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A propósito de la banalización “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”

22 julio, 2019 By Alberto Anaya Arrieta Leave a Comment

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Entrar en el contexto de Jesús histórico -hombre, maestro, profeta, líder e Hijo de Dios-, en su actividad pública, vida, destino, misión, su mensaje nuevo y bueno, enseñanzas que liberan de engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestras vidas (Pagola, 2013:7) después de dos mil años de historia, es un atrevimiento casi profano, porque es profunda, ancha y larga la distancia que nos separa desde el momento que estuvo haciendo vida terrenal. Es hacer verdaderamente cristología histórica desde abajo, es decir, desde el Jesús histórico concreto (Küng, 1977:162-163). Es poder estudiar y analizar su impacto causado en una época intensamente patriarcal y machista, influenciada por una religiosidad ortodoxa e hipócrita y el dominio del imperio romano sobre Palestina (Galilea, Samaría y Judea); despertando expectativa política y esperanzas religiosas dentro de su pueblo… cuando anunciaba con pasión el proyecto de Dios que llevaba en su corazón. (Pagola, 2013:239). Es utilizar las nuevas tecnologías y métodos de investigación, para que nos aproximen con algo de precisión, a situaciones tan triviales, como las comidas de la época, los hábitos diarios de las familias de entonces, la política, la cultura, muchos detalles que no son presentados en la Biblia cristiana, ni en otros textos próximos a esa época. Es acercarnos a la historia política, económica, social, cultural y teológica del tiempo de Jesús, estudio que no voy a proponer en este momento. Y no está demás decir, que existen millares de textos (orales, escritos, danzas, pinturas, fotografías, grabaciones, cine, teatro, videos) fundamentados en investigaciones de eruditos y eximios que se pueden conseguir en las redes virtuales, bibliotecas y en los debates académicos teológicos.

Sólo deseo aproximarme, a una pequeñísima parte de las enseñanzas de Jesús. No en su obra, pues requeriría muchos volúmenes. Pretendo hacer un poco de ‘exégesis’ bíblica sobre la frase “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,15-22) que el evangelio mateano pone en boca de Jesús; desde luego, tomando distancia con respecto a las doctrinas y dogmas establecidos por la Iglesia (católica, ortodoxa y protestante), creencias de fe que se ha construido en torno a la obra de Jesús el galileo.

La religión de hace dos mil años (y más atrás), entre otras actividades, se justificaba para favorecer a las desigualdades e injusticias de los que detentaban el poder político, económico y religioso. Era el opio de los pueblos, como lo describiría, al parecer, en el siglo XIX Carlos Marx; verdaderos mercaderes de la fe. Las enseñanzas de Jesús es todo lo contrario a las doctrinas y dogmas teológicos de entonces y de ahora, de comunidades y liderazgos religiosos que juegan con las angustias, pesares y creencias de la gente; sus planteamientos (los de Jesús) riñen con la ‘verdad’ de aquel momento y por ello se vuelve inmediatamente en objetivo de los líderes religiosos y políticos, hasta llegar finalmente a su vil y cruento asesinato. Jesús fue y sigue siendo un fenómeno histórico, al punto que sus enseñanzas falseadas por intereses egoístas, quizá por el tiempo transcurrido o por querer glorificarlo, lograron construir, siglos más tarde, una Iglesia al servicio de la causa del imperio, del poder y de las prebendas materiales que significaba la construcción de palacios donde celebraban las suntuosas ceremonias religiosas; lujosas en objetos, elementos y accesorios litúrgicos, vestuarios, edificaciones y riquezas en inmuebles y tierras. Los sueños de libertad y justicia jesuánica fue enclaustrado en escenarios de riquezas y empeñados a los intereses de los más poderosos. Las enseñanzas sobre un Dios amoroso y misericordioso fueron reducidas a un recinto, contrario a las enseñanzas divulgadas por Jesús… Esa fue la realidad concebida en los siglos III, IV y posteriores… Como afirma Hans Küng, “Ahora la religión ya no es, como para Marx, el “opio del pueblo”, al que el mismo pueblo se entrega para alivio de su miseria. Es más bien […] “opio (conscientemente suministrado por los dominadores) para el pueblo”: “La religión es opio para el pueblo. La religión es una especie de aguardiente espiritual, en el que los esclavos del capital ahogan su rostro humano y sus aspiraciones a una vida medio digna del hombre. Pero el esclavo que ha tomado conciencia de su esclavitud y se ha puesto en pie para luchar por su liberación, cesa ya a medias de ser esclavo. Educado por la fábrica de la gran industria e ilustrado por la vida urbana, el obrero moderno, consciente de su clase, arroja de sí con desprecio los prejuicios religiosos, deja el cielo a los curas y a los beatos burgueses y consigue con su lucha una vida mejor aquí en la tierra” (1979:335).

