El COVID19 congeló los movimientos sociales en crecimiento en América Latina, pero en medio de la pandemia continuaron liderando el efectivo proceso de aislamiento preventivo del contagio, pues esta emergencia puso al desnudo la fragilidad del Estado en la gestión de los sistemas de salud privatizados en nombre de la eficiencia y de la austeridad fiscal, que progresivamente se ha ido transformando en un austericidio de acuerdo con los resultados del desastre causado a la población en todo el mundo.
En medio de este desastre humano, la agenda de macro militarización a nivel mundial y la micro paramilitarización a nivel nacional no se ha detenido.
El COVID-19
El país con los indicadores más elevados en términos de contagios y de letalidad es Estados Unidos de América., seguido por Italia y España. De manera que hacer una revisión de la forma como se enfrenta dicha pandemia corresponde con el talante de los gobiernos al frente de dichos países, en particular en relación con los sistemas de salud imperantes (ver indicadores universidad Jhon Hopkins). De otra parte el país con el mejor índice de recuperación ha sido China.
El manejo errático del Presidente Trump para enfrentar la pandemia con expresiones desesperadas que llevaron a acciones de piratería moderna para resolver los problemas de aprovisionamiento básico como kits de prueba, respiradores, equipamiento de bioseguridad, demostró que el sistema de salud además de estar privatizado, no tiene cobertura universal, privilegiando los intereses comerciales sobre la salud. Escenarios derivados del triage y de las jornadas extenuantes de los médicos les obligaban a prescribir quien muere y quien no, por insuficiencia de dotación hospitalaria y de espacios apropiados por la limitación de UCI. Aparte de estas limitaciones, el sistema funciona con tasas de ocupación hospitalaria del 90% para hacerla rentable, lo cual explica por qué una emergencia como la derivada del COVID-19 no tenía previsto recursos extraordinarios para atender una situación extraordinaria.
El sistema de salud de USA funciona con costos que progresivamente se han convertido en barrera de acceso a dicho sistema. En este ámbito llama la atención que la primera reacción de una buena parte de la población de USA fue armarse ante las informaciones del coronavirus.
Trump dilató, sin soporte científico, las medidas preventivas a pesar de la experiencia de los países que estaban viviendo la experiencia dolorosa de la pandemia y que sus propios agentes de inteligencia lo habían advertido desde diciembre de 2019. Ignoró estas señales por estar en ejercicio de la campaña electoral y atendiendo las presiones de los grandes empresarios de su país alineados con su slogan nacional proteccionista “America first”.
Las experiencias de reconstrucción ante desastres naturales anteriores ha sido la de profundizar la privatización, como el caso del huracán Katrina. Los desastres han sido utilizados como oportunidad de negocio en vez de fortalecer política pública para el desarrollo científico y tecnológico al servicio de toda la sociedad Estadounidense, lo que ha permitido que la industrialización de la ciencia al servicio del lucro y no al servicio de la sociedad vaya en contravía de lo proclamado en la Convención de París del siglo XIX.
En términos internacionales Trump ha priorizado la guerra comercial con China, como un recurso para desconocer que en el fondo una guerra tecnológica y eventualmente biológica, que no puede ganar por mantener más de 800 bases militares por el mundo, en vez de fortalecer la estructura productiva de su economía, como se lo ha advertido el expresidente Jimmy Carter, quien como Presidente normalizó las relaciones con China y lo conminó a entender que Estados Unidos no puede seguir en la actividad de guerras con gastos que superan 300 billones de dólares para capturar recursos energéticos, guerras que nunca ha ganado, mientras China no ha estado haciendo guerras y se ha dedicado a fortalecer infraestructura vial terrestre, marítima y espacial, el desarrollo científico con disciplina y organización. En el tiempo de su gestión se ha incrementado el gasto militar en 10%, mientras tanto 80 millones de sus ciudadanos o no tienen seguro de salud o su cobertura es insuficiente, lo que en términos reales implica grandes gastos de bolsillo e incluso endeudamiento que ha llevado a la bancarrota a varios ciudadanos.
Dichos conflictos limitados permanentes (CLP) alrededor del mundo, mantienen gastos militares que se han incrementado en 50% después de la terminación de la guerra fría. Con la terminación de amenaza armada de la Unión Soviética, se supuso que el camino era la cooperación internacional. Este incremento ha estado acompañado de des inversión pública en salud. Incluso, las fuerzas militares y de policía no se les ha preparado, para atender las emergencias de carácter civil, como las pandemias o la seguridad alimentaria que finalmente constituyen el núcleo de la defensa nacional de cualquier país.
