hay que hacer propuestas ‘realistas’ y ‘posibles’. Antes de que un partido consiga acercarse siquiera a la participación en el gobierno, recorre normalmente un proceso de disciplinamiento (sic) que dura muchos años, en el cual se va adaptando cada vez más a lo que es “necesario”, es decir, a la observancia del interés global capitalista, por la sencilla razón de que solo así puede lograr un mayor éxito electoral.” (p. 215)[4].
AMLO se deslinda por completo de la izquierda anticapitalista lo cual es uno de los elementos de la crítica de los zapatistas, que lo acusan de ser representante de la falsa izquierda. En el documental afirma López Obrador que ser de izquierda es ser honesto y tener sentimientos de compasión hacia quienes sufren, con lo cual evidencia una postura que hace énfasis en actitudes y sentimientos y deja de lado la promoción y defensa de los intereses globales de los trabajadores. A corto plazo y aparentemente sus políticas buscan promover los intereses concretos de los trabajadores pero a mediano plazo y sustancialmente, está defendiendo al capitalismo con todas sus consecuencias.
Garantizar ciertas condiciones mínimas de vida a los trabajadores (asalariados y por cuenta propia) es una necesidad de los propios capitalistas, tanto en términos de disponibilidad de una fuerza de trabajo en condiciones adecuadas para la producción como de legitimidad del sistema. Una de las funciones del Estado capitalista es garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo. “El Estado no solo evita la destrucción de la fuerza de trabajo, sino que, como Estado social, también garantiza su reproducción, en tanto que ésta no es posible solamente por medio de la remuneración salarial negociada entre el trabajador y el capitalista.” (p. 211). Abogar por tanto por mejoramientos del Estado capitalista no representa ningún cambio de fondo, como bien lo dicen los zapatistas: ““Podrán cambiar de capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”.[5]
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[1] https://elpais.com/internacional/2018/07/07/mexico/1530999712_945131.html [2] https://www.youtube.com/watch?v=TClF8dK7EE0&feature=youtu.be [3] http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1038587 [4] Heinrich, Michael. Crítica de la Economía Política. Una introducción a El Capital de Marx, Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2008. [5] https://elpais.com/internacional/2018/07/07/mexico/1530999712_945131.html
Alberto Maldonado
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