La actividad y el mensaje de Jesús en medio de las aldeas de Palestina representaban una fuerte crítica a aquel estado de cosas. Su firme defensa de los indigentes y hambrientos, su acogida preferente a los últimos de aquella sociedad o su condena de la vida suntuosa de los ricos de las ciudades era un desafío público a aquel programa socio-político que impulsaban el imperio romano y la dirigencia religiosa, favoreciendo los intereses de los más poderosos y hundiendo en la indigencia a los más débiles. Los textos bíblicos, documentos contemporáneos y las investigaciones acuciosas dan cuenta hoy cómo vivía Jesús el sufrimiento de aquel pueblo y con qué pasión buscaba un mundo nuevo, más justo y fraterno… [Pagola, 2013:22]. Y en esa dirección avanzaban los primeros creyentes y seguidores de las enseñanzas jesuánicas, vivían y compartían no sólo sus creencias sino bienes y alimentos, sin ninguna presión de autoridad religiosa o política. Jesús enseña no sólo a contemplar el mundo, enseña a orar para discernir la realidad, aprender a ser solidario, a vivir en comunidad, a convivir, enseñó a culturar el nosotros, instruyó cómo avanzar y transformar la realidad… Por eso lo asesinaron…

En cambio, hoy día, jerarcas y líderes religiosos de denominación cristiana (evangélica, católica…), se apartaron de lo que dicen ser y en su lugar, cohabitan con las formas opresoras, excluyentes, corruptas y mafiosas que han gobernado durante doscientos años. “Se supone que uno cree en Dios y asiste a sus celebraciones con la intención de ser una mejor persona, se supone que amar a Dios es ocasión de regocijo, no una excusa para causar daño o para manipular a los más frágiles, se supone que el dogma se basa en el amor y busca unirnos en la fe, no en la estigmatización ni el odio”.[1] En contraste, hoy día, también encontramos pastores cristianos comprometidos con las buenas nuevas de las enseñanzas de Jesús, que separó definitivamente a Dios de todas las guerras y enseñó la no violencia eficaz… y pidió perdón.[2] Porque, hasta las cosas más imperdonables tienen que ser perdonadas, a cambio de que la guerra de verdad se termine, y no sólo en los campos, los barrios y las cárceles, sino en las noticias, en los hogares y en los corazones.[3]

Parafraseando a Francisco, líder de la Iglesia Católica, en ocasión del saludo de navidad a los cardenales y superiores de la curia romana, decía que hay estructuras que pueden llegar a condicionar un dinamismo de nuevas ideas y propuestas; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu de renovación (reformas, cambios de estilo), sin fidelidad de las nuevas ideas convocantes para el cambio, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo. Esto nos debe llevar a pensar en la coherencia de las ideas y acciones para que las estructuras de la institucionalidad de una nueva Colombia, estén desde ahora, a favor de los intereses de una sana reflexión política y análisis de coyuntura; donde las fuerzas de los movimientos sociales y políticos, las diversas tendencias de la izquierda, demócratas y otras expresiones urbanas que vienen ganando espacio, visibilidad y credibilidad puedan erigirse como reales expresiones de un nuevo poder basado en valores que resalten lo ético…

En consecuencia, cuando Jesús responde a la provocación de pobladores simpatizantes de los fariseos y seguidores herodianos diciéndoles “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios”, nos enseña que debemos separar los temas terrenales de los espirituales, apartar las leyes humanas de las espirituales, en otras palabras, separar la religión y el Estado. Jesús no estaba legitimando al imperio romano opresor y explotador ni justificando el proceder de la autoridad religiosa o herodiana, simplemente estaba delimitando las particularidades de Dios y del Estado. No había que confundir las cosas, enseñaba a hacer buenos ciudadanos y buenos fieles. Ordinariamente podemos decir ‘zapatero a tus zapatos’.

___________________________________________________________________

Alberto León Anaya Arrieta

Foto obtenida de: https://www.elperiodico.com

Bibliografía

Küng, Hans 1977. Ser cristiano, Madrid, España: Cristiandad

Küng, Hans 1979. ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Madrid, España: Cristiandad.

Pagola, José A., 2013. Jesús: Aproximación Histórica. Madrid, España: PPC Editora y Distribuidora.

[1] http://blogs.eltiempo.com/palabras-movedizas/2017/03/13/falsos-profetas/

[2] http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/pido-perdon/16832051

[3] http://www.elespectador.com/opinion/opinion/al-final-columna-627441

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