Si se hace trazabilidad de los encuentros internos y externos por parte del Presidente Trump su mayor exigencia a países de la OTAN y otros países amigos como Arabia Saudita y Corea del Sur ha sido la de exigirles gastos militares equivalentes al 2% del PIB, lo que le ha permitido vender gran cantidad de material bélico para los diferentes países. Mientras esta actividad de negocios letales ocurre, el COVID-19 ha provocado la reclamación de seguro de desempleo en USA por la fabulosa cifra de 17 millones de reclamantes.
El Presidente Trump en lenguaje anti diplomático ha hablado del “virus Chino”, olvidando que las anteriores pandemias se iniciaron en Estados Unidos y nadie hablo de “virus Usa”. Para cerrar su dilatada conducción errática de la pandemia, decidió suspender sus aportes a la OMS porque dicha organización internacional hizo reconocimiento a la forma positiva como China ha manejado el COVID19. La respuesta de la OMS ha sido pedirle no politizar la pandemia. Esta actitud inusitada es irracionalmente coherente, pues corresponde a la desactivación de la presencia de su país en los diferentes organismos y acuerdos internacionales como la Unesco, la OMC, el Acuerdo de París sobre cambio climático, el desconocimiento de varias resoluciones de la ONU, entre otros.
El Presidente Trump, sin consultar con científicos de la salud, formuló la hidroxicloroquina como tratamiento del COVID19 y a renglón seguido anunció ejercicios militares en el Gran Caribe en una supuesta acción contra el narcotráfico, pero en realidad se trata de presionar militarmente a Venezuela para desestabilizar al gobierno de dicho país. Antes de este anuncio y en plena pandemia en Europa, se produce el desembarco de 20 mil soldados de Estados Unidos, que junto a 17 mil soldados de la OTAN, harían ejercicios para una “hipotética” acción de fuerzas extranjeras. Este despliegue incorporó gran cantidad de material de guerra, en medio de un protocolario silencio de la prensa Europea (Ver operación “defender Europa 20” y “ejercicios militares en frontera venezolana”).
Previamente a estas intervenciones militares, se había consumado el golpe de Estado en Bolivia, con apoyo logístico de Chile y más tarde se produce la inhabilitación política del expresidente Rafael Correa en Ecuador. En medio de la pandemia se reeligió al Secretario General de la OEA, que había dirigido esquemas de desestabilización en el Caribe Insular, en Guyana y conducido el golpe de Estado en Bolivia.
En estas condiciones, la pregunta que se formula es cuál ha sido el aporte de USA para combatir el COVID-19, porque se conoce que ha habido dotación y asesorías en la conducción general por parte de la OMS, de la Unicef, de la Cruz Roja Internacional, de China, de Rusia y de Cuba que ha enviado 19 brigadas médicas a Italia y Andorra, países de África, aparte del apoyo a varios países del Caribe; pero hasta ahora no se ha contado con Usa para atacar el COVID-19.
La guerra que está en curso es la vacuna contra el COVID-19, que ojalá sea producto de la cooperación internacional y que la ONU y la OMS administren para evitar el abuso de monopolio si de las investigaciones se derivan patentes. Si la industria farmacéutica actúa en el escenario de “libre competencia” como blindaje de su monopolio, puede ser un indicador de un nuevo instrumento geoestratégico que puede someter a muchos países y beneficiarse de rentas extraordinarias derivadas de la invención, lo que estimularía la apropiación privada de este producto de la investigación científica. Con la evolución de la gestión del COVID-19 se ha demostrado que la economía de mercado no ha sido exitosa en la guerra al coronavirus.
En Europa la guerra al covid-19 ha sido conducida por cada país como si la Unión no existiera. La irritación de Italia y Serbia son una muestra de dicha situación insólita. Se ha mostrado la contradicción desde Maastricht entre la Europa del capital y la Europa Social que no logran compatibilizarse, precisamente por el proceso de privatización de las entidades públicas y el desmonte del Estado del bienestar, especialmente del sector salud, por la aplicación del déficit cero.
