En la primera parte del libro analiza las estrategias seguidas hasta el siglo XX; el resto del libro se ocupa de un mundo en transición, la necesidad de un nuevo paradigma económico y empresarial, la economía ecológica y la economía del bien común (EBC).
Aunque sus aportaciones fueron francamente reveladoras, solo apuntaré algunas relacionadas con la situación energética, climática y ecológica que me hicieron reflexionar, como las consecuencias que dicha situación tiene para Colombia y Venezuela, últimos reductos del mejor y más abundante petróleo del planeta, y de los últimos sucesos relacionados con este hecho.
Los datos aportados son del libro del profesor Urra y proceden de los estudios que solicitaron Exxon Mobil, Royal Dutch Shell, Chevron, British Petroleum, Total, la Agencia Internacional de la Energía (IEA), dependiente de la OCDE, y los informes que emite anualmente desde 1994 el World Energy Outlook (WEO). Según esta última, la matriz energética mundial utilizada en 2011 era: 32% petróleo, 29% carbón, 21%
gas natural, 10% biomasa, 5% nuclear, 2% hidroeléctrica y 1% otras renovables. La IEA estimaba en 2008 que la máxima producción mundial de crudo se había alcanzado ya en 2005.
El precio del petróleo depende del PIB, lo cual provoca una volatilidad constante en cuanto a los precios. La crisis del petróleo tuvo lugar en 2004, aunque no nos lo dijeron hasta 2010, y está en la base de la caída de Lehman Brothers y, por tanto, de la crisis financiera de 2008.
Aunque la AIE nos dice continuamente que no tenemos por qué preocuparnos, miente, ya que no queda casi crudo. Eso explicaría la lucha por controlar el petróleo colombiano y venezolano. De hecho, The Oil Crash, que es una fuente fiable, dijo en 2012 que el futuro del petróleo crudo convencional estaba cayendo de forma fulminante.
Si nos planteamos las fuentes alternativas al crudo, descubrimos que la situación es bastante pesimista.
Los petróleos no convencionales, como el fracking y los bitúmenes son, además de insuficientes, de peor calidad, menor rendimiento, más contaminación y límites físicos y geológicos. El fracking es muy costoso de extraer y, en el caso de vehículos a gasoil, imposible de utilizar. Es el motivo por el cual se ha expandido la información de que esta forma de energía es muy contaminante.
La electricidad resulta incómoda y genera otro tipo grave de contaminación; así mismo, dependeríamos totalmente de China, sin dejar de ser un recurso totalmente insuficiente.
El gas natural y el carbón alcanzarán su cenit entre 2030 y 2040, además de provocar más contaminación y presentar límites físicos y geológicos.
El Uranio alcanzará su cenit antes de 2040, en el mejor de los casos, y no es una fuente de energía sino un sumidero. No hace falta hablar de las graves consecuencias de su uso, por casi todo el mundo conocidas.
Por lo que respecta a las energías renovables, adolecen de límites físicos insuperables y requieren de una base material no disponible, eólica y fotovoltaica potencial, pero limitada físicamente.
Del diésel está dicho casi todo: que contamina el medio ambiente y afecta a la salud de forma grave, y también a punto de terminarse. De hecho, la mayoría de los cargueros han sustituido el diesel por el gasoil.
El IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) es un organismo administrativo dependiente de Naciones Unidas que intenta reunir informes científicos procedentes de 3.000-4.000 científicos, que se hallan muy dispersos, motivo por el cual son caóticos y se retrasan en exceso. Así mismo, no se tiene toda la información en cuenta. El informe emitido en 2015 era ya desolador en cuanto al escenario de emisiones. De seguir así, para el 2100 no quedarán más que insectos y medusas… Eso sin tener en cuenta la aceleración del calentamiento del planeta, mucho mayor del esperado a partir de 2014.
Si reunimos toda la información que tenemos, comprobamos que la tendencia al calentamiento es inequívoca desde hace milenios, lo que conlleva una bajada del volumen del hielo y también de la superficie ocupada. El problema es que los seres humanos lo estamos acelerando de manera muy preocupante.
Vivimos un momento económico de necrocapitalismo o capitalismo gore, externalidades —traspaso de actividades negativas de las empresas a la sociedad que paga los costes— y financialización —control absoluto del capital financiero frente al productivo. Lo que ha venido a llamarse “economía humo” versus economía real.
Para los expertos y conocedores, el colapso ha empezado ya, cosa de la que son perfectamente sabedores ese 1% de los más ricos frente al resto del mundo. Tal como manifestó Douglas Rushkoff en su artículo «Survival of the Richest». Colapso que culminará en 20 años siendo muy optimistas.
Solo un cambio de paradigma económico, social y cultural, como podría ser la Economía Ecológica o algunos principios de la Economía para el Bien Común, pueden salvarnos del desastre.
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Pepa Úbeda
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