En este punto quizás no se haya equivocado. A Trump, como a su lugarteniente, les pierde la vanidad: les encantan los halagos y más aún si confirman la creencia de que están haciendo lo correcto. El problema es que los hechos son tozudos y son suficientes para demostrar que los tiempos de montarle otra encerrona a Venezuela han pasado. Y no solo porque todas las anteriores han fracasado: después de largos años de bloqueo económico, cerco político y diplomático internacional y del robo de Citgo y del secuestro del oro depositado en el Banco de Inglaterra y del aluvión de fake news y calumnias vertidas por los medios fieles a la agenda “informativa” de Washington, después de la acción criminal de las guarimbas y de la pantomima del “gobierno interino” de Juan Guaidó, el socialismo venezolano sigue en el poder. Con un apoyo popular que ha sobrevivido a todas estas adversidades y que viene de ser refrendado claramente en las elecciones municipales del pasado domingo 27 de julio. Hay chavismo para rato.
Pero no es solo la fortaleza interna de la revolución bolivariana la que condena de antemano al fracaso cualquier nuevo intento de derrocar su gobierno y de demoler sus instituciones políticas. También lo hacen las inconsistencias de la actual política estadounidense. El mismo día en el que Marco Rubio repitió sus calumnias, se conoció la noticia de que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos había autorizado a la multinacional Chevron a continuar con sus operaciones en Venezuela. Autorizadas por el presidente Joe Biden fueron suspendidas el 3 de abril pasado, por orden de un Trump deseoso de recrudecer los castigos al gobierno del presidente Maduro. ¿Por qué entonces se echó para atrás? La respuesta al enigma está en el mercado del petróleo norteamericano. Estados Unidos consume actualmente 20, 5 millones de barriles de petróleo al día y solo produce 17, 5 billones, por lo que se ve obligado a importar la diferencia: 3 millones de barriles. Sus dos principales proveedores son actualmente México y Canadá, países con los que hoy anda en problemas, debido precisamente a los elevados aranceles que el presidente Trump ha impuesto o está a punto de imponer a las importaciones procedentes de ambos países. Petróleo incluido. Por lo que a él le resulta del todo inconveniente privarse en medio de este litigio de los 200.000 barriles de petróleo venezolano que Chevron ha estado exportando a Estados Unidos. Así como resulta del todo incongruente que Marco Rubio pretenda reanudar el bloqueo económico a Venezuela, al mismo tiempo que el gobierno del que forma parte lo rompe de la manera más descarada en función de sus particulares intereses.
No olvidemos que el hecho de que el gobierno de Iván Duque apoyara irresponsablemente al bloqueo económico decretado por Trump en su primera presidencia, le costó al país perder un volumen de intercambios comerciales valorado en más de 2.500 millones de dólares. Afortunadamente el presidente Petro puso fin a un bloqueo ruinoso para ambos países, y ha promovido además el establecimiento de una zona económica especial en las regiones fronterizas, destinada a potenciar la actividad económica y los intercambios comerciales.
Espero que hasta la oposición más cerril al presidente Petro se niegue a aceptar la invitación de Claudia López a reanudar las hostilidades con Venezuela, tan perjudicial para los legítimos intereses del país. Como espero que la opinión pública tome por fin conciencia de que la funesta “guerra contra las drogas”, no es más que un instrumento empleado por Estados Unidos para intervenir descaradamente en nuestros países y sancionarlos cuando lo considere necesario. Sobre la existencia del cartel de los cuatro soles, no existe ninguna evidencia contrastable. Ninguno de los 238 venezolanos deportados por las autoridades migratorias de Estados Unidos a los inhumanos penales de El Salvador, so pretexto de ser integrantes de El Tren de Aragua, pertenecía a dicha organización mafiosa. Las acusaciones de la supuesta complicidad del gobierno de México, encabezado por Claudia Sheinbaum, con los carteles que trafican con fentanilo, demuestran que las mismas solo sirven al intento de legitimar ante la opinión pública estadounidense la imposición de unos aranceles que violan flagrantemente el tratado de libre comercio actualmente suscrito por México y Canadá con Estados Unidos. Y la calificación de “narcoterroristas” impuesta a los carteles mexicanos responde a la pretensión de Trump de legitimar la tesis de que la militar es la única solución posible a los problemas de salud pública representados por el consumo masivo de fentanilo y del resto de las sustancias psicotrópicas. Tantos años de padecer la guerra contra las drogas no han sido suficientes para que las autoridades estadounidenses ofrezcan un diagnóstico de las verdaderas causas de las adicciones masivas que padece su sociedad y presenten un ambicioso plan de salud pública destinada a curarlas. Las miles de armas empleadas hasta la fecha en esa guerra no han curado a nadie. Solo han servido para sumar miles de muertos a la incontable lista de muertos por sobredosis.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: Infobae
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