En términos de resultados Italia y España han sido los países con los mayores índices de afectación del COVID-19 entre los países de la Unión Europea. En Italia el desastre se localiza en uno de los polos de desarrollo industrial más importante del país; pero también se ha establecido que los empresarios organizados, con cierta complacencia de los medios de comunicación, hicieron todos sus esfuerzos por contener el inicio de la cuarentena, lo que en buena medida explica la magnitud del contagio, de los decesos y el relativo proceso de recuperación.
La paradoja positiva en este proceso es que varios de los países otrora sancionados o intervenidos por Estados Unidos como Rusia, China o Vietnam han hecho provisiones a dicho país para atenuar el desastre por el atraso en la reacción contra el covid19.
En los países de América Latina sobresale por sus imágenes dantescas la situación de Ecuador, donde la pandemia encontró un sistema de salud desmantelado en nombre del ejercicio improvisado del gobierno que decidió privatizar los servicios públicos asociados con el sistema de salud. El 43% del cuerpo médico ha sido contaminado por el covid-19 en buena medida por la insuficiencia de materiales de bioseguridad, la forma de vinculación laboral y el no pago de sus salarios. Algunas dotaciones estuvieron a cargo de dichos servidores. Mientras este desastre ocurre, el gobierno en cuarentena activa la base militar de Estados Unidos en el santuario natural de la isla de galápagos, en sustitución de Manta.
En Colombia hubo demora del gobierno nacional en el control de entrada del contagio en el principal aeropuerto del país. Este atraso se ha ido corrigiendo por la presión fundamentada de alcaldes y gobernadores de los diferentes territorios y por el gran espíritu solidario de la propia ciudadanía, que ha considerado la cuarentena como un mecanismo apropiado para contener el contagio. El sector salud se encuentra privatizado en una gran proporción, sin dotación suficiente y apropiada de material de bioseguridad, con inestabilidad laboral mediante órdenes de prestación de servicios temporales, incluso con el no pago de sus salarios. La respuesta tardía del gobierno se produce el 12 y 13 de abril (decreto 538), que provocó observaciones de la Federación Médica y el Colegio Médico Colombiano por cuanto consideran necesario dos factores básicos, la protección laboral y la bioseguridad aparte de sanear las deudas del Estado con los hospitales y clínicas. Denunciaron que en consulta con sus agremiados solo el 10 % de los consultados consideran que las instituciones de salud tienen buenas condiciones, el 93% dijo no contar con traje de bioseguridad y que hay enorme subregistro. El concepto de sistema de salud se cuestiona por la fragmentación que existe entre los diferentes organismos que actúan sin la debida coordinación, aparte de la regla fiscal que ha limitado la autonomía médica y de los jueces, en nombre de la eficiencia del gasto.
Los empresarios industriales que se quejan del sorpresivo incremento de las tasas de interés. Esta condición no es bien conocida porque la mayor parte de los medios de comunicación están en manos del sector financiero, especialmente El Tiempo y Semana. El gobierno en su lenta reacción no ha tomado medidas para limitar la especulación financiera y rescatar la condición del crédito de fomento y asistencia técnica para fortalecer la producción, fuente real de la riqueza. Al contrario, se aplica la igualdad en las tasas de interés comercial, lo que ha esterilizado la capacidad de innovación e inversiones los pequeños y medianos empresarios. Los potentados del sector financiero han ofrecido donaciones, con el alivio tributario inherente.
En el caso Chileno la precarización del trabajo en el sector salud fue uno de los factores que estimuló las movilizaciones sociales más importantes de la historia reciente de dicho país, al punto que innumerables asambleas territoriales han reclamado una constituyente para revocar los procesos de privatización de la salud, de la educación y el manejo bancario de las pensiones.
En el caso de Brasil el alineamiento del Presidente Bolsonaro con el método displicente del Presidente Trump frente al COVID-19, no solo no ha permitido controlar el contagio de sus ciudadanos, sino que de manera primaria ha estimulado el desconocimiento del aislamiento como una forma de contener el contagio. También ha hecho afirmaciones anti diplomáticas relativas al “virus Chino” y ha decidido impulsar la fórmula de la hidroxicloroquina para tratamiento del convid-19 importando insumos para producirla en Brasil, sin contar con soporte científico. Y avanza en la reforma laboral que permita los despidos de trabajadores.
Llama la atención que las visitas de los presidentes de Colombia, Ecuador y Brasil al Presidente Trump antes de la agudización de la pandemia, coincida con el anuncio de operaciones militares en el gran Caribe por parte del comando sur de Estados Unidos, con la activación dela 4ª flota y la participación del ejército Colombiano en la frontera de Colombia con Venezuela, sin contar con el permiso del parlamento Colombiano. El esquema de cooperación para atacar el COVID-19 no hace parte de la agenda. Otro componente de estos encuentros ha sido el acuerdo de carácter militar de Estados Unidos con Brasil para generar hipotéticos mercados de venta de armas por fuera del continente americano, a cambio del control de Embraer por parte de la Boing y la entrega de la base aeroespacial de Alcántara al servicio de Estados Unidos. Con este alineamiento de Bolsonaro se profundiza la fractura de la importante experiencia de los BRICS, y complementa la fractura del Mercosur y UNASUR.
El Mercado Petrolero en su laberinto
Un aspecto significativo para complementar este análisis es la búsqueda de la estabilización del Mercado Petrolero, derivado de la reunión de la OPEP plus, Rusia y la aceptación de Estados Unidos. Se ha acordado bajar la producción de petróleo de manera gradual, empezando con 9.7 millones de barriles día entre el mes de mayo y junio de 2020 para recuperar el precio.
Actualmente Estados Unidos es el principal productor de petróleo, la mitad por el uso contaminante del fracking, pero su costo de producción por barril bordea los 40 dólares, lo cual hace imposible su sostenibilidad productiva con los precios actuales. El COVID-19 ha provocado la baja de la demanda mundial de petróleo, lo que contribuyó a la aprobación de este acuerdo impensable hace dos meses. Es urgente recuperar el precio del petróleo, como un apalancamiento importante para la recuperación de la economía post COVID-19. A pesar del acuerdo, Estados Unidos mantiene las sanciones a Irán y Venezuela, lo que se traduce en un dumping de nuevo tipo, con el propósito de controlar sus reservas petroleras y si cambia la situación política de esos países a su favor, posteriormente imponer precios de monopolio y preparar planes de reconstrucción de dichas economías intervenidas. Es decir, controlar reservas y financiar las grandes inversiones de sus empresas en los países tomados.
Si se aplica el proverbio chino, que las crisis son oportunidades, la gestión de la pandemia debe marcar pautas de solidaridad, de cooperación y de fortalecimiento de las instituciones públicas, así como reivindicar el carácter social de la propiedad privada, y de la búsqueda del bien común como el faro orientador. Por esta razón las propuestas tienen que ser globales, de manera que la economía esté al servicio del bien-estar de la sociedad mundial. Para que esto sea posible, es necesario que la ciudadanía se ocupe de la más noble actividad humana que es la política, entendida como servicio y no como negocio. De lo contrario, la corrupción y el delito organizado pueden acabar con el Estado y no solo con parte de éste, como el sistema de salud.
En esta situación sobreviniente, América latina debe tramitar la moratoria de la deuda, porque con el 43% de su PIB hipotecado, estamos ante la disyuntiva de “la deuda o la vida”, lo cual debe marcar una ruta nueva en la gestión de la deuda regional. Como es previsible, la guerra de monedas se agudizará y la exorbitante deuda de los Estados unidos y la importancia creciente de la China como su principal acreedor, marcaran nuevas pautas para conducir la reactivación de la economía. Para valorar las condiciones de negociación es importante entender que el COVID-19 se propaga 10 veces más que el H1N1 y frente al debilitamiento del sector salud , privatizado y fragmentado, se hace necesario disponer de recursos extraordinarios para adelantar detección temprana, aislamiento y pautas de seguimiento que deben crear condiciones dignas en este proceso de reactivación , que debe empezar por la producción esencial frente a la pandemia y con estrictas medidas de bioseguridad reactivar la producción de sectores no esenciales. El riesgo está en la demora, pero es vital evitar errores costosos como la desactivación del aislamiento por la presión de los grandes empresarios y en particular del sector financiero.
A nivel mundial es necesario levantar las sanciones que utiliza Estados Unidos como política exterior, para des escalar los conflictos militares, que hasta ahora lo que han demostrado es que sirven para fortalecer la industria militar porque las guerras no terminan, sino que las reactivan de manera continua para dinamizar la venta de armas y caer en la dicotomía de la deuda y la guerra como negocio. Es urgente, entonces, fortalecer los esquemas de cooperación para procurar resultados en beneficio de toda la humanidad en ámbito de fraternidad y solidaridad.
Carlos Martínez Becerra
Foto tomada de: Laverdad.com